Revista Panorama
Octubre 1963 |
El sábado 24 de marzo de 1951, a mediodía, todas las
radioemisoras del país interrumpieron sus programas para
conectar con la emisora oficial. Minutos después, el
presidente de la Nación difundía un anuncio sensacional: la
Argentina había logrado producir energía atómica. En la
primera plana de todos los diarios apareció el nombre de un
físico hasta entonces casi desconocido: Ronald Richter.
Solo se sabía que Richter, de origen austríaco, tenía 42
años y había salido de Europa en 1948. Al llegar a la
Argentina fue presentado al presidente Perón, a quien expuso
los resultados de sus investigaciones. Estaba en
condiciones, decía, de obtener reacciones termonucleares
partiendo de un elemento más económico que el uranio.
Sin asesorarse debidamente ni permitir siquiera la
intervención de científicos responsables, el ex presidente
resolvió propiciar el proyecto. Después de intensa búsqueda,
Richter eligió la isla Huemul como el lugar más adecuado
para instalar su laboratorio, y, durante tres años, 62
millones de pesos y plenos poderes fueron puestos a su
absoluta disposición. A fines de 1949 se hallaba trabajando
en la isla, custodiada por el ejército, la mitad de la
Compañía de Construcciones de Neuquén, cuyos sorprendidos
obreros solían demoler muros descomunales recién terminados,
para volver a alzarlos en otro lugar, siguiendo las órdenes
de Richter. Al mismo tiempo, valiosos materiales y equipos
científicos llegaban en trenes y aviones a Bariloche, para
ser enviados a la isla en medio del mayor secreto.
El 16 de febrero de 1951 se realizó, según Richter, la
primera reacción termonuclear en cadena, que no pudo ser
verificada personalmente por ningún científico, pero que una
persistente propaganda se encargó de difundir ampliamente
durante todo un año. No obstante el fuerte respaldo oficial
dado a las pruebas, hubo quienes dudaron de sus resultados.
A principios de 1952, el coronel Enrique P. González,
entonces director de la Comisión Nacional de Energía
Atómica, formó una comisión para inspeccionar las obras de
Huemul, con los doctores Teófilo Isnardi y L. B. Collo, pero
el presidente Perón se opuso, provocando las renuncias de
los tres investigadores. La primera comprobación científica
de los trabajos de Richter, efectuada el 6 de mayo de 1952,
dio un resultado muy sugestivo: los expertos aconsejaron que
se le retirara todo apoyo moral y material. Una segunda
comisión, formada por el doctor José A. Balseiro, el capitán
de fragata ingeniero M. Baninsen, los ingenieros M. E.
Báncora y Otto Gamba y el R. P. Juan A. Bussolini, visitó en
septiembre del mismo año la isla Huemul y presenció seis
experiencias. Sus conclusiones: "El resultado... fue
netamente negativo... Nada puede justificar afirmaciones de
la magnitud de las formuladas por el doctor Richter, tales
como haber logrado reacciones termonucleares, poder
mantenerlas y controlarlas". Rechazado este informe por
Richter, se pidió la opinión de los doctores Ricardo Caes y
Antonio E. Rodríguez, que el 22 de octubre de 1952
expresaron: "...no existe ninguna prueba, ni experimental ni
teórica, que permita afirmar que se haya logrado reacción
nuclear alguna". Ante el cúmulo de evidencias, el 22 de
noviembre de 1952 el gobierno intervino las instalaciones de
la isla Huemul y suspendió las obras.
Caído en desgracia, Ronald Richter sólo volvió a reaparecer
esporádicamente; en 1954 fue detenido al intentar defenderse
de acusaciones planteadas en la Cámara de Diputados por el
bloque mayoritario. En 1955, después de la revolución de
septiembre, envió una carta al general Lonardi en la que
ofrecía sus servicios científicos
y reclamaba el pago de 110.000 pesos que le debía el
gobierno. Una nueva comisión investigadora dictaminó:
"Despilfarro de fondos oficiales" y "total carencia de
antecedentes científicos". La más reciente aparición pública
de Richter: en 1959, una carta abierta al entonces ministro
de Economía, ingeniero Alsogaray, en la que refutaba
afirmaciones de este sobre los dineros mal gastados, y
terminaba preguntando : "¿ Cree seriamente el señor ministro
que el proyecto Huemul fue un fracaso, como algunos
interesados quieren hacer creer al publico?".
De la fantástica aventura, que le costó al país millones de
pesos y el desprestigio internacional, solo quedan en la
isla Huemul edificios inconclusos y semiderruidos, como los
restos de una ciudad en la que, realmente, hubiese ocurrido
una explosión atómica.
Panorama ofreció al doctor Richter (que tiene 54 años y vive
actualmente en Monte Grande, provincia de Buenos Aires, con
su esposa Iese Abert y su hija Mónica, de 13 años) la
oportunidad de contestar a un cuestionario de 26 preguntas,
que abarcaban desde sus antecedentes científicos y sus
trabajos en el proyecto Huemul hasta sus actuales
actividades. De sus respuestas se desprende que nunca tuvo
intención de producir energía termonuclear en escala
industrial en Huemul, sino de dedicarse a la construcción de
un centro experimental con la finalidad exclusiva y
específica de obtener energía por medio de un reactor de
fusión en cadena. Considera que las experiencias fueron
interrumpidas por razones puramente políticas y que, sin
haber sido nunca Peronista, fue un instrumento de Perón.
Señala además que los informes de los expertos que
investigaron lo realizado en la isla Huemul, declarados top
secret por la Comisión Nacional de Energía Atómica, revelan
por lo menos 8 descubrimientos que le pertenecen, dados como
tales muchos años más tarde en los Estados Unidos,
Inglaterra y Rusia. En vísperas de dedicarse nuevamente a
interesantes proyectos, ha resuelto escribir sus memorias
para romper definitivamente con el pasado. "La mejor manera
de librarse del pasado es volver los ojos a sus momentos
culminantes, algunos emotivos, otros desdichados."
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