Leopoldo Máximo Suárez es "la única figura brillante del
gabinete", según opinión de casi toda la oposición política.
Ministro de Defensa Nacional, desempeña con acierto la cartera
que desde su creación ha presentado más dificultades a los
gobiernos y que, por sus características de dependencia de las
Fuerzas Armadas, contribuyó a que se considerara a sus sucesivos
titulares como ministros "sin cartera". Leopoldo Suárez, en
Defensa Nacional, es el primer civil que tiene algo que decir en
ese terreno. O en otras palabras, el Ministerio de Defensa
Nacional, desde que está Leopoldo Suárez, significa ahora "algo"
en el gabinete. Es precisamente el ministro, un mendocino de 49
años, quien mantiene el equilibrio entre colorados y azules,
aplicando el olvidado método de hablar claro: "Las Fuerzas
Armadas no son ningún tribunal superior del Estado. Claro, esto
es difícil decirlo en nuestro país, donde las mentes están
distorsionadas en ese sentido. Cuando ocurre algo anormal, en
seguida el argentino dirige su mirada a las Fuerzas Armadas. Y
no debe ser así". Los colores se borran —¿Cree Ud., doctor
Suárez, que el problema de las reincorporaciones de jefes y
oficiales "colorados" se mantendrá estático o que podrá ir
resolviéndose con el tiempo? La respuesta del ministro es
menos clara: "Ese problema está en el Congreso. Tendrá que
resolverlo el Parlamento". A Suárez, los colorados lo tildan
de azul y los azules lo observan con simpatía, casi con
confianza. En una cena de jefes colorados, uno de estos lo
describió como un hombre "duro", que no se deja ablandar por
presiones. Su intención —así se dijo— es llegar a reincorporar
al servicio activo a todos los oficiales jóvenes dados de baja o
pasados a retiro (ya que no habrían hecho otra cosa que cumplir
órdenes), pero estaría convencido de que una reincorporación de
generales y coroneles colorados acarrearía una situación que a
la postre habría de provocar un "desastre" dentro del
Ejército. Para Suárez, a esta altura de los sucesos, los
"colorados se están confundiendo" y la división entre azules y
colorados se diluye paulatinamente: "con unos años más de
legalidad y observancia de la Constitución no quedarán ni
rastros de esos colores".
Paciencia y ajuste Ministro
de Defensa Nacional a pesar suyo, Suárez podría ser definido
así: radical no yrigoyenista (pertenece al unionismo), cree en
el libre juego de las instituciones democráticas; cree en Bob
Kennedy, pero no abre juicio con respecto a las próximas
elecciones en los Estados Unidos. Dice sugestivamente: "Ojalá
que allá pueda continuar en vigencia el pensamiento de Kennedy".
Está convencido también de que el programa económico de su
partido es bueno y que con un poco de "paciencia y ajuste" todo
va a comenzar a andar mejor. Coincide con Illia en muchos
aspectos, aunque es menos "radical" que otros miembros del
gabinete. Cree que el plan de desarrollo debe caminar "ya mismo"
y carece de los complejos anticlericales, antimilitares y
antiperonistas de otros dirigentes de su partido. Hablar
claro no es método radical. Esto viene del idioma tortuoso y
oscuro de Hipólito Yrigoyen, krausista a la criolla, que fundó
una escuela indiscutible de la que muchos prosélitos —hoy en el
poder— hacen uso. Pero a Leopoldo Suárez, el radicalismo no le
viene de Yrigoyen. Le viene precisamente del "lencinismo",
tradicionalmente antiyrigoyenista. Y esa es la dualidad de
Leopoldo Suárez: un convencido fanático del sistema democrático
representativo y, a la vez, un activo y secreto admirador de los
caudillos. Es un sensato defensor de Juan Facundo Quiroga y de
su versión moderna, aunque menos legendaria, la del "gaucho
Lencinas".
Leyes y no subversiones Cuando Leopoldo
Suárez fue retado a duelo por el comodoro Cairó, el ministro de
Defensa Nacional fue llamado telefónicamente desde Mendoza por
su anciana madre. —No es nada, mamá, se trata de una cuestión
caballeresca. No va a pasar nada. —No te hablo para que me
digas eso. Te llamo para que no aflojés —lo conminó la madre.
Es la sangre de Juan Facundo Quiroga. Doña Angélica Civit
Quiroga de Suárez es biznieta del "tigre de los llanos". De ahí
el nombre de Facundo que lleva el hermano del ministro, el
actual presidente de YPF. Lo de Quiroga le viene por la madre.
Lo del "gaucho Lencinas", por vía paterna. Su padre fue ministro
del caudillo mendocino, que dotó a su provincia de leyes
sociales adelantadas y que atendió al pobrerío, según refiere el
historiador Félix Luna, "con una generosidad a veces reñida con
leyes y reglamentos". —Quiroga —expresa Suárez— tenía una
clara idea del federalismo. Ello explica su rechazo de la
Constitución de 1826. Era una fuerte expresión federalista con
una intuitiva idea de la organización constitucional. De Rosas
no se puede decir lo mismo. El gaucho Lencinas, si bien vuelve,
a encarnar cien años más tarde la presencia del clásico caudillo
criollo, era persona de gran cultura. Fue el primer argentino
doctor honoris causa de la Facultad de Derecho de Londres y
ocupó la cátedra de la Sorbona. Y fue el primer gobernante que
estableció la ley del salario mínimo —4,80 en aquel tiempo— y la
pensión a la vejez y a la invalidez. Este ministro Suárez
(ojos de indio araucano, tez morena, voz grave y con marcado
acento provinciano, admirador de gauchos y montoneros) quiere
para la democracia un sentido amplio: legalidad para todos, aun
para los enemigos de la democracia. Pero "eso sí, hay que dotar
al país de leyes para combatir las subversiones de todo tipo".
¿Chance presidencial? Suárez estuvo cuatro veces preso
durante el régimen peronista. Pero durante la revolución de
setiembre de 1955, su casa fue refugio seguro para todo el
mundo: en las habitaciones traseras habían buscado asilo
dirigentes obreros peronistas; en los cuartos del frente se
reunían simultáneamente los comandos de la Revolución
Libertadora. Para tener más lugar y poder recibir a más
refugiados, despidió a las sirvientas. Y para todos, para
peronistas y "libertadores", cocinaba su esposa, doña Stella
Vicchi de Suárez (sobrina del dirigente conservador Adolfo
Vicchi, actual embajador en Londres). En la lógica
partidaria, Suárez tiene chance solo para figura ministerial o
parlamentaria, ya que pertenece ni sector minoritario dentro de
la UCRP. En cambio, en esferas extrapartidarias tiene estatura
presidencial. Hasta ahora, ni en él balbinismo ni en la
intransigencia nacional de Illia se ha perfilado otro hombre con
la personalidad de este mendocino cauto, pero no calculador, y
político ya desde la cuna. —En mi hogar, el pan nuestro de
cada día era la política. Tiempos bravos aquellos cuando la
forma de convencer a los opositores eran los palos y los tiros.
Recuerdo cuando mi padre, una vez, salió de la finca pese a las
amenazas de los conservadores, para hablar en un acto opositor.
Mi madre no dijo nada, pero mandó a buscar a los dos peones más
bravos, dos negros apellidados Lira; les cortó por la mitad a
cada uno un billete de mil pesos y les dijo: "Les daré las otras
dos mitades si cumplen con lo que les mando. Me lo siguen al
patrón, y si ven que los oficialistas le pegan, se van hasta lo
del comisario, le dan una buena pateadura y le dicen: esto se lo
manda la señora por lo que le han hecho a don Suárez". Cuando
asumió el Ministerio de Defensa Nacional, más de uno pensó que,
por más guantes que usara, el hierro caliente que Suárez tomaba
en sus manos terminaría por quemarlo. Dos crisis han pasado,
resueltas con habilidad: la de Cairó y la de Hernán Cortés. El
hierro se ha enfriado en algunos grados, pero todavía quema. De
cualquier modo, el sube y baja en el que ahora está sentado
puede servirle a Suárez de trampolín para el futuro. Revista
Panorama octubre 1964
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