Inflación
Una discusión con pocas coincidencias
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Durante varios días, la avenida de Copacabana fue testigo de un congreso económico sobre un tema muy acorde con la sede brasileña: "Conferencia sobre inflación y desarrollo". El Instituto de Economía Getulio Vargas fue uno de los patrocinadores, pero compartieron con él esa responsabilidad la Universidad de Yale, el Instituto de Economía de la Universidad de Chile y el argentino Instituto Torcuato Di Tella.
No fueron ésas, sin embargo, las únicas instituciones de prestigio mundial que enviaron representaciones. Por el contrario, asistieron delegados del Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de Estados Americanos, la Comisión Económica (de la ONU) para América latina, el Departamento de Estado de la Unión, la Wayne State University, el Federal Reserve Bank, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, el equipo de asesores de la Alianza para el Progreso, universidades británicas y las universidades argentinas de Buenos Aires, el Litoral, Córdoba y Católica.
El doctor Javier Villanueva, que representó al Instituto Di Tella y leyó su trabajo sobre "El proceso inflacionario argentino, informó a PRIMERA PLANA acerca de los aspectos principales de la Conferencia, señalando que, a grandes rasgos, las posiciones sostenidas por los oradores respondieron a dos tendencias encontradas, que sólo en escasas oportunidades pudieron, conciliarse: la de los "estructuralistas" y la de los "monetaristas".
La posición extrema de los "monetaristas", entre quienes se contaron los delegados del FMI, respondió al siguiente esquema:
• El control de la inflación debe constituir el objetivo primordial en los países de menor desarrollo relativo.
• La estabilidad de precios es un requisito ineludible del desarrollo sostenido.
• La inflación reduce los ahorros hace emigrar capitales y desalienta eventuales nuevas radicaciones.
• La economía liberal de mercado puede funcionar sin inconvenientes y resuelve mejor los problemas que la planificación estatal.
Los "estructuralistas", entre quienes se contaron los delegados de la CEPAL, sostuvieron, en cambio, que:
• Las economías en crecimiento y con rápida urbanización introducen reajustes, que provocan aumentos de precios. Tratar de corregir esa tendencia por vías que excluyan el desarrollo económico, produce inflación.
• Los problemas que hoy deben afrontar los países de menor desarrollo relativo son muy complejos, y no bastan las fórmulas monetarias para afrontarlos.
• Los esquemas clásicos omiten considerar algunos factores, como los nuevos problemas que se han creado en el comercio exterior: deterioro de los términos del intercambio, proteccionismo cerrado a la agricultura en países industrializados, etc.
• Cualesquiera que fueren las intenciones de los hombres del FMI, parecería que prefieren ligarse a los grupos más conservadores dentro de las economías nacionales.

¿Sirve una inflación del 2 %?
Esos puntos extremos condujeron a una calificación extraoficial: los "monetaristas" fueron llamados "optimistas", y sus adversarios, "pesimistas". Sin embargo, en algunos momentos, se registraron aproximaciones, y los observadores imparciales creyeron ver que, hacia el final de la Conferencia, los representantes del FMI se mostraban menos reacios a admitir principios planificadores en la conducción económica de las países analizados. Incluso, llegaron a considerar razonables tasas de inflación del 2 %,, que son las que habitualmente producen las economías de los países más desarrollados.
Uno de los puntos en los que no se pudo lograr acuerdo fue la discusión sobre causa y efecto entre los fenómenos de la inflación y el desarrollo. Llovieron los ejemplos a favor y en contra de todas las posiciones sostenidas: que en ciertos países, inflación y desarrollo se correlacionan; que hay países con inflación y sin. desarrollo, y otros con desarrollo sin inflación. El caso Argentina fue considerado como ejemplo de un país donde la estabilización no impulsó el desarrollo económico.
En determinado momento, los "estructuralistas" trataron de convencer a los "monetaristas" de que su esquema —teóricamente perfecto, tal vez— no puede funcionar sin ciertos requisitos previos, que en la práctica no suelen darse. Ellos son:
• Capacidad empresarial, o disponibilidad de una clase empresaria numerosa y capacitada.
• Perfecta información, o existencia y difusión de datos estadísticos y no computables entre los protagonistas del proceso económico.
• Movilidad de recursos financieros y humanos, para que las variaciones entre la oferta y la demanda puedan corregirse rápidamente, mediante oportunos desplazamientos.
"Es evidente que estas hipótesis no se cumplen en América latina", dijeron, sonrientes, los "estructuralistas". Pero sus adversarios se vengaron, planteando la inexistencia de ciertas condiciones, también indispensables, para que funcione la economía con fuerte intervención estatal; entre ellas, los defectos y vicios de la burocracia.

Tres coincidencias
El equilibrio de fuerzas arguméntales se transformó en coincidencia sobre los siguientes puntos:
• Los déficit presupuestarios son factores de desequilibrio, que "estructuralistas" y "monetaristas" juzgan nocivos por igual.
• La política fiscal no puede ser llevada hasta extremos muy rigurosos, porque desalienta la inversión y provoca la irritabilidad de los factores que influyen en la decisión de medidas de ese tipo.
• Se impone ampliar los actuales mercados de consumo, y para ello existe un camino dudoso (la redistribución del ingreso hacia clases populosas), y otro más seguro, especialmente en Latinoamérica: la concreción del Mercado Común.
Honda impresión causaron las palabras que pronunció en el acto de clausura el más célebre economista de color del mundo: Arthur Lewís. En una parte de su equilibrada exposición, Lewis dijo:
• Aun cuando se eliminaran los déficit presupuestarios, en algunos países de menor desarrollo relativo, la inflación seguiría, aunque tal vez más atenuada, porque la provoca la guerra entre precios y salarios. Este tipo de inflación de costos se registra aun en países muy avanzados, como Estados Unidos, aunque con una tasa relativamente chica.
• Reduciendo la circulación monetaria, se puede hacer que los precios continúen elevándose, aunque a expensas de la ocupación obrera; pero la espiral de los precios y salarios puede continuar aun con desempleo, a partir del momento en que se elimine la inflación.
• No se puede llegar a una solución para detener la inflación sin el acuerdo de los sindicatos, el que sólo podrá lograrse sobre la base de una detención del alza de precios. Para obtener esto, es preciso dejar de lado las fórmulas unilaterales y combinar los métodos conocidos: subsidio, control de precios, uso de las reservas extranjeras para financiar ciertas importaciones competitivas y que afectan a los bienes de consumo masivo.
Revista Primera Plana
22.01.1969

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Inflación
El Dr. Javier Villanueva explicó el proceso inflacionario argentino