Revista Primera
Plana
15.01.1963 |
Un muchachón entra en la whiskería con "un" Gide bajo el
brazo: "Los monederos falsos". Después consume, no lee y
mira fijamente sin ver nada. Es el hijo de un hacendado;
tiene algún dinero y mucho aburrimiento encima.
Alguien dijo que es un caso-tipo de la "moral de
vacaciones".
• Cien metros más abajo, por San Martín, otro muchacho
camina ansiosamente hacia el mar. Del brazo no lleva a Gide
sino a la Bruja de Salem, una bruja de carne y hueso.
Visto desde un par de metros, que es la distancia
prudencial, parece una garrafa de gas. Da la impresión de
poder estallar en cualquier momento.
• Uno más: está sentado sobre el guardafango de un auto que
seguramente han lavado un par de horas antes. En los
bolsillos de su pantalón bien arrugado no debe haber más de
un par de pesos. Charla con un "lustrabotas" y mira a todo
el mundo, sobre todo si son hombres.
• El cuarto es un "tacuara" clásico. Está rodeado de otros
que también lo son. Parece reservado, violento y reprimido.
De vez en cuando mira con ojos apagados a los perros de la
policía, una parte del decorado de la calle San Martín.
Son cuatro "tipos", cuatro tonos de un mismo color:
iracundia 1963 en Mar del Plata.
Después de la batalla
Fechorías, batalla campal con policías, violaciones —algo
más que fechorías—, lectura sin buena digestión, política
con anarquía, "tipos" que estorban y "tipos" exóticos a los
que hay que mirar como si salieran de detrás de la vitrina.
Pero la iracundia es algo más: es insatisfacción,
insatisfacción total, es energía no encauzada, es no poder
ir a las confiterías después de las 21 y otras muchas cosas.
PRIMERA PLANA ha hecho una investigación en Mar del Plata
para descubrir que los iracundos de y en Mar del Plata no
están uniformados. Algunos se vuelven ciegos de tanto pelo
que usan sobre la frente, otros se peinan a la gomina y para
atrás. Usan "sweaters" y sacos blancos, y los pantalones son
como los de cualquiera, aunque el "tiro" siempre está más
corto. No se distinguen con camperas negras, como en
Francia, ni tienen el cabello mezclado enloquecidamente como
los "teddy boys" de Londres. También hay que admitir que las
fechorías son menores.
En Nochebuena combatieron contra el carro Neptuno y con
algunos de los policías de todos los pueblos de la provincia
que llegan a Mar del Plata con cada verano. Esa fue la
"respuesta" a la prohibición de bailar, ir a las confiterías
y otros lugares públicos después de las 21. Desde entonces,
las cosas parecen tranquilas, pero sería un error no ver en
la iracundia marplatense una bomba de tiempo.
Por ahora, algunos iracundos se limitan a acariciar la
cabeza o pedirles la pata a Boris, Faruk, Conde, Allan y los
otros 20 perros ovejeros policiales traídos para enfrentar
la situación.
El "Loco Joe"
En Sao, cafetería de San Martín al 2400, se concentra la
mayoría de los muchachos de 15 a 23 años que forman el
núcleo básico de la iracundia marplatense.
Hacia el anochecer, sin citación formal, se agrupan allí los
"fuertes" del sector: son los miembros de la Barra del Loco
Joe, o la Scala de Joe, como la llaman algunos adeptos con
mayor respeto por el jefe. Es Joe Nardiello, un rubio
desgarbado de 23 años y algo cargado de hombros. Nardiello
no tuvo inconveniente en asistir a una asamblea de iracundos
promovida por PRIMERA PLANA en un bar de playa Bristol,
lejos de los perros.
Joe se explaya: él y la mayor parte de la barra son de Mar
del Plata. Su padre es dueño de una empresa de
construcciones y ha sido presidente de entidades deportivas.
Joe estudió contabilidad y gana hasta 10.000 y 12.000 pesos
mensuales en varios trabajos. No está obligado a entregar
dinero a su casa, un hogar de clase media. "Me compro ropa y
el resto lo gasto en divertirme. A veces juego."
Fue campeón de twist en Mar del Plata y uno más de los que
participaron en el campeonato realizado en el Luna Park. Su
experiencia no alcanzó para evitar un accidente de trabajo:
bailando twist se lesionó un riñón. Estuvo seis meses en el
Ejército y no le gustó. No hizo política ni es católico,
pero tampoco le gustan "los políticos y los curas."
Piensa que leer "es muy peligroso en la Argentina", pero
después de leer los diarios está convencido de que aquí "se
necesita un Fidel por unos cuantos meses".
La barra de Joe se formó con chicas y muchachos de Mar del
Plata hace ya varios inviernos, pero en el verano las filas
crecen con unas docenas de la Capital. "Nos reunimos para
poder alquilar nuestros propios locales, lugares baratos
donde bailar.
En algunas oportunidades hemos reunido dinero para ayudar a
gente necesitada.''
Ahora dirige todo lo que se vincule al local Festival: "De
esta manera impedimos que los dueños de las confiterías nos
exploten". Joe encontró injusta la disposición de la
policía: "Mi novia tiene 17 años. Nada más ridículo que
impedirle bailar conmigo después de las 21. Hay mucho
asombro por nuestros escándalos pero, en realidad, no son
nada en comparación con los que hacían en el Congreso
Nacional ... y en otras partes".
En materia sexual se define como un partidario del amor
libre, aunque aclaró que adhiere a una costumbre muy
burguesa: "Respeto a mí novia las demás, que se cuiden".
Miss Bomba
La novia de Joe vive también en Mar del Plata con cinco
hermanos y sus padres. Escuela primaria, mecanografía y $
3.500 en una oficina a los 16 años. Duró poco: el patrón
quiso hacer realidad cierta imagen muy popularizada.
Se dice católica pero no practica. No entiende política, lee
Pato Donald pero nunca los diarios, exceptuando la tira de
Lindor Covas. "el mejor editorial de «La Razón»".
"En mi casa no hago nada, me levanto a las 11, escucho
radio..., música popular." Tres mil pesos mensuales para
gastos y un lujo nada despreciable ("puedo comprarme la ropa
que deseo") completan la radiografía de Martha, la novia de
Joe, una chica que no se cree iracunda y que encuentra una
almohada en la cama cuando llega tarde (la coloca su madre
para evitar el conflicto de horarios con su padre).
Carlos Z. tiene 17 años, es huérfano de padre y vive aquí
con su madre. No hay problemas económicos: "...una herencia
considerable". Cuando tenga 22 años será dueño de campos
verdes en la provincia de Buenos Aires.
Estudia bachillerato es un instituto particular (quedó libre
en el Colegio Nacional), trata de leer otros libros que los
textos y admite que no pudo comprender 'La rebelión de las
masas'. No recuerda que su autor es Ortega y Gasset. Le
preocupa la situación del país y es un "católico de
izquierda". Piensa que "la fuerza es necesaria para arreglar
las cosas", cree en Dios y los santos y de vez en cuando
reza. "No me sorprendería que ocurriera un milagro. Los
milagros son posibles.".
Su tiempo libre de verano lo dedica a su novia. Es Vicky,
llamada Bruja de Salem por la barra. Tiene 21 años y ningún
parecido con Simone Signoret. Como Carlos Z., Vicky no tiene
problemas económicos. Pero a ella no le interesa la política
y no recuerda haber leído libro alguno en los últimos años:
hojea revistas de historietas. Sus compañeros la eligieron
Miss Bomba Scala.
Algunos compañeros de Joe:
• Jack Palance, 20 años, teletipista; está en la barra
porque le da oportunidad de divertirse. Los 7.000 pesos que
gana cada mes los emplea para cubrir sus necesidades
personales: en su casa no le exigen más. ¿Política?: "Todo
va peor en el país..."
• Jorge Alberto Ercoreca tampoco tiene problemas familiares
(19 años). "Soy conservador y admiro a Nikita Kruschev",
pero ni sospecha que ésta puede no ser una paradoja apta
para chinos. Es barman, gana 4.000 y a veces más: "El sueldo
me dura dos días". Fue detenido en la batahola:
"Me pegaron un bastonazo en las costillas. Todavía me
duele". No se explica la prohibición. "¿Qué quieren que
hagamos?", pregunta.
• Fany; su padrastro la echó del hogar cuando tenía 15 años.
Ahora tiene 19, se siente feliz de haber conocido a Joe y
sus amigos. "Me costó mucho entrar". Trabaja en una fábrica
de productos alimenticios donde cobre 3.000 pesos mensuales,
aunque tiene posibilidad de ganar más si se producen más
sandwiches.
Los hombres-lobos
Carlos Alberto, 18 años, obrero pastelero en las confiterías
El Cañón, se fue a los 12 años de su casa, un día, muy
temprano, subió a un ómnibus en Buenos Aires para ir hasta
Tandil. Allí vivió con una tía sólo unos meses porque en
seguida lo encerraron en un colegio. Siguió la escuela
primaria hasta cuarto grado; desde entonces trabaja.
Cuando por la noche no sale con la barra, lee libros sobre
la Segunda Guerra Mundial. Admira a los alemanes y también a
Juan Manuel de Rozas y al Chacho Peñaloza. "Ahora soy-nazi y
estoy convencido de que en la Argentina nada se arreglará
sin aplicar el rigor."
Parecidas ideas tiene Rubén, 18 años, empleado. Ha leído
varias veces "Mi lucha" de Adolfo Hitler, y de igual manera
que Carlos Alberto quedó muy impresionado por las
conversaciones mantenidas con un muchacho alemán que viaja
muy seguido a Mar del Plata.
También Alberto Flecha, de la misma edad, obrero gráfico sin
trabajo, cree que el nazismo es la solución, "Claro está que
será muy difícil aplicar el nazismo en la Argentina." Flecha
es ayudado por sus padres.
Estos tres muchachos y otros cinco no pertenecientes al
grupo de Joe acaban de formar un comando al que denominan
nazi argentino. Durante la temporada se proponen realizar
actividades antisemitas. Hasta ahora, han hecho imprimir
algunas tarjetas con el nombre del comando (hombres-lobos) y
la cruz svástica.
16 años y cinismo
Algunos iracundos pertenecientes a la clase alta de Buenos
Aires, pasarán dos o tres meses en Mar del Plata. Un grupo
de ellos circula velozmente en un coche último modelo. De
tanto en tanto bajan a tomar unas copas.
Darío entró a la whiskería con un libro de André Gide bajo
el brazo.
"Ya lo leí, pero quería comentar con mis amigos ciertos
párrafos." Se trata de Los monederos falsos y a Darío le
encanta por ejemplo, la siguiente reflexión de uno de los
personajes de Gide: "Estos muchachos se han lanzado a la
vida sin saber a lo que se exponen. La ignorancia de los
peligros constituye, indudablemente, su fuerza. Pero
nosotros los padres, que los conocemos, temblamos por ellos.
Nuestra solicitud les irrita y lo mejor es no dejársela
sentir demasiado. Sé que se muestra muy oportuna y
torpemente a veces. Mejor que repetir sin cesar al niño que
el fuego quema, consintamos en dejarle que se queme un
poco".
Darío dijo que por suerte, su padre —un poderoso hacendado—
le permite quemarse. "Pero no vaya a creer que me quemo todo
el año. Mi padre no se puede quejar, tengo 19 años y ya
estoy en segundo año de medicina. Sería idiota no conocer
las dos caras de la medalla ahora cuando somos jóvenes."
Uno de sus amigos, Federico, de 17 años, que participó en la
batalla de Navidad, extrajo un poema que había escrito esa
noche y trató de definir su estado de ánimo como a una
espera agresiva. Reveló que cada uno de ellos vive en el
chalet de su familia o en un hotel de lujo, pero que Darío
va a estar solo toda la temporada. Aunque prefieren no
hablar del tema sexual, creen que es bueno realizar todas
las experiencias posibles Una iracunda de 16 años recalcó
que la virginidad es una molestia desagradable y
antihigiénica.
Iracundos a dedo
Pero también están los muchachos que vienen a dedo desde
Buenos Aires con veinte pesos en el bolsillo. A veces, la
barra de Joe les da hospitalidad. pero otras deben vivir
cada día una aventura distinta. A veces roban. Durante la
temporada, muchos automóviles son robados por estos
iracundos. En algunos casos, tan sólo para ir a dar una
vuelta; en otros, roban radios y otros accesorios, que
venden a reducidores locales.
Ernesto Sívori, 19 años, e! domingo pasado estaba esperando
que pasara algo en la esquina de San Martín y Santa Fe. Ese
algo podía ser algún amigo imprevisto, o un brisco,
apelativo que se da en Mar del Plata a los homosexuales
pasivos. Durante la asamblea de iracundos del sector de Joe,
varios de sus miembros habían admitido en presencia de sus
amigos o novias que un brisco suele dejar ganancias
satisfactorias. Nadie se asombra por eso.
El comisario Denis halló en la madrugada de Navidad a un
iracundo gravemente herido. Había ido a dormir a un edificio
en construcción y se había caído borracho desde el quinto
piso. Radicado en Buenos Aires, estuvo en Mar del Plata
pasando unos días en casa de su hermana casada, a quien le
dijo que regresaba para pasar la Navidad en la Capital. Pero
como no quería un verano corto, se quedó.
El psicólogo alemán Eduardo Spranger cree que estas
explosiones de los adolescentes casi nunca están dirigidas
contra el orden jurídico, ya que en ellas no se toma en
cuenta la ley. "Si estas explosiones se produjeran en un
círculo más estrecho, en la casa paterna, por ejemplo, los
padres perdonarían y olvidarían probablemente." Spranger
agrega que como estas explosiones de los adolescentes chocan
contra el orden pacífico de la sociedad, ellos reaccionan
como ante un orden de guerra y así surgen complicaciones
sociales y jurídicas y también la represión.
Para los psicólogos, quizá lo característico de estos
jóvenes sería su carencia absoluta de proyección al futuro.
Pero este verano, nadie había leído a Spranger en Mar del
Plata, y las perspectivas recogidas no son nada halagüeñas:
las tendencias de la juventud iracunda se van a agudizar
durante el Festival de Cine, y es probable que se extiendan
a otras ciudades balnearias de la costa atlántica. La
Policía de la provincia de Buenos Aires responderá con la
represión y los perros amaestrados, pero es evidente que el
problema subsistirá y que, en definitiva, una solución
global no podrá dejar de envolver también a maestros,
sociólogos y médicos.
Ir Arriba
|
|
|