"¿Usted sabe qué es la soledad?", interrogó temblorosamente
María Fux (45, un hijo) el jueves pasado, en su camarín del
teatro SHA, en Buenos Aires. "¿Se imagina cómo me sentiré
después de esta función?", insistió mientras llegaban desde
la platea los rumores expectantes de un público que momentos
después trasformaría su ovación en apoteosis: porque
"Improvisando con nada" fue el espectáculo con el cual la
bailarina celebró sus 25 años consecutivos dedicados a la
danza. Sin embargo, la Fux estaba estremecida por los mismos
temores que la atenacearon en 1944, cuando ascendió al
escenario por primera vez, en el Teatro del Pueblo. —¿Por
qué tiembla? —Siempre existe el misterio de la función de
"esta noche". Y la de mañana. Porque se trata de expresar
algo sin música, sin palabras, solamente con vida.
—¿Cuándo rompió con la música? —Aunque la danza siempre
estuvo ligada a ella, yo logré, lentamente y por un largo
proceso, sentirme libre de ella. He roto esa dependencia
escapando a las formas tradicionales. Hace 25 años escribí
en mi primer programa: Vean, escuchen, no aplaudan. Porque
el silencio me hace entrar en ese ámbito particular, en esa
página en blanco por llenar y compartir; y la comunicación
se convierte en una forma. —¿Cómo empezó todo? —Me
acuerdo de mis largos viajes en el tranvía 2, que iniciaba
el recorrido en Liniers, desde el hogar proletario en que
nací. En casa no había agua caliente y me bañaba en el
conservatorio, estudiando con esa virtuosa que fue Galanta.
Aprendí un oficio, pero antes que eso una conducta.
—¿Cómo trabaja? —Lo más importante es buscar dentro de
una misma y seguir caminando: siempre perduran las cosas
oscuras, anónimas. Los nombres y la fama son pompas de jabón
publicitarias. Las cosas se van haciendo así, con una misma.
Hay que escuchar siempre las voces de adentro. —¿Y
después de esta función, qué sentirá? —Una soledad
inenarrable. Volveré a casa, tomaré un baño. Después beberé
una taza de caldo con mi marido. Me pasará igual que después
de cualquier función. Estoy convulsionada. Tomo un sedante y
pienso: ¡Ah, si yo pudiera escribir!, pero me expreso con la
danza. Revista Siete Días Ilustrados
13.12.1969
Ir Arriba
|
|
|