Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Legalismo
Juan Carlos Onganía, el general que no quiere ser presidente
Revista Primera Plana
25.12.1962

Un coronel que pertenece al círculo íntimo del secretario de Guerra y que fue una de las claves de la victoria azul sostuvo, hace pocos días, un interesante diálogo con un periodista:
Coronel: Estuve hablando con algunos economistas amigos, que me decían que una cierta masa flotante de desocupados puede resultar beneficiosa . . .
Periodista: Esos economistas . . . ¿eran azules?
Coronel: Por supuesto.
Periodista: Entonces, supongo que ya los habrá registrado como comunistas.
Coronel: ¿Qué clase de interpretación es esa?
Periodista: Se puede ser partidario de una dictadura de derecha y ser antiobrero. No estoy de acuerdo, pero es coherente. No se puede ser partidario de la democracia política y de la salida electoral, y pedir miseria para los sectores populares, a no ser que se quiera crear el caos.

La división del Ejército en "azules" y "colorados" pareció responder a la dinámica de un juego ocasional. "Azules" y "Colorados" recordaban términos intercambiables, permitían la asociación fácil con "locales" y "visitantes". Y, sin embargo, aunque no todos los jefes azules puedan haber explicitado, en el plano de sus conciencias, lo que significó la última crisis militar, el triunfo "azul" —la victoria de la legalidad— tiene implicancias políticas de alcance profundo. En setiembre último, los militares azules realizaron uno de los actos más insólitos de la historia política latinoamericana: hicieron una revolución para conseguir la subordinación del poder castrense al poder civil. Lo hicieron por motivos profesionales, no políticos. Pero esa actitud tendrá consecuencias históricas mucho más importantes que las que hubiera tenido cualquier golpe de estado.
El eje de ese movimiento fue el general de brigada Juan Carlos Onganía. El "Teixeira Lott de la legalidad argentina", como lo han bautizado los periodistas brasileños.
¿Qué se propuso el general Onganía cuando, el 16 de agosto de 1962, entregó al entonces comandante en jefe del Ejército, general Lorio, un memorándum que constituía la verdadera acción preparatoria del movimiento de Campo de Mayo? Allí se decía: "Las sucesivas crisis que ha sufrido el Ejército han tenido como toda repercusión en el medio militar y civil, con doloroso detrimento para la institución. Se ha visto la disciplina relajada a límites que hasta ahora no se habían alcanzado, llegándose al extremo de admitir actitudes que siempre se consideró inaceptables y que están claramente señaladas, en los reglamentos, como delitos o como faltas de disciplina o que, en otros casos, constituyen violación de la ética militar". La necesidad de defender al Ejército de su disolución impulsaba al general Onganía a iniciar un proceso que habría de repercutir profundamente en todos los órdenes. Por primera vez en siete años, durante la crisis provocada recientemente por un grupo derechista de la Aeronáutica, unos categóricos radio gramas del comandante en jefe del Ejército sirvieron para tranquilizar inmediatamente al país: después vino el episodio de Córdoba, pero ya nadie creyó en él. Sin el apoyo del Ejército no se puede derribar a un gobierno: la opinión pública sabía esta vez que —por fin— el Ejército se había expresado como unidad a través de su comandante en jefe. La lucha de facciones había quedado atrás.

Los franceses sabían
Aparentemente, uno de los secretos del general Onganía es que interpreta el espíritu de autopreservación del Ejército. Más allá de los mandos ocasionales, el Ejército alimentó siempre la convicción de que solamente la subordinación al poder civil y a los mecanismos de legalidad impediría que los cuadros se transformaran en cuerpos deliberativos. "Desde el Colegio Militar estamos disciplinados para obedecer órdenes", expresaba un coronel: "Setiembre fue el regreso a las normas de la vida castrense."
Que eso interpretaba el real sentir de los oficiales fue señalado múltiples veces por observadores nacionales y extranjeros. El 12 de septiembre de 1962 los "colorados" habían terminado de derrocar al general Señorans, quien fue secretario de Guerra pocas horas, y se habían adueñado de todos los mandos importantes. Algunos pensaron que con el triunvirato Cornejo Saravia-Lorio-Labayru se consolidaba definitivamente el predominio de los golpistas y que sólo faltaba el paso final: la toma lisa y llana del poder. Sin embargo, órganos de prensa responsables como el francés "Le Monde" decían ese día:
"El golpe de estado que derrocó al presidente Frondizi, aunque usando como máscara de legalidad al presidente del Senado, José María Guido, instauró un gobierno en el que el predominio militar es absoluto. La renuncia del ministro de la Corte Suprema de Justicia, doctor Julio Oyhanarte, producida ayer, y sus fuertes fundamentos corroboran esta opinión. A cinco meses de ese hecho, el gobierno del país puede parecer incierto, pero en las Fuerzas Armadas se destacan nítidamente tres tendencias: 1) la que hoy detenta los principales resortes del poder, reaccionaría, y ultraconservadora; 2) la que aspiró a subordinar definitivamente el poder militar al civil; y, 3) la que comienza a pensar en instalar un régimen popular tipo nasserista. La primera parece no tener futuro a largo plazo. (...) Los militares ultraconservadores, que se denominan a sí mismos "gorilas", no parecen tener más fuerza que los timbres de sus oficinas". La nota fue enviada por el astuto corresponsal de "Le Monde", Henri Janiéres. Pocos días después se producía el pronunciamiento de la guarnición de Campo de Mayo. Su jefe era el general Juan Carlos Onganía.

Onganía
El general Onganía es un hombre intelectualmente gris. Le faltan el brillo del general Rosas, la astucia del coronel Aguirre, la simpatía personal del coronel Guevara y el "don de gentes" del coronel Lanusse. Las otras figuras citadas pueden ser de algún modo definidas a través de sus lecturas: el general Onganía es un hombre de pocos libros. Habla muy poco, es muy austero, pero tiene gran claridad para determinar las relaciones de causa y efecto.
Onganía no es el creador de "lo azul": el calificativo fue impuesto en su momento como acción psicológica por el coronel Juan Enrique Guglialmelli; la teoría fue proporcionada por un sinnúmero de documentos militares. Pero tampoco es el intérprete puramente circunstancial de "lo azul": es el jefe natural del azulismo. Hombre de origen modesto, Onganía nunca tuvo ambiciones políticas. No es hombre de muchos afectos; de ninguna manera podría ser calificado como "cálido". Más bien frío, reservado, enérgico en la conducción de las tropas, de notable sentido común, muy modesto: distinto de los relucientes oficiales de estado mayor, es un "tropero" típico. Celoso defensor de sus prerrogativas como comandante en jefe del Ejército, se cuida de no interferir nunca en las funciones del secretario de Guerra.
Su único pronunciamiento "político" —el memorándum del 16 de agosto— estuvo rápidamente respaldado por una acción concreta y tuvo como causa eficiente un problema castrense. Legalista, quebró la espina dorsal del golpismo con una acción militar decidida; ahora se encuentra sometido a la presión de sus amigos. No, precisamente, de sus amigos militares —los hombres como los coroneles Aguirre, Díaz y Levingston, que redactaron con él ese documento—, sino de algunos de sus amigos civiles. Varios de ellos entienden que el procesa de reaseguramiento de la legalidad exige la toma, lisa y llana, del poder político por un período limitado, con el fin de asegurar la salida electoral: Onganía no comparte esa teoría.
Cuando se aprobó el Estatuto de los Partidos Políticos, los militares que habían intervenido en su redacción entendieron que, a partir de ese momento, debía pasar la iniciativa política a manos de los civiles:
—Ahora, les pasamos la pelota a los políticos.
La frase se le atribuye al general Onganía. Ciertos civiles trataron de convencer a generales y coroneles que esa tesis era inconveniente: "Los azules son gobierno y como tal deben provocar los hechos que les permitan llegar a la meta que se han propuesto.
En la medida en que sean gobierno deben actuar positivamente. Tienen que tener conciencia de que aquí no hay salidas unilaterales, ni químicamente puras: hay una salida que debe ser negociada si lo que se quiere es la estabilidad. Así como Onganía actuó contra el foco extremista de Aeronáutica —y aprendió que el episodio militar no había terminado en setiembre—, así también debe actuar sobre los focos perturbadores en lo civil, y aprender que el episodio político no terminó con el Estatuto"; tal la teoría de algunos de sus actuales consejeros.
Inclusive, Mariano Grondona —profesor en la Escuela Superior de Guerra, actual subsecretario del Interior— sostiene claramente que el "Ejército Azul" tiene aún una función que cumplir, rebasando su marco mecánicamente profesional: "Todo indica que la salida electoral debe reunir, por lo menos, para los cargos ejecutivos de la Nación y de las principales provincias, a los grandes partidos populares. Conviene que la salida electoral sea, en definitiva, la homologación del gran acuerdo nacional y que, esta vez, el consentimiento coincida exactamente con la elección. Los primeros comicios de la unión nacional tienen que ser, antes, un plebiscito que una elección (...). Si aceptamos estas premisas, ingresamos en la gran cuestión: esta unanimidad nacional que tendrá que dar, al próximo presidente, millones y millones de votos como señal de autoridad, ¿puede surgir de la nada o debe ser estimulada e impulsada desde los factores de poder? La unión nacional... ¿se puede hacer de espaldas o al margen del sistema de poder? ¿No se, correría, en este caso, el peligro de que, aun teniendo éxito los partidos en sus gestiones actuales, su solución fuera una solución de gobierno pero no una solución de poder? (...) ¿Han comprendido los hombres que presiden la flamante unidad de las Fuerzas Armadas que, como Mitre, como Urquiza, no pueden desentenderse de la salida electoral? ¿Saben que son protagonistas? ¿Están convencidos de que no basta mirar hacia el pueblo o admitir que éste debe votar, sino que hay también que marchar hacia él y lograr, en una salida electoral abrumadora, la gran síntesis nacional?" (De un articulo publicado por Grondona en "El Mundo" el 16 de setiembre, con el seudónimo de Fabio.) Si se tiene claro la función que ocupa Grondona y los militares, a los que asesora políticamente, y si se observa que integra un preciso equipo político (el equipo Martínez), queda claro que expresa una de las tendencias que están operando en torno de Onganía. Esa tendencia no expresa, en este momento, la ortodoxia sobre supremacía del poder civil y Ejército apolítico. Otros sugieren —incluso— lisa y llanamente la toma del poder por un tiempo limitado. Pero hay más matices.

Lanusse
El "brazo derecho" del general Onganía, en el Ejército, es el coronel Alejandro ("Cano") Lanusse. Actual jefe de la guarnición de Campo de Mayo, Lanusse fue el motor del pronunciamiento azul. "Los hombres de armas, sujetos a rigurosas leyes y reglamentos, saben que es necesario el retorno a la Constitución Nacional'', dijo en su célebre alocución, en Campo de Mayo, el 14 de setiembre ("Cuidarla y mantenerla es nuestra misión y la sabremos cumplir", agregó. Cinco días después se produjo el pronunciamiento de la guarnición).
Lanusse fue revolucionario del 51 y estuvo preso por Perón hasta el 23 de setiembre de 1955. Legalista durante el gobierno de Frondizi, nunca fue frondizista pero se preocupó por entender la política del gobierno. No es dogmático; muy capaz, conserva en privado el antiperonismo de las épocas de lucha, aunque entiende necesaria la pacificación. (Su antiperonismo está consolidado por su experiencia personal: con mujer y siete hijos librados a su suerte, vivió una dramática experiencia durante cuatro años de cárcel.)
Está ubicado en la línea "desarrollista", al igual que los coroneles Julio Aguirre y Juan Enrique Guglialmelli. Los argumentos de este desarrollismo son lineales: no hay legalidad sostenible sin bienestar social; no hay bienestar social sin desarrollo económico. Y, por otro lado, no hay legalidad ni desarrollo sin inversiones y créditos de EE.UU.; no hay inversiones ni créditos si el caos lleva al aislamiento internacional. El "nudo gordiano" debió ser roto por los militares azules: su comprensión convirtió al "azulismo" de un retorno a la disciplina castrense en una concepción de la política nacional.

La incógnita
Descartado el "golpe golpista". . . ¿es posible, ahora, que los azules tomen provisionalmente el poder? Esa teoría se complementa con una acotación: no se rompería la legalidad de fondo, pues la legalidad de Guido no es legalidad de origen (asumió luego de un golpe de estado y sin cumplir los resortes de la ley de acefalía) sino legalidad de fines (salida electoral). Sin embargo, nada indica que sea necesario, para el cumplimiento de los fines de Campo de Mayo, el suplantamiento del actual presidente: algunas decisiones suyas que irritaron a ciertos sectores, no parecen suficientes para justificar ese tipo de solución.
¿Es posible, en cambio, que los azules intervengan en el proceso político pre-electoral? Esa intervención estaría avalada por la proclama de Campo de Mayo ("Creemos que las Fuerzas Armadas no deben gobernar. Deben, por el contrario, estar sometidas al poder civil. Ello no quiere decir que no deban gravitar en la vida institucional. Nuestro objetivo, en lo nacional, es mantener al actual Poder Ejecutivo y asegurarle la suficiente y necesaria libertad de acción, en la medida en que su cometido sea conducente al compromiso contraído con el pueblo de la Nación a fin de concretar, en el más breve plazo, la vigencia de la Constitución"). Estaría justificada, también, por la estructura de los acontecimientos.
De todas las investigaciones realizadas por periodistas locales y extranjeros, se puede deducir que:
• Así lo entienden los representantes de un Ejército unido por primera vez en muchos años.
• Así lo entienden los jefes de un Ejército que hizo una revolución para mantener la posibilidad de salida constitucional.
• Así lo entienden los representantes de una fuerza que, asustados de las consecuencias derivadas de la actitud de sus camaradas el 29 de marzo, hicieron acto de contrición por ellos en el Comunicado 150.
El cumplimiento del comunicado 150, la restauración de la disciplina y la jerarquía en las Fuerzas Armadas, obligó a los jefes azules a una operación en dos tiempos:
1º) Eliminar los focos del "golpismo tradicional", los vestigios de una política que —según ellos— transformaba al Ejército en fuerza deliberativa y enfrentaba a la milicia con el pueblo y
2º) eliminar los focos del "neo-golpismo" de la "Revolución Nacional" propugnada por los teóricos de la extrema derecha (Jordán Bruno Genta, Julio Meinvielle) que tenían base operativa en pequeños pero activos sectores de la Aeronáutica Militar.
Los azules entienden que así han cortado el paso a las posibilidades de los partidarios de dictaduras, sean éstas "liberal-reaccionarias" o "nacionalistas-fascistizantes", y que han reubicado al país entre las naciones que aspiran a desenvolver una democracia moderna y dinámica. El general Onganía —liberal pero no "gorila", nacionalista pero antifascista— fue el eje de ambas operaciones: no se movió. sin embargo, por razones ideológicas abstractas sino para colocar al Ejército al margen de una lucha de facciones que lo había venido desgastando durante años. Lo hizo comprendiendo que la única manera de evitar la lucha de facciones era ubicar a la fuerza al servicio del derecho y la legalidad. vale decir transmitiendo el poder de decisión a los mecanismos previstos por el sistema republicano.

Conclusión
—¿Qué les pareció el párrafo que dice: "Una vez cumplida esta urgente tarea, podrán retornar a sus funciones específicas con la certeza de haber cumplido un deber y haber pagado una deuda"?
La acotación pertenece a un dinámico coronel, jefe de guarnición en el sur. Y se presta a la siguiente síntesis: por primera vez. los militare; no reivindican una acción inmediatamente anterior (el 29 de marzo) ni la rectifican retomando situaciones anteriores; simplemente, creen que la mejor manera de pagar lo que entienden que es una deuda, consiste en crear las condiciones para un retorno al libre juego político.
El general Onganía es el "hombre fuerte" para la prosecución de esa línea. Un periodista extranjero dijo de él:
—Es de los que prefieren una estatua a un busto en la Casa de Gobierno.
En ese caso, la estatua podría estar al lado de la del general Ricchieri, y la Argentina volvería a contar con un ejército moderno y profesional.

 

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