Revista Confirmado
04.06.1965 |
Sin crisparse, pero concentrado en lo que ocurre detrás, el
rostro de la modelo subraya los gestos del hombre, esfumado
en el fondo, más allá del alcance del foco de la cámara.
Casi desfalleciente, la voz femenina describe, en off, la
escena. El instante final, cuando el óvalo de la cara se
confunde con el torso masculino, no pertenece únicamente al
corto publicitario para televisión: se ha multiplicado hasta
el infinito, como affiche, sobre las paredes de la ciudad.
Durante varias semanas, un equipo de especialistas en
filmaciones para publicidad estudió cada detalle del aviso;
pero sólo pudo concretar el trabajo cuando el cliente aprobó
el rostro y la expresión de una modelo: Elba Villafañe de
Molina, conocida en el medio televisivo como Chunchuna, fue
una de las tantas caras que desfilaron como posibles
intérpretes; pero sólo ella pudo condensar la intensidad y
sensualidad que el empresario buscaba como imagen para su
producto.
Un par de horas en un estudio bastó para completar la
campaña, planeada durante meses. La casi desesperada
búsqueda cesó abruptamente cuando alguien, en el equipo
técnico, recordó a esa muchacha rubia y espigada, de finas
facciones y cálidos ojos celestes. Una prueba ("horrible;
¿cómo se puede poner una cara en vivo?", confiesa la modelo)
ante el empresario calmó la intranquilidad de cliente y
agencia, y volvió a poner en marcha el complicado y
millonario mecanismo de lanzamiento.
El descubrimiento de Chunchuna Villafañe fue uno de los
tantos episodios que orillan la tragicomedia y llevan hasta
el límite de sus nervios al naturalmente irritado ambiente
de publicidad. Un rostro, un gesto, se convierten de pronto
en un problema casi insoluble; es entonces cuando todos se
lanzan detrás de un ser humano que reúna las condiciones
(ésas, y no otras) que requiere un aviso. De ese neurotizado
ambiente depende un pequeño número de muchachas elegidas:
las modelos, los sugerentes tentáculos cuya misión consiste
en atrapar a los futuros y probables consumidores. Entre
ellas, en la cumbre más alta reina desde hace dos años
Claudia Sánchez.
Las nuevas técnicas publicitarias exigen de las modelos no
sólo una presencia: deben actuar el tema de cada anuncio.
"Ya terminó el tiempo de los pioneros", sentenció,
cáusticamente, un experimentado director de cortos
publicitarios. La referencia a 12 años atrás, cuando se
instaló el primer canal de televisión en el país, es obvia:
"En aquel entonces el locutor era un vendedor a domicilio;
su misión era vender, y lo hacía por las suyas". Pero la
avalancha de canales rompió, de pronto el plácido mercado:
el espectador de TV, el más voraz consumidor de publicidad
conocido, comenzó a ponerse exigente.
Los mitos personales se fueron derrumbando; como recurso de
emergencia, las agencias apelaron a los anuncios en lata: en
su mayoría, eficaces dibujos importados. Pero pocos meses
bastaron para saturar a los espectadores; entonces quedó
abierta, insensiblemente, la era de las modelos-mimos.
Grácil, felina, llena de sensualidad, Claudia Sánchez es
desde hace dos años una figura casi infaltable en los avisos
más importantes de la TV argentina.
"Es importante hacer publicidad, pero más me interesa hacer
mimo", explica Claudia. A punto de viajar como representante
argentina ante el festival de publicidad de Cannes, sabe que
"muy pocos secretos se verán en Francia: la variante
estética y artística de la publicidad es algo general, que
en mayor o menor grado se conoce en todo el mundo".
Básicamente, su trabajo consiste en adaptarse al guión de
cada corto que filma: "Eso requiere mucha concentración y,
mejor aún, un trabajo de creación que antes no se hacía".
"Lo importante es hacerse una imagen y persistir en ella
—explicó a Confirmado, Chunchuna Villafañe—. Prefiero mil
veces repetir una cara antes que forzarme a componer algo
que no siento ni reflejo con mi figura." Por eso, las
agendas de los hombres que filman publicidad cuentan con una
ficha detallada de las posibilidades de cada muchacha:
"Nadie le puede pedir algo sexy a una figura ingenua como
Mercedes Harris. En cambio, si se necesita un toque
agresivo, es casi imprescindible llamar a Myrta Miller;
Claudia Sánchez y Chunchuna son dos tipos distintos de
elegancia".
Sin embargo, con las cuatro modelos alterna una serie de
locutoras-rostros que se mantienen desde las primeras épocas
de la TV argentina: Pinky y Edith Boado son sólo dos de
ellas. La persistencia de Pinky se explica por sí misma:
desde su primera aparición en cámara creó un vínculo directo
con el espectador, que para muchos empresarios es una
importante motivación vendedora. Edith Boado, en cambio,
apela a su flemática sobriedad; su secreto consiste en
mantener, ante todo, seriedad en su comunicación con los
consumidores.
Pioneras y recientes están unidas, sin embargo, por una
especie de premonición: la de saber que sus rostros se
incorporarán, tarde o temprano, a la ya extensa galería de
las caras muertas. Su lucha contra esa certeza es lo que
anima a Pinky; las recién llegadas, más realistas, han
tomado sus previsiones. "Lo más importante para nosotras
—dice Claudia Sánchez— es saber que algún día nuestras caras
cansarán a la gente; por eso, aunque gane mucho dinero con
la publicidad, me interesa más formarme en una disciplina
artística." Chunchuna Villafañe, que pese a sus dos hijas es
tenaz estudiante de Arquitectura, confiesa que ésa es su
única vocación.
Al asedio de la fortaleza, dispuestas a que sus rostros
reemplacen en los sueños del consumidor argentino a los ya
impuestos, una multitud de jovencitas merodean agencias
publicitarias y fatigan a realizadores y fotógrafos. Casi
todas se someten con idéntico fervor a idéntico ritual: con
un juego de fotos en la mano, claro testimonio de la gama de
expresiones de que son capaces, golpean incansablemente
todas las puertas. Pero pocas llegan. Una de ellas comentó:
"Circulan muchas anécdotas falsas sobre el ambiente.
Quisiera poder consolarme como otras: pero yo ya sé que
ninguna cama garantiza el éxito".
La fidelidad a la figura ya conocida parece ser, también, un
poderoso medio para prolongar el éxito; las consagradas,
para conservarla, suelen apelar a una sutil maniobra:
"Cuando comienza a llover trabajo y quieren que hagamos
cualquier cosa, pedimos un cachet tres veces mayor del que
cobramos por hacer algo que nos gusta; es un remedio casi
infalible", explica Myrta Miller. Pero lo que más atrae en
las nuevas modelos a quienes trabajan con ellas, es su
inteligencia: "Saben que su momento es corto, se entregan
totalmente y no pretenden enseñarnos la profesión", exclamó
un técnico durante una filmación. Un iluminador cercano,
socarrón, agregó con una sonrisa: "Y hablan poco. ¿No le
parece fabuloso en chicas tan bonitas?".
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- Mercedes Harris: la ingenuidad es necesaria para anunciar
ciertos productos.
- Claudia Sánchez, "la reina": mímica para atrapar a nuevos
consumidores.
- Myrta Miller: Si se necesita un toque agresivo, es casi
imprescindible llamarla.
- Chunchuna Villafañe: elegancia donde el fuego aparece
cubierto de mármol.
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