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Goar Mestre: El emperador rehace su Flandes desde Buenos Aires
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"Este es un álbum caro", dice el hombre de traje oscuro, chaleco gris y camisa a rayas, mientras deposita sobre el escritorio una carpeta negra llena de fotografías. Son algunas vistas de su antiguo imperio, un imperio de cemento, materiales electrónicos, micrófonos, trasmisores, antenas, focos y cámaras de televisión.
Porque este hombre fue un emperador. Este hombre que fuma habanos con la displicencia de quien fuma habanos y juega con un botón casi suelto del chaleco hasta arrancarlo. Inundado, circundado por un humo azulino, hojea las páginas del álbum, sus viejos trofeos. Aunque, sin embargo, este hombre está a un paso de ser, otra vez, emperador. Si no lo es ya, a esta hora de la tarde en que un sol raquítico punza las cortinas del despacho.
Goar Mestre quita la ceniza del cigarro contra la reja del alambre del cenicero. "Estos alambritos son un gran invento". Cierra el álbum. "Parece que se han llevado algunas fotos". No importa: las que ha mostrado —estudios de radio y TV, plantas, trasmisores— son el reflejo mecánico de una inversión que Goar Mestre calcula en diez millones de dólares. Una parte de su vasta fortuna en una isla del Caribe donde hoy están centradas muchas miradas y muchas tempestades.
Hace exactamente tres años que Goar Mestre se fue de Cuba y se radicó en Buenos Aires. "Salimos con dos valijas y dos chicos, dispuestos a reconstruir nuestra vida. No teníamos nada. Excepto unas pequeñas reservas, un poco de experiencia, un poco de energía y un poco de buen crédito".
Esto es lo que dice el hombre de traje oscuro. Otros, dan versiones diferentes. Son sus enemigos, los enemigos del emperador que tomó un avión en La Habana y dejó detrás de él dos tentaculares cadenas de radio y televisión (CMQ, CMBF), un canal (CMBA), la Radio Reloj y muchas propiedades más, veintidós empresas en total. Eso fue hace tres años, un lapso en que el nombre de Goar Mestre se trepó aquí a las noticias, vía nuevos aviones, a nuevas empresas, que se trepa con acento cubano o inglés, que salta aquí y allá, en el mundillo de la televisión, rodeado del misterio y la solemnidad que suelen rodear a los emperadores.
La semana pasada, Goar Mestre recordó el tercer año de su afincamiento en la Argentina y celebró el añadido de una banderita en su mapa de operaciones: Venezuela. En un terreno de 10.500 metros cuadrados se levantará la central de una cadena de televisión, con cinco emisoras, que cubrirá la capital, Valencia, Barquisimeto y Maracaibo. "Llevamos diez meses promoviéndola. Yo acabo de volver de Europa y Estados Unidos, para organizar la compra de los equipos".
La compañía que sustenta esa cadena está integrada por un grupo de capitalistas venezolanos, la Columbia Broadcasting System, Time Life y, naturalmente, Goar Mestre. Sus planes de expansión tienen, además, la mira puesta en otras dos naciones: Colombia y España. Sus intereses ya están enraizados, amén de en Buenos Aires, en Lima. El imperio cobra cuerpo, pronto alcanzará su Flandes.

Llevar el gato al agua
"En un régimen de libre competencia y economía, triunfa el que haga las cosas mejor por menos precio. Ese es el que se lleva el gato al agua". Goar Mestre proclama esta fórmula sin rodeos: es la que ha empleado, aplicado, comprobado en veinte años de servir al público con la radio y la televisión. Es la divisa de su negocio, y negocio es la única palabra con que él designa a esos multitudinarios medios de comunicación. En el principio, debe estar un diploma de la Universidad de Yale, donde Goar Mestre se graduó en 1936 en economía política.
Después, jugó su propia habilidad, su audacia para lanzarse a campos desconocidos o apenas tanteados por la rutina. Ese arrojo se mezcló luego con una serena maquinaria especulativa, una necesidad de dar el paso adelante pero con los ojos fijos en el pie que avanza.
Mestre pertenece a la legión de decididos para quienes siempre el hoy es mañana. No es un pionero, porque los pioneros eran intuitivos; y él nunca se deja llevar por el instinto solamente. Empírico a su manera —más norteamericana que tropical—, sacó partido de la experiencia cuando la tuvo, pero supo echar mano y beneficiarse de los ardides y las técnicas de que lo dotaba la época: fue el primero, por ejemplo, en realizar en Cuba investigaciones de mercado y mediciones de audiencia.
Tales técnicas, según muchos, terminaban por convertirse, como todo lo
que pasa por sus manos, en armas que sólo a él responden. En la Argentina se le endilga a menudo el auge del manejo de los "ratings" de televisión; y se lo acusa de que ese manejo resultó demasiado parcial y favoritista.
Hay una franja de la obra de Goar Mestre que permanecerá siempre en la oscuridad, una zona a la que es imposible penetrar y sobre la que se centran los ataques y las afirmaciones más dispares. La misma franja que nadie conoció en un Hearst, un Pathé, un Beaverbrook, en los reiterados napoleones de la vida contemporánea.
Mestre, sin embargo, puede esgrimir frente a un extraño minuciosos datos sobre su existencia y sus actividades, detallarlas al extremo. Aunque esa feraz minucia plantea dudas, esa virtuosa narración arranca preguntas. Las preguntas serán contestadas con igual precisión, pero el fondo de la cuestión seguirá en sombras.
Un cuadro enumerativo de la estrategia de Mestre, 50 años, casado, cuatro hijos, ayudará a sobrevolar su personalidad.
• Hacia 1940, en Cuba funda una industria de productos alimenticios y logra representaciones de altas firmas norteamericanas (importación). Esto lo pone en contacto con la publicidad. En 1942, crea Mestre y Godoy, una agencia de propaganda.
• La publicidad lo vincula estrechamente con la radiofonía: el 1º de agosto de 1943 asume la dirección de la red CMQ, que acaba de comprar.
• En 1949, la televisión se agiganta en Estados Unidos; en 1950, inaugura en Cuba la primera emisora estable de video (hubo otra, unos meses antes, que quebró en seguida).
• Cuando abandona Cuba el 27 de marzo de 1960 y viene a Buenos Aires, ya tiene aquí organizada la empresa Proartel S. A. y un contrato firmado con el Canal 13, para la provisión de programas, y ya funciona en Lima una compañía similar, Pentel S. A., que ha convenido la misma labor de producción para el Canal 13 de aquella capital.
• Tiempo después, los ojos de Goar Mestre se posan —como ya anotamos— en Venezuela, en Uruguay —por seis meses—, en Colombia y en España. La isla de Cuba —400.000 televisores— fue su mejor campo de ensayo.
Mestre aclara cada uno de estos pasos. Hizo publicidad porque no le gustaba el sistema vigente en su país; se gastaba demasiado dinero. Adquirió una radio porque sus ideas no congeniaban con las de los broadcasters de entonces. Previsión, cálculo, planificación, empuje: he aquí las escalas del estilo Goar Mestre.
Su aparato operativo está hoy así constituido: una compañía principal, de la que es presidente y que se halla bajo las leyes panameñas: Goar Mestre y Asociados. Se dedica a asesorar, promover y organizar emisoras de televisión, y es lo que hizo en Lima, en Buenos Aires, en Montevideo (Montecarlo TV) y lo que hace en Caracas, donde dejará instalada y en marcha la nueva cadena de cinco estaciones.
Luego, se forman las empresas subsidiarias: Pentel S. A., de Perú; Proartel S. A. de Argentina, que programa para el Canal 13 de Buenos Aires y el 12 de Córdoba (" y con cuantas emisoras del interior y del exterior lo desean") y Proventel S. A., que producirá para Caracas. Mestre, representante de la CBS norteamericana, pone mucho cuidado en establecer las diferencias que existen entre Canal 13 y Proartel. A pesar de que conviven en el mismo edificio, la estación —informa— pertenece a otros accionistas y sólo poses un estudio y un equipo para proyectar películas. El resto —una inversión de 2.500.000 dólares— corresponde a Proartel, de cuyo directorio Mestre es el presidente y para quien trabajan 350 personas.
Según Mestre, Proartel se fundó en Buenos Aires cuando el Canal 13 ni siquiera existía en proyecto (fue en abril de 1959 y se arrendaron, entonces. los viejos estudios de EFA de la calle Lima). Hay quienes contradicen esa manifestación, quienes aseguran que un hombre como Mestre no construye en e! aire. Van más lejos: dicen que, en realidad, el Canal le pertenece, y que como las reglamentaciones exigen que la licencia figure a nombre de un argentino, su esposa —que es argentina— posee esa licencia. A cierta altura, cualquiera parece estar autorizado a suponer que Proartel ha terminado per absorber al Canal 13.

Fisuras en el negocio
Uno de los éxitos de Goar Mestre ha sido rodearse de un elenco de sagaces ejecutivos cubanos formados por él y con mucho oficio en la materia, o recurrir a competentes expertos locales: tal, el caso de Oscar Luis Massa. Lo cierto es que, casi desde su lanzamiento, el 1" de octubre de 1960, el Canal 13 ocupa el primer puesto en la escala de preferencias del público. Así siguió hasta ahora, pero la situación del entorno ha cambiado.
"Hoy, la TV no es negocio en Buenos Aires. Pero estamos dispuestos a aguantar como fieras a ver si llegamos a la otra orilla. El grado en que podamos crear depende de cómo marchen las cosas. No está el momento para hacer nuevas inversiones. En cuanto veamos un rayito de sol, con enfoque a largo plazo, ampliaremos nuestro negocio para pasarnos unos cuantos años trabajando y eventualmente obtener utilidades lícitas y razonables", dice Mestre.
Sus opiniones sobre Buenos Aires, como mercado potencial, son distintas. "Si no se hacen locuras, la Argentina tiene que ser el centro de producción televisiva más importante de América. La calidad promedio de la televisión argentina es superior a la de cualquier país de habla española. Pero la verdad es que no tenemos elementos físicos acordes con las posibilidades del medio. Nunca he visto hacer más con tan poco como aquí. Proartel, con toda su funcionalidad, no deja de ser una instalación modestísima".
Este receso, se comprende, viene desde mediados de 1962, al estallar la crisis financiara que todavía continúa en el país. Es sintomático que el comienzo de las negociaciones de Mestre para entrar en la televisión venezolana coincida con la iniciación de aquella crisis. Pero Mestre no opina demasiado sobre la actual situación argentina: "Tiene que mejorar, ¿no es cierto?"
Es posible que este mutismo se relacione con su condición de extranjero y, también, con una lógica cautela comercial, la misma tal vez que llevó al Canal 13 a no tener nunca noticiero ni emisiones polémicas, salvo una que se propala ahora y a través de la cual se practica una campaña anticastrista.
Ocurre que Fidel Castro es todo un mojón en la vida de su compatriota Mestre. Por lo menos, desde hace tres años y después que el emperador había logrado montar su dominio, a pesar de Fulgencio Batista ("El golpe de 1952 fue la mayor desgracia de Cuba. Nunca comulgamos con Batista; trató de controlarnos y no pudo").

¿Quién es quién?
Mestre vivió en Estados Unidos de los 14 a los 23 años; tercer hijo de un próspero comerciante —droguería mayorista en La Habana—, cumplió el ciclo universitario en Yale y trabajó luego para una firma norteamericana que lo mandó a la Argentina en 1937; aquí conoció a su mujer. En 1939, de regreso en Cuba, se independizó e inició su carrera.
El primer impacto data de 1948, al inaugurar Radiocentro, un edificio-ciudad. Las actividades se multiplican: industria alimenticia, radio, TV, publicidad, distribución de autos, construcciones ("Hicimos los edificios más grandes de La Habana"): veintidós compañías.
Con Batista "nos dimos cuenta de que cualquier cosa era mejor y, como tantos cubanos, apoyamos y financiamos a Fidel Castro". Mestre brindó al jefe revolucionario las ondas de CMQ (se dice que por un motivo obvio: Castro era un indudable hit).
"En la primera entrevista que tuvimos, me dejó muy preocupado. En la sexta, llegué a la conclusión de que nos habíamos equivocado, que ese hombre iba a destruirnos. Ahí comencé mis gestiones para salir de Cuba, vine a Buenos Aires y fundé Proartel".
De vuelta en La Habana, el gobierno intervino la CMBF; siguió una campaña antimestrista y el 27 de marzo, Goar —es el nombre de una ciudad alemana— vino a la Argentina. El asombro cundió en la isla: nadie se explicó por qué abandonaba el país ni tampoco por qué lo hacía su único hermano vivo, diez días más tarde; por qué no daban una batalla más prolongada, la misma que presentaron a Batista.
Se esgrimen varias versiones en torno de este asunto: se susurra que Mestre intentó envolver a Castro en sus negocios, detener una posible investigación sobre ellos (que luego se efectuó): se agrega, inclusive, que existió entre los dos un problema de jerarquías masónicas. Mestre reitera que su previsión del futuro lo animó a dejar Cuba.
Hoy tiene en su patria tres parientes y setenta y dos en Miami. Trabaja diez horas al día, está de viaje el 33 de su tiempo, casi nunca almuerza en su casa de avenida Alvear y Ayacucho, ve menos TV de lo que debería y juega golf los sábados y domingos.
"El público está frente a nosotros y ése es el desafío que nos interesa. Nosotros preferimos el silencio. ¿Para qué salir de allí? Los reportajes no son mi fuerte. Usted y su fotógrafo me dan miedo."
Una última espiral de humo y una disculpa: "Afuera hay un gringuito que me espera desde hace una hora y media. Creo que ya hablamos bastante".
9 de abril de 1963
PRIMERA PLANA

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Goar Mestre
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