Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Gobierno-oposición: víveres para el invierno.
Revista Siete Días Ilustrados
24.02.1969

En el apacible trascurrir del verano los sectores influyentes del país urden estrategias, recuentan sus adeptos y aprestan las armas para algún nuevo enfrentamiento. Otra vez se prevén relevos en el gabinete nacional. Raimundo Ongaro acusado de simpatizar con grupos guerrilleros procastristas. Dirigentes estudiantiles anticipan la reedición en la Argentina de los desórdenes europeos de 1968

También en política el verano es la estación del acopio de víveres, de la acumulación de fuerzas. Durante tres meses las primeras páginas de los diarios brillan con noticias del exterior, mientras que las insignificancias nacionales se arrinconan contra los avisos fúnebres y las convocatorias de acreedores. "No pasa nada", murmuran los escépticos. Sólo de vez en cuando relumbra algún titular relativo al país: aparece una ley, un banco es saqueado, el presidente se va de vacaciones. Contra lo que se podría suponer, esta pobreza no indica que la política se esfumó a la espera del otoño; al contrario, la falta de noticias sugiere que la actividad se ha suspendido apenas parcialmente, que los futuros protagonistas de los avatares nacionales están dedicados a la silenciosa ideación de proyectos, a la auscultación de amigos y enemigos, a la prospección del invierno.
En lenguaje gubernamental, esa tarea puede cobijarse tras el estudio de las "Pautas para la modernización de la Argentina", una pomposa denominación que enmarca el seminario que se realiza actualmente en la residencia universitaria de Inacayal, a 100 kilómetros del emporio turístico de San Carlos de Bariloche. El director de ese cursillo laico, Francisco Arias Pelerano, un católico experto en ciencias políticas, insistió ante SIETE DIAS que "no se deben buscar propósitos ocultos a esto que estamos haciendo; toda interpretación es antojadiza". Sin embargo, no sólo el hecho de que la improvisada academia haya sido montada en las vecindades de la mansión veraniega de Juan Carlos Onganía —el hotel Messidor en Villa La Angostura—, insinúa que hay "algo más" en el curso; también su contenido: desde el estudio de la estructura económica al análisis de la actual realidad política argentina, las clases derraman la inconfundible ideología comunitarista característica del actual gobierno. La calidad del alumnado (militares, gremialistas, empresarios y periodistas), y el amplio espectro abarcado por la bibliografía (desde el neocorporativista José M. Saravia hasta los documentos del comité central del disuelto partido Comunista argentino) sugieren que la Revolución se ha dado a la tarea de educar futuros cuadros dirigentes, capaces de reemplazar a los actuales si las circunstancias, o la erosión del tiempo, obligan a producir relevos.
Precisamente, el regreso del presidente a la Casa Rosada previsto para esta semana, después de casi un mes de descanso, da pábulo —otra vez— a las infinitas especulaciones acerca de posibles cambios en el gabinete. Es casi un rito que las vacaciones de Onganía terminen con algún anuncio espectacular. Esta vez, el rumoreo se cierne sobre las figuras del ministro del Interior, Guillermo Borda, y el secretario de Educación, José María Astigueta, presuntamente deteriorados por la inquina que los enfrentó durante la crisis en la Universidad de Buenos Aires (ver SIETE DIAS nº 92). Los observadores apuntan, con todo, que tanto Borda como Astigueta, conscientes de su situación, habrían hecho las paces durante un almuerzo efectuado no hace mucho en el discreto restaurante del Jockey Club porteño; reconciliados, aspiran a convencer a Onganía que las rencillas que los irritaron hace quince días no son suficientes como para defenestrarlos del gobierno.
Esta imagen de coherencia y armonía que intentará presentarse ante el presidente es la que, en el otro extremo del gobierno, impregnó la actividad del ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena. Al menos, esa es la idea que parecen tener los grandes consorcios internacionales: "Los economistas de Washington consideraron como espectaculares los resultados obtenidos por Krieger Vasena en su programa de estabilización", telegrafió desde Estados Unidos la agencia France Press, el día en que el ministro viajó a ese país a rendir informes sobre su actuación (ver SIETE DIAS nº 92). Simultáneamente, los diarios de Buenos Aires eran inundados con prolijos folletos sobre los dos años del economato de Krieger y acerca de las perspectivas para 1969, un tema que preocupó al CIAP (Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso), pese a los anuncios optimistas que el ministro formuló en su seno, el lunes 17. Ese organismo dictaminó al día siguiente que la Argentina, para alcanzar este año las metas anunciadas, debe seguir manteniendo "condiciones de estabilidad compatibles con un proceso de desarrollo más activo que el de los dos últimos años". Lo cual implica alertar al gobierno sobre la tentación de sacrificar la rigidez monetarista en el altar de proyectos políticos más populares que las discutidas estrecheces presentes. Pero Onganía no necesitaría recurrir a esos malabarismos: según France Press, la tarea de KV "se vio facilitada por la existencia en Argentina de un gobierno que no molesta a ninguna posición política".

OPOSICION: EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
Que el gobierno no moleste a nadie es evidentemente falso. La agencia francesa habrá querido decir que la oposición está desarticulada, volatilizada casi por la incapacidad de sus dirigentes para enhebrar un movimiento de envergadura. Ni siquiera la escuela rural de guerrillerismo descubierta en los montes de Abra de Santa Laura, Jujuy, que actuaba a las órdenes del ex policía Humberto Lombardi, inquietó a los defensores del establishment actual, sólidamente estampillados al poder. Con todo, la aparición del abortado brote jujeño, denunciado por el puestero Gabino Vega, reveló que existe un vasto (aunque mal organizado, por ahora) plan de un sector de la izquierda peronista, que busca derrocar al gobierno e instaurar un régimen de "socialismo nacional" mediante el hormigueo guerrillero. Si es cierto que los alumnos que en Jujuy practicaban con armas calibre 22 —inútiles en el combate, pero eficaces para el adiestramiento— integraban una "escuela madre" y estaban conectados con los insurgentes apresados en Taco Ralo el año pasado, pueden ser verosímiles las versiones que le adjudican a Raimundo Ongaro la comandancia de un Ejército de Liberación Nacional conectado con el castrismo y ciertos sectores socialcristianos. Por ahora, únicamente la secta que regentea Bernardo Alberte predica, dentro del peronismo, la necesidad de abrazar la aventura guerrillera; el resto de los grupos duros prefiere, aún, la prudencia de la negociación política antes que el riesgo de la selva y la "crítica de las armas" según la definiera Carlos Marx hace una centuria.
Lo cierto es que la semana pasada, en el abanico de tendencias peronistas que permanecen en la CGT de Paseo Colón, se discutía acaloradamente una tesis según la cual el "enemigo principal" es el gobierno, por lo que correspondería —afirmábase— intentar una "alianza táctica" nada menos que con el vilipendiado Augusto Vandor. Esta novedad iba acompañada por el hecho de que algunos de sus promotores fueron hasta hace poco acérrimos enemigos de cualquier reconciliación con El Lobo y que esa terquedad los hizo, inclusive, insubordinarse contra Juan Perón, cuando el exiliado perdonó a Vandor y le entregó la batuta de la reunificación gremial. Ahora, esos mismos dirigentes consideran que el racimo de jefes sindicales conquistado por el gobierno en la audiencia del viernes 31 de enero pasado es lo suficientemente poderoso como para justificar la formación de un frente común con el metalúrgico, marginado también de ese encuentro. La alianza estaría destinada a evitar que el bloque obrero oficialista acapare el congreso de la CGT que el secretario de Trabajo, Rubens San Sebastián tal vez convoque para mediados de año. Mientras tanto, cada integrante del pacto conservaría su independencia; los dirigentes de Paseo Colón no ingresarían a las 62 Organizaciones dirigidas por Vandor, sino que, pese a las instrucciones traídas desde Madrid el martes 11 por los nueve dirigentes que trataron el problema con el ex presidente, permanecerían en el llamado Bloque de Agrupaciones Gremiales Peronistas, un organismo paralelo a. las 62 creado por los sectores duros. En cambio, el futuro de la CGT de Paseo Colón es incierto: si se forma la proyectada alianza anticolaboracionista en el seno del congreso cegetista que convoque el gobierno, la central que encumbró al desconocido Raimundo Ongaro no tendrá más remedio que autodisolverse, a despecho de la izquierda que —excepto el sector comunista que responde al codovillismo tradicional— se empeña en mantenerla.
Es posible que, entonces, las capillas marxistas se vuelquen otra vez hacia los estudiantes, con la esperanza de reproducir en la Argentina las conmociones juveniles que conmueven a otros países. Tal vez por eso el presidente de la Federación Universitaria Argentina —FUA—, Jorge Rocha, uno de los caciques de la insurrección anticodovillista que afectó al PC hace dos años y que formó después el ortodoxo Comité de Recuperación Revolucionaria, instó la semana pasada a Raimundo Ongaro, durante una entrevista efectuada en el cuarto piso de Paseo Colón, a no dejarse seducir por las presuntas bondades de un pacto con Vandor. Rocha declaró a SIETE DIAS que "sólo hay una salida real contra la dictadura: la liberación nacional y social; cualquier otra fracasará". El fervor antipactista de Rocha espera ser implementado, a nivel estudiantil, en el IX Congreso de la FUA a realizarse este año, durante el cual se procurará incrementar el rol de esa entidad en la unificación del estudiantado, "enterrando diferencias perimidas (reforma o antirreforma, por ejemplo), en aras de una síntesis superior verdaderamente revolucionaria", se ilusionó Rocha.
El papel de vanguardia alborota dora de la oposición que algunos le endilgan a los estudiantes no podrá concretarse, efectivamente, si no se reconcilian las innumerables fracciones que los dividen. Para Julio Bárbaro, presidente de la alicaída Liga
Humanista, "la unidad con la FUA puede realizarse siempre que ellos acepten ser una agrupación más en el mosaico universitario, y no la central única que supuestamente agrupa a todos". El grupo de Bárbaro no coincide con ninguna de las tendencias actuales, ni siquiera con el Frente Estudiantil Nacional —FEN—, un sector con el cual pactó el año pasado para formar un frente contra la FUA y del cual ahora lo separan "profundas divergencias ideológicas", según declaró Bárbaro a SIETE DIAS. No obstante, también él erige a la unidad como factótum salvador: "Tenemos que dejar de lado las diferencias, pues de lo contrario el movimiento estudiantil tiene los días contados", profetizó.

LA IMAGINACION AL PODER
Entre los políticos opositores, entre tanto, también campean vientos unificadores. La semana pasada SIETE DIAS detectó sigilosas conversaciones tendientes a formar una nueva agrupación política que, de alumbrar alguna vez, ostentará el imaginativo nombre de partido Popular del Orden; un intento de amalgamar el respeto a la autoridad que impuso el actual gobierno con una política económica y social menos rígida. Los conmilitones del futuro partido surgirían de sectores aparentemente irreconciliables, como la aramburista UDELPA y fragmentos dé la democracia cristiana, grupos de la UCRI y el frondizista MID y falanges del radicalismo del Pueblo, del peronismo y hasta de sectores marxistas, "siempre que sean enemigos del guerrillerismo", alertó uno de los jefes de la cruzada.
La estrategia de esta ecléctica alianza se apoyará, como la de toda la oposición, "en el fracaso del plan económico oficial, que casi seguramente culminará a fin de año en otra devaluación del peso", de acuerdo con lo confesado a SIETE DIAS por el udelpista Héctor Sandler, quien no negó haber participado en conversaciones tentativas con otros grupos para formar el nuevo partido. Según Sandler, "Onganía tiene un gran plan, que sólo él conoce", pero el desastre económico, al agudizar las contradicciones y el descontento popular, "creará una vacancia —explicó— que sólo podrá ser cubierta por nuevas instituciones políticas".
Por otra, la única vacancia visible en el país es la dejada por la oposición. Una prueba de ello es la insólita derivación de un grave conflicto desatado en la pequeña comarca de Weisburd, otrora emporio de la industria forestal, enclavada en el centro del chaco santiagueño. Allí, 500 familias se debaten contra el fantasma de la desocupación a raíz de la posible clausura de la única fábrica de la localidad, que se dedicaba a restaurar vagones ferroviarios. Pero los afectados, en lugar de acollararse a las interminables contradanzas de la oposición, optaron por arrimarse al gobierno cuya política de contracción ferroviaria originó el problema, y formaron una comisión denominada, significativamente, de "promoción comunitaria"; el mismo lenguaje que pregonan a los cuatro vientos los ideólogos del tiempo social de Ongania.
En un comunicado, la comisión confiesa que ha resuelto adherirse a las "soluciones más contemporizadoras y viables", por lo cual afirma que los obreros renunciarán a los haberes que se les adeudan para formar, así, un capital que haga posible resucitar a la empresa. En tanto, aconseja a los pobladores "mantener la calma y la serenidad hasta las últimas instancias". La semana pasada, algunos nostálgicos comentaban que, hasta hace poco, la literatura sindical, cada vez que utilizaba el giro "las últimas instancias" se refería a las apocalípticas consecuencias de una huelga general o de una cruenta insurrección, teñida con sangre de obreros y alaridos de policías. Eran, sin duda, otros tiempos.

 

Ir Arriba

 


Sandler
Vega - Lombardi

 

 

Alberte
Estudiantes
Estudiantes: las fracciones atentan contra la acción común