Revista Confirmado
07.06.1979 |
En la reunión del Consejo Nacional Justicialista se
exigirá una serie de rectificaciones al titular del partido;
empero, es poco probable que el verticalismo imponga su
intransigencia.
La reunión del Consejo Nacional del Partido Justicialista,
programada para el 8 de junio, servirá para que las
fracciones peronistas, cuyas estrategias están contrapuestas
en la actualidad, "pongan sus cartas sobre la mesa". De este
modo se sabrá cual será la línea política que seguirá el
P.J. de ahora en más: si el planteo dialoguista propugnado
por el vicepresidente primero de la agrupación, Deolindo
Felipe Bittel, o la intransigencia propuesta por los "duros"
verticalistas, encabezados por el secretario general del
partido, Lázaro Rocca.
El resultado del cónclave será, en definitiva, el producto
de los procesos de reacomodamiento que vivió el peronismo en
los tres años precedentes. El llamado al Consejo surgió,
como se recordará, después de los cuestionamientos que
formulara Rocca, en diversas oportunidades (ver Confirmado
N° 491). Pero este encuentro no es más que el punto final de
innumerables negociaciones y alianzas entre los dirigentes
justicialistas, con la intención central de ganar espacio
político en el plano interno, y por carácter transitivo,
para reacomodarse respecto del proceso dirigido por las
Fuerzas Armadas.
Los verticalistas aguardan una inminente declaración de
estado de asamblea de los partidos políticos, razón por la
cual el peronismo —dicen— deben colocarse con capacidad de
negociación ante el gobierno, pero a partir de un esquema
"principista". Bittel y sus seguidores, en cambio, pretenden
basar su acción en dos aspectos: el primero es el de la
unidad interna, sin exclusiones de ningún tipo; en segundo
término promueven la recomposición de un polo civil "pluripartidario",
a partir del cual se comience a conversar con las
autoridades nacionales.
Los hombres ligados a Bittel aseguran que los verticalistas,
con esta convocatoria, intentaron dar una especie de golpe
interno, que catapultara a Rocca a la titularidad del P.J.,
y a Jorge Manuel Camus —hijo de Eloy— al puesto de
secretario general. En caso de ser cierto —los verticalistas
niegan querer promover un cambio de hombres— la intentona
hubiese fracasado si se tiene en cuenta que la actividad
política se encuentra congelada, y nadie reconocería a las
eventuales nuevas autoridades sin que éstas sean elegidas
por el Congreso partidario.
Las otras líneas
Si bien Bittel y Rocca representan dos pensamientos
definidos, para vislumbrar el futuro inmediato de la
estrategia del P.J. hay que analizar las posiciones de otros
dirigentes. En este sentido, según trascendió, hace
aproximadamente tres meses los bonaerenses Manuel Torres y
Herminio Iglesias acordaron un plan de acción junto al
ex-gobernador del Chaco, mediante el cual colaboran, en
forma permanente, para ganar aliados en la provincia de
Buenos Aires. Pero el primer Estado argentino cuenta además
de las líneas de Iglesias —Torres y la de Rocca, con otros
sectores cuyas intenciones aún no se vislumbran con
claridad. Se trata, por ejemplo, de los antiverticalistas
tutelados por el ex-gobernador Victorio Calabró— cuya
estrella sigue declinando—, y del fuerte núcleo liderado por
Manuel Anchorena y el metalúrgico Luis Guerrero.
Dentro de este panorama los ateneístas dirigidos por Ítalo
Argentino Luder y Ángel Federico Robledo, y otros grupos de
los que participan Raúl Floreal Matera y Jorge Daniel
Paladino coincidirían con Bittel, pese a que en su momento
le criticaron en forma ácida. ¿Cuál fue la causa de este
cambio de actitud? Es simple, los verticalistas los
consideran "colaboracionistas" y faltos de representatividad
y amenazan
descargar sus baterías contra ellos. Los ateneístas,
entonces, preferirían estrechar filas con Bittel para
aguantar el chubasco.
También hay que computar los pasos que dará el presidente
del Congreso peronista, Eloy Próspero Camus, quien en la
actual coyuntura habría decidido sostener a Rocca. Pero hay
que tener en cuenta que los planes políticos de Camus y
Rocca son distintos, aunque converjan en las actuales
circunstancias. El ex gobernador sanjuanino ganará, una vez
que se resuelva este conflicto interno, mayor espacio
político, como factor de equilibrio entre los "duros" y los
partidarios de Bittel.
Los últimos acontecimientos permiten afirmar que es muy
difícil que alguno de los sectores en pugna consigan una
supremacía aplastante dentro del Consejo, pese a que ambos
se atribuyen el control de la reunión por una diferencia
mínima. Lo que es posible asegurar es que Bittel recibirá un
"tirón de orejas" por dar diversos pasos sin consultar al
Consejo. Todos coinciden, en que de ahora en más el Consejo
pasará a tener una mayor cuota de poder dentro de la
estructura interna del P.J., aunque no controlará —como
pretenden ciertos verticalistas— la totalidad del aparato
partidario.
Uno de los dirigentes de la línea dura, Juan Labaké, propuso
a Bittel varios puntos que considera prioritarios para la
estrategia justicialista. Uno de ellos promueve la idea de
que el Consejo Nacional asuma la conducción del movimiento,
en forma plena, por considerarlo la única autoridad
ejecutiva existente.
En las antípodas milita Raúl Floreal Matera, ferviente
partidario de "una institucionalización que le de al
Movimiento Nacional Justicialista un estado orgánico que es
lo único que puede vencer al tiempo". El afamado
neurocirujano afirma, además, que "la Nación espera una
propuesta concreta donde se institucionalicen un muy
reducido número de partidos políticos modernos, con severa
democracia y pluralismo interno."
Pero a la lucha propia de los justicialistas se suman
fuerzas extrapartidarias menores, cuyo peso en la escena
nacional, depende, en gran medida, del triunfo del sector
peronista que apoyan. Es notoria la relación que tiene Bittel con los democristianos, conservadores populares,
intransigentes y socialistas unificados, con quienes firmó
varios documentos y participó en un sinnúmero de. reuniones.
Los "duros" por su parte se mantienen un tanto aislados,
mientras Camus cultiva muy buenas relaciones con el
Movimiento de Integración y Desarrollo.
Una vez que se defina este cúmulo de líneas contrapuestas
quedará flotando otro interrogante. Se refiere al rol que le
tocará jugar a María Estela Martínez de Perón. O sea, si
tendrá poder de voto, como lo desean los verticalistas o si
se mantendrá como simple figura decorativa que sólo unifique
voluntades, como pretenden los seguidores de Bittel.
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Bittel y Camus |
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