Revista Confirmado
21.05.1965 |
No fue la última una semana fácil para el presidente Illia.
Desde distintos sectores de su gobierno y de la U.C.R.P.
fueron lanzadas varias ofensivas —en general pacíficas— para
que el hombre de Cruz del Eje introdujera algunos cambios en
la conducción económica y política del país. El concepto que
más se utilizó en todas estas jornadas fue el de "dinamizar
el gobierno".
La fórmula más explosiva fue la del senador Eduardo Gamond,
vicepresidente provisional del Senado y, por lo tanto,
tercera figura jerárquica del país detrás del presidente y
vicepresidente de la Nación. Después de haber sufrido muchas
amarguras por el rechazo de todas sus iniciativas, el
senador Gamond anunció a varios ministros que presentaba la
renuncia a su banca y se retiraba a la vida privada. Como ya
ha ocurrido otras veces con el senador Gamond, se arrepintió
a tiempo. Pero las causas de su inquietud siguen: el
veterano político cordobés siente que el gobierno de su
partido, e incluso más específicamente de su sector —el
sabattinismo—, está fracasando por una falta total de planes
específicos para salir del estancamiento económico, por un
lado, y para salir del terrible fantasma político que se
presenta bajo la forma de un triunfo electoral del peronismo
en las elecciones de 1967. Aprisionado en la trenza de estos
dos temores, y sin ver que el gobierno afronte las dos
situaciones directamente, cambiando un rumbo que le parece
equivocado, el senador Gamond realizó su fallido intento.
Pero más serias han sido las iniciativas surgidas de los
núcleos unionistas de la U.C.R.P., representados por los
ministros Zavala Ortiz y Leopoldo Suárez, quienes
postularon, una vez más, cambios categóricos en el gabinete,
apoyando la inclusión de ministros que no tengan el carnet
de afiliados al partido radical.
Por su parte, el vicepresidente Perette elaboró un plan que
coincidía más con las reales aspiraciones del presidente
Illia. Para ello, el vicepresidente debió postergar por
ahora su idea de un gran gabinete de conciliación nacional,
siempre con figuras extrapartidarias, y orientarse por algo
que quizá Arturo Illia esté dispuesto a aceptar: contratar a
un equipo de técnicos, que en el nivel presidencial asesoren
al habitante de la Casa Rosada en los temas más urgentes y
controvertidos de la conducción nacional.
Es así que las conversaciones para dinamizar el gobierno se
canalizaron normal y armoniosamente por la vía del
vicepresidente, cuando repentinamente estalló la crisis de
Santo Domingo, en el orden local, y Arturo Illia se vio
liberado de una tarea que considera demasiado amarga: tomar
decisiones en el plan nacional.
Encerrado entre la decisión de los ministros de Defensa y
Relaciones Exteriores, y los secretarios militares, de
enviar tropas a Santo Domingo, y la posición de su partido y
de la Cámara de Diputados, contraria a ese envío, Arturo
Illia encontró campo para su mayor especialidad: ganar
tiempo. No le fue difícil hacerlo: en medio de versiones y
anuncios contradictorios, logró encontrar la brecha —el
recrudecimiento de hostilidades entre los dos bandos
dominicanos— para indicar que los soldados argentinos sólo
podían ir en misión de paz, y no de guerra, y postergar sine
die toda decisión al respecto. La situación fue finalmente
definida por un alto oficial de Aeronáutica: "El gobierno no
ha sabido conciliar los grandes objetivos de la política
internacional con los intereses menores de una política
partidista".
La historia de los últimos siete días, que marcan el punto
más bajo de enfriamiento de las relaciones entre las Fuerzas
Armadas y el gobierno, es muy curiosa:
A pedido de los tres secretarios militares, el jueves 13
último, se reunió con el ministro de Defensa la plana mayor
de las tres armas, a fin de coordinar la futura acción
militar ante la posibilidad de que el gobierno cumpliera con
lo resuelto por la OEA. Los oficiales militares estimaron
que era imperiosa una decisión presidencial sobre la
materia. Los dos ministros prestaron su conformidad y
solicitaron un informe urgente sobre la posición de las
FF.AA.
Esa misma tarde, oficiales superiores de los Estados Mayores
de las tres armas, especialmente las subjefaturas de
Planeamiento, Operaciones e Inteligencia, comenzaron a
preparar su informe, concluido al día siguiente, viernes 14
a las 10 horas. Minutos después, un oficial de Ejército lo
presentaba en el Estado Mayor de Coordinación, y su titular,
el brigadier Bertoglio, entregaba una copia al ministro de
Defensa. El informe. 25 carillas a máquina, fue remitido por
radiograma reservado a los comandos del interior del país,
con autorización para ser difundido en el nivel de jefes de
alta graduación.
Las conclusiones del informe, señalaban textualmente: "Se
aconseja: 1) enviar un proyecto de ley al Congreso Nacional
que autorice el envío de un contingente militar de las tres
fuerzas a la República Dominicana; 2) disponer se alisten
los efectivos de las tres fuerzas previstos en los estudios
conjuntos realizados, a fin de estar en condiciones de
disponer su transporte inmediatamente después de ser
aprobado su envío; 3) adelantar una comisión conjunta de las
FF.AA. al lugar de los hechos, debiendo ajustar su cometido
a las directivas que el gobierno nacional haga conocer por
intermedio del ministerio de Defensa Nacional; 4) invitar a
representantes del Poder Legislativo para que se trasladen a
la República Dominicana.
"Estos estudios se realizaron —continúa el informe— teniendo
en cuenta y siguiendo fielmente las intenciones del señor
presidente de la Nación, de lograr la pacificación evitando
nuevos derrames de sangre e impedir por todos los medios la
instalación en la República Dominicana de un gobierno
comunista; el compromiso moral adquirido por el gobierno
argentino a través del voto de su representante ante la OEA
y las declaraciones públicas de los ministros de Relaciones
Exteriores y de Defensa Nacional. Por todo lo expresado, las
FF. AA. consideran necesario concurrir urgentemente en apoyo
de la República Dominicana con los medios morales y
materiales disponibles para contribuir a su pacificación y
al restablecimiento de la democracia, evitando su caída en
poder del comunismo y lograr a la vez el total
fortalecimiento de la OEA".
El presidente de la Cámara de Diputados, Mor Roig, estimó en
este momento que el proyecto de envío de tropas al exterior,
sería rechazado en el recinto. Para lo cual el gobierno
propuso una táctica típicamente parlamentaria: enviar el
proyecto por Senado, y convencer luego al bloque oficialista
que impida la concreción del quórum en la Cámara de
Diputados, con la ayuda de los legisladores conservadores.
Mientras tanto, los estados mayores de las tres armas,
impulsados por el canciller y el ministro de Defensa,
continuaban preparando sus planes operativos. Pero el mismo
viernes comenzó a cundir la sospecha de que los objetivos de
Arturo Illia habían cambiado: buscaba desesperadamente ganar
tiempo. Tendió a esto una primera consulta del ministro de
Defensa sobre la posibilidad de enviar voluntarios: las
Fuerzas Armadas rechazaron la propuesta. El gobierno comenzó
a difundir la versión de que se enviarían fuerzas de
seguridad o Gendarmería para cumplir únicamente tareas de
vigilancia. Las Fuerzas Armadas rechazaron la idea, que les
pareció ridícula. El canciller intentaba buscar apoyo en los
cancilleres de varios
países del Cono Sur, a quienes invitó a Buenos Aires. De los
invitados —Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay y Perú—
sólo acudió Uruguay, lo que evidentemente no daba pie para
alcanzar el anhelado objetivo presidencial: postergar una
respuesta categórica a las Fuerzas Armadas. Finalmente, la
reanudación de las hostilidades en Santo Domingo, que en
verdad nunca habían cesado, ofrecieron el gran pretexto para
anular cuatro días de febriles conversaciones y preparativos
con las Fuerzas Armadas.
El gobierno proponía el envío de una comisión de las Fuerzas
Armadas a observar la situación: apenas un punto
complementario del informe militar, se convertía ahora en la
única decisión a ser tomada. La idea fue rechazada por las
Fuerzas Armadas.
Ya hacia mediados de la semana, el gobierno sabía que las
Fuerzas Armadas se consideraban prácticamente traicionadas,
y que estimaban que la información que habían recibido por
sus propios conductos desde Santo Domingo no coincidía con
la que les había suministrado el gobierno.
La información de las Fuerzas Armadas procedía de las
siguientes fuentes:
1) Informe de la misión reservada encomendada al teniente
coronel Paladino, de la subjefatura de Inteligencia, quien
permaneció varios días en Santo Domingo.
2) Los informes permanentemente actualizados de los
oficiales de la Junta Interamericana de Defensa, coronel
Giró Taper y vicecomodoro Cochela, que se relevan en la
observación de los acontecimientos en la propia isla.
3) La constante información del encargado de negocios
argentino en Santo Domingo, teniente coronel (R) Eduardo
Abalía.
4) Los informes del comodoro De la Torre y del vicecomodoro
Gerlero, comandantes del avión sanitario que envió la
Argentina a la isla del Caribe.
La situación a mediados de semana se volvía así cada vez más
tensa, y se abría el debate en el seno de las Fuerzas
Armadas sobre la estrategia seguida por el presidente Illia
en todo este proceso. Volvía a conversarse en diversos
medios sobre la Operación Bola de Nieve: según los
estrategos de la misma, las Fuerzas Armadas deben computar
todos los errores del gobierno —en el campo político,
económico y social— hasta que constituya una irreversible
Bola de Nieve que la dialéctica política o partidaria no
pueda derretir. Pero nadie se atrevió a determinar dos
cosas: cuál es la magnitud de esa Bola en estos momentos;
cuál es la magnitud que deberá alcanzar.
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Santo Domingo ha servido, al
menos, para que el presidente Illia postergue por ahora los
cambios que proponen en la conducción del gobierno Perette y
Suárez
-Zavala Ortiz invitó a seis cancilleres, pero sólo llegó el
de Uruguay: una vez más se deshizo la acariciada idea de
formar el bloque del Cono Sur latinoamericano
-Los generales Onganía y Avalos: deberán volver a analizar
todo lo ocurrido en una semana en la cual las decisiones del
presidente cambiaron varias veces de rumbo |
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