FUE LA FIGURA Nº 1 DE LA UCRP EN EL GOBIERNO. FUE MUCHO MAS
QUE MINISTRO DE DEFENSA. LE SUGIRIO A ARTURO ILLIA:
"TRATEMOS DE NO PROVOCAR A ONGANIA ...". HOY, ROMPE EL
SILENCIO, A UN ANO DE LA CAIDA. DICE COSAS...
MENDOZA (Enviado Especial).— Su hijo se acaba de casar.
Leopoldo Suárez tardó 3 días en decidir si aceptaba o no el
reportaje de EXTRA. Dijo sí; aquí está:
-A un año de distancia, ¿cómo concretaría un juicio sobre la
revolución del 28 de junio de 1967?
-Los pueblos tienen derecho a la revolución. Nuestra propia
constitución lo reconoce. Pero se exigen determinadas
condiciones. Lo que se consagra es el derecho de resistencia
a la opresión. La declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789, coloca el derecho de resistir la
opresión, junto a los derechos de libertad, propiedad y
seguridad. El Código de Malinas hace girar la idea, como lo
advierten destacados constitucionalistas, en el concepto de
que únicamente una tiranía insoportable o la violación
flagrante de los derechos sociales más evidentes de los
ciudadanos, justificarían, después del fracaso de todos los
medios legales, el derecho de rebelión. La declaración de
Virginia y la de la Independencia de los Estados Unidos
contemplaron la posibilidad de cambiar los gobiernos
tiránicos o descompuestos. Por último el concepto se precisa
en la Declaración Universal de Derechos del Hombre, en la
que interviniera la Organización Educativa Científica y
Cultural de las Naciones Unidas que sienta el
principio de "que es esencial que los derechos del hombre
sean protegidos por régimen de derecho, a fin de que el
hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión
contra la tiranía y la opresión".
Cuando estos supuestos no concurren, cuando el pueblo está
ausente en la suprema rebeldía, no estaremos frente a una
revolución, sino ante un simple golpe de Estado.
Razonando seriamente no puede sostenerse que las condiciones
de legitimidad estuvieran dadas el 28 de junio de 1966 para
explicar la intervención de las Fuerzas Armadas. No estamos
frente a la opresión ni la tiranía. El país se encontró
frente a un hecho de fuerza que no protagonizó el pueblo,
sino un sector de a quienes el pueblo armó su brazo para
custodia de la soberanía y para la defensa de las
instituciones republicanas y democráticas.
No es difícil concluir que el 28 de junio de 1966 no hubo,
en el país una revolución. Se produjo un golpe de Estado. No
deseado, no querido por la mayoría de las Fuerzas Armadas de
la Nación que eran sin duda legalistas. Podrían discrepar
algunos o muchos, con orientaciones, medidas o "tempo" de
acción del gobierno constitucional. Es la posibilidad de
discrepancia que otorga la democracia, que abre también los
caminos legales para obtener rectificaciones e inclusive
hasta para el cambio de gobernantes y funcionarlos, sin
aplanar la Constitución, sin romper el orden institucional.
-¿Estima en consecuencia que no puede este movimiento lograr
una justificación histórica?
-No precisamente. Si hubiera que juzgarse este movimiento
atendiendo a las causas determinantes, en su origen, hasta
el más benévolo de los jueces no podría absolver a sus
ejecutores con una justificación razonable. Como hecho de
fuerza, como golpe de Estado se ve en la necesidad de buscar
justificación histórica en sus realizaciones, en lo que
pueda hacer de positivo y de trascendente para el país...
-¿No cree que pueda haber acreditado el gobierno en el curso
de este año actos positivos para lograr ese propósito?
-No me coloco ni en obcecado ni en resentido. Pienso que
éste gobierno, como todo gobierno, ha tenido sus aciertos,
pero no los suficientes como para su justificación. Con la
suma del poder en sus manos, con la libertad de movimiento
que le da el actuar sin el republicano control del
Parlamento, con la tregua que le ha otorgado la civilidad y
con el temor colectivo que ha disciplinado a vastos
sectores, pudo haber acreditado una eficiencia que no ha
logrado evidenciar.
Se advierte una permanente improvisación. Se siente la
inseguridad jurídica. Se viven momentos de inquietud y de
desesperanza. Se prevé, se intuye un fracaso cuya
sintomología no puede disimular la inteligente propaganda
que se realiza. Nadie se solaza con esta perspectiva, porque
nadie; quiere el fracaso del país, que debe estar por encima
de las pasiones y de los intereses.
-¿Cuáles son a su juicio los motivos de desconfianza y de
temor?
-Los argentinos en general y las Fuerzas Armadas en
particular, en su inmensa mayoría, son profundamente
democráticas. Creen y piensan que dentro de la democracia
representativa, en el ámbito de la República es como puede
convenientemente desarrollarse la personalidad humana,
modelarse al estilo de vida con que queremos vivir. Por eso
desconfía y teme ante los reiterados intentos, muchas veces
vergonzantes, de cambiar nuestras instituciones para salimos
de la democracia, para arrastrarnos hacia un sistema
corporativista. Desconfía y teme cuando ve en puntos claves
de la conducción a hombres que no han ocultado su
pensamiento y su amor hacia sistemas ya perimidos en el
mundo y que de contramano con la historia intentan revivir
en nuestra tierra.
Todo el país sabe que nuestras instituciones son
perfectibles, que nuestro sistema democrático acusa fallas
que deben subsanarse, pero no se tiene conciencia del
peligro que importa el que pretextando fallas que existen,
se presione para un cambio de estructuras, que no se
definen, no se explican, no se aclaran pero que no es
difícil de advertir tienden a la supresión de la democracia
representativa y del sistema republicano.
Quizá no sea este el pensamiento predominante en quienes
tienen la responsabilidad de la conducción, quizá estén en
condiciones de resistir presiones, pero sería saludable para
el país, para el gobierno y para las Fuerzas Armadas una
clara definición que no deje dudas.
-¿No computa factores vinculados a la política económica
seguida por el gobierno constitucional como gravitantes en
las causas de los hechos del 28 de junio?
-Desde luego que si. Una clara, definida y enérgica política
seguida por el Gobierno Constitucional en salvaguarda del
potencial energético del país, su propósito inquebrantable
de mantener independencia en la conducción de la economía
argentina. La necesaria lesión a algunos sectores de
intereses a través de medidas tendientes a proteger el
Interés nacional, debían producir y produjeron una suma de
factores contrarios al gobierno que se manifestaron de
distintas maneras y que presionaron hábilmente en las
Fuerzas Armadas y en la opinión pública, deformando una
realidad, que ahora, en el análisis concreto de la realidad
queda evidente.
-La pregunta se dirigía a establecer si no estima que las
Fuerzas Armadas no compartían la orientación económica del
Gobierno Constitucional.
-Es válida la reflexión que se hiciera en la contestación a
la pregunta anterior, pero vale la pena agregar que en la
reunión que tuve como Ministro de Defensa con los
Comandantes en Jefe de las tres armas y los Secretarios
Militares el día 24 de junio de 1966, para elaborar el
temario de la conversación con el Presidente de la
República, las inquietudes se centraron fundamentalmente a
aspectos políticos y a la preocupación por las elecciones de
renovación de las Cámaras y de los gobiernos de algunas
provincias ante la posibilidad de un eventual triunfo del
peronismo. En lo referente a lo económico no se incluyó
ningún tema pero en la conversación figuró, como un hecho
que preocupaba, la inflación.
No creo que ésta haya sido una gran preocupación de las
Fuerzas Armadas porque de haberlo sido habría habido alguna
reacción cuando advirtieron que en el primer semestre de
1966 sólo se emitieron alrededor de 19 mil millones de pesos
y en el segundo semestre de administración del gobierno
revolucionario, vale decir, en igual tiempo, se emitieron 92
mil millones. La emisión ha continuado e incluso continúa
hasta ahora.
Por otra parte los resultados del primer trimestre de 1963,
1964, 1965 y primer semestre de 1966 marcaban un
indiscutible progreso en la economía del país que lo revelan
las cifras. Los datos estadísticos micro-económicos
elaborados por CEPAL indican que el producto bruto interno
se incrementó en términos reales (es decir a precios
constantes) en un 7,8 por ciento en 1965 y en un 8 por
ciento en 1964. Si se toman los datos del primer semestre de
1966 también se producía aumento. No obstante se termina el
año 1966 anulando el aumento del primer semestre y arrojando
una disminución del 1,20 por ciento. Cabe señalar que
durante el gobierno constitucional del Dr. Illia las tasas
de crecimiento baten record.
En cuanto el nivel de vida, se observa que el "consumo
personal" concepto fundamental que se utiliza para evaluar
el grado de satisfacción de un país se incrementó en 1965
con respecto al año anterior en un 8,5 por ciento.
En 1962 la desocupación laboral llegó a más del 15 por
ciento, ésta se redujo en 1965 a un 4,4 por ciento.
El poder de compra (salario real) también se incrementó. En
1964 aumentó un 10,5 por ciento y en 1965 un 6 por ciento.
En cuanto al costo de la vida en 1964 aumenta el 22,1 por
ciento con relación al año anterior; en 1965 el 28,6 por
ciento y en 1906 aumenta el 32,1 por ciento en relación al
año anterior, advirtiéndose que en los primeros meses de
1966 tal como lo prometiera el gobierno constitucional la
tendencia era declinante y la espiral inflatoria se acelera
en los últimos meses de 1966. El salario real en cambio
acusa una tendencia a bajar hacia fines de 1966.
En cuanto el sector externo en 1965 se llega a superar por
primera vez la barrera de los 1.500 millones de dólares en
materia de exportaciones. El superávit del intercambio
comercial arrojó un saldo de 1.100 millones de dólares, que
aparece más relevante si se tiene en cuenta que en el bienio
anterior el saldo fue negativo en un monto que superó los
800 millones de dólares. Se pagaron deudas acumuladas por
gobiernos anteriores sin recurrir a ningún crédito
contingente (Stand By).
Como puede advertirse por estas cifras y un sinnúmero más
que excederían el espacio de un reportaje no podría buscarse
justificación en la situación económica. Por otra parte
dentro de nuestro régimen institucional es el Congreso a
quien corresponde juzgar la actuación de un gobierno con
todos los recaudos y garantía que la Constitución establece.
No son las fuerzas Armadas el organismo competente para
juzgar el éxito o fracaso de una gestión económica. Tal vez
lo sean ahora por la circunstancias especiales y extra
constitucionales como se ha organizado el poder.
-Bien, pero en función de futuro, ¿cuál es su pensamiento?
-Estamos ante un hecho cierto, al margen de cualquier tipo
de consideraciones o especulaciones. Las Fuerzas Armadas han
asumido el Poder en la Nación, poder que se ejerce sin los
controles naturales de la República. Los Comandantes en
Jefe, en nombre de la Institución, han concentrado en upa
persona, el Poder Ejecutivo, el Legislativo e Inclusive el
Constituyente. La tremenda responsabilidad de las Fuerzas
Armadas como Institución resulta innegable. Los errores que
puede cometer el gobierno, sus funcionarios civiles o
militares, son absorbidos por la propia Institución, que
sufre como es lógico el natural desgaste del ejercicio del
poder.
Es este un hecho que debe preocuparnos a todos. Al país le
interesa preservar el prestigio de las Fuerzas Armadas, las
necesita técnicamente capacitadas, poseedoras de una gran
fuerza moral, pues a ellas les entrega el pueblo cada año
sus mejores hijos. No puede concebirse Fuerzas Armadas
divorciadas del pueblo, ni el pueblo resentido aislado de
sus Fuerzas Armadas.
De ahí que no es forzado concluir que a todos Importa
reconciliar al país en y con la legalidad. Es esta a mi
juicio la tarea más importante que deben realizar
espontáneamente, sin la presión de los acontecimientos las
propias Fuerzas Armadas.
No debe verse en esto un reclamo de inmediatas elecciones,
pero si la inquietud por la necesidad de claras definiciones
que lleve tranquilidad al país. La teoría del tácito
consentimiento no sólo es difícil de explicar, sino que a
medida que pasa el tiempo la afirmación es controvertida por
una realidad que se vive y se palpa. No se puede ejercer
sine die la tutoría del pueblo de la República. Constituiría
un agravio para un pueblo, que ya en 1810 demostró estar
maduro para la libertad que pudo en momentos de grandes
luchas y pasiones elevarse sobre sí mismo y organizarse en
1853, mantenerlo interdicto con una curatoria permanente
como a un insano.
El pasado debe ser lección para los que han asumido la
responsabilidad del presente, es el único modo que el futuro
se salve para todos. Los aciertos y los errores que
mutuamente se atribuyen o enrostran los que a su turno
pasaron por el poder deben dejar sedimento útil para la
Argentina que todo soñamos. Perfeccionemos nuestra
democracia, ajustemos los engranajes de nuestro sistema
institucional, corrijamos las fallas, que las hay,
modernicemos el sistema, pero en diálogo abierto con el
país, con sensibilidad republicana que cuando no se
advierte, surgen las prevenciones y el temor.
El orden y la disciplina no son incompatibles con el
gobierno de las mayorías, y el control respetado de las
minorías.
El gobierno tiene en sus manos la posibilidad de dar la gran
salida. No es tanto cuestión de tiempo, lo que se requiere
es vocación para hacerlo, meridiana claridad en los
propósitos, respeto por la opinión pública, cuidar de no
caer en pecado de soberbia que pueda llevarlo a creerse el
único depositario de la verdad. Las fuerzas civiles, los
partidos políticos, que cuando representan algo en el país,
no nacen ni mueren por decretos, tienen voluntad para
facilitar las soluciones levantadas, no pretenden ni
reclaman lugares en el gobierno, pero sí la posibilidad de
expresar su pensamiento, sus ideas. De contribuir a la
solución definitiva. No comprender esto a tiempo puede
privarles a las Fuerzas Armadas y al gobierno la posibilidad
de una salida consentida y llevarlos a extremos que no serán
útiles para el país ni para ellos mismos.
Ir Arriba
|
|
|