Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


LA NUEVA VIDA DEL CURA EXCOMULGADO
Raúl Marturet
Revista Así
25.08.1970

A mediados de agosto se tuvo la notificación oficial de que la Sacra Rota Romana había confirmado la pena de excomunión fulminada por el arzobispo de Corrientes, monseñor Francisco Vicentín, durante la última Semana Santa, contra el sacerdote "tercermundista" Raúl Marturet. Desde aquella fecha está clausurada la parroquia. Marturet —que sigue siendo "el cura del pueblo" para sus ex feligreses— trabaja en un diario y en una vinería. Sigue en la brecha.

CORRIENTES (De nuestro corresponsal). — Hace una semana, la ciudad de Corrientes, la provincia, el país entero, se conmovieron ante la noticia de que, en el Vaticano, un tribunal especial formado por tres miembros de la Sacra Rota Romana había confirmado la pena de excomunión, formulada contra el sacerdote Raúl Marturet, por el arzobispo de ésta, monseñor Francisco Vicentin. En realidad el padre Marturet estaba separado de la Iglesia, de hecho, desde la última Semana Santa, pero su excomunión era privativa de la Sede Apostólica, según el Derecho Canónico. El tribunal romano confirmó el anatema de monseñor Vicentin. Y, como suele, decirse: 'Roma locuta, causa finita' (cuando Roma habla, la causa termina).
Pero Marturet, conocido por su posición "tercermundista'", sigue siendo "el cura del pueblo" para decenas de feligreses de su antigua parroquia, la de San Juan Bautista. Claro que ya no ejerce su ministerio espiritual. Para subvenir sus necesidades, trabaja como corrector en el diario "El Litoral" y en una vinería de propiedad de un hermano suyo. Aunque no son solamente sus necesidades las que subviene: también ha tomado a su cargo a un niño, abandonado por su madre, a quien educa y envía a la escuela como a un hijo propio.
Pasada una semana de la notificación oficial de la excomunión, este corresponsal mantuvo una larga conversación can el padre Marturet, en su domicilio de la calle Juncal 2433, a escasas cuatro cuadras de la iglesia donde ejerció el sacerdocio hasta el verano pasado. Una zona de la capital correntina con fama plasmada en coplas: "Yo soy del barrio de Aldana / donde reluce el acero. / Lo que digo con la boca. / lo sostengo con el cuero".
Fue en este barrio de Aldana, donde la población trabajadora convive con personajes de avería —lo que hace que la policía, muy a menudo, incurra en lamentables errores de apreciación de las personas—, donde Raúl Marturet se forjó, a su vez, su fama de "cura del pueblo".

Una Historia Repetida
El "despacho" de Marturet es una estancia pequeña, repleta de libros, entre los que florece un cuadro con un poema ilustrado de Rubén Derlis y algunos posters de combativa presencia. Encendiendo un cigarrillo tras otro, palmeando a veces la cabeza de su perrazo Side (!), el ex ministro de Dios va desgranando su autobiografía. Una historia que, en sus principios, tiene poco de original, por muy frecuente.
"Nací en Mocoretá, departamento de Monte Caseros, el 21 de agosto de 1925". (Casualmente, estamos escribiendo esta nota cuanto el padre Marturet cumple 45 años de edad...)
"Hice el primario en Chajarí, Entre Ríos, en el Colegio de los Hermanos Maristas. Mi padre era mayordomo de las siete estancias que los Sáenz Valiente de Urquiza tenían en la zona de Mocoretá, y cuando esa familia se fue a la bancarrota, lo echaron sin ningún tipo de consideración: "Usted ya no nos sirve, está viejo —le dijeron—, así que váyase". Esto, después de cuarenta años de servirles. Y tuvo que irse, nomás, con nosotros, dejando todo lo que había conseguido allá: la casa, levantada con enorme sacrificio, los cultivos. A la calle, a empezar de nuevo...
"Nos fuimos a trabajar a un campo que el viejo estaba pagando todavía, en Colonia San Francisco, departamento de Juan Pujol. De allí fui a Concordia, en una de mis tantas escapadas de pibe, y luego a Mocoretá otra vez, a trabajar con un tío. Pero como todos se iban, porque no había más remedio, yo también me fui, a "hacer la experiencia" de Buenos Aires. Comencé a trabajar en una fábrica metalúrgica. Allí me agarró la revolución del 43. Fui oficinista naval. Después volví a Corrientes, en la intervención de Urquiza. Conseguí un puesto en el Consejo de Educación y luego en el Banco Popular. Aquí fue donde se me dio por hacerme cura..."

El Sacerdocio
Los recuerdos se van agolpando y salen desordenados, aunque no incoherentes. El padre Marturet es un fabuloso conversador, que jamás pierde el hilo de su discurso. Solo que sus ideas van y vienen, entremezclándose los hechos recientes con episodios de la niñez.
"Comencé en el Seminario Metropolitano de Villa Devoto, en 1949. Me ordené en Monte Caseros, el 15 de diciembre de 1957, en una iglesia destechada. Fui destinado a Santo Tomé, donde estuve dos años. Y el 9 de febrero de 1960, el obispo me trajo a la curia de Corrientes.
"Era la época del peronismo —dice, volviendo a sus años de seminarista—. Yo fui peronista a muerte, desde el primer momento: traía muchas esperanzas para los trabajadores y explotados. Mi padre trabajó también desinteresadamente por Perón, porque pensaba que esa corriente podía dar justicia a los hombres. Los jesuitas eran muy peronistas: en el seminario, recuerdo que cuando murió Evita nos mandaron a rezar por ella. Pero en el segundo período presidencial comencé a perder la fe en el peronismo; me pareció pura palabrería: las cosas no cristalizaban.
"El hacerme cura fue una idea que me vino de muy lejos y que a veces no tiene explicación. En el campo donde vivíamos, nunca nos hablaron de Dios. El padre Perelló, de Monte Caseros, un excelente tipo, no podía llegar porque no había caminos, por una parte; y por otra, porque aquellos lugares estaban medio prohibidos, pues eso era el feudo de los Sáenz Valiente, y allí entraban solamente los que ellos querían.
"En mi casa había imágenes, pero nosotros no sabíamos quiénes eran esos señores y esas señoras. Pero cuando tenía ocho o nueve años, llegó a casa una tía de Buenos Aires, que se horrorizó al ver que los tres sobrinos estaban creciendo salvajes, que no querían ni hacer la señal de la cruz. Entonces después que armó la gran escena, supimos quiénes eran esas imágenes. Nos mandó a estudiar el catecismo a
Chajarí.
"Aparte de ese ideal oscuro, yo sentía la necesidad de ser artista de cine. Las revistas Atlántida y Mundo Argentino hablaban mucho de estas cosas, que yo leía con gusto. Pero había otra cosa que me atraía y lo supe cuando estuve en el catecismo: cuando vi la iglesia y los sacerdotes en el altar, allí, inmediatamente me dije: «Esto es lo que yo quería». Luego estuve con los hermanos maristas y quise ir al seminario. Tenia trece años. Pero mi padre se opuso. Recuerdo que dijo: «No, porque yo no quiero hipócritas en mi familia. Nunca habrá curas en mi casa». Y allí quedó el asunto.
"Pero seguía latente en mí esa idea de ser sacerdote, hasta que, a los 24 años, me encajé en el seminario y chau".

El Despertar Sociopolítico
"Yo veía en el cristianismo una forma de mejorar al hombre. Estando en la Acción Católica, acá en Corrientes (tenía entonces 22 años), veía cuánto se podía hacer. Pero me parecía que todo era cosa de instrucción y de llevar gente a la iglesia. Buscaba servir a Dios, a la Iglesia, para salvar a los hombres. Al acercarse mi ordenación, comencé a vivir los primeros conflictos de cambio dentro de la Iglesia, en época de Pío XII. Se rompieron unas cuantas barreras. Eran los tiempos nuevos. . .
"Mi lema sacerdotal, inscripto en la clásica estampita, estaba inspirado en una frase de San Juan Bautista: 'Preparar los caminos del Señor'. En la invitación puse esta inscripción: 'Sacerdote de Jesucristo para los hombres, mis hermanos', que entonces escandalizó. Con ese signo comencé mi sacerdocio.
"Mis compañeros del seminario —Niella, Camozzi, Casco, etc.—, también se abrían a estos nuevos vientos, inspirados por dos de nuestros maestros: monseñores (Jerónimo) Podestá y (Raúl) Primatesta. 'Ustedes no tienen que ser sacerdotes de tesis, sino hombres abiertos a los hombres', decía Podestá. Yo lo admiré siempre. Esta formación ('deformación' dirán hoy algunos) se la debo a ellos. Ellos pusieron los pilares de una iglesia nueva."
Después de breves consideraciones sobre la Iglesia "de antes", nuestro interlocutor prosigue:
"Comprendí que el asistencialismo, la caridad, eso de 'entregar lo que sobra', como dicen descaradamente los llamados de las damas de beneficencia locales, debía rechazarlo, porque era indigno. Sentí la necesidad de dar conciencia a la gente, pero yo mismo no la tenia clara. En la capilla de San Pablo fundé una fábrica de escobas, para juntar fondos para fundar una escuela, al mismo tiempo que enseñaba a la gente un oficio concreto y útil.
"Habíamos leído mucho sobre los curas obreros en el Seminario y yo buscaba la forma de llevar eso a la práctica, de hacer algo. Fracase rotundamente...
"Todas las semanas nos reuníamos Babin, Casco, Niella y Tiscornia, y buscábamos las salidas. No queríamos el paternalismo asistencial. que solo crea ese tipo de lumpen social que vive de la caridad y que se deja estar. Eso nos pareció inmoral. Descubrimos la salida a través de la denuncia do todo el sistema que permite esas cosas.
"Quise transformar esa villa miseria que llaman 'El Barrio Chino'; sacamos una revista de denuncia llamada Tribuna; luchamos desde todos los frentes. Vino el asunto de La Palmira, un campo cerca de Itatí, donde el gobernador 'Nicky' Díaz Colodrero, mandó a los francoargelinos, para quedar bien con De Gaulle, que no sabia cómo sacárselos de encima. Les dio esas tierras, habitadas por numerosa familias, que tenían sus casitas, sus frutales, etc. Ellos quisieron comprar muchas veces esas tierras, pero nunca se les aceptó. Técnicamente eran unos 'intrusos' y como tales los trató el gobierno, para darles a otros que sí eran verdaderamente intrusos...
"Un 23 de diciembre me vienen a avisar al obispado que los estaban desalojando violentamente de La Palmira. Entonces yo le hablé al arzobispo Vicentin, quien me respondió: 'Mirá, no te metás. ¿Qué vas a hacer vos? Déjalos que se arreglen. Lo único que vamos a conseguir es quedar mal con las autoridades...'
"Yo salí furioso y me fui a mi cuarto, que tenía allí en el obispado. Me puse a hacer una nota. Escribí bastante, un artículo moderado, racional, pero en un momento dado me dije: «¡Este tono no sirve para nada!!...» Era el mismo que usaba en mis audiciones radiales y en mi publicación periodística. «Aquí hay que golpear fuerte...» Rompí el articulo que estaba escribiendo, puse otro panel en la máquina y me largué a escribir con alma y vida, diciendo de todo, verdades, indignado. «Quizá no consiga nada, pensé, pero al menos les sacaré urticaria, no los dejaré pasar la Nochebuena a estos cretinos; aunque me metan preso por desacato, se pasarán la Nochebuena rascándose. Por lo menos eso...»

Las Enemistades Peligrosas
"La tensión entre monseñor Vicentin y yo existió desde el primer día que entré al arzobispado. Primero eran las cuestiones de tipo clerical, los avances teológicos y litúrgicos; luego los avances de tipo social, en esa angustiosa búsqueda en que estábamos, al palpar de cerca el terrible atraso y subdesarrollo de nuestros conciudadanos, las reuniones del equipo que integrábamos con Tiscornia, Babín, Niella y Casco. Recuerdo que una vez me escribió desde Roma paternalmente, para que yo influyera para que ese grupo se disolviera.
"Antes de crearse el Movimiento para el Tercer Mundo, en 1967, nosotros comenzamos a trabajar acá con un grupo de personas progresistas, como el doctor Ariel Silveyra, el contador Jorge Gutiérrez, el psicoanalista Luis Acevedo y su esposa, y Marilín Morales, y otros, en el análisis de la situación socio económica de Corrientes. Todo eso a la luz de la encíclica Populorum Progressio. Eso atrajo la vigilancia de los servicios de informaciones y hasta alertaron al gobernador, pues, lógicamente, entraban en la temática marxista. Es que la realidad no podía encararse con otro método de trabajo. No nos íbamos a preguntar, frente al problema de los miles de niños que se mueren de hambre y los analfabetos, cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler...
"Eso fue suficiente para que nos tildaran ya de «comunistas»: el simple empleo de un método. Cuando apareció lo del Movimiento para el Tercer Mundo nosotros ya estábamos maduros para eso".

"Tu es Sacerdos..."
"Después de la excomunión —salta a otro tema— me siguen visitando los mismos de antes. Me pidieron que, pese a que ya no estoy en la Iglesia, continuemos tratando los temas de antes, para un esclarecimiento de lo que debe ser la Iglesia actual. En el tiempo libre que me deja mi trabajo de corrector de "El Litoral" y de vendedor de vinos, con mi hermano, leo revistas, algunos libros, me pongo al tanto de los acontecimientos. ASI y "Periscopio" están siempre al alcance de mi mano. Vivo con Julito, un chico que educo y mantengo, porque la madre lo abandonó al nacer. Desde que el obispo clausuró la capilla de San Juan Bautista una vecina que vivía al lado cocina para nosotros. «Es una manera de mostrar su solidaridad», dice. Me gusta el cine, pero no tengo tiempo para ir. Me hubiese gustado ver la película «Z», que pasaron el otro día...".

Iglesia "Paralela", No
Sabemos que vive de dos trabajos (¿quién no, si puede?) y que comparte sus horas con Julito. Pero sabemos también que ha sido expulsado de la Iglesia y despojado de todas las prerrogativas del Orden Sagrado. Le preguntamos, pues, acerca de sus planes para el futuro.
"No quiero hacer una iglesia paralela. Después de la excomunión la gente de la parroquia me dijo: «Mire, padre: vamos a continuar reviniéndonos para formar un centro de reflexión cristiana y estudiar los documentos como el de Medellín y los del Concilio Vaticano II.
"Yo acepté. Usted sabe que la Iglesia me excomulgó porque dice que yo no estoy en la doctrina correcta, que soy comunista, que hago instrucción de guerrillas, una serie de acusaciones idiotas. La Iglesia me echa porque dice que mi actividad no es la que corresponde a un sacerdote, pero en el fondo me echa porque mi actividad pastoral y sacerdotal compromete la alianza política que ella tiene con el sistema capitalista imperante. A mí no me echan por cuestiones eclesiásticas: esa es la excusa; sino por razones políticas, digan lo que digan y mientan como mientan. Pero conste que al fin me echan por haber hecho yo, pastoralmente, lo que ellos mismos me indicaron que debía hacer. Podría darle la cita de Medellín y de San Miguel que prueban que mi actividad se encuadraba dentro de la línea eclesiástica."
¿Qué relación existe, le preguntamos, entre el Movimiento para el Tercer Mundo y la ola de violencia de los últimos tiempos?
"Eso es muy simple. Ya lo dijeron Juan XXIII y el Concilio y la Populorum Progressio, y lo dijeron los obispos de Medellín y lo repitieron en San Miguel: 'Si no se quitan las condiciones de injusticia, las estructuras del pecado, necesariamente Latinoamérica tendrá que enfrentar una etapa de violencia, porque, a costa de cualquier sacrificio, América latina logrará su liberación'.
"Esta situación de opresión que vive nuestro pueblo es consecuencia de un sistema de explotación, el sistema capitalista liberal cuyo personero en la máxima explotación es el imperialismo yanqui, que crea miseria en nuestro pueblo. Esa explotación impide al hombre desarrollarse, le niega las posibilidades de ser más.
"Pero !a gente va tomando conciencia de esa explotación. Ya no es el pobre que dice: '¡Y bueno, somos pobres...'!, como si fatalmente tuvieran que ser pobres siempre, una gente de otra especie humana. Se dan cuenta de que ellos tienen los mismos derechos de gozar de los bienes de la vida y del mundo, y que ellos son los que producen las riquezas que disfrutan los demás. Y, lógicamente, tienen que rebelarse.
"No solamente saben que son pobres: ahora saben por qué son pobres y quiénes son los que los mantienen pobres, y esto hace que la gente se levante. Nosotros no venimos a descubrir nada: es la Historia la que lo hace. El fatalismo religioso —al que contribuyó tanto en nuestro país la Iglesia, hablándoles de la bienaventuranza de los pobres, una pobreza que ninguno de ellos vivía, y entonces tenían que dar gracias a Dios de ser pobres, estar satisfechos de su pobreza—, eso se acabó.

Aramburu: Fue la Derecha
"Sobre los procedimientos de este cambio, yo no me expido; pero considero que, a quienes tienden a contribuir al cambio, yo no los voy a condenar. Los asesinatos y secuestros, lógicamente, no son métodos revolucionarios; pero, por otra parte, no creo que haya sido ningún grupo de revolucionarios el que lo saco a Aramburu del camino ...
"Por el contrario, pienso que han sido los más reaccionarios los que lo eliminaron, y sospecho que lo han hecho con los servicios de la represión, de la reacción. Le hablo de la CIA y de esos servicios de inteligencia de acá: esos son los que liquidaron a Aramburu. No resiste el menor análisis todo lo que han dicho hasta ahora, tanto del secuestro como del hallazgo de Aramburu, y la forzada conexión con lo de La Calera. Eso no lo creo. ¡Ni las criaturas...!
"El Tercer Mundo no tiene nada que ver, porque eso fue un proceso reaccionario, no revolucionario; pero, si nos han metido, es porque quienes hicieron eso, precisamente lo llevaron a cabo para frenar los procesos revolucionarios en serio, y es la gran excusa para tratar de llevar al pueblo en contra de aquellas gentes que luchan por la verdadera revolución y hacerlos aparecer como asesinos.
"Porque, ¿a quién ha beneficiado la muerte de Aramburu? Únicamente a ellos, a la reacción, porque les ha dado las armas para meter leyes más fuertes. Así como primero mataron a Vandor para justificar las barbaridades de mayo y las posteriores, y poder meter el estado de sitio y todas las leyes de represión ideológica, así, con el asesinato de Aramburu, justifican la implantación de la pena de muerte y cualquier clase de represión. Y, de paso, implican a todos los verdaderos revolucionarios, a todos los procesos revolucionarios. Los justifican ante el pueblo, que es lo que ellos pretenden. Pero se engañaron: el pueblo no les cree, porque el pueblo sabe distinguir un revolucionario de un reaccionario. Porque el pueblo no son las viejas con tapado de piel, no son los monseñores en autos último modelo: eso no es el pueblo. Tenga la seguridad de que el pueblo no les cree..."
Nos despedimos del cura recién excomulgado por la Sacra Rota romana. Caminando hacia el centro, por entre los lapachos que han empezado a florecer, nos encontramos en una esquina con esta leyenda, pintada con gruesos trazos de alquitrán: "¡VIVA CRISTO Y MARTURET!".

 

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Raúl Marturet
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Raúl Marturet
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