LA HEROICA BATALLA DE MAGNASCO Volver al índice
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Cuando finalizaba el desfile en la playa de Mayo, comenzaba el acto socialista en Constitución. Varios dirigentes pronunciaron encendidas arengas, en las que se exigió al gobierno la implantación del programa mínimo del partido y, especialmente, la sanción de la jornada de ocho horas de trabajo, punto básico de las reformas ambicionadas por los obreros.
Bajo la llovizna, entre flores y cintas coloradas, centenares de hombres y mujeres de ideas avanzadas cantaron la Marcha de Garibaldi y otros himnos internacionales. Al caer la tarde "comenzó a llover y los manifestantes se encolumnaron para marchar hacia el centro de la ciudad. El agua que caía sobre la multitud fue como un mal presagio: tal cual lo hacían todos los años, los anarquistas infiltrados provocaron reyertas y hubo trompadas, bastonazos y puñaladas. Empero, los socialistas no se amilanaron. Cantando bajo la lluvia, llegaron a la plaza Lorea. Casi todos creían vivir la hora más sombría de la lucha del proletariado. Y quizás no se equivocaban: el credo de Manchester imperaba en el mundo como una verdad bíblica.
A pesar de los pronósticos de la oposición, los diputados oficialistas consagráronse con afán a sus tareas. En las primeras sesiones tuvieron entrada varios anteproyectos, entre ellos el que auspiciaba el ministro Osvaldo Magnasco para clausurar los colegios nacionales y reformar la enseñanza secundaria; el de las reformas al Código Penal en cuanto a las figuras de adulterio y duelo; uno sobre el divorcio; otro acerca de las reformas al Código de Comercio con relación a las sociedades mercantiles, y por último el que fijaba los lineamientos para organizar la justicia de Paz de la Capital. Entonces, los enemigos del gobierno arguyeron que "el Congreso podía transformarse en un campeonato de oratoria".
De los cinco anteproyectos, el de Magnasco fue el que desencadenó más discusiones. Según lo expresó el ministro —una de las figuras más lúcidas y respetables del gabinete de Roca— su plan no estaba destinado a producir economías de carácter presupuestario como argüían sus detractores, sino que estaba inspirado en un propósito saludable: cambiar la índole de la enseñanza secundaria, lujosa e inconveniente, "en cuanto fomentaba con exceso las carreras profesionales y académicas".
Esencialmente, Magnasco pretendía estimular las profesiones que sirvieran a la industria y al comercio; en suma, ambicionaba que en el futuro hubiera menos doctores y más técnicos para el fomento de los sanos intereses del país. Como lo señaló La Nación, la iniciativa era plausible pues tendía a corregir un exceso profesional que presentaba muchos inconvenientes y contrariedades para el país y para los mismos que esterilizaban su tiempo y aptitudes en la adquisición de conocimientos y de un título que, no siempre, proporcionaba medios de vida.
Además, el anteproyecto suprimía los doce colegios nacionales que el gobierno central mantenía en las provincias, y aplicaba los fondos vacantes a la creación de institutos de artes, oficios y comercio de acuerdo a las necesidades regionales; tendía, por último, a aumentar las subvenciones a los colegios primarios del interior y a clausurar las escuelas normales que, a juicio del ministro, no servían para nada.
Los propagandistas del normalismo, los enciclopedistas acérrimos, vituperaron a Magnasco. La Nación expresó:
"Nos tememos que el plan, bien inspirado como es, va a producir resistencias grandes y poderosas en los gobiernos de provincia, que se requerirá, para hacerlo triunfar, un esfuerzo superior a las energías y a los hábitos del actual gobierno. En esta atmósfera de conventillo en que se desenvuelve la acción administrativa, es dudoso que se llegue a realizar la supresión de establecimientos que han sido hasta ahora considerados como uno de los favores que el tesoro nacional acuerda a los gobernantes y situaciones provinciales, que tienen en los colegios nacionales y escuelas normales uno de los elementos de influencia política. El ministro afronta con valentía esas resistencias que repercutirán en el Congreso, al cual no obstante las compensaciones que discretamente se establecen, no han de ocultarse la tendencia, el objetivo, que es de exonerar al gobierno federal del sostenimiento de instituciones de enseñanza que sirven para fomentar la influencia política de los gobiernos. Ya el ministro intentó algo mucho menos comprometedor que esto, con la reducción en el presupuesto de algunos miles de pesos imputados al sostenimiento de las becas normales, y se recordará que su tentativa fue recibida a mano armada y produjo debates apasionados y la iniciativa fracasó. Ahora el plan se presenta como un pensamiento de gobierno, como una reforma trascendental en la índole de la enseñanza: veremos si tanta trascendencia responde a los medios que se necesitan para que la medida sea aceptada por el Congreso."
Osvaldo Magnasco había abierto el fuego en la "heroica batalla" por modificar la mentalidad y la estructura argentina. Estaba dispuesto a pelear solo, pero quizás había calculado mal el poder de los enemigos, emboscados en su mismo dispositivo de combate.
Magnasco, pues, comenzaba a transitar por la cuerda floja; estaba condenado a realizar pruebas de equilibrio. De otro carácter, por cierto, que las ofrecidas en esos días de mayo por el bufón italiano Santia Vansella, sobre la piedra movediza de Tandil.
CITAS:
"La Nación", abril 9 de 1900.
"La Nación", abril 28 de 1900.
"La Prensa", abril 27 de 1900.
"La Nación", abril 29 de 1900.
"La Nación", abril 29 de 1900.
"La Nación", mayo 14 de 1900.
"La Nación", mayo 10 de 1900.
"La Nación", mayo 10 de 1900.
Revista Extra LA HISTORIA DE ESTE SIGLO
setiembre de 1967
(Más sobre el ministro Magnasco en http://es.wikipedia.org/wiki/Osvaldo_Magnasco)

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Ministro Osvaldo Magnasco
Ministro Magnasco con su mujer e hijas