Revista Siete Días Ilustrados
21.11.1967 |
El programa humorístico que bate récords en la
televisión tiene una sola clave: caricaturizar la realidad
argentina.
Todos los martes, a las nueve de la noche, dos millones de
espectadores asisten a la maratón de disparates más
explosiva de la televisión argentina. Noventa emisiones a lo
largo de 2 años ininterrumpidos no dejan dudas: La Tuerca es
hoy el programa humorístico de mayor audiencia en el país.
Su rating, que oscila entre 40 y 50 puntos semanales, es
apabullante. Ningún programa, en su género, logró alcanzar
tamaña popularidad. Ni siquiera el fútbol: cuando se
transmitió el tape del match que sostuvieron Racing y Celtic
en Glasgow, La Tuerca —que se emitió por el mismo canal—
registró un índice de 47,05, equivalente a 1.830.000
espectadores. La Copa del Mundo tuvo que conformarse con
mucho menos: 31,15 de rating y 1.215.000 televidentes.
Dos sketches bastaron para cimentar el éxito de la delirante
troupe: uno de ellos, protagonizado por el impávido Joe
Rígoli, constituye una afilada sátira contra la burocracia
municipal. El otro lo encarnan cinco jubilados, que desde el
banco de una plaza desnudan sus problemas y pontifican sobre
la marcha del país. Aunque en ambos casos, el "leit motiv"
es siempre el mismo, la expectativa de su millonaria
audiencia no decae en ningún momento. Para el veterano
Héctor Maselli, director y productor y co-libretista del
programa, la clave no es, tan difícil.
LOS QUE AJUSTAN LA TUERCA
Maselli tiene 46 años y hace 20 que viene repitiendo
diariamente por la radio una audición eternizada en el dial:
¡Qué pareja! En la televisión su carrera no es menos larga.
Montó los primeros shows del canal 7, hace más de 15 años, y
luego desfiló por el 11 (Show de los sábados), el 9 (La
Matraca), hasta recalar por fin en el 13, donde el 1º de
diciembre de 1965 lanzó la primera emisión de La Tuerca.
"Estaba seguro de que gustaría —admite Maselli— porque
conozco muy bien las inclinaciones del público. Para hacer
reír, los personajes deben ser tomados de la realidad
cotidiana. Los de La Tuerca los encuentro en la calle, en el
subte, en los cines: lo único que hago es caricaturizarlos.
Además, el humor debe ser directo, no simbólico: la gente no
se ríe de lo que no entiende." No se equivoca,
indudablemente. El sketch de los jubilados, de inusitado
realismo ("me lo inspiraron cinco ancianos de la plaza
Mazzini"), destila una ironía no exenta de crítica social.
Aunque para Vicente Rubino, el polaco pesimista, "nuestra
sátira es posible porque actualmente no hay problemas con
los jubilados", sus compañeros no opinan lo mismo.
Rafael Carret, el italiano incomunicado, piensa que la
situación de los jubilados "es pavorosa. De ahí que La
Tuerca —dice el popular 'Pato'— sea la única tribuna con que
cuenta la masa pasiva para exponer sus angustiantes
problemas. Debajo de nuestro humor, la gente advierte la
desolación de los jubilados". Lo mismo entiende Guido
Gorgatti, el convulsionado Toselli, para quien el sketch es
un "inmenso espejo donde se reflejan todos los jubilados del
país; nosotros exponemos sus problemas, y en cambio les
damos un poco de humor para que olviden, aunque sea por un
rato, su penosa situación". Para Tincho Zabala, el
ferroviario del "fierro", el número es una oportunidad para
divertirse y apoyar a los desesperados jubilados de "su"
gremio.
Es indiscutible que la desbordante popularidad de La Tuerca
proviene del alto grado de identificación del público con
los personajes y problemas que allí se ventilan. Tal el caso
de Joe Rígoli y su árbol, de tan problemática plantación:
tras recorrer un centenar de ventanillas con un voluminoso
expediente a cuestas, jamás consigue el ansiado permiso.
Finalmente, al borde de la desesperación, concluye su
absurdo calvario en la oficina municipal de patentes de la
calle Zavaleta, donde le exigen pesar el árbol. La grotesca
tramitación, una feroz crítica a la burocracia y la coima,
causó problemas a Maselli. Una mañana, recibió en su
domicilio la llamada de un alto funcionario municipal,
"rogándole" más moderación en la sátira.
Junto a Maselli, un eficaz equipo de humoristas es
responsable del libreto: Garaycochea, Juan Carlos Messa,
Juan Peregrino y los hermanos Basurto. Todos ellos coinciden
en la necesidad de un humor con trasfondo social, aunque
ello pueda acarrear eventuales conflictos. No les preocupan.
Los hermanos Basurto confiesan de a dos, como los siameses:
"Un día fuimos a patentar una obra nuestra, y como nos
aburrimos tanto haciendo cola, la presentamos con el número
de patente del auto. Pero con la patente del coche de un
amigo, porque la nuestra la estamos esperando hace rato..."
Con la próxima incorporación de Alberto Anchart (h) y
Santiago Bal, la troupe contará con 19 actores y elevará el
costo de la emisión a 800.000 pesos. La inversión no asusta
a Maselli. El programa se "vende" solo, y él está muy
ocupado buscando un nuevo personaje: el muchacho "tuerca"
—apasionado por el automovilismo— que justifique el nombre
del programa.
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Zabala, Gorgatti, Rubino y Carret: el banco de una plaza
sirve de tribuna abierta para que un sufrido grupo de
jubilados ventile sus problemas
Beto Lavorano, el desocupado que prefiere la cama y el mate
antes que el trabajo. Sketch costumbrista a cargo del
siempre eficaz Tincho Zabala. |
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Rígoli y su expediente en la calle Zavaleta, contra la
burocracia
Rubino y Gorgatti, porteros inefables y Silvia Balán |
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