Revista Extra
junio de 1967 |
LA EMERGENCIA INSTITUCIONAL
LA SEGURIDAD. Tenemos que convencernos de que lo que ocurre en la
Argentina desde el punto de vista de las formas políticas no es
nuevo. Ya Aristóteles escribió: "No debe considerarse como
democrático aquello que contribuye a que el Estado se gobierne más
democráticamente, sino durante más tiempo". Para él, como anota
Julián Marías, lo democrático, no es extremar la democracia, sino
lograr que siga habiendo democracia, aunque para ello sea preciso
quitarle rigor y plenitud. Tal es la concepción clásica de la
seguridad dentro de la democracia. Se la puede resumir diciendo que
hay ocasiones en que el único modo de salvar la esencia del sistema
político es sacrificar su ortodoxia.
EL ADORMECIMIENTO. Es cierto. Hay circunstancias dramáticas en que
el rígido cumplimiento de todos los requisitos propios del sistema
político importa su involuntaria pero cabal destrucción. Son los
tiempos en que se impone el empleo de remedios, digamos, heroicos.
Suelen consistir éstos en una suerte de intrépida heterodoxia que
sale del cómodo refugio de los precedentes y no vacila en prescindir
de las partes dañadas del mecanismo institucional. Mas no
amputándolas, sino congelándolas. A esto se refería Rousseau, creo,
cuando dijo admirativamente: "Esparta sabía dejar dormir sus leyes".
La frase es impagable. Quiere decir, supongo, que los antiguos
tenían la sabiduría de adormecer o congelar las leyes en la medida
en que era necesario para asegurar su posterior recuperación total.
DE HINDENBURG A DE GAULLE. Hay dos ejemplos concretos y mensurables.
Alemania de 1933 es el ejemplo de un país en que, no obstante
hallarse negadas las condiciones de la democracia, se quiere imponer
normativamente el democratismo formal y el compromiso, las
elecciones, el libre juego de los partidos y el fair play. El
resultado, ya se sabe, fue el nazismo, cuya secuela de iniquidades
vino a demostrar que cuando se pretende salir de la anarquía
democrática aumentando la dosis de democracia, lo más probable es
que no se salga hacia la democracia, sino hacia alguno de los peores
entre los regímenes políticos corrompidos. El otro ejemplo es
Francia de 1958: un país enfermo de inestabilidad, que muchas veces
pareció hallarse al borde de la desintegración, pero que aprendió la
lección y supo "adormecer" las normas rechazadas por los hechos
sociales y abrir un ancho período de "república consular", a fin de
que, dentro de él, más cerca de la monarquía que de la democracia
tradicional, imperen un liderazgo y una nueva fórmula política,
capaces de conservar la esencia del sistema querido. (La raíz del
régimen degaullista se ve más clara ahora que —al menos durante
cierto lapso— se ha conferido al gobierno la facultad de legislar
por decreto).
LA DICTADURA COMISARIA. Pienso que detrás de esta experiencia
francesa se encuentra, posiblemente, el principio elaborado por los
gobernantes romanos de los tiempos de la República, quienes, para
afrontar los peligros de la guerra, la sublevación o la anarquía,
instituyeron la dictadura (dictadura comisaria, dicen los teóricos)
que autorizaba a nombrar un magistrado supremo, fórmula de patética
sobriedad. Decíase: "Provea el Cónsul a que la República no sufra
daño", y se le confiaban los poderes requeridos por la entidad del
mal que debía enfrentar. Que la República no sufra daño. De esto se
trataba, ante todo. Y sigue tratándose de lo mismo.
LA EMERGENCIA INSTITUCIONAL. La palabra dictadura tiene ahora un
significado distinto. Pero la idea que ella expresaba entre los
romanos conserva plena vigencia en nuestros días. Para actualizarla,
sin suscitar equívocos, podríamos llamarla la idea de la emergencia.
Hay ciertos hechos catastróficos que causan un estado de emergencia
y obligan a alterar las instituciones para preservar el interés
comunitario. Estos hechos pueden provenir de la naturaleza, de la
economía o de la política, y cuando afectan las bases mismas del
sistema, creando una situación de máximo peligro colectivo, se dice
que provocan un estado de emergencia institucional. Y no hay duda de
que el típico hecho de política interna capaz de originar un estado
de emergencia institucional, es la anarquía. Es decir, ese
peligrosísimo estado que en la Argentina recibe el nombre de "vacío
de poder".
LA RESISTENCIA A LA ANARQUIA. Para nosotros el problema estuvo
oscurecido durante largo tiempo, porque la doctrina liberal, que a
casi todos nos inculcaron desde primer grado, nos ocultó una verdad
elemental. Así como hay un derecho a la libertad, hay también un
derecho individual y comunitario a la existencia de autoridad,
concebida como agente del bien común. Consiguientemente, así como
hay un derecho de resistencia a la opresión que niega la libertad,
de igual forma hay un derecho de resistencia a la anarquía que niega
la autoridad. Es el derecho que todos tenemos a no sumergirnos en el
caos y la disolución social.
HACIA UNA DEMOCRACIA FACTIBLE. Este fue, en suma, el derecho que, a
nombre del país entero, ejercieron las Fuerzas Armadas, en junio de
1966. La pregunta clave es ésta: ¿Con qué objeto se ejerció el
derecho de resistencia a la anarquía? ¿Acaso para la tiranía? ¿O, al
que solía investírsele con una tal vez, para el establecimiento de
formas perdurables de esencia monárquica? ¿O lo que se tuvo en vista
fue un régimen apto para sacarnos de la emergencia institucional y
devolvernos, después, a la normatividad que nos es propia? No es
cuestión de que nos pongamos a adivinar. La respuesta concisa y
veraz está en el Anexo 3º del Acta Revolucionaria, donde se dice que
el objetivo es consolidar los valores espirituales y morales,
eliminar las causas del estancamiento económico, etc, "como medios
para restablecer una auténtica democracia representativa".
La finalidad, pues, no ha sido la destrucción, sino la seguridad de
la democracia en sentido aristotélico, el adormecimiento de las
leyes en sentido roussoniano, la república consular en sentido
degaullista, la dictadura comisaria en el sentido del derecho romano
de la República. La Revolución Argentina, en suma, ha recibido la
enseñanza histórica y el sutil y profundo pensamiento político que
enseñan cuál es el camino por el que se sale de una democracia
impedida en dirección a una democracia factible.
JULIO OYHANARTE
ACERCA DE ONGANÍA
Escribe Bernardo Neustadt
No tocamos este tema "de casualidad". En el mes que se inicia
(junio) el gobierno además de medidas, ADOPTARA DEFINICIONES. De
conducta y de ideología. Hasta ahora, el presidente Onganía, sin él
quererlo, creó su propia imagen.
"LA NACION", en un agudo e intencionado comentario político (25 de
mayo) dice que "Onganía ha confiado más en el tiempo que en sus
propias palabras, la misión de transmitir una definición cabal de su
fisonomía política" y deja traslucir que ha habido una consigna
—acatada fielmente por todos —"de no entrometerse con el Jefe de
Estado" y por eso no se sabe nada sobre "el temperamento, la
sensibilidad y la piel política del presidente de la República". A
renglón seguido, el influyente matutino, pide ya mismo calendario
electoral de acuerdo con la mejor tradición liberal. El mismo
comentarista toma juicios que aseguran haber escuchado: "Onganía es
un predestinado ; "Demócrata cristiano de derecha"; "algo paralelo a
Franco"; "parecido físico con Aramburu, por el peinado impecable, el
corte de los trajes, la sobriedad, en fin, siempre sombrero...",
pero esto más que una definición política parece una relación
dictada por audaces cronistas sociales.
De cualquier modo, las dudas serán disipadas pronto, y el encargado
de construir LA IMAGEN, será Federico Frischknecht (36 años, 2
hijos, hasta ahora Decano de la Facultad de Ciencias Económicas,
donde entró a ordenar con una rigidez que fue conceptuada de
"excesiva"). "Fris" —como habrá que denominarlo en adelante por la
dificultad extrema que da modular su apellido, es el NUEVO
SECRETARIO DE DIFUSION Y TURISMO, un organismo desde el cual se
puede hacer TODO DE BUENO ... PERO TAMBIEN TODO DE MALO. Es como la
lengua; sirve para decir madre, amor, paz, y para decir también,
odio, guerra...
Lo importante es que sepa vender la imagen del país, y como
consecuencia la del Gobierno. Y no que por vender la imagen del
gobierno, se olvide de la del país.
En todos los países que se precien de demócratas y modernos, esta
estructura es completamente necesaria. No se puede desproteger a un
país de imagen. Así que quienes ya mismo ponen el grito en el cielo,
temiendo por la libertad de prensa, o por un intento de dirigismo
intelectual, debieran preocuparse más por los hombres y su acción
que por el organismo.
Argentina vende derrota en el alma. Exporta sus quejas, sus
protestas. A un chico no se lo forma o educa retándolo. Sino dándole
lecciones. La Secretaría puede y debe servir para ello. Desde ahí se
proyectará además, no cabe duda, la real imagen de Onganía. Tampoco
ello debe asustar. Cuando llegó Eisenhower a la Argentina, su jefe
de prensa Charles C. Ayerti recorría los diarios y pedía que en la
primera plana publicaran una foto del presidente de EE.UU, sentado
con un nietito en sus rodillas para dar la "imagen del gran abuelo".
Y se hizo. Y nadie se aterró al obedecer ni se cursó telegrama
colacionado a la SIP, clamando atropello que entrañaba la
sugerencia.
El aparato de Propaganda, no es de por sí un episodio
antidemocrático. Si Fris es inteligente, y dicen que lo es, y
aseguran que es además un inmenso organizador, no lo deformará.
Onganía tendrá pues su imagen.
Y junto con el ingreso de Fris, se produce el alejamiento de Blas
González (seguramente será designado embajador ante la Unesco, en
París). El renunciante secretario de Prensa, cumplió difícil rol. A
su conjuro aplacó enfrentamientos, moderó temperamentos, impidió
excesos iniciales. Claro, no pudo construir imágenes, porque ni
Onganía ni la Revolución, querían y tenían en claro sus idearios.
Posiblemente le faltó agresividad. Pero no era "el tiempo". Los
cielos estaban cargados de relámpagos y agregar uno más, hubiera
servido a la tormenta, nunca al arco iris.
Ir Arriba
|
|
|