Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Los libros
después de la aventura
Revista Confirmado
19.08.1965

"Escriba un libro de poemas y tráigalo que se lo edito." Hace diez años, esta propuesta pertenecía al universo del chiste o la sospecha; hoy ya no asombra: que a un argentino le editen un libro en su país dejó de ser privilegio de los dinosaurios de la cultura oficial.
Los primeros signos de la tormenta aparecen en las postrimerías del 55, cuando dos editores no temieron incurrir en herejía y desafiaron el 'diktat' de las editoriales respetables: Carlos Prelooker, con Doble P, y José y Gregorio Stilman, con Stilcograf. Prelooker se dedicó exclusivamente a autores nacionales, y con frecuencia él mismo los descubrió: David Viñas, Julio Ardiles Gray, Antonio Di Benedetto, Félix Luna, Juan José Manauta. Los Stilman siguieron la misma línea: con sólo dos excepciones editaron únicamente obras argentinas, y lanzaron escritores como Pedro Orgambide, Humberto Constantini, Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman.
El desafío no había sido temerario, y en 1960 la rebeldía, multiplicada, pareció convertirse en revuelta. Desde entonces, los ensayos de una literatura argentina actual, confinados hasta poco antes en algunas revistas iconoclastas, accedieron a las ediciones reiteradas. Y el público, que había ejercido la indiferencia, el culto de los autores extranjeros o la adhesión esquemática a Viñas, Sábato y Borges —arquetipos de la izquierda, el centro o la derecha—, respondió con avidez.
Un testigo del proceso, el editor Gonzalo Losada, sintetizó recientemente sus etapas: "Hace seis años, el libro argentino estaba en crisis; el público mostraba una creciente indiferencia. Ahora las cosas han cambiado y hay una mayor inclinación de los lectores por la producción nacional, quizá porque ésta tiene mayor calidad e interpreta mejor sus inclinaciones".
La oleada de nuevos escritores, el surgimiento de editores que intuyeron la circunstancia que los condicionaba, el vuelco decidido del público por la producción nacional, no llegaron solos; con ellos irrumpió una revolución en la temática. Pero como el reencuentro de los argentinos con su propio país se produce en gran parte a través de los escritores, la literatura de los comienzos de la vida nacional recobró también un lugar de preferencia.
Mientras Silvina Bullrich vendió 25.000 ejemplares de Los burgueses y Beatriz Guido, con diez ediciones, 40.000 de El incendio y las vísperas, las compras del Martín Fierro ilustrado por Castagnino llegaron a la cifra casi inverosímil de 250.000 ejemplares. Simultáneamente, Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, de Juan José Sebrelli, que insiste en agotarse, va por la sexta edición con 30.000, y Eudeba ha registrado 125.000 de Cuentistas y pintores, y 75.000 de los Cuentos de Fray Mocho.
Aunque los grandes best sellers, como La hora veinticinco (160.000 ejemplares), El abogado del diablo (130.000) o El embajador (50.000 la primera edición), son todavía cumbres distantes para los nuevos autores argentinos, la barrera de los cinco mil ejemplares, cuya superación era una simple utopía hace unos años, quedó derribada: los impresores de Los salvadores dé la patria, la última novela de Silvina Bullrich (10.000 ejemplares la primera edición), guardan previsoramente la tipografía.
Para los editores, las cifras tienen un significado preciso. Jorge Álvarez, Falbo, Hernández, coinciden en que editar argentinos es negocio. Todos ellos atribuyen un papel importante en el éxito de los libros nacionales al cambio en la temática: "Los extranjeros defraudaron; repiten una problemática que el hombre de Corrientes y Esmeralda intuye que no es la suya", dijo Falbo a Confirmado.
Sin embargo, la época que quedó atrás tuvo asperezas que no todos conocen: Radiografía de la pampa, de Ezequiel Martínez Estrada, que muchos consideran cumbre de la ensayística nacional, alcanzó la tercera edición en 1953. veinte años después de la primera, a pesar de que recibió el Premio Nacional de Literatura. Diez años antes, cuando Gino Germani realizó una encuesta para establecer las causas del interés del público por los libros de autores argentinos, la mitad de los interrogados, perteneciente a la avanzada de los lectores, no fue capaz de contestar correctamente: la otra mitad desconocía por completo el asunto.
Al recordar las alternativas del proceso que hizo posible el estallido actual, los editores que lo han protagonizado no olvidan señalar que los triunfos se debieron, en buena parte, al espíritu de cooperación: "Nosotros no podemos aplicar un criterio empresario, porque nos inhibe la idea de rechazar los originales de algunos autores nuevos", suele explicar Gregorio Stilman.
Una encuesta para establecer otras características del incremento en la venta de libros argentinos dio estos resultados:
• Los editores y el público coinciden en que la producción argentina actual tiene calidad. Junto con el carácter nacional de la temática, ésa parece ser una causa principal en la preferencia de los lectores.
• Los escritores europeos se leen cada vez menos ("Los objetivistas no interesaron casi en absoluto", afirmó Jorge Álvarez).
• El interés por la literatura argentina incluye la producción actual que explora los orígenes del tango y el lunfardo. En esta línea también tienen un lugar libros que tratan la historia del país.
• Los autores de más éxito habrían captado y empleado ciertos elementos infaltables en los medios de comunicación de masas, como el erotismo o la violencia.
• Las preocupaciones del público ya no se satisfacen con citas ilustres o slogans. Existe interés por las descripciones puras (sin interpretaciones ideológicas) de la realidad social; a esto se debe el éxito de libros como Los que mandan, de José Luis de Imaz (25.000 ejemplares hasta la tercera edición).
• Las compras varían según niveles sociales y generacionales. En las librerías de la avenida Santa Fe y en las de Florida, las mayores ventas corresponden a libros como Los burgueses. En librerías de Caballito, los libros de Silvina Bullrich y Beatriz Guido comparten preferencias con la literatura sociológica.
• Los libreros opinan que la razón por la que se venden libros argentinos es "la inquietud del público por mirarse a sí mismo".
• En las librerías de la calle Corrientes —habitualmente visitadas por una mayoría joven de mentalidad izquierdista—, las mayores ventas pertenecen a Sebrelli y a de Imaz.
• El cine y la tv contribuyeron a popularizar a los autores. "A veces, un libro que antes no tenía casi demanda empieza a venderse repentinamente. Cuando averiguo las causas, me enteró de que el autor participó en una' audición de televisión", expresó la empleada de una librería.
• Los concursos de algunas editoriales aseguraron a varios escritores volúmenes importantes de venta desde, el comienzo. Además, en los actos de lanzamiento el ritual de los cuellos duros ha sido reemplazado por una reunión informal del autor y los lectores, que pueden intercambiar ideas y opiniones acerca de los libros.
• La liquidación de la asepsia temática ha determinado un mayor realismo formal y una relativa desaparición de las diferencias entre el lenguaje de los libros y el que habla el lector.
• Las revistas literarias contribuyeron a crear el clima propicio para los autores argentinos. El público los conoció muchas veces a través de esas publicaciones.
• Mejores y más honestas relaciones entre editores y escritores.
Después de vegetar durante años, el libro argentino vuelve a leerse. Para conseguirlo, tuvo que ajustar sus coordenadas a las del país, hablar del argentino de aquí y ahora para que los lectores vieran en él una posible clave para entenderse a sí mismos.
Es temprano aún para afirmar que esta clave sirva realmente para descifrar una realidad compleja, variable y un poco caótica. Pero, de todos modos, libro y lector están quebrando en forma rápida las estructuras culturales que imposibilitaban la confrontación.

 

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Losada
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