Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Felices Fiestas
Los mayores desplazan a los niños en la manía de los nuevos juguetes
Revista Primera Plana
01.01.1963

Si usted entra en una juguetería y pide una muñeca, será considerado un ciudadano a la antigua, poco advertido de los adelantos del ramo. Si, en cambio, compra un diminuto automóvil, más pequeño aún que un encendedor de bolsillo, estará integrando la ''nueva ola" de los juguetes. Así pasa en todo el mundo: así, también. en Buenos Aires.
Tradición e invención rigen la vida de las comunidades, el desarrollo del arte, el avance de la ciencia. Pero en el rubro juguetes operaron una creciente dicotomía, una revolución en escala reducida que ha variado los gustos de siglos en un lustro.
El pulso de este cambio se toma en Nüremberg, una vez al año. Allí se realiza la feria juguetera universal y se presentan los mas insólitos productos de la industria. Entre los últimos, figuran robots eléctricos capaces de caminar, mover los brazos y trasladar paquetes mediante la opresión de un par de botones.
Muchos de estos implementos llegan a la Argentina, como lo hicieron antes. Pero las condiciones no son las mismas. En el país existe ya una industria juguetera (ver sección Economía) y la competencia se entabla inevitablemente. La lógica diferencia de precios entre los objetos nacionales y los importados canaliza esa competencia y ayuda a dividir, también, a los adquirentes.
La segunda guerra frenó la invasión de juguetes extranjeros, volvieron a aparecer en 1947/48 y en 1950 se cerró la importación. Fue permitida recién hacia 1958, con posteriores imposiciones de recargos aduaneros; en esos lapsos, la industria local intensificó su expansión. No obstante, de 10 a 15 firmas sólidas se ocupan actualmente de traer juguetes de los centros más significativos, Inglaterra. Alemania, Italia, Estados Unidos, Japón.
Uno de los importadores consultados fijó a 1961 como el año de más voluminosa importación y venta.
1962. como consecuencia de la crisis económica, frustró esa prosperidad. Una juguetería de Córdoba al 800. la de mayor stock en cuanto a juguetes extranjeros, reconoce que sus ventas bajaron un 50 %. La industria local sufrió alternativas similares.
Más allá de estas apreciaciones levemente estadísticas —las crisis no son eternas— vale la pena rastrear en las tendencias del mercado consumidor: dan la pauta efectiva de lo que, exageradamente, podría denominarse "el culto del juguete".

La tradición
La encuesta practicada demuestra que los compradores conservadores Prefieren insistir con: muñecas, aviones, barcos, triciclos, trompos musicales veleros, vehículos de toda clase (la única concesión al progreso es que estos vehículos no son accionados a cuerda, sino por un mecanismo de "fricción": basta con empujarlos y recorren un largo trecho). Desde luego, también se inclinan por los soldaditos de plomo (cuestan $7 cada uno).
Por $1.000 es posible tener una muñeca de valor; pero las mejores significan un gasto de $ 4.000. Lógicamente las hay más baratas, a partir de $ 300 y menos aún.
Con $1.250 basta para un triciclo nacional, pero hacen falta $5.500 para uno de origen inglés. Los "sulkys" a pedal —quizá el único juguete que exporta la Argentina a Estados Unidos —cuestan $3.600: los veleros van desde $4.250 a 680. Hay trompos de $300 a $500 (los más grandes); los de mayor calidad vienen de Alemania y su precio es de $1.000.
Con lo único que ha transigido la juguetería tradicional es con los objetos eléctricos: sus vidrieras y estanterías exhiben profusión de coches y rodados movidos por control remoto. Un tanque de guerra importado cuesta $2.390; uno fabricado aquí —más rústico, aunque de superior tamaño— importa $ 1.750.
En 1962, los juguetes de plástico tuvieron una abrumadora salida. Los bajos presupuestos familiares no podían llegar a otros niveles. Y en este renglón, todos los precios son posibles. Lo mismo sucede con una cantidad de juguetes —desde cuerdas para saltar a pequeñas locomotoras de madera, desde revólveres hasta animales de paño— cuyos costos son menos prohibitivos.
Este sector que llamamos "tradicional" todavía mantiene adeptos a los "meccanos" (marca de la fábrica británica que produjo y produce los más codiciados): uno inglés, de tipo mediano, cuesta unos $ 7.000. Pero la industria local se ha lanzado a la fabricación de una especie de meccano, que califica de "ingeniería en miniatura", del que lanzó 5 modelos al mercado: el más barato, $ 330; el más caro, $ 2.600.
Héctor González, de 34 años, gerente de Burlando Hermanas, una antigua juguetería de la calle Esmeralda (tiene 44 años de existencia) señaló con orgullo un reloj construido con piezas de un meccano, presentado en 1930 a la exposición internacional del juguete y que es, hoy, un artículo de museo

Nuevas tendencias
Precisamente el "meccano", en modernas versiones, alimenta una de las nuevas tendencias jugueteras, que consiste en hacer participar al comprador en la elaboración del propio juguete.
Los inventores y diseñadores —las grandes empresas extranjeras los utilizan cada vez más— decidieron que así se cumplía una labor pedagógica y abrieron la vía a una actividad que apasiona actualmente de manera avasalladora: el armado, o como le llaman los iniciados, el "hobby", desechando así cualquier otro tipo de manía o diversión identificables con ese sustantivo.
Pero entre los cultores de la nueva ola juguetera, el meccano es una vetustez. Ahora fascina más armar aviones, barcos, trenes y hasta teléfonos. Lo permiten unas pequeñas cajas que cuestan de $ 200 a $ 1.000 y que disponen de un exuberante favor.
Para los que añoran todavía el meccano, aunque no lo confiesan, existen algunos complicadísimos: ingleses también, se necesitan $ 35.000 para comprarlos.
Otro de los pasatiempos que más aceptación tienen es el de coleccionar reproducciones en miniaturas de los más diversos modelos de automóviles; la gama es inmensa y agrupa unos 2.000 tipos. La casa Matchbox, de Gran Bretaña, produce alrededor de un millón diario de estas ínfimas unidades.
Los tamaños varían, pero lo importante es poseer todos los que se fabrican. Los más pequeños cuestan $80 y se han elaborado 75 modelos. Uno de ellos fue retirado de circulación y hoy es pieza anheladamente perseguida por los coleccionistas. Siguiendo las escalas, se llega a un camión con grúa, del tamaño de una radio a transistores, cuyo precio es de $1.000.
Los trenes eléctricos no perdieron encanto, a pesar de su larga existencia. Aquí también los precios dan saltos inesperados. Desde $4.400 hasta uno gigante, de $200.000, pueden elegirse todas las categorías y complicaciones. Sin embargo, el tren eléctrico no es el esparcimiento infantil de otrora: en su armado y manejo se ocupan hoy respetables y bien rentados ciudadanos, que compiten entre sí.
El último grito, en nuevos juguetes llegados al país, es una pista de automóviles de carrera que se manejan por control remoto; es un éxito recién traído de Inglaterra y ya ha conquistado a numerosos adherentes. Cuesta, el más barato, alrededor de $9.000. El Canal 13 ha encargado uno para incluir en un programa de entretenimientos: deberá pagar por él, si se decide, $100.000.
Pero hace falta destacar un detalle esencial en esta corriente: los adultos han desplazado a los niños en la adquisición y usufructo de los juguetes.
Profesionales, hacendados, representantes de las clases pudientes, realizan visitas semanales a los establecimientos especializados o reciben informativas llamadas telefónicas, para estar al tanto de las creaciones de la juguetería mundial.
A los niños, en este sector revolucionario, les quedan pocas cosas: por ejemplo, un mortero que refleja con absoluta fidelidad a su modelo natural, y que trae 4 proyectiles, un casco, una cantimplora y cuesta $3.700. O armas de todo calibre —pistolas, revólveres, winchester, escopetas, rifles—, que oscilan en los $450 y una reproducción del legendario Colt de los "cowboys": $2.300. El material de aeromodelismo vale de $2.500 a $5.000: viene de los Estados Unidos y está liberado de todo recargo aduanero.
En el rubro armas también hay posibilidades para las personas mayores: cañones y revólveres en miniatura hacen las delicias de los coleccionistas, desde $100 hasta $5.000.
A los niños están dedicados unos juguetes mecánicos iguales a los que se encuentran en los parques de diversiones y que se accionan mediante bolillas, o revólveres con los cuales hay que dar en blancos móviles. Uno de ellos toma el nombre de una virulenta serie de televisión: $1.600. El más complicado cuesta $5.000. Pero es posible que los mayores usurpen, también, estas máquinas.
Edgardo Boschi, de 36 años, importador, admitió que el triunfo de los nuevos juguetes proviene de que obligan a una mayor intervención en su funcionamiento. "Esto entretiene y. sobre todo, calma. La gente ocupada, cada día necesita más calma. Y los que no hacen nada, necesitan llenar sus horas."
Un hombre de unos 60 años entró en ese instante y pidió varios rollos de cebitas. Había cebitas. En algunos casos, tradición e invención se tocan por los extremos.

 

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Juguetes
A pesar de los cambios y los nuevos gustos, las muñecas siguen siendo un juguete con enorme popularidad

 

 

Juguetes
Tendencias modernas: el meccano reemplazado por un juego para armar teléfonos; autos en miniatura, que se coleccionan; un mortero de tamaño natural y robots que pueden levantar paquetes con facilidad