TELEVISION
NI HABLAR DE ESAS MUJERES
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Para muchos hombres constituye el grupo femenino más inquietante de la televisión argentina. Pero no se trata de un plantel de vedettes del espectáculo. Circulan detrás de las cámaras, en la trastienda caótica de los estudios y los galpones de utilería. Fatigan desaforados derroteros por toda la ciudad, abordan por teléfono a media guía de abonados de Buenos Aires y alrededores. Acercan un café a Ministros y funcionarios o atemperan las histerias de una diva y hasta consiguen convocar en pocas horas a toda una orquesta sinfónica. La lista de responsabilidades y atribuciones sería interminable. Para abreviar, en la televisión, todas esas tareas se incluyen en una confusa denominación: las productoras.
La terminología es ambigua. Muchos la asocian con millonarias inversoras, pensando en los productores y mecenas del viejo Hollywood, o en las arcas de los magnates y 'entrepreneurs' del show business internacional. En el caso de la producción televisiva criolla, la función poco tiene que ver con las finanzas. Más, con los malabares de un hombre-orquesta. Mujeres, en este caso.
Porque si la producción estuvo desde los comienzos de la TV argentina en manos de viriles a láteres —con la omnipotente excepción de Blackie o alguna star con veleidades empresarias—, en los últimos tiempos el sexo no tan débil comenzó a acceder también a estas tareas. Curiosamente, las arenas más propicias para el ruedo, que orquestan día a día, se extienden por las playas del canal oficial.
Las poderosas emisoras privadas todavía escatiman el apoyo moral y logístico que en el 7 se les prodiga. En todo caso, la confianza se la brindó la gestión del ex director Luis Pico Estrada. Al frente de la producción de todos los programas periodísticos y experimentales colocó las faldas y el temperamento de una docena de mujeres.
Como ocurre con los que alimentan la maquinaria de la TV, la extracción de todas ellas es dispar. Celi Coudet, asistente de Juan Silbert en Los Mejores, es un veterana periodista, de las pocas acreditadas ante la Radio y Televisión Francesa. También, promotora de las más increíbles empresas del tout-Buenos Aires (supo tener la representación exclusiva de Pierre Cardin en la Argentina) .
La camada más joven (entre productoras ejecutivas, asistentes a cargo de las investigaciones y coordinadoras de grupos) todavía es más ecléctica. Silvia García Gherghi (dos hijos) apura, con alguna nostalgia, el curriculum anterior a su participación en El Joven Poder y La ronda: "Trabajé cuatro años como maestra en territorio de los indios mapuches. De regreso a Buenos Aires pasé por la Facultad de Filosofía y Letras. Me recibí de psicopedagoga. Fundé una escuela, la Herbert Read, pionera de la libre expresión. Me fundí pero me quedaron ganas de hacer teatro para niños. Experimenté con audiovisuales, títeres y narraciones. Tuve buena repercusión de crítica y público pero, al final, las deudas cerraron el teatro".
Todo esto que aparentemente no se asocia con el trabajo que realiza ahora en televisión desborda, sin embargo, buena lógica: une la docencia con la experimentación de los jóvenes protagonistas del programa. Porque como productora también transitó por otros canales en la elaboración de diferentes productos televisivos (Buenas tardes, mucho gusto, Los doce del signo), esgrime una suerte de decálogo sobre las intenciones que debiera animar al medio. De allí extrae algunas frases para recordar: "Se dice que la televisión es una ventana abierta, pero a menudo se olvidan de decir que la puerta está cerrada. Los temas que por lo general se discuten son tales como la importancia del agua en la navegación. Eso no nos importa y creo que a nadie le interesa".
Para ella, la producción es un riguroso métier que se atreve a definir todavía con mayor conciencia: "Estamos acostumbrados a creer que esto significa coordinar bien los horarios y saber seleccionar a los invitados. Para mí, es mucho más complicado. Hay que saber qué se quiere decir y para quién".
Tales afirmaciones deberían compensar las tribulaciones del actual director, Darío Castel, sumido en la imposibilidad de alterar la cartelera diagramada por su antecesor. Los dilatados contratos firmados por Pico Estrada lo inhiben, hoy, de modificar los cuadros.
María Herrera Vegas (26) digita la complicada estructura de Música para todos, el ciclo de Jorge D'Urbano. Correr tras las partituras de 40 músicos o el vaso de agua para la soprano de turno puede poner en peligro su diminuta anatomía. Opone a tantas exigencias otra interesante biografía. Durante varios años estudia y presencia en Londres el auge del movimiento musical beat desde sus comienzos. Ya en la Argentina, ¿qué otro vehículo serio existía para ese material que no fuera la programación de Radio Municipal? Por allí pasó hasta aterrizar un día en el Canal 7.
Con muchos de los tics que la deformación profesional de la TV marca en toda su gente, resume su trabajo: "Coordinar todos los elementos artísticos y técnicos que conforman el programa". Aclara algo más: "También administrar el presupuesto, concurrir a todos los ensayos y reuniones, pedir repertorios, y sobre todo, dar garantías de la calidad del programa antes de su salida al aire".
Por tantos desvelos los cachets oscilan entre los 120 y 250 mil pesos viejos. Una retribución interesante en estos días, no siempre de acuerdo con ciertas riesgosas circunstancias. A ellas les corresponde determinar cuándo "levantar" una costosa grabación por fallas o deficiencias, siempre imponderables. El criterio que prevalece en esos casos es el de la encargada de producción. Y en materia de reportajes y entrevistas con políticos y funcionarios las cosas se complican.
A Isabel Aráoz (Proceso '70 y La ronda), las infidencias o humoradas que se permiten con frecuencia conspicuos personajes suelen costarle más de una neuralgia: "Organizar los argumentos de la defensa y la fiscalía, coordinar la participación de paneles antagónicos entre los que figuran monstruos sagrados exige un delicado equilibrio".
A Alicia Creus (4 hijos), la metodología que practica con una diva como Pinky le demanda buena dosis de paciencia: "Los veinte invitados que por semana nos visitan no siempre soportan el capricho de los horarios o la escasa oportunidad de decir lo que desean". Con todo, es menos angustiante su experiencia si se compara con la que atraviesa Teresa Zavalía. A cargo del ciclo Nuevas experiencias, la semana pasada recibía la noticia de su supresión definitiva.
"A nivel experimental, estaba dirigido a un público que habitualmente no atiende ningún canal comercial y permitía experiencias inéditas en el medio", se lamentaba sobre el mantel de Roma Olímpica, el reducto gastronómico que alberga a todos los empleados del 7. Por parte de las autoridades del canal, la reparación llegó con otro ofrecimiento: producir la Santa Misa o el trasnochado espacio de Meditación. "Cuando me lo anunciaron —clama—, empecé a llorar. Al oficio religioso no puedo aportar nada, como se imaginarán. Y a mí, la única meditación posible es la de los yogas."
A propósito de estos desbordes emocionales, Miguel Coronato, responsable de la mayoría de los programas periodísticos de la casa, define la participación de estas mujeres: "Aportan una dosis de tenacidad y obsesión por los detalles y una imaginación fresca en el ámbito mecanizado de nuestra TV. Una de ellas, por ejemplo, tiene, además, todo el mal carácter de los hombres tozudos. Pero, según descubrí, también, en una última grabación, tiene el privilegio de llorar. Lo cual es todavía un buen recurso para conmover el corazón de las burocracias masculinas."
1/VI/71 • PRIMERA PLANA Nº 435

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