En Estados Unidos, las tres cadenas de televisión dedican al
periodismo un 20 % de su programación; el porcentaje se
elevaría rápidamente si se le agregan las audiciones de las
emisoras locales. El "Telejournal" de la única cadena
francesa, dispone de un centenar de reporteros y cameramen.
En Inglaterra, Italia, Japón, el periodismo televisado
también es encarado con parecida trascendencia. Alguna
vez, en América latina suele concedérsele importancia. En la
Argentina, la realidad difiere. A pesar de que en épocas
normales, sobre unas 130 horas semanales de trasmisión, 30
se utilizan para el periodismo, este renglón es uno de los
más descuidados y postergados de toda la industria.
Semanas atrás, un sigiloso comunicado emitido por el Canal 9
tocaba inesperadamente este problema. El breve documento
sólo circuló entre diarios y revistas, dejando caer con su
último párrafo una acusación: "A nuestro entender, Buenos
Aires, con su potencial televisivo, debe ser centro y meta
de grandes programas periodísticos. Es necesario pensar cómo
llevarlos a cabo. El periodista, y sólo él, debe buscar la
solución."
Un poco de historia Casi desde los
comienzos de la televisión argentina (octubre de 1951) los
ciclos de periodismo fueron desplazados a los horarios de
cierre de trasmisión. Se partía de una teoría aún hoy en
uso: interesan a personas mayores y las personas mayores se
quedan solas frente al televisor después de las 23. Esto
construyó tres vallas insalvables: • El periodismo no
tiene lugar en los horarios centrales (20 a 22). • No se
le dedican presupuestos adecuados (son audiciones de costos
ínfimos). • No se le destinan realizadores, decoradores y
equipos valiosos. Las autoridades de la televisión
insisten, sin embargo, en lanzar ciclos periodísticos;
argumentan que son necesarios pero no explican con claridad
por qué. Alguno de esos ejecutivos ha llegado a confesar que
con ellos la programación recibe "un aporte de cultura". La
mayoría no se esfuerza en hurgar hasta obtener mejores
emisiones, como se hace con otros rubros del show business.
Los productores tampoco se esmeran. Uno de ellos ha dicho:
"Cuesta interesar a los patrones en estos ciclos. Además, es
terrible conseguir patrocinantes." Este es el resultado
lógico de una evidencia: todavía no hay periodismo
televisado en el país (lo normal es copiar, mediante la
imagen, las fórmulas de la prensa impresa). Salvo casos
excepcionales, el sistema en vigencia es el de alejar toda
búsqueda, toda experiencia; no descubrir que el periodismo
—la actualidad, algo que la TV proporciona con un alcance
insuperable— también puede ser un espectáculo para competir.
Cuando en 1954 apareció por Canal 7 el Telenoticiero
congregó éxito y una profusa audiencia. Era regocijante
encontrar la vida espontánea, con sólo girar un botón. Sin
embargo, a 9 años de ese acontecimiento, los telenoticieros
no variaron sus recursos. Por el contrario, los han agotado:
tienen, ahora, muy poca audiencia. Cuando en 1951 se
televisó un partido de fútbol se logró un impacto
consistente. Desde entonces, cada vez menos, los camiones de
exteriores salen a trabajar, a poner al espectador en
contacto con la noticia. La improvisación sigue dominando
el rubro de los ciclos periodísticos: las entrevistas no se
llevan a fondo, los reporteros no abandonan su cómodo
lenguaje de cortesía y ampulosidad. Desde enero, dos nuevos
programas confirman la regla: Séptima edición (Canal 7.
viernes, 22.30 a 0.30) y Los libres del mundo responden
(Canal 13, miércoles, 23 a 24).
En el exterior Las
tres vallas antes marcadas desaparecen en los grandes
centros de producción del periodismo televisado. No hay
dificultades de horarios ("Mee the press", popular audición
de la NBC, sale de 18 a 18.30), ni de presupuestos (una
emisión de Faire face, de la TV francesa, puede insumir
10.000 dólares), ni de realizadores o periodistas.
Contrariamente a lo que puede suponerse, los sistemas
empleados en esos países son casi los mismos que los de
aquí. Entrevistas o debates en vivo, telenoticieros
filmados, comentaristas, trasmisiones desde exteriores, no
sólo de eventos históricos o deportivos. Queda fuera un
instrumento de amplios recursos: el documental. Estados
Unidos, Francia, Inglaterra y Japón tienen series
permanentes de documentales. Para el reciente "Comrade,
student", del ciclo "Close-up" (USA), sobre los escolares
rusos, viajaron a la Unión Soviética 5 cameramen y dos
periodistas. Hay, inclusive, especialistas: David Wolper
tiene 200 empleados en sus oficinas de Sunset Strip:
actualmente revisa 8 millones de metros de celuloide para el
documental en 2 partes: "The making of the president 1960".
Pierre Lazareff es uno de los directores de "Cinq colonnes á
la une", de la TV francesa. Los críticos se quejan de cierta
frialdad en estas audiciones; pero toda la actualidad
internacional es observada por el programa con películas o
reportajes en vivo. Un accidente de auto, un incendio,
llegan a ser reconstruidos para los televidentes. Estos
periodistas tienen, a menudo, problemas con la censura. La
de París suspendió la trasmisión de un capitulo de la serie
"Faire face", de Igor Barrére, dedicado al comunismo. Pero
no tocó otro dedicado a la prostitución que circuló por toda
Europa. En USA no sucede lo mismo: Fred Friendly, el
productor de "CBS Reports" ha dicho que hasta los avisadores
más renuentes patrocinan ahora los grandes informes sobre la
actualidad. Jack Paar, hace un año y medio, para filmar
la crisis de Berlín chocó con diplomáticos y militares de su
país. David Susskind conmovió a los norteamericanos con su
célebre entrevista a Nikita Kruschev en su emisión "Open end".
No hay que ir tan lejos, no obstante, para encontrar
ejemplos de esta forma de trabajo; en Buenos Aires se
proyectan dos series periodísticas, de carácter
histórico-documental: "Siglo XX" y "Poderío aéreo". Copioso
material filmado, selección rigurosa y textos precisos e
informativos. Puede ser que el comunicado del Canal 9,
endilgando la solución de este vacío a los periodistas,
tenga razón. Pero, ¿sólo los periodistas son los culpables?
12 de Febrero do 1963 PRIMERA PLANA
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-Un accidente de ruta -de dramática periodicidad en Francia
- es reconstruido en TV. Las cámaras miden la reacción de
los automovilistas |
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