Personajes
Héctor Ricardo García
Volver al índice
del sitio
1952
SU SUELDO: 4.500 PESOS POR MES
1967
SU CAPITAL: 4 MILLONES DE DOLARES
Nombre: Héctor García.
Edad: 35 años.
Profesión: Editor de "CRONICA", "ASI", "ASI ES BOCA", "ULTIMA HORA"; director general (dueño) de Radio Colonia.
Estado Civil: Casado. Una hija de 10 años.
Varias: Usa Mercedes Benz 300; vive en Barrio Norte, Quintana al 500. Tiene un avión propio para la empresa.
Su queja: "Estoy rodeado de enemigos. Dicen que soy muy bruto, que escribo García con «ese ...» Un día me voy del país ..."


HAY una anécdota, inventada por cierto, que empero resulta la mejor referencia para definirlo. Se cuenta que uno de los fotógrafos de su diario llega muy retrasado a cubrir su horario. Al ver su rostro apesadumbrado, él le pregunta:
—¿Qué te pasó, viejo; llegaste casi dos horas tarde...
—Mirá, acompañaba a mi madre al hospital, cruzamos un paso a nivel, me distraje y un tren que pasaba la atropello, la destrozó, la mató.
—¡No me digas! Te acompaño en el sentimiento. Y bueno, dejá la foto del accidente para que la revelen, ordená que vaya en primera página y tomate franco hasta mañana.
Todavía se pone colorado por cualquier cosa, su cara se enciende con llamaradas sanguíneas. Igual que cuando le descubrían una rateada al secundario: no parece que este hombre alto, vestido con un dudoso gusto, fuera el dueño de una fabulosa fortuna, amasada a partir de cero en un tiempo vertiginosamente corto. Se llama Héctor Ricardo García y algunos se tutean con él a partir del previsible gallego. Es escorpiano, pero no le da importancia: igual que a su edad, 35 años el próximo 18 de noviembre. En la entrada de su empresa, en Río Bamba y Cangallo, en Buenos Aires, un edificio que apretuja las oficinas de sus diarios y revistas, de la administración de la radio que dirige hay una leyenda que dice: "Al autor de la más hermosa aventura del periodismo argentino, en el lanzamiento de Crónica, para Héctor Ricardo García, de quienes participaron en la aparición".
• UNOS CUANTOS DIAS
Cuando se le obliga a recordar algunos ángulos de su pasado se enoja, da vuelta la cara y pregunta, claro que sin mucha convicción: ¿Para qué quiere que le cuente mi vida?; ¿A quién le puede interesar?: a mi mamá y ¿a quién más? Su padre era un despachante de aduanas todavía cuando murió, veinte años atrás: su madre, vive aún "y como diría la policía se dedica a los quehaceres domésticos". Desde que entró al secundario lo trastornó el periodismo. "En aquella época estaba de moda el periodista tipo Humphrey Bogart, ese que estaba detrás de todas las maffias y que se levantaba el cuello del piloto y trabajaba tres días seguidos. Eran como policías y a lo mejor me fascinaba esa imagen" reflexiona. En segundo año plantó para siempre el Colegio Comercial. Esa rutina lo agobiaba y para compensar organizaba periódicas escapadas. Casi siempre terminaba las fugas en un edificio de Corrientes al 900: durante horas y horas se sumergía en el excitante trajín de la preparación de un diario. Allí, no había ni un redactor, ordenanza o linotipista de El Nacional, un diario desaparecido hace tiempo, que no conociera su cara y su curiosidad. Incluso el autor de una sección que se llamaba Tiempo Amarillo lo había presentado en una ocasión: fue la primera vez que salió en los diarios. Le gustaba estar en la redacción y un día se lo planteó al dueño, José María Longo. La respuesta fue que al día siguiente García era uno de los ordenanzas. Al poco tiempo le descubrieron el trabajo; por su pulcra caligrafía era el encargado de escribir las noticias en la pizarras que daban a Corrientes.
Desde entonces no estudió nunca más nada: "¿Estudiar?: yo nunca estudié nada, todo lo que sé lo aprendí de mirar" asegura. Hace veinte años que no lee un libro completo.
En 1946 ingresa al diario Democracia, como aspirante a fotógrafo. "Al principio, porque se le ocurrió al jefe de redacción, me pagaban 180 pesos por mes. Pero a los cuatro meses se dieron cuenta que malo no era y me aumentaron a 311 pesos". Posteriormente trabajó como reportero gráfico en Clarín, El Laborista, Crítica. "De toda esa época no me acuerdo demasiado. Eso si: me veo haciendo siempre actos oficiales. En la época de Perón sí que vender diarios era un milagro: no pasaba otra cosa que actos oficiales" ilustra. Hasta 1952 trabajó en Crítica. En ese momento lo llaman de una editorial que se dedicaba a las revistas de tipo popular: revista La Cumparsita, dedicada a los tangos y la música popular, Mundo Boquense, obviamente una publicación partidaria de los azul y amarillos y algunas otras que García no alcanzó a recordar. "Ganaba 4.500 pesos por mes, lo que nadie en la Argentina". Allí comenzó a decidir en zonas estrictamente periodísticas. Un día sospechó que lo que realmente estaba haciendo era algo así como manejar las dos publicaciones. Una noche tomando café con Manuel Gimenez y Mario Ruzza, dos compañeros de la editorial alguien lanzó un inquietante desafío: "¿Es que vamos a morirnos como empleados?: Hagamos una revista".
• ASI ES GARCIA
"Nos tiene que ir bien, Pancho. Cerrá los ojos y no lo pensés más. Fírmame el cheque que me voy a comprar papel" soñaba García mientras trataba de hacer ingresar al trance a su amigo el director de orquesta Francisco Rotundo, actual administrador general de su pool. Rotundo apretó los ojos y aflojó los pesos. El 7 de abril de 1954 Boca Juniors (desde hacía escaso tiempo era El club de Armando, una denominación que amenaza prolongarse por años) salía airoso de un complicado compromiso que la fecha de fútbol le había preparado en la ciudad de Rosario. A las 48 horas, precedida por
una despreciable cuota de publicidad, aparecía en los kioscos Así es Boca. Hacia el fin de 1954, mientras los boquenses celebraban la obtención de un campeonato, una hazaña que se les negaba obstinadamente en la última década, la revista de García catapultaba toda la competencia. Tras la vuelta olímpica, Mundo Boquense y B. J. debían entornar sus ventanas. Hoy a trece años, Así es Boca se mantiene tan fuerte como Alberto Armando.
No resultó, al cabo la más resonante de sus intuiciones. "En el momento inmediatamente posterior a la caída de Perón se vendía cualquier cosa. Era una forma de reponerse a tantos años de información dirigida, limitada, precocida, como las sopas envasadas de ahora, ¿vio?" acota García. "Un día —prosigue— salía con mi mujer de un cine de la calle Lavalle y a 50 metros vemos una gran aglomeración. Nos acercamos y un diariero estaba vendiendo cualquier cantidad de una revista horrible que se llamaba Hechos en el mundo. En la tapa había una foto impresionante de aquella descuartizada, el crimen de Jorge Burgos, ¿se acuerda?. La miré a mi señora y allí mismo decidí que mi próximo paso sería sacar una revista de actualidad".
Lo primero que hizo fue comprarle a un tal Bolaños el nombre Así: apoderarse del registro le costó 5 mil pesos. No era la única plata que no tenía: 7 días antes de la aparición de Así se quedó sin socio capitalista. El 19 de octubre de 1955 los argentinos agotaron los 80.000 ejemplares del número inicial de la nueva revista Así. En la tapa, enorme, sonriente, vestido de sport, el ex presidente argentino Perón, aparecía contestando el primer reportaje exclusivo desde su desprolija huida de la Argentina, justamente un mes atrás. García completa: "Nosotros no presentamos a Perón ni como tirano infame ni como gran presidente. Era un reportaje obtenido en Villarica. Paraguay; se lo compramos a la United Press y nos salió regalado: ¡mil pesos!".
"La venta del cuarto número redondeó los 150 mil ejemplares. Ahora es un monstruo, que necesita estar en los kioscos tres veces cada semana hasta completar los 600 mil ejemplares vendidos. Centrado en lo sucesos más populares y sensacionalistas (crímenes, escándalos, deportes, revueltas políticas, algo de sexo) sus informaciones son, por lo general, exhaustivas e inobjetables, su material fotográfico invariablemente notable. No es casual la venta en todo el país. En diciembre de 1966, los registros de Instituto Verificador de Circulaciones anotaba que su primera edición (aparece los martes) es reclamada por 182.000 personas en promedio; la segunda (jueves) alcanza los 187.000 y la tercera (sábados), 155.000. En 1963 la edición Nº 411 del 27 de noviembre alcanzó un récord absoluto e inigualado para publicaciones en la Argentina: medio millón de ejemplares. En ese momento era posible calcular que García ya había embolsado unos 100 millones de pesos de ganancia.
• LO QUE HAY QUE TENER
"Hacía falta un diario estridente, con grandes letras en la primera página, con titulares muy fuertes, al estilo de los diarios del Pacífico" explica ahora. "Nuestros diarios eran demasiado tranquilos. Para mover esa abulia saqué Crónica. Y para que la gente aprendiera a informarse, a llenarse de noticias". El 29 de julio de 1963 dio rienda suelta a las más increíble de sus audacias. Con el mismo personal que hacía Así, sin talleres, sin maquinarias, sin oficina. Cuando tras la primera semana la venta no levantaba cabeza más allí de los 15 mil ejemplares, el distribuidor le aconsejaba: "Largue, García. Hágame caso y largue". Debían competir frente a un parque nutrido de vespertinos, contra otros sistemas de trabajo que llevaban años en la calle: Crítica, La Razón, Correo de la Tarde, El Siglo. "Perdíamos plata, es cierto. Pero, por suerte, teníamos ASI y con eso nos defendíamos" rememora. García no es hombre de morirse sin pegar trompadas, por lo menos. Dos de las piñas, hicieron brotar ríos de sangre y muchos gritos. En ese momento un concurso que organizaba Pepsi Cola hacia delirar a los porteños: mientras publicaba las 50 respuestas las ventas se alzaban de 20.000 a 40.000 ejemplares cada noche. El diario comenzaba a meterse. Y como el boxeador tiene medio groggy a su rival y encuentra. por fin, el golpe que trae la definición, García sacó la mano del remate. Aprovechó el tumulto que causó un crimen todavía impune, el denominado Caso Penjerek, llenó las páginas de Crónica con la meticulosa descripción de la investigación, transformó los puntos oscuros en inmensos titulares, las instancias inexplicables en fotografías que ningún otro órgano se animaba a mostrar. "Y, si que inflamos —reconoce ahora— pero también exageró la policía. ¡Que manera de vender: llegó un momento que no teníamos máquinas para tirar. Entonces hacíamos un diario más ancho y guillotinábamos a mano. ¿Se imagina?" García se explaya: "con mentiras o sin mentiras fue un bombazo".
• GALLEGO Y EMPRESARIO
"Parece mentira que esto, cinco años antes fuera una mugre, que soportaba la marca de diez años de inactividad. Estaban todos los picaportes podridos, no había agua, teléfonos, electricidad. Pero había que salvar el diario y nos metimos con todo. Habremos invertido unos 30 millones de pesos" sintetiza García. Fue el paso inicial: del piso de Corrientes y Montevideo al ex reducto de Noticias Gráficas, en Río Bamba al 200. En este momento las topadoras trabajan en media manzana de Garay y Azopardo, en el barrio sur de la ciudad; allí, a partir de los últimos meses de 1968 se imprimirán Crónica y el resto de los productos del clan García: una línea de máquinas Goss de 12 cuerpos vomitará 210.000 ejemplares cada 60 minutos. En ese momento abundará la producción y Crónica llegará, por fin, al interior. No obstante, sin retener esa plaza fundamental las 3 ediciones del tabloid (matutina, quinta y sexta edición) son compradas por 500.000 lectores. "Más que nada ese diario apareció para darme un gusto a mi. ¿Usted conoce un nombre más lindo que Ultima hora para un diario?" pregunta García. Es, tal vez, el modo más piadoso que encierra para enfrentar a su único fracaso como empresario. Perdió 150 millones de pesos.
Cuesta bastante enlazar reflexiones acerca de su profesión, el periodismo, con García. Así definió los intereses básicos de sus lectores: "A la gente le interesa el drama humano y lo que está pasando al lado de su casa, a la vuelta. En Buenos Aires es menos noticia Vietnam que el incendio de un camión con la muerte de todos sus ocupantes. ¿Sabe por qué? es el sufrimiento de sus semejantes, la puesta a prueba de su propia suerte". Y así los de su diario, la síntesis del compromiso que tiene asumido a nivel de información: "Aquí adentro no se cambia nada por un aviso: se entrega la información cueste lo que cueste".
Se cuida muy bien de aclarar que "yo no soy el dueño de Radio Colonia". Es para salvar un problema meramente legal porque la licencia en el Estado uruguayo está a nombre de Bernotti-Montesano. Desde que García figura como Director General, la emisora ha quintuplicado su facturación publicitaria, LW1 ha dejado de ser, al extremo izquierdo de los aparatos, una reproducción de las chillonas radios uruguayas. Junto con su amigo y socio en esta empresa, el ululante locutor Ariel Delgado, aguardan que el atareado gobierno uruguayo firme, al fin, la orden de transferencia solicitada ya hace tiempo.
En televisión tuvo tres experiencias y ninguna, pese a obtener marcado éxito, pudo finalizar en paz. En 1963, en los meses de verano, obtuvo los ratings topes del canal estatal con un ciclo periodístico llamado Séptima Edición. El año pasado el director de Canal 9, Alejandro Romay lo ubicó en la conducción periodística de Sábados Continuados. Con notas que parecían un calco de las teorías periodísticas que expone diariamente a través de sus publicaciones, García llevó la audiencia de 5 puntos a 22, imponiéndose incluso al imbatible Mancera. Pero también terminó mal. En Julio pasado, repuso Séptima Edición, nuevamente en el 7: a los tres programas era el más alto puntaje del canal, el programa más presenciado. Se lo levantaron y llegó a retar a duelo al administrador de emisoras y canales de televisión del Estado, el contador Burroni "Qué sé yo —sostiene— no le gustará mi cara, tendré sarna. Dicen que no tengo físico, que no tengo linda voz , que tengo un par de orejas horribles, que me corto mal el pelo. Pero para tener rating Mancera tuvo que hacer volar un tranvía, estrellarse contra el suelo, comerse una cloaca. Y yo no hice nada de eso: todavía no me lo perdonaron. Pero lo peor es lo del Canal 7. Levantaron un programa que no les salía ni un peso y que era el más escuchado: lo hace otro y le dan la medalla al mérito, la gran cruz del honor, la medalla peronista. En cambio lo hago yo y me dicen que soy un degenerado y un loco. Por eso quiero irme de este país" finaliza compungido.
"Estoy rodeado de enemigos" vuelve a explotar. "Dentro de un año, si todo sale como lo pienso me voy del país. Ya dos poderosos intermediarios tienen un poder que he firmado por el que pongo todas mis cosas en venta. No quiero saber más nada; anote: en todo este tiempo he sido sucesivamente testaferro de Perón, de Jorge Antonio, de Illia, de Fidel Castro, de Paulo VI, de Frei, de Gardel, que se yo... Ahora tengo una gran oferta para irme a Venezuela a dirigir dos diarios y dos canales de TV. Manija absoluta, un kilo de dólares, departamento, coche. Por todo el edificio, por la puesta a cero de la empresa, sin deudas y sin un peso a cobrar pido 4 millones de dólares. ¿No es mucho, no?" culmina.
• EL COMIENZO DE LA VIDA PRIVADA
Cada día, sin interrupciones ("No me enfermo jamás") García penetra cerca del mediodía, apenas media hora después de haber dejado la cama, a su despacho del primer piso, situado sobre Río Bamba. Un escritorio amplísimo, repleto de buenos muebles, decorado con aceptable gusto. Por el inmenso ventanal se cuelan la luz del día y las voces de los expedidores. Hasta la medianoche es uno de los habitantes del edificio. Obviamente, casi toda su vida la pasa allí: para dormir la siesta se hizo construir un dormitorio pegado a su oficina. Después del trabajo desenrolla su hobby: comer con amigos y conversar, hacer chistes, no preocuparse: prefiere cenar en el Veracruz, cerca de Tribunales o en La raya una célebre parrillada.
Vive en Quintana al 500 en "un lindo piso" tal cual agrega. Para ser coherente es dueño de un par de Mercedes Benz 300. "Sí, dicen que soy muy bruto, que escribo García con ese y a veces dudo en la hache de Héctor. ¿Pero no le digo que estoy rodeado de enemigos?" se lamenta con una sonrisa. Otra vez se ríe cuando se le acusa de vestirse como un cocoliche: "Será que no soy un tilingo. Pero mi sastre es Trimarchi, un tipo que le corta del presidente para abajo. Si yo me visto mal los más elegantes de Buenos Aires también son unos desarrapados" protesta. Va muy poco al cine, casi nada al teatro y no lee libros desde hace tiempo. En cambio a veces se lo ve por algún partido de fútbol importante o los sábados por la noche ocupando un ring side del Luna Park.
"En fin —prueba sintetizar— que la gente debe decir de mi que soy un fenómeno o una bestia". Frente a EXTRA, García alistó a su ejército de defensores: los fotógrafos de su diario Enrique Capotondo y Roberto Vaccaro, el directo de TV Francisco Guerrero, el locutor informativista Ariel Delgado, el boxeador Oscar Bonavena y el director de la Crónica matutina, Oscar Ruiz. "¿Enemigos?: millones y por todos lados. ¿O se cree que miento cuando digo que me voy a ir del país?" .
Debajo de su escritorio tiene varios dibujos de trazos inseguros, infantiles. Son de su hija, María Elena una chica de diez años.
"Estoy disconforme con todo lo que sea mi vida privada. Por eso, por favor, no me haga hablar de ella. A veces pienso que me fue mal en esas cosas, en compensación por todo lo que me dio de lindo y de bueno la vida en otros aspectos. A veces pienso que el diario me destruyó". Y no habló más. Llamó a su secretaria y le anunció que la entrevista había terminado.
Revista Extra
12/1970

Ir Arriba

 

Héctor Ricardo García
Héctor Ricardo García