Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


El gobierno y los políticos
El crepúsculo de la oposición
Revista Siete Días Ilustrados
14.10.1968

Todos los partidos políticos afrontan un agudo proceso desintegrador. En su reciente congreso, el peronismo también evidenció los mismos síntomas. Las vacilaciones de Perón.

La confusión y el descontento que signan desde hace tiempo el menguado panorama político argentino parecen aumentar a medida que se suceden las "reuniones nacionales" de las disueltas estructuras partidarias. En las últimas semanas, un verdadero tendal de asambleas se desplegó por diversos puntos de la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal y el Litoral: Federación de Partidos de Centro, en Zárate; UDELPA, en San Pedro; la Democracia Progresista, en Santa Fe; por último, en el 73º aniversario del natalicio de Juan Domingo Perón, 50 representantes de sus dispersas huestes se congregaron durante el pasado martes 8 en la sede del club Harrods-Gath y Chaves.
La seguidilla se combinó, además, con algunos episodios que podrían integrar una entretenida galería del absurdo. Así, mientras el numen de las derechas, Federico Pinedo, abogó en reciente reportaje por el retorno al voto calificado, la UCRP prepara un documento que verá la luz con un rótulo de indudables remembranzas: Programa de Gobierno y Orientación Ideológica de 1968 a 1980.
Pero es posible que la muestra más aguda de esa confusión reinante la haya brindado —durante su gira por el norte del país— el líder nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo, al comentar las andanzas de Adolfo Cándido López: "Confieso que ni siquiera me es posible disentir con él, porque no acabo de percibir en qué consiste su programa político". El quincenario radical Inédito, por su parte, adoptó un tono confesional en su último número: "Probablemente no pueda encontrarse, en la actual circunstancia argentina, tarea más difícil que la de los dirigentes políticos", escribió el balbinista Raúl Alfonsín, quien firma sus editoriales con el seudónimo de Alfonso Carrido Lura. Es que nunca como ahora los partidos políticos argentinos y sus dirigentes afrontaron un proceso más agudo de dispersión, tensiones internas y, sobre todo, de mayor indiferencia por parte de la opinión pública.
Picos en acción, es la denominación elegida por los estrategos de la UCRP, por ejemplo, para evaluar las pocas cosas que llegan a consumarse. "Esos picos son bajos por ahora —confesó el martes último un empinado integrante del Comité Nacional—; para que alcancen una altura mayor no hay más remedio que esperar." Una espera que puede prolongarse mucho más allá del sábado 12, cuando el 5º aniversario de la asunción de Arturo Illia los radicales traten de memorar la fecha con volantes alusivos.
Pero la cumbre de lo insólito fue alcanzada por el ministro Adalbert Krieger Vasena durante su estadía en Estocolmo. Por primera vez, el jefe de la conducción económica abordó, desde el exterior, el tema político, un terreno que había eludido cuidadosamente, hasta ahora. "Después de recobrarse económicamente, mi país volverá a una democracia representativa. Todos los políticos parecen haber comprendido la necesidad de la recuperación económica", dijo a principios de la semana pasada. Entre sus propios allegados comenzaron a tejerse paralelos con la parábola de Álvaro Alsogaray: ¿No empezó así el ex embajador en Washington? Hay diferencias.
La posibilidad de un alejamiento de Krieger se vincula con su probable designación como gobernador del Fondo Monetario Internacional. De ahí, se supone en algunos círculos oficiales, que su discurso ante la asamblea anual del FMI, en representación de los países latinoamericanos, haya sido "suave" en la réplica a Robert McNamara sobre el controvertido tema del control de natalidad. Por otra parte, su eventual sucesor, al frente del Ministerio de Economía, sería Roberto T. Alemann, un ex ministro de Arturo Frondizi que acaba de hacer el panegírico de la política estabilizadora de Krieger, ante la Cámara Argentina de Anunciantes.

TODOS LOS JUEVES, EL FUEGO
Mientras tanto, los políticos continúan aferrados al viejo vicio de tentar frentes y alineaciones. Un restaurante ubicado en las vecindades del ex Mercado del Plata, frente a la cortada Carabelas, alberga varias noches por semana al aramburista Héctor Sandler, al neoperonista Rodolfo Tecera del Franco y al ex senador de la UCRI, Tomás Arana. Las conclusiones de las sucesivas cenas contienen indudables reminiscencias orteguianas: "La revolución de 1930 fue realizada, en los hechos e independientemente de los líderes más publicitados, por los nacidos en el 80 o el 90. Lo mismo ocurrió con las del 43 y el 55. Es posible entonces que hacia el 70 se dé el momento de los nacidos entre el 20 y el 30. Además, los hombres de 40 años rodearon siempre a un líder de 65 ó 70. En síntesis: los líderes siempre fueron los padres o los abuelos generacionales de sus equipos ejecutivos". Obviamente, el abuelo generacional del grupo no es otro que Pedro Eugenio Aramburu. El único ucerrepista que participa con algún entusiasmo de la no explicitada alianza es el ex diputado Antonio Tróccoli, un especialista en economía. En realidad, Tróccoli es uno de los pocos radicales que persiste en la posibilidad de anudar un acuerdo con el aramburismo. Su jefe, Ricardo Balbín, abandonó la idea cuatro meses atrás, cuando el presumible "frente liberal" pareció hundirse en un naufragio definitivo. Por entonces, Balbín comenzó a observar con menos aversión un tendido de puentes con el peronismo y la CGT de Paseo Colón.
Naturalmente, la captación del peronismo sigue provocando los mismos escozores de siempre en el seno de las agrupaciones tradicionales. Cuando a fines de septiembre concluyó la asamblea de UDELPA, uno de sus voceros principales afirmó que el diálogo con todos los sectores incluía al peronismo. Fue suficiente para que otro tramo del acuerdismo, el representado por el conservador Pablo González Bergez, hiciera temblar las paredes del departamento de Aramburu. La teoría que éste esgrimió, en esa oportunidad, no convenció demasiado a su disgustado interlocutor, pero sirvió como síntesis de la estrategia que trata de articular el ex presidente provisional: "El peronismo es un movimiento de tendencias varias, donde el elemento perturbador es el propio Perón. El peronismo sin Perón se va a encauzar dentro de la democracia si se admite su incorporación, con sus modos de pensar la política, a las corrientes democráticas del país. En estos 13 años, nosotros vivimos equivocadamente al peronismo como un fantasma, y eso es lo que dificultó su incorporación".
El esquema, como se ve, no es original, y Perón, quien fue el primero en saberlo, se cuidó siempre de mantener lo más férreamente posible el monopolio de todas las negociaciones. De ahí que las infinitas volteretas practicadas por el anciano líder en los últimos 13 años no hayan consistido en otra cosa que promover y defenestrar sucesivamente a cuantos pudieran "hacerle sombra". El último reflotamiento de Vandor, practicado por El Líder (Ver SIETE DIAS Nº 74) forma parte de ese antiguo juego.

FRENTES Y CONTRAFRENTES
De todas maneras, la íntima aspiración liberal se reduce a integrar dos grandes fuerzas que se alternen pacíficamente en el poder. Al exponerlo ante SIETE DIAS, el ex diputado Sandler sostuvo que "para mí el país está dividido en dos grandes fuerzas: la centro derecha y la centro izquierda. A esta última pertenecen algunos sectores del peronismo, el socialismo argentino y otras tendencias de corte populista. En el centro derecha se alinearán la izquierda del conservadorismo, UCRP, UCRI y UDELPA".
Pero las conmociones internas de cada una de esas agrupaciones convirtieron a esa aspiración en una pura lucubración de gabinete.
En la UCRP, la última insurrección acaba de estallar con la convocación a un Congreso de Estudio y Actualización Doctrinaria, pergeñada por los cordobeses Felipe Celli, presidente del Comité Provincial, el generacional Conrado Storani, Eduardo Angeloz, presidente del Comité de la capital mediterránea, y el ex gobernador Justo Páez Molina. Lo peor para el Comité Nacional, capitaneado por el infatigable Chino Balbín, es que tal encuentro estaba previsto en la agenda partidaria, pero dentro de los "cánones tradicionales". La rebelión cordobesa, que terminará por consumarse con la realización del congreso en la segunda quincena de noviembre, apunta, por el contrario, "a una actualización total del programa abandonando las formulaciones y las estructuras del pasado": un obvio llamado a la ruptura con el reinado de Balbín. Para mayores desvelos de la atribulada conducción nacional, los cordobeses afirman contar para la patriada con el respaldo de los distritos de Chubut, Chaco, Neuquén y Santa Fe.
Para el desarrollismo, en cambio, según apuntó a SIETE DIAS Rogelio Frigerio, "el meridiano del poder pasa por la conducción económica. Los partidos políticos están en plena disgregación porque no pueden hacer frente al proceso nuevo: la toma de posición renovadora de la Iglesia argentina en Medellín y la firme postura antirregionalista adoptada por Lanusse en la conferencia de Ejércitos Americanos, por ejemplo. La nueva política está en embrión y los alineamientos apuntan hacia el desarrollo o la contrarrevolución".
Si el frente liberal, con todo, lograra articularse, habría margen para suponer la inmediata gestación de un contrafrente integrado por el desarrollismo y los sectores peronistas afines. Quizás por eso, Frigerio acaba de embarcar en un avión de Iberia hacia Madrid, meca de los negociadores. La idea especula con la reedición de nucleamientos semejantes a los que se dieron en 1946: Unión Democrática versus Movimiento Nacional y Popular. Puede ser, de alguna manera, la polarización que tanto ansían los liberales.
Pero, ¿dónde se ubicaría el gobierno, en ese caso? Para los desarrollistas, revolución y contrarrevolución anidan tanto en el gobierno como en el llano. Cuando el vapuleado pacto Illia-Perón se hallaba en su apogeo, le preguntaron a Juan Carlos Onganía qué actitud adoptaría en el caso de que se concretara una entrevista entre ambos ex mandatarios. El presidente replicó entonces: "¿Y quién me impediría concertar un acuerdo con Perón antes que ellos?".
Con todo, algo ha cambiado. Y hoy ocurre que la pastoral del arzobispo de La Plata, monseñor Antonio Plaza, dada a conocer en la tarde del lunes 7, tiene más resonancia y significación que cualquier perorata del más encumbrado dirigente político.

LA MARCHA PERONISTA
Quizás, a despecho de esas nuevas realidades, la rama política del peronismo, piloteada esta vez por Jorge Paladino, trató de consumar su "congreso" en el mejor estilo de los viejos tiempos. En la mañana del martes 8, ante la tolerante displicencia policial, los congresistas fueron ingresando a las instalaciones que el club Harrod's-Gath & Chaves posee en el barrio de Belgrano, en la Capital. Figuras ancestrales como los ex ministros José Espejo y Roberto Ares, junto a políticos que parecían olvidados, como el doctor Héctor Cámpora, adornaron el recinto. Ello permitió a los disconformes anudar diálogos corrosivos:
—Lo único que nos falta, ahora, es que Paladino les diga a estos resucitados: Lázaro, levántate y anda.
—No confunda compañero eso es exclusivo de Ongaro.
Como de costumbre, el estrado ostentaba una silla vacía, para el presidente nato del congreso: el ausente Perón. La única innovación fue la consigna "En Marcha Hacia el Gobierno". Paladino, por su parte, ensayó la autocrítica. "Para conocernos mejor —explicó en su discurso de apertura—, ¿qué tiernos hecho en estos trece años? Hay muchos dirigentes que han trabajado bien. Pero hay también muchos que han hecho poco y nada —acusó—. Y tenemos una masa que es oro en polvo. Sin embargo, no estamos hoy más cerca del gobierno que hace cinco o diez años." Y a continuación responsabilizó a los dirigentes.
Obviamente, la catilinaria quería salir al paso de la discusión que carcome internamente al peronismo. Pero no cayó en una audiencia con gravitación real. Aunque era para la rama política, la CGT de Paseo Colón boicoteó el evento, que culpa a los políticos por la indigencia cegetista. A contrario sensu, Paladino estima que las direcciones anteriores, de origen gremial, han fracasado. "Mi aspiración —confió a SIETE DIAS el lunes último— es que el movimiento sea conducido por 3 mil personas. En otras épocas, en cambio, algunos señores pretendieron erigirse en dictadores desde Buenos Aires y ello provocó el surgimiento del neoperonismo, por ejemplo, además de una situación general de crisis en el movimiento."
Sin embargo, dos días antes, el congreso de la Provincia de Buenos Aires, que debía elegir dos delegados para la jornada nacional del martes 8, terminó entre silbidos y sillazos, además de deparar la renuncia de Andrés Framini a la conducción; cargo para el cual lo había ungido Paladino.
Otro sector que boicoteó el congreso fue el que capitanea el ex delegado personal Bernardo Alberte. El mismo martes 8, Alberte se sinceró ante SIETE DIAS: "La consigna que dio motivo a este congreso es correcta. Sin embargo, soy pesimista respecto de sus resultados, puesto que me cuesta imaginar que desde el club Harrod's-Gath & Chaves, con la presencia de la televisión y el periodismo comercial, puedan surgir consignas correctas sobre la metodología acertada para la toma del poder revolucionario por el pueblo".
Unos y otros, como siempre, reivindican antes que nada la figura de El Líder. Pero en los hechos, ésta se deteriora visiblemente. Un allegado a la cohorte insurreccional de Alberte expuso así el fenómeno: "Perón es mitad liberal y mitad revolucionario. Nosotros utilizamos el 50 por ciento que conviene a nuestros objetivos; ellos (por Paladino), utilizan para los suyos el 50 por ciento restante. No nos conviene, por eso, luchar contra ellos, sino tratar de imponer, en los hechos, esa mitad que nosotros reivindicamos".
Seguramente, a causa de esa inefable dicotomía, el congresista Vicente Saadi preparaba sus maletas para conseguir, en la Puerta de Hierro, en los primeros días de esta semana, la ruptura de ese equilibrio.

 

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Políticos
Los políticos peronistas trataron de formalizar un congreso nacional

 

 

Jorge Paladino
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Aramburu
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