Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


BALBIN AFRONTA AHORA LA NUEVA CRISIS DEL RADICALISMO
Revista Redacción
abril 1973

Recrudecen las imputaciones de la juventud contra los viejos dirigentes, como en las elecciones internas de noviembre último. El "comando de la derrota" trata de salvar el honor, seguro de que tarde o temprano deberá ceder la conducción del partido al Movimiento de Renovación y Cambio.

NO pocos en la calle repiten la frase lapidaria: "Esto es la muerte del radicalismo". El partido que intervino en las últimas elecciones llevando en sus maletas la más tradicional y larga historia cívica del país, comenzó a orillar el punto máximo de su decadencia. Conocidos los cómputos oficiales, el drama radical no residió tanto en el triunfo del FREJULI, cuanto en el recuento de sus propios votos. Había perdido un porcentaje importante de su caudal.
El triunfo del balbinismo en las filas internas no fue más que coyuntural. Ya entonces las cartas estaban echadas y el partido de Alem buscaba una imagen y un programa que lo volviera a sus épocas de esplendor, al momento en que pudo captar el sentimiento de las grandes masas populares. Más de ochenta años de tradición política peleaban por subsistir.
Por otro lado, es indudable que postulada la posibilidad de institucionalización, el radicalismo (y Balbín especialmente), hicieron el gran desgaste. Agotaron gran parte de su capacidad combativa luchando por la realización del 11 de marzo y agitando las banderas de la paz y la reconstrucción nacional. En el fondo, ni siquiera intentaron ponerse como fórmula de opción frente al peronismo. Si no, que lo diga Manrique, hoy dueño de un buen número de votos indecisos aunque fervorosamente antiperonistas.

Cambio y ortodoxia
Cuando el año pasado los radicales decidieron en sus elecciones internas, por una no muy amplia diferencia de votos, confirmar el mandato de Balbín como presidente del Comité Nacional hasta el año 1974. pareció asegurada la supervivencia de la UCR como partido de dimensiones nacionales. La lista opositora, el Movimiento de Renovación y Cambio, capitaneada por Raúl Alfonsín, alentó su campaña interna con un avanzado programa de centroizquierda que había logrado imponer al partido en la Convención Nacional de julio de 1972.
"El Cronista Comercial" recuerda en una nota del 20 de marzo pasado: "El desplazamiento del partido hacia la izquierda, que se inicia ya con la plataforma de 1937, se acentuó a partir del acceso de la vieja intransigencia a la conducción después de la derrota frente a Perón en 1946, es un proceso muy lento y gradual, pero que tiene todo el aspecto de irreversible".
Y aquí es donde se advierte la gran alternativa radical: reconsiderar hombres y postulados totalmente o someterse a la poca flexibilidad de la ortodoxia partidaria, de alguna manera culpable de la caída de Illia, y ahora sin demasiados deseos de presentarse como polarizadora de las corrientes populares.
Así jugó Balbín su última y definitiva carta. Habló con Perón. Aceptó la posibilidad de un Gobierno de colaboración con el Frente y en una especie de renunciamiento —que otras generaciones podrán juzgar mejor— reclamó exclusivamente los votos radicales; ese porcentaje del 23 por ciento que no le alcanzó para ganar, pero sí para demostrar que sin robar votos, el radicalismo sigue siendo la segunda fuerza política del país. El partido no se dividió y su heredero en la conducción, Raúl Alfonsín, subsiste limpio de fracasos para enfrentar la nueva etapa.
Pero como la adopción de una línea política no es sólo una cuestión de hombres, el alfonsinismo se lanzó, tras las elecciones, a un replanteo previsto y seguramente necesario. Insistió fundamentalmente en que el radicalismo no fue alternativa de nadie, básicamente porque no dio una imagen de partido remozado. Los votos se le fueron a otros candidatos con toda comodidad.
Ahora, la única alternativa radical para el próximo proceso puede ser la de trabajar en la reestructuración interna, en tanto colabora con el nuevo Gobierno en el Parlamento, apoyando las medidas de la mayoría acorde con las premisas pragmáticas de la UCR. Tal la estrategia propuesta por el jefe del comité metropolitano, Raúl Zarriello, frente a los representantes de 28 comités de distrito.
Los sectores opositores parecen tener cifradas sus mayores esperanzas en el llamado a una Convención Nacional, aunque ella no parezca nada conveniente para el comando partidista, en la medida en que de allí pueda surgir una descalificación deshonrosa para el viejo caudillo.
En concreto, las negociaciones pretender hacer renunciar a Balbín con la mayor dignidad posible. De hecho, esto permitiría la continuación de toda la cúpula dirigente pero encabezada por Raúl Alfonsín. También esta negociación peligra, ya que los sectores alfonsinistas de la Juventud Radical esperan ansiosamente la convocatoria de la Convención, para exigir la renuncia de todos los dirigentes y dar cauce a la opinión de las bases. Vale recordar que, entre tanto, Balbín —quien al terminar las elecciones manifestó que por el hecho de haber llegado a ellas se consideraba un triunfador— apura las gestiones para pactar un acuerdo y frenar las arremetidas del sector alfonsinista y aun de los calificados como "ultragorilas". El espíritu de esta idea está centrado en no reavivar rencores, lanzando al radicalismo a un suicidio político.
La evaluación es tremenda, pero no debe olvidarse que si en algún momento el radicalismo no la comprendió, hoy se encuentra en un proceso de autocrítica que lo hará pasar por uno de sus momentos más difíciles en las últimas décadas.
Así lo entendió Balbín también, cuando el 28 de marzo, y considerando si su partido iría o no a la segunda vuelta para Presidente y Vice, declaró: "En vez de triunfar para reconstruir las antinomias prefiero perder para consolidar la paz".
Difícilmente Balbín acceda a conceder la Convención Nacional; de todas maneras y mientras el alfonsinismo empuja y cuida que el árbol caiga sin hacer ruido, el Balbinismo también ha comenzado a buscar un líder menos veterano para sucederlo al viejo caudillo. Alguien ha dicho que se citan los nombres de Antonio Tróccoli y Juan Carlos Pugliese, diputado y senador electos por la provincia de Buenos Aires.
Evaluando las diferentes tendencias y los muchos matices del problema radical, se podría deducir que la actual situación no es un certificado de defunción. Belisario Roldán abre así su obra El Rosal de las Ruinas: "El gaucho no ha muerto / murió la armonía / de aquel noble traje que lo recubría...". De la misma manera, vale la pena recordar que aquella "causa" enarbolada por Hipólito Yrigoyen campeó ya muchos temporales. Hoy Ricardo Balbín pelea por una tumba política o por un laurel, en tanto las nuevas generaciones radicales se animan a colaborar con el peronismo sin ser Gobierno, y se arriesgan a mirar las elecciones de 1977.
Rodolfo Audi
(Acerca del peridista de la crónica ver http://www.nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=20156)

 

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