La mano que mecía la cuna de la Confederación General
Económica, a la hora-luz, era la de José Gelbard. Ahora, con sus
53 años, cumplidos el 14 de abril —paradójico: el Día de las
Américas—, 2 hijos, el mayor un preclaro "jazzman" de todos los
tiempos, Fernando, y dos nietos, sigue siendo uno de los escasos
caudillos que han quedado en el escenario nacional a la hora en
que la chatura y el agotamiento desplazaron a oíros supuestos
líderes. Por tercera vez ha sido elegido presidente de la
vitalísima central empresaria: la primera vez (1953-55) asistió
a las exequias del peronismo como gobierno; la segunda
(1965-67), tomó el pulso a la muerte del radicalismo en el poder
y vivió la presencia del Nuevo Orden encarnado en el surgimiento
de Juan Carlos Onganía. Hoy, se instala otra vez en su reducto,
despertando sensibles expectativas, cuando parece que una
política económica fallece por su falta de filosofía, por su
vaguedad, y porque a esta hora todo el mundo se queja. Los
ganaderos que perdieron con Raggio, y los frigoríficos que no
ganaron con la veda, y los industriales que se presentan en
convocatoria, y los empresarios que están saliendo a flote, los
obreros que quieren convivir con el Gobierno y los obreros y
empleados que no quieren ya nada más del Gobierno, y los
maestros y los estudiantes con su gruñido alto... En medio de
esta general insatisfacción, Gelbard es un fanal de luz. ¡Ah...
encendido! EXTRA: ¿Por qué volvió a liderar la CGE?
GELBARD: Porque el empresariado nacional, al considerar que era
necesario dotar a la CGE de un equipo de conducción acorde con
las excepcionales exigencias que plantea la actual coyuntura
económica y social del país, entendió que nosotros algo podíamos
hacer en la emergencia, y porque los dirigentes no pueden
declinar las responsabilidades que les asignan sus pares.
EXTRA: ¿Qué diferencia hay entre esta CGE que Ud. encuentra en
1970 y la que lo tuvo a usted por primer presidente? G.: Las
naturales diferencias que derivan de dos distintos momentos
históricos. Si bien la filosofía socioeconómica de la CGE tiene
un carácter que los hechos circunstanciales no alteran, los
programas y las estrategias para aplicarlos deben adecuarse a
las cambiantes circunstancias. El país de 1970 exige un nivel y
un ritmo de acción muy superiores al país de 1953: de ahí que
sea uno de nuestros objetivos básicos la modernización del
movimiento confederal, la modificación de sus estructuras y su
adecuado a aquellas exigencias. EXTRA: Económicamente éste no
es el país que quiere la CGE según sus documentos. ¿Qué país
quiere económicamente esta central empresaria? G.: En lo
económico, queremos un país sin centralismos, con todas sus
regiones en plena expansión, como medio de crear un mercado
interno constituido por las necesidades reales de sus 24
millones de habitantes; un país con su agro altamente
tecnificado y sus industrias básicas y manufactureras
desarrolladas intensivamente, todo ello en un marco de políticas
con sentido nacional, elaboradas con la participación de todos
los sectores sociales, orientadas hacia un mayor equilibrio y
bienestar social, y celosas guardianas de la independencia del
país para adoptar sus propias decisiones. EXTRA: Se le
adjudica a los empresarios una total falta de sincronización
para defender intereses comunes. ¿Vd. cree que han mejorado en
estos últimos 15 años? G.: Dentro del movimiento del
empresariado nacional no sólo no hay falta de sincronización
sino que existe unidad, cohesión y pareja voluntad de
realizaciones. Sólo faltaría entonces que los grupos
automarginados se incorporen al movimiento para defender, dentro
de él, sus legítimos intereses. En ese aspecto la CGE no tiene
cargos de conciencia, porque para el logro de la unidad
empresaria —que ha sido y sigue siendo uno do sus fundamentos—
ni antes ni ahora puso condiciones. EXTRA: ¿Qué le
reconocería a la actual conducción económica y qué le
enrostraría? G.: A la actual conducción económica puede
reconocérsele algún impulso asignado a las obras de
infraestructura del país y puede enrostrársele, pese a la
reiteración de los enunciados y al énfasis puesto en ellos, no
haber logrado una apertura cierta al desarrollo acelerado,
sostenido e independiente de toda la República. La atenuación
del ritmo inflacionario podría computarse como un hecho
positivo, si fuera el resultado de una reactivación ordenada de
la economía y no el fruto amargo y transitorio de una política
de contracción del consumo masivo de la población que, combinada
con la distorsión del crédito bancario y una insoportable
presión fiscal, están destruyendo a importantes fuentes
nacionales de producción y trabajo. EXTRA: ¿Los empresarios
argentinos tienen capacidad de unirse como la Dunlop y la
Pirelli a fin de hacer un frente común ante los capitales
multinacionales? Si no pueden unirse en "artículo mortis"...
G.: Para hacer frente al poder de los capitales multinacionales,
el Estado debe preocuparse por crear las condiciones: que
posibiliten el crecimiento y la fusión de las empresas. Cuando
estas fusiones son de carácter internacional, rebasan el marco
de la decisión privada y exigen decisiones a nivel
gubernamental; pero dentro del país tales uniones quedan bajo la
exclusiva responsabilidad de los empresarios, que no la rehúyen
en la medida en que el Estado asegure su viabilización a través
de una política y una legislación adecuadas. EXTRA ¿Cómo ve
el presidente de la CGE el panorama de desnacionalización de
empresas argentinas, que niega el ministro Dagnino Pastore como
que fuera un hecho mayoritario y peligroso? G.:
Obstinadamente propugnamos el más sólido apoyo a las empresas
privadas y estatales argentinas, porque toda política que
posibilite los procesos desnacionalizantes —cualquiera que sea
el volumen que ellos adquieran— es una política inconveniente
para los intereses generales del país ya que, gradual o
aceleradamente, va transfiriendo al exterior los centros de
decisión, con la correlativa lesión a la soberanía económica, lo
que es tan grave como la lesión a la soberanía política.
EXTRA: ¿Cómo vive la central empresaria que usted preside el
hecho de que un ex ministro de Economía, sin guardar luto
suficiente, ingrese en una corporación financiera internacional?
¿A usted no le preocupa que algunos funcionarios estén
íntimamente ligados a la suerte de empresas, antes o después de
llegar al gobierno? G.: Estas situaciones no son nuevas ya
que se han dado con frecuencia en el país, lo que ha constituido
para nosotros un motivo de real preocupación. De ahí que a
principios de 1968 la Confederación General Económica haya
elevado al gobierno de la Nación un proyecto de ley orientado a
proteger la defensa nacional, la seguridad interior y las
relaciones exteriores de la República mediante la creación de un
Registro de Agentes Extranjeros que, al poner en evidencia a los
inscriptos, permitiría al pueblo y a los funcionarios oficiales
que deban evaluar su actuación y sus declaraciones el
conocimiento de los intereses que representan y de las
vinculaciones que mantienen, porque entendemos que si hay
funciones lícitas y honestas, hay también incompatibilidades
obvias. Este proyecto está basado en una ley similar vigente en
los Estados Unidos orientada a saber quién es quién en el país,
y, eventualmente, conocer "qué expediente de su particular
interés lleva bajo el brazo". EXTRA: ¿Hay una política
tendiente a terminar con las empresas medianas y pequeñas?
G.: Nos resistimos a aceptar que haya una política expresa y
consciente para terminar con la mediana y pequeña empresa,
porque ella no sólo otorga a la economía moderna una dinámica e
imaginativa capacidad de cambio frente al natural inmovilismo de
las grandes empresas, sino que cumple una principalísima función
complementaria dentro de una estructura industrial avanzada. No
obstante, es evidente que los medianos y pequeños empresarios
—particularmente los radicados en el interior del país— son los
que sufren en mayor grado las consecuencias de una política que,
desde la restricción de los créditos bancarios, hasta una
concentración económica sin sentido nacional, los desalienta,
los agrede y los asfixia. EXTRA: Asustan las quiebras y
algunos nombres que aparecen en las convocatorias. El equipo
económico, sin embargo, sostiene que no es tan grave. Usted,
¿qué cree... ? G.: Creemos que el volumen de los quebrantos
que se operan en el país no marca una situación de gravedad,
sino una situación gravísima. El quebranto de los pasivos
comerciales del pasado mes de marzo llegó a la suma de casi 17
mil millones de pesos moneda nacional, cifra superior en más de
5 mil millones a la registrada en marzo de 1967, también record
en esa oportunidad. Frente a las opiniones que minimizan el
problema, ¿qué puede pensar el hombre que a fuerza de
sacrificios y de esfuerzos levantó una empresa que hoy es sólo
una cifra negativa entre ésas cifras multimillonarias por obra y
gracia de una inadecuada conducción económica? EXTRA: El
gobernador Huerta se quejó de la centralización excesiva que
vive el país, señalando que todo se maneja desde aquí. Usó una
frase muy feliz: "Dios está en todas partes, pero atiende en
Buenos Aires. Luego de eso le pidieron la renuncia y le dieron
un plazo de 24 horas. ¿Usted suscribiría esa frase? G.: Sin
ninguna vacilación suscribiríamos esa frase del ex gobernador de
Córdoba, porque ella resume, en apretada síntesis, nuestra
prédica incesante a lo largo de veinte años. EXTRA: ¿Le
preocupa a la CGE la vuelta a la normalidad constitucional? ¿O
preferiría ver un cambio en la política económica sin necesidad
de volver a la vida parlamentaria, que siempre dificulta el
"verdadero cambio de estructuras"? G.: Nos aferramos a la
democracia, pero no en la estrictez de las formas sino en la
esencia de su contenido. Hubo en la República gobiernos
constitucionales, con todas sus naturales limitaciones, y
gobiernos no constitucionales, con todas sus inherentes
prerrogativas; pero ni unos ni otros produjeron el cambio de
estructuras que el país necesita y reclama. Lo importante no es
entonces la imagen formal de Gobierno, sino el tamaño de su
voluntad para operar el cambio. EXTRA: ¿Por fin ESTAMOS EN
UNA REVOLUCION? Vemos al país en una crisis chata. Con un país
muy en statu quo. G.: Los empresarios nacionales queremos
estar, queremos intervenir en una pacífica pero efectiva
revolución; en una revolución que no sólo se la denuncie, sino
que se la realice. EXTRA: Siempre estamos pensando en el
exterior. ¿Hacemos bien en suponer que desde allí nos vendrán
los milagros económicos?... G.: El empresariado nacional
nucleado en la Confederación General Económica nunca esperó el
maná ni los milagros del exterior. Sobradamente sabe que su
destino está ligado al destino del país, y que el destino del
país es una obra propia, una obra que debemos realizar entre
todos los argentinos; de ahí que, obstinadamente, vengamos
bregando por la unidad empresaria y la integración nacional.
Pero esta posición no es excluyen te; dentro del mundo
indivisible e interdependiente que nos toca vivir necesitamos
del aporte científico y tecnológico del exterior e, incluso, de
los capitales del exterior, siempre que se orienten hacia las
prioridades que fije el país y no interfieran en el plano de las
decisiones fundamentales, que deben quedar en manos argentinas.
Revista Extra mayo 1970
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