Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


El mundo loco, insólito, raro de Hugo Guerrero Marthineitz
Revista Gente y la Actualidad
14.05.1970

Por Leo Sala
Fotos de Antonio Legarreta
Cuando llego a la radio (antes del lío) me paro ante el ventanal de la sala de transmisión, donde está, solo, emitiendo silencio por su boca abierta en actitud de cantante el "Negro" Guerrero Marthineitz, "un Martínez jamaiquino, abuelo mío, que se fue a vivir a los Estados Unidos, y allí se le complicó el apellido, porque tú sabes que los jamaiquinos no dicen Martínez sino Matinei, y entonces le habrá puesto esa "h" atrás de la "t" y qué sé yo. Sí, mi papá era indio".
Lo miro, entonces, cantar sin voz acompañando un disco suyo (Dime que sí y Tú me acostumbraste) en el que también silba. Cuando llega la parte del silbido hace como que silba, y yo, que estoy afuera, escuchando por el altavoz creo que está cantando y silbando. Su actuación es perfecta. Ríe, llora, abre los brazos, vuela como un pájaro y su interpretación me parece sensacional. Así se lo digo ahora que ya estoy adentro y él se ha quitado de las orejas esos auriculares de "hombre a la Luna" que ya son, desde hace tanto tiempo, sus pabellones de repuesto.
—Ajá, pero para hacer una grabación en serio tendría que ensayarlo mucho y con otra orquesta. Esto era "un back" que tenia en mi casa. Es sólo un chiste que hice para probar cómo cualquier cosa que cualquiera hace puede "pegar" en el público".
—De cualquier modo, te veo muy contento hoy.
—Te equivocas, hermanito. Estoy muy angustiado. Anoche, después de un año de estar casado con Viviana, se produjo una ruptura lamentable.
Fue un rompimiento inesperadamente dramático, según sus propias palabras. "Nos llevábamos como cualquier pareja, a ratos bien y a ratos mal; pero esto que me pasó, después de haber estado con ella en Israel, Francia, Inglaterra. . . me ha dejado muy deprimido".
Su capacidad de recuperación es realmente asombrosa. Ingleses y norteamericanos tienen un slogan que dice que pase lo que pase "el show debe continuar". Lo único que ha hecho Hugo es agregarle "del minuto".
Como su enorme vitalidad ya está llenando de polvo y telarañas ese pasado que acaba de arrancar de su corazón, resuelvo atacar "mi asunto" sin darle más vueltas al suyo:
—He venido para que me hagas un "ranking" de los cantantes que ahora están de moda, pero antes decime qué te parece Piazzolla.
—A estas alturas..., después de quince años de difundir los discos de Piazzolla, puedo decir de él que es genial, y de Horacio Ferrer que es un gran poeta que muchos letristas deben mirar con envidia.
Si el piso de la gran habitación desolada, de aire seco y silencioso, fuese el techo, podría comparar el piano que usa de escritorio como un gran murciélago dormido en una casona antigua. Hugo enronquece y baja la voz hasta hacerla casi inaudible y dice por el micrófono ahora abierto: "¿Sabe qué pasa? Se están consumiendo las pilas de su radio receptor", y a continuación recomienda una conocida marca de pilas. Siempre el chiste, la sonrisa, el buen humor. La capa de polvo aumenta, casi perceptiblemente, sobre sus recuerdos dolorosos.
—Decime, Hugo —le digo no bien termina de pasar una tanda de avisos que tiene sobra un atril—, ¿por qué no pasás nunca un disco de Violeta Rivas?
—Por no utilizar el excelente caudal de voz que tiene, y su afinación, en un repertorio medianamente seleccionado.
—¿Leonardo Favio?
—No creo que de los suyos se salven más de dos discos. En cambio con sus películas puede haber salivado su alma. Es una lástima haber ganado un tan mal cantor y haber perdido un excelente director.
—¿Sandro?
—No trasmito discos de Sandro. Bah..., a la muerte de un gato trasmito un Sandro para que los ratones se pongan contentos al saber que ha muerto un gato. Sandro es un excelente intérprete que se ha empecinado en quedarse en la primera etapa de Elvis Presley.
Ha llegado Legarreta con su máquina fotográfica que muge como una vaca de bolsillo y pone a dos metros del micrófono un paraguas plateado para conseguir luz de rebote. Inmediatamente el "Negro" le dice: "Oye, eso es lindo" —y acordándose de que es un porteño de alma agrega: "que no te lo vaya a ver alguna mina parque te lo afana".
—Escúchame, "Negro", dejá de hacer pinta para Legarreta y sigamos con el "ranking". ¿Raphael?
—Raphael para mí es un excelente intérprete cuando morigera sus aparatosidades gesticulantes.
—Escúchame, papá, las gesticulaciones no se ven en la voz.
—Escúchame, hijo, esas gesticulaciones, que Raphael pareciera usar sólo en nuestro medio, se le trasuntan en la voz. De ahí mi actitud de pasar discos suyos solamente a la muerte de un obispo, y como ahora la Iglesia se caracteriza por su sobriedad, uno no
se entera cuando mueren los obispos.
Festeja su frase con una sonrisota a cara llena que, en seguida, se hace carcajada, y dice: "Si seguimos así, esta nota va a ser tapa. Espero agotar GENTE". Da el pronóstico del tiempo, pasa un disco de Canaro y pide "una callecita para "Pirincho" o para D'Arienzo" porque "estos amigos periodistas no saben nada", y grita: "Juancito Laguna remonta un barrilete".
La máquina de Legarreta está queriendo pasar por una ambulancia diminuta lanzando sus agónicos gemidos en medio del silencio quieto del estudio. Hugo lo deja hacer, alza las manos como un actor de teatro recitando Shakespeare, de pronto —tiene micrófono abierto—, dice: "Ja, ja, musiquita, por favor, musiquita... Los Cinco del Norte", y dirigiéndose a mí, pregunta: "¿Y qué me dice usted de la irrealidad en que viven los letristas de tango acerca de Buenos Aires? Yo le voy a decir: la mayoría de ellos conspiran contra la calidad de los compositores; siguen aferrados a una realidad que ya no es. El pasado ya es recuerdo ("Ajá, pienso yo, y dentro de dos días ya no será ni eso"), y ellos no están dentro de la realidad de este Buenos Aires moderno, joven, vital, con entusiasmos felices... y con tremendas depresiones sentimentales" ("Bueno —me rectifico por dentro—, todavía es recuerdo, y recuerdo como puñal de tango viejo). Y mientras hace chistes con "el cepillo vibromamamamátic" ojea fotografías de Sandro en una revista. En seguida comenta: "¡Qué fotografías las de Sandro! Cada vez se parece más a Sandro".
—Decime, "Negro", ¿no te podés quedar un poco quieto y hablarme algo más de otros intérpretes?
—Virginia Luque, ¿ves?... Virginia Luque. La sentía navegando a dos aguas, sin ninguna destreza de navegante. Pero en su último disco, dedicado a Discépolo, me convenció de su excelente calidad como intérprete de tango, ya a punto de abandonar su melosa dramaticidad.
—¿Y la música "beat"? ¿Te gusta la música "beat"?
—Muy buena, hermanito, muy buena. Me gusta la música "beat" cuando demuestra una espontánea calidad interpretativa basada en adecuados conocimientos musicales y en neta consanguinidad con los países que le han dado origen — Inglaterra, EE.UU. y algunos países europeos—. Me atrevería a decir que sin la promoción que le hacen a la de aquí las compañías disqueras, y sin la generosidad periodística impresa, no tendría salvación. Otro gallo cantaría si se atuviesen a la realidad argentina.
—¿Por qué pasás tan pocos discos de Los Beatles?
—Por el simple hecho —muy personal— de sentir que por primera vez lo realmente genial contaba con una orquestación publicitaria a nivel mundial sin posible competencia.
—Ahora tocame un poco a Palito Ortega. . .
—¿Palito Ortega? De él no hablo porque lo considero un intocable. .., sobre todo en las últimas semanas.
—Fenómeno, ahora que los mataste a todos, hablame un poco de tu viaje por Israel y Europa.
—Bueno. . ., estuve en Israel, Holanda, Inglaterra y Francia. Israel me conmovió mucho por su religiosidad, capaz de convencerlos que lo más natural es vivir en un estado de guerra constante, con el terreno y por el terreno. Holanda: como Israel con las arenas del desierto, hace del mar zonas de vivienda y tierras cultivables, con una vitalidad y generosidad humanas que son realidades conmovedoras. Inglaterra: una isla que no quiere seguir viviendo en el aislamiento, ese aislamiento en que ha pretendido vivir siempre. Francia: a través de su París me convence de que Paris bien vale una misa, a la que no puedo dejar de asistir.
—Pará, "Negro", pará, que con el rey Enrique y con Holderlin, que dijo que todo inglés era una isla, ya sabía todo eso. Contame algo vivo, no de guía de turismo.
—Macanudo, hermano. Los ingleses usan ahora carbón blanco, que no tiene humo. El Londres de Dickens y la neblina, que también puede ser el de Sherlock Holmes, no existe más. Sus días son luminosos como los del otoño porteño. La gente está alegre y se ríe siempre. Llegan franceses en ferry-boat que venden ajos en bicicletas. Toman el ferry en Francia y a la noche ya están de vuelta. ¡Y los ajos son preciosos, peladitos y embalados. ¿Y sabés una cosa? Es muy probable que sean ajos argentinos, es decir que ustedes, aunque me gustaría decir "nosotros", se los venden a los franceses, y ellos se toman el ferry y se los revenden a los ingleses. Pasa lo mismo que con las manzanas de Río Negro, que las he visto en Amsterdam, y poco después con papeles de Amsterdam, en Londres. Lo más sorprendente es la alegría de los europeos, porque si uno lee los diarios empieza a creer que se están tirando de los pelos todo el día. En cambio en Israel, ¿ves?, hay una gran tristeza. ¡También! 24 horas de guerra por día, atentados y todo eso. .. Pero, ¿sabés?, ellos niegan su tristeza.
—¿Tocan Piazzolla en París, Londres. ..?
—Mira..., no sé si Piazzolla, pero te puedo asegurar que Atahualpa Yupanqui se vende como el pan fresco. He visto decenas de muchachos y muchachas con los discos de Atahualpa bajo el brazo. Y "La misa criolla", de Ariel Ramírez, no te digo nada... Es increíble lo que conocen y gustan del folklore argentino, pero sobre todo de esos dos autores.
—Decime, los franceses, ¿siguen creyendo que Buenos Aires es la capital de Río de Janeiro?
—No creas, están empezando a cambiar las cosas. Ahora, por ejemplo, saben que la Argentina no va a participar en el mundial de México. Te digo, porque cuando yo decía que venía de la Argentina me contestaban: "Ah sí, los que no van al mundial de Mexicó", con la "o" acentuada, por supuesto.
—Bueno, "Negro", chau, ahí nos vemos, ya que hablamos de mexicanos.
—Chau, Manito, ahí nos vemos.

 

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Hugo Guerrero Marthineitz
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Cada transeúnte puede convertirse en un interesante entrevistado