El PC ahora es legal en Argentina Volver al índice
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El fundador del Partido Comunista cuenta en este reportaje algunos episodios de su vida militante, explica su posición frente al peronismo, evoca períodos históricos y responde a las duras críticas que pesan sobre la línea seguida por el PC en Argentina.

Rodolfo Ghioldi, segundo hijo del matrimonio de Manuel Ghioldi con Luisa Luoni —el primero es Alfredo, pedagogo, y el tercero Américo, profesor— es uno de los fundadores del Partido Comunista, creado en la Argentina en 1918 tras una segregación en el Partido Socialista. La lucha interna se había desatado con la aparición del periódico "Palabra Socialista", editado por el Centro Carlos Marx, e hizo crisis en abril de 1917 durante el congreso partidario efectuado en el Teatro Verdi, de la Boca. "Los delegados marxistas —recuerda el protagonista— ganamos holgadamente las votaciones, pero como se trataba de un congreso extraordinario no hubo renovación de autoridades y las resoluciones no fueron cumplidas por el comité ejecutivo. Formamos entonces un Comité de Defensa de las Resoluciones, y terminamos expulsados; al año siguiente fundamos el nuevo partido" (un episodio fundamental había estimulado la creación del PC: el triunfo de la Revolución Bolchevique, en octubre de 1917).
Hoy, a los 76 años de edad y ya sin la ayuda estratégica de Vittorio Codovilla —su camarada de medio siglo de militancia—, Rodolfo Ghioldi libra una lucha distinta, aunque no menos difícil: resistir el avance de un enfisema, esa enfermedad pulmonar tan crónica como su ideología pero que no le impedirá asistir el 26 de este mes (en La Habana) a la recordación del vigésimo aniversario del Asalto al Moncada.
Sobre la obtención de la legalidad del PC, algunos episodios de su vida militante, las críticas a la conducción partidaria, la actitud frente al peronismo y su evocación de pasajes históricos de la política argentina, Rodolfo Ghioldi dialogó durante un par de horas con Redacción. Lo que se reproduce a continuación es el texto fiel de todas sus respuestas.
—¿Cómo y cuándo recobraron, en la práctica, la legalidad?
—La verdad es que el 25 de mayo ya habíamos ocupado todos nuestros locales. La legalidad se recobró al ser derogada la Ley 17.401, incluida en el paquete de leyes represivas que se derogaron con la amnistía general. Ahora estamos poniendo en orden nuestro local central de Entre Ríos 1039, para poder realizar, en un par de meses, nuestro próximo congreso partidario. Entre los destrozos que hizo allí dentro la policía quedó arruinado un mural de Castagnino, ya imposible de restaurar. Lo picaron todo, con una prolijidad que aterra. En el local también encontramos un montón de bancos de escuela, porque parece que allí funcionaba una academia; pero si no se los llevan pronto los mandaremos al depósito municipal. Tenemos que dejar todo bien preparado para el congreso, en el que no habrá novedades teóricas pero sí un ajuste de la orientación política. Han ocurrido cosas importantes en el país. Entre ellas la reanudación de relaciones con Cuba.
—Usted recordará que en 1946 una de las primeras medidas de Perón fue establecer vínculos amistosos con la Unión Soviética. Sin embargo, curiosamente, no hubo buenas relaciones con el PC argentino...
—Sí, es cierto. El diputado Visca nos clausuró los periódicos; fueron baleados nuestros militantes; asaltados nuestros locales. Sin eufemismos, no la pasamos muy bien.
—Usted mismo fue baleado en un acto político que se realizaba en Paraná.
—Efectivamente. Nuestras relaciones con los dirigentes peronistas no eran buenas, pero sí con los obreros peronistas. Y ahora el peronismo debe entender que la clase obrera argentina no es la misma del 46.
—No hace mucho usted hizo en el exterior una dura crítica al peronismo, de la que aquí conocimos sólo algunos fragmentos.
—Fue una exposición que hice en la Academia de Ciencias de Moscú sobre "Interpretación política del peronismo". Era necesaria porque si el fenómeno peronista cuesta entenderlo en el país, qué no costará en el exterior, En Francia, por ejemplo, no entienden nada, porque es un movimiento cargado de contradicciones, donde habitan la derecha, la izquierda, el centro derecha, de todo un poco. En América —valga esta comparación— es muy diferente al movimiento que llevó a Getulio Vargas al poder y que contó con un apoyo muy grande de la pequeña burguesía.
—¿Es cierto que usted estuvo preso por participar en una sublevación con Luis Carlos Prestes, para derrocar a Vargas?
—Es cierto, estuve encerrado cinco años en la cárcel de la isla Fernando de Noronha, junto a presos comunes del norte de Brasil. Fue en 1935, tras el fracaso de un intento revolucionario. Yo era el único argentino e hice mi propia defensa ante un tribunal compuesto por los más altos generales y almirantes brasileños, porque como revolucionario no acepté otro defensor. A cada uno de nosotros nos dieron apenas 15 minutos para defendernos y yo dije todo lo que pude. Pero Prestes, que tiene una autoridad extraordinaria en Brasil, en vez del cuarto de hora reglamentario, se tomó 45 minutos.
—¿Por qué esa excepción?
—Para comprenderlo es necesario aclarar que Prestes, al mando de sus hombres, derrotó tres veces a las fuerzas regulares y bien armadas del ejército brasileño. Eso nunca se lo perdonaron. Estuvo casi un año y medio incomunicado, sin poder ver nada más que las sombras de su celda. El día del juicio, antes de llevarlo ante el tribunal lo palparon de armas; algo ridículo y que lo irritó. Furioso, abofeteó a uno de los guardianes pero recibió un terrible castigo. Cuando entró en la sala fue conmovedor ver su palidez y los hilos de sangre que bajaban de sus labios. Después parecía un profeta apostrofando a sus enemigos. Señaló con el dado a "los torturadores", a "los miserables", a "los gusanos", que integraban el tribunal, nada menos que los más altos jefes del Ejército y de la Armada brasileña. Era cosa de risa y también dramática porque todo ellos se aguantaron en silencio el chubasco. Pero nos condenaron. Viví cinco años en esa cárcel y cuando me soltaron regresé a Buenos Aires para reunirme con mi mujer, pero el Gobierno neutralista, aunque pro nazi, de Castillo me confinó en la provincia de Córdoba.
—¿Cuánto tiempo actuó con legalidad el PC en la Argentina?
—Muy poco tiempo. La tuvimos hasta poco antes de morir al Presidente Ortiz y volvimos a perderla. La recuperamos cuando se abrió el proceso electoral de 1945 y usamos de ella para presentar candidatos el 24 de febrero de 1946.
—A ustedes se les enrostra haber participado de la Unión Democrática. Fue precisamente en esa fecha.
—Sí, es cierto. Muchas veces se nos recuerda eso. Pero hay que advertir que en la Unión Democrática no estaban los conservadores. Fue un nucleamiento de partidos
formado por el radicalismo, el socialismo, los demócratas progresistas y el Partido Comunista. La UD tenía un buen programa de Gobierno, y aunque no fuera muy avanzado se postulaba la reforma agraria, las nacionalizaciones, la ruptura con el Gobierno fascista de Franco, el reconocimiento de la Unión Soviética, entre otras cosas. En el fondo era un programa progresista.
—¿Y entonces por qué perdió las elecciones?
—No perdió por mucho. Apenas una diferencia del 8 por ciento, más o menos. Muy poca gente sabe que el problema fue la candidatura propuesta por el radicalismo, partido que, evidentemente, tenía más fuerza dentro de la UD. Pero nadie ignora que fue una fórmula sin consenso popular. Yo participé de la campaña electoral y recuerdo que la elección no fue tan mala como dicen algunos. Claro, el que pierde —aunque sea por escaso margen— siempre tiene que soportar las consecuencias. A mucha gente habría que recomendarle revisar las cifras de aquella época.
—Durante esa campaña usted exaltó la figura de un dirigente conservador, Antonio Santamarina.
—Con respecto a ese detalle, que recuerdo muy bien, el episodio ocurrió cuando nosotros hicimos un acto en el Luna Park al que fueron invitados los dirigentes de todos los partidos políticos. En mi discurso mencioné a Antonio Santamarina, pero no en su calidad de dirigente conservador —y esto que quede bien claro—, sino como persona, porque este hombre había tenido un gesto digno de ser destacado. También pocos se acuerdan que en 1944, después de frustrarse un movimiento subversivo, Santamarina fue detenido en La Plata junto con un grupo de estudiantes. Estos muchachos comenzaron a ser torturados por la policía y Santamarina intervino con todo el peso que le otorgaba su personalidad y las torturas cesaron. Nosotros hemos reconocido esa actitud humana y ojalá que siempre que un hombre sea torturado haya otro hombre que trate de salvarlo y que lo consiga como él lo consiguió. Los comunistas siempre hemos sido muy sensibles a este problema, porque hemos tenido a nuestra gente perseguida, encarcelada y torturada. Le cito dos ejemplos: Ingalinella y Aguirre, entre otros. Claro que esto hay que haberlo vivido para saber de qué se trata. Es evidente que cuando hay movimientos en defensa de los presos, la situación de estos siempre mejora dentro de la cárcel. Así pasó en el penal de Fernando de Noronha, cuando nosotros teníamos apenas 10 minutos de sol por día; después de las protestas nos agregaban apenas 10 minutos más. Por lo menos era algo.
—¿Cree que hay algún saldo positivo en la larga actuación del PC en la Argentina?
—Las posibilidades antiimperialistas de ahora se deben en parte a nuestra acción de muchos años en ese sentido. El congreso del PC efectuado en el 46, poco después que Perón fuera Presidente, asumió posiciones entonces censuradas por nuestros aliados de la UD. Dijeron que nos habíamos peronizado. Nosotros en cambio entendíamos que se trataba de un nuevo Gobierno con apoyo popular. Eso había que entenderlo muy bien. Por eso hicimos siempre la distinción entre las bases y la cúspide del peronismo, que son dos cosas distintas. Se intentó muchas veces desatar una guerra entre los obreros peronistas y el PC, pero nadie pudo conseguirla. Nosotros dijimos en aquel congreso partidario que apoyaríamos lo bueno y criticaríamos lo malo del Gobierno peronista. Y eso fue lo que hicimos.
—A ustedes se les critica la conducción verticalista del partido, la falta de debate en las bases militantes. Ustedes carecen de un líder verticalista, como tiene el peronismo, pero esa verticalidad la practican en conjunto los dirigentes desde el Comité Central, ¿no es cierto?
—Quienes dicen eso no conocen la vida del partido. Nosotros nos guiamos por el llamado "centralismo democrático", que es una idea de Lenin. Eso significa que todas las instancias partidarias reconocen a la instancia inmediata superior. Ninguna resolución fundamental sobre la línea del partido deja de discutirse en todas las agrupaciones internas, porque tenemos una organización celular. Hay células hasta en la fábricas donde se discute todo lo referente al partido, además de los problemas propios del lugar de trabajo. El próximo congreso partidario, por ejemplo, se está organizando sobre la base de un proyecto de tesis. Se trata de un extenso documento sobre el problema argentino y la situación mundial. Distribuimos 86 mil ejemplares de documento y en todas las células ahora se está discutiendo. Después se harán las conferencias barriales (que son pequeños congresitos), y de allí saldrán los delegados a la conferencia de distrito (una en cada provincia y en la Capital Federal). Estas conferencias a su vez designan a los delegados al congreso nacional. Este congreso de ahora lo íbamos a realizar en la clandestinidad, con 150 delegados, pero como hemos sido legalizados cuadruplicaremos esa cifra y habrá unos 600 delegados. El acto de clausura será en el Luna Park y servirá para transmitir la línea política del congreso (es decir del partido mismo) a la opinión pública.
—¿Qué acción desarrolló el PC durante los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear?
—Bueno, ante la victoria popular del radicalismo, en 1916, nosotros reconocimos que se daba un salto democrático y nos reservamos el apoyo crítico. Después vino Alvear, al que le tocaron los años de las vacas gordas y por eso no tuvo problemas sociales. Durante el Gobierno de Yrigoyen hubo problemas muy graves, como la Semana Trágica, por ejemplo, o los fusilamientos de la Patagonia. Los diputados socialistas (Mario Bravo sobre todo) plantearon todo eso en el Parlamento y los diputados radicales los maltrataron continuamente. Recuerdo que una vez que se denunciaron los atropellos policiales en la Cámara, un diputado radical propuso un voto de aplauso a la policía.
—¿Pero cuál fue la posición política del PC en esos años? —La definimos claramente en el congreso de 1928, cuando fijamos con precisión nuestra actitud frente al problema de la revolución en la Argentina. Fue una expresa definición antioligárquica y antiimperialista.
—¿En qué época tuvo alguna gravitación el PC?
—Al producirse el golpe militar de 1943 el partido tenía una enorme influencia en el movimiento obrero. Esto lo reconoce Perón mismo en su libro "Conducción Política". Tanto era nuestro prestigio acumulado en esos años que Lisandro de la Torre (al asumir nuestra defensa contra la famosa Ley de Represión al Comunismo, presentada por Matías Sánchez Sorondo), dijo en el Senado que para él era un gran honor compartir un frente político con el Partido Comunista, el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical.
—Esos tres partidos y el Demócrata Progresista, de De la Torre, formaron luego la Unión Democrática. ¿Quiere decir que De la Torre fue una especie de germen de ese frente?
—Exacto. Fíjense ustedes que De la Torre se fue radicalizando cada vez más y hacia el final de su vida se encontraba espiritualmente más joven que en su juventud. En él influyó tremendamente la República Española y a partir de allí vio con toda claridad el problema soviético.
—Los nacionalistas los acusan a ustedes de haber centralizado los ataques contra el imperialismo norteamericano para no agredir al imperialismo inglés, que era el que nos dominaba económicamente.
—Sí, los nacionalistas dicen eso, pero no dicen cuál fue nuestra actitud frente al Pacto Roca-Runciman. Tenemos abundante literatura publicada en aquella época para probar que nuestra posición fue también antibritánica. Pero no hay que olvidar que al término de la guerra, el que crece es el imperialismo norteamericano, no el inglés. Lenin había dicho en 1920 que el lema "Proletarios de todos los países, unios" debía ampliarse con esta frase: "y de todos los pueblos oprimidos". Se trata de un interesantísimo agregado teórico-político que vincula al movimiento de liberación nacional con el movimiento revolucionario del proletariado, en los países capitalistas avanzados y en los países socialistas. Concretamente: hoy Cuba se sostiene no sólo porque su pueblo defiende la revolución con su propia vida, sino también gracias al apoyo del socialismo mundial.
—¿Por qué no aceptan ustedes la presencia del Tercer Mundo?
—Porque esa es una expresión impropia.
—¿Qué tiene de impropio?
—Muy sencillo: el enfrentamiento contemporáneo en escala mundial es, por un lado, el sistema socialista más el proletariado de los países capitalistas más los pueblos liberados del colonialismo, enfrentados todos con el imperialismo. La expresión Tercer Mundo sugiere que hay una cosa intermedia. Y toma a ese supuesto Tercer Mundo abstractamente. Es importante en la historia de la Humanidad que un pueblo sometido se libere del colonialismo. Pero en ese país políticamente liberado subsisten clases burguesas, terratenientes, y se ejerce también la penetración económica del imperialismo a través del neocolonialismo. En la Argentina la independencia política se obtuvo en 1810, pero todavía seguimos luchando por la independencia económica.
—¿Cómo entiende usted, entonces, la llamada Tercera Posición del Peronismo?
—No hay tal Tercera Posición, porque eso no es posible. Fíjense ustedes que Perón siempre habló de la existencia de dos imperialismos, pero en su libro "Conducción Política", cuya lectura recomiendo, dijo claramente que, en eso de definición ineludible, la Argentina no podía estar con la Unión Soviética sino con los Estados Unidos.
—Pero ahora el peronismo acaba de reanudar relaciones con Cuba.
—Es cierto. Este Gobierno tomó medidas de orden internacional muy importantes, aunque lo de Cuba estaba ya maduro. El mensaje presidencial contiene objetivos plausibles, pero las contradicciones con sus medidas son tremendas. El Pacto Social es un ejemplo. Se congelan las paritarias y se otorga un aumento ridículo de salarios, cuando el propio Ministro de Trabajo dijo que el sueldo mínimo debía ser de 250 mil pesos viejos. Y en lugar de actualizar los sueldos se aumentan las tarifas de servicios públicos...
—¿Por qué ustedes en lugar de actuar como un partido político se comportan siempre como una asociación de amigos de la Unión Soviética?
—Durante muchos años el Partido Socialista celebraba el aniversario de la Comuna de París y la Revolución Rusa de 1905. Y era justo, porque la Comuna fue la primera tentativa de poder proletario; pero no por eso el PS era un partido extraño en la Argentina. Juan B. Justo, Enrique Del Valle Iberlucea, Mario Bravo y tantos otros, se inspiraban en las luchas sociales de todo el mundo. En un museo de la Unión Soviética hay por ejemplo una carta de Alfredo Palacios a León Tolstoy. Yo le pregunté una vez por esa carta a Palacios y me dijo que en aquellos años la juventud y los intelectuales sentían una gran influencia de los revolucionarios rusos. Me contó por ejemplo que Del Valle Iberlucea escribía con frecuencia a la URSS. Pero además de todo eso, la Comuna de París y la Revolución de 1905 fueron derrotadas, en cambio la Revolución de Octubre del 17 triunfó, y ésa es una revolución verdadera que cambió una vieja formación económico-social por otra de tipo socialista. Este es un hecho histórico grandioso, porque el capitalismo perdió la hegemonía omnímoda en el mundo y comenzó la agonía de la sociedad capitalista. Por eso nosotros no podemos menospreciar el papel de la Revolución Rusa, del mismo modo en que los patriotas de 1910 no podían ignorar el peso político de la Revolución Francesa. ¿Y acaso puede decirse que Moreno, Belgrano o Monteagudo eran antiargentinos por haberse inspirado en el pensamiento más avanzado de su época? Además, el papel internacional de la URSS y de los países socialistas está a la vista. Creo que no es poca cosa haber evitado la Tercera Guerra Mundial o haber logrado que los soldados soviéticos colocaran la bandera roja sobre el Reichstag. Si no hubiera sido por la victoria sobre el nazismo nosotros no estaríamos ahora conversando amablemente, pues los nazis habrían dominado Europa y América. Pero además de nuestra posición de defensa sistemática de la URSS, no hay otro partido más argentino que el PC. Nuestro programa observa la realidad argentina con ojos marxistas.
—¿Y por qué entonces ustedes no tienen un caudal más grande de simpatizantes, a pesar del largo tiempo transcurrido?
—Porque hemos pasado la mayor parte del tiempo en la ilegalidad. Eso nos obligó a cobijarnos en otras listas electorales; nos dejó sin radios, sin periódicos, sin ningún tipo de publicidad masiva. Además la Ley Sáenz Peña saneó la política en los grandes centros urbanos, pero el sistema de lista incompleta siempre fue antidemocrático. Lo único democrático es la representación proporcional, que hasta Mussolini la liquidó para implantar una ley parecida a la de Sáenz Peña. De paso les recuerdo que el mismo Sáenz Peña dijo en una campaña electoral que "el socialismo no es procedente en la Argentina". Lo mismo que dijo el charlista Enrique Ferri cuando vino a la Argentina: "En este país el socialismo no tiene razón de ser". Le contestó Juan B. Justo en una brillante conferencia pronunciada en el Teatro Victoria. Pero volviendo a la falta de parlamentarios socialistas, hay que advertir que hasta 1930 la disputa en la capital federal era entre radicales y socialistas. Por otra parte, la clase obrera, hasta las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, se nutría de inmigrantes europeos. Los dirigentes gremiales eran italianos y españoles en su mayor parte. Después llegaron a la industria los hombres del campo, cuando la Argentina tenía plena ocupación y vendía todos sus productos debido a la guerra. Esos obreros nuevos hicieron su aprendizaje político de la mano de Perón, y todavía se notan las consecuencias. Por eso nosotros lo único que pedimos ahora es que nos dejen actuar libremente. Por unos añitos, nada más...
Revista Redacción
julio de 1973

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Rodolfo Ghioldi
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