Revista Siete Días Ilustrados
19.04.1971 |
Una fórmula verbal de apariencia caprichosa popularizó
al frustrado estudiante de Derecho y veterano periodista
deportivo. Con ella considera haber estimulado el diálogo
entre las parejas que presencian encuentros televisados. La
cautela y el delicado equilibrio de quien debe transitar la
cuerda floja de un deporte masivo
Los aficionados que gustan del fútbol televisado
difícilmente confundan su voz y estilo de relato. También es
probable que sea el único comentarista deportivo local que
el público reconoce a través de una frase. Es que Horacio
Aiello (47, dos hijos) logró acceder a la popularidad merced
a una repetida muletilla que va asociada indisolublemente a
su persona: "La gente me ve por la calle y me identifica
siempre de la misma manera: ¡Uy, mira!, ahí va 'a la
izquierda de su pantalla, señora'."
Frustrado estudiante de Derecho, empleado de la Asociación
del Fútbol Argentino como redactor de reglamentos y
dictámenes, ayudante en la asesoría legal de la
Municipalidad de Buenos Aires, redactor de la desaparecida
revista Continente, jefe de Deportes del diario Clarín y
comentarista radial de fútbol: así reza su traqueteado
curriculum, al que debe agregarse su actual tránsito
televisivo, un medio al que se incorporó en 1964, cuando fue
designado jefe de Prensa y Propaganda de Canal 9. Dos años
más tarde, en 1966, pasó a integrar el plantel periodístico
de la televisora estatal. Tras permanecer inactivo durante
más de un año y medio, Canal 11 lo contrató a comienzos de
este año para comentar las trasmisiones correspondientes a
la Copa Libertadores de América.
Para conocer detalles de su controvertida personalidad,
sondear sus técnicas de trabajo y sus opiniones sobre la
televisión argentina, SIETE DIAS dialogó con H.A. la semana
pasada durante dos horas. Estas fueron sus confesiones:
—¿Considera que su popularidad es fruto de las tan mentadas
frases?
—Yo no creo ser exactamente popular. Soy conocido por el
público gracias a esas efectivas aclaraciones: "A la
izquierda de su pantalla, señora" y "A la derecha de su
pantalla, señor". A veces, en lugar de "pantalla", digo
"imagen", pero la gente está acostumbrada.
—¿En qué residió el éxito de esas advertencias?
—Indudablemente, en el hecho de que, por primera vez en
trasmisiones de fútbol, se incorporó o, mejor dicho, se
consideró a la mujer.
—Cuando ideó la muletilla, ¿pensó en ese detalle?
—Sí. En nuestro país se hablaba mucho de la igualdad de
derechos entre el hombre y la mujer, pero en el fútbol eso
no se daba. Yo había observado que en otros países el fútbol
era un vínculo más de unión para la pareja. Los matrimonios
van juntos a la cancha y disfrutan del espectáculo. Además,
la mujer opina de fútbol. Fíjese que eso ya pasa en la
Argentina.
—¿Cree que sus frases contribuyeron en algo?
—Yo no diría que fueron decisivas, pero han contribuido.
Además, creo que resultan de fundamental utilidad para que
los hombres presencien los partidos por TV con más
tranquilidad.
—¿Por qué razón?
—La mujer se siente integrada al grupo de televidentes que
ven los encuentros y deja de protestar. Cuando empecé con
eso de "A la izquierda de su pantalla, señora", me llovieron
cartas de mujeres felicitándome. Fue una satisfacción.
—¿Es decir que con su muletilla encontró un motivo de unión
para la pareja?
—No sé si hay unión, pero hay más diálogo y más interés por
compartir el espectáculo que se está viendo. Observe que yo
siempre me dirijo a la pareja. Cada vez que hay un córner,
por ejemplo, menciono alternativamente, con mucho cuidado, a
la señora y al señor. Una vez a cada uno.
—Pero se olvida de los chicos, que son componentes
fundamentales de la familia.
—Le rogaría que no me toque ese tema porque es la próxima
bomba que pienso largar. No me pida más al respecto.
—¿Esos latiguillos fueron los únicos recursos que le
redituaron buenos resultados?
—No, también tuve mucho éxito cuando estaba en Canal 9 y me
presentaba con aquello de: "El bolígrafo, el cronómetro y
mis apuntes". En esa época todos los canales pasaban los
partidos, pero yo tenía una gran cantidad de audiencia por
la forma en que hacía la trasmisión.
—¿Cuál era su secreto?
—La cosa estaba bien pensada: veía el partido por la tarde y
mediante un sistema muy especial de taquigrafía iba
confeccionando apuntes. Después, cuando pasábamos el tape
anticipaba (gracias a mi ayudamemoria) a los televidentes lo
que iba a pasar. Les detallaba jugadas, alternativas, todo,
todo.
—¿En qué consiste su sistema especial de taquigrafía?
—Es sólo cuestión de práctica, pero como me resulta muy útil
prefiero guardarlo en secreto.
—¿Es difícil orquestar la trasmisión de un partido
televisado?
—¡Calcule! Uno no puede equivocarse. Es un compromiso: el
oyente está viendo lo que ocurre. Opinar e informar en
caliente, sin razonamiento previo, es muy difícil. Una
palabra mal colocada puede ser trágica.
—¿Eso lo obliga a medirse en sus comentarios, a darles
alguna orientación?
—Para nada, yo me juego siempre. Lo peor que puede pasar es
que el público sospeche que uno no está diciendo la verdad
o, por lo menos, lo que interpreta como verdad. Cuando
ocurrió el accidente en la famosa Puerta 12 de la cancha de
River Plate, debo de haber sido el único que responsabilizó
de todo lo que pasó a los hinchas de Boca. Ese fue mi punto
de vista y lo dije; sin embargo, no tuve problemas.
—¿Nunca tuvo problemas con los hinchas?
—Jamás; a lo sumo me mandan cartas, pero todas muy
respetuosas.
—¿No cree que se televisa demasiado fútbol?
—Esa es una pregunta que se las trae. Se podría decir
también que hay demasiados teleteatros. Conviene considerar
la cantidad de canales existentes. En realidad, el único
inconveniente es que por ahí no todos quieren ver fútbol.
Pero en estos tiempos no es nada del otro mundo que en una
casa haya dos televisores.
—¿Cuál fue el momento más angustioso que atravesó
trasmitiendo un partido?
—Lo peor me ocurrió durante el match final entre Racing y
Celtic, en Montevideo, por la Copa del Mundo. Apenas había
comenzado el partido se cayó el espejo en el que hacíamos
rebotar las imágenes para enviarlas hacia Buenos Aires.
Durante los primeros 45 minutos sólo trasmitimos sonido. Sin
embargo, tuvimos un rating inigualado: 75 por ciento de
audiencia. Por fortuna, el gol de Racing se produjo en el
segundo tiempo, cuando ya habíamos solucionado todo. Ese día
fuimos víctimas de un sabotaje (que denuncié en aquel
momento) y del que no quiero hablar más.
—Por lo visto, usted cree en las batallas por el rating.
—Creo que existen y constituyen una competencia desalmada
que le hace un tremendo mal a la televisión. Aunque ahora la
cosa está mermando por dos razones: los canales tienen mucho
menos dinero y las audiencias están más repartidas.
—¿Cree que la televisión está en crisis?
—No sé si está en crisis, pero es seguro que pasa por un mal
momento. Faltan avisadores: eso se comprueba analizando la
trasmisión diaria de cualquiera de los canales. Sólo tienen
publicidad en los horarios nocturnos, cuando los topes de
audiencia suben muchísimo.
—¿La competencia se extiende a las emisiones deportivas de
los distintos canales?
—Yo no especificaría especialidades; diría que es una norma
general aplicable a todos los órdenes.
—Usted ha participado en trasmisiones realizadas desde
Europa. ¿Qué diferencia hay entre esas proyecciones y las de
aquí?
—Yo he descubierto una cosa: en la televisación de un
partido de fútbol, el gran imán es la pelota. La gente sigue
siempre la pelota. En Europa, los enfoques no se apartan de
su trayectoria. Cuando un jugador patea al arco, las cámaras
firmes sobre la pelota, así se vaya a la tribuna. Después
dan un primer plano del que pateó. Por esa razón los
partidos europeos salen tan limpios. Nunca muestran los
incidentes que ocurren fuera de la cancha o las tribunas.
Aquí se buscan más esos efectos.
—¿Por qué defendió a Boca Juniors y a sus jugadores en el
pleito con el Sporting Cristal y la Confederación
Sudamericana?
—¿Sabe qué ocurre?: en el fondo los argentinos no tenemos
sentido nacional. Digan lo que digan, al fútbol no se lo
puede separar de la bandera. Los triunfos dentro de ese
deporte son considerados como tales por todos los gobiernos
y por todos los pueblos. ¿Qué pasó en Brasil cuando
conquistaron la Jules Rimet? Los que estuvieron en Holanda
cuando el Feyenoord le ganó a Estudiantes de La Plata
también lo pudieron constatar. Pero en la Argentina seguimos
siendo benévolos para juzgar a los extranjeros y muy
rigurosos con los nuestros.
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Horacio Aiello
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