A mediados de agosto se tuvo la notificación oficial de que
la Sacra Rota Romana había confirmado la pena de excomunión
fulminada por el arzobispo de Corrientes, monseñor Francisco
Vicentín, durante la última Semana Santa, contra el
sacerdote "tercermundista" Raúl Marturet. Desde aquella
fecha está clausurada la parroquia. Marturet —que sigue
siendo "el cura del pueblo" para sus ex feligreses— trabaja
en un diario y en una vinería. Sigue en la brecha.
CORRIENTES (De nuestro corresponsal). — Hace una semana, la
ciudad de Corrientes, la provincia, el país entero, se
conmovieron ante la noticia de que, en el Vaticano, un
tribunal especial formado por tres miembros de la Sacra Rota
Romana había confirmado la pena de excomunión, formulada
contra el sacerdote Raúl Marturet, por el arzobispo de ésta,
monseñor Francisco Vicentin. En realidad el padre Marturet
estaba separado de la Iglesia, de hecho, desde la última
Semana Santa, pero su excomunión era privativa de la Sede
Apostólica, según el Derecho Canónico. El tribunal romano
confirmó el anatema de monseñor Vicentin. Y, como suele,
decirse: 'Roma locuta, causa finita' (cuando Roma habla, la
causa termina).
Pero Marturet, conocido por su posición "tercermundista'",
sigue siendo "el cura del pueblo" para decenas de feligreses
de su antigua parroquia, la de San Juan Bautista. Claro que
ya no ejerce su ministerio espiritual. Para subvenir sus
necesidades, trabaja como corrector en el diario "El
Litoral" y en una vinería de propiedad de un hermano suyo.
Aunque no son solamente sus necesidades las que subviene:
también ha tomado a su cargo a un niño, abandonado por su
madre, a quien educa y envía a la escuela como a un hijo
propio.
Pasada una semana de la notificación oficial de la
excomunión, este corresponsal mantuvo una larga conversación
can el padre Marturet, en su domicilio de la calle Juncal
2433, a escasas cuatro cuadras de la iglesia donde ejerció
el sacerdocio hasta el verano pasado. Una zona de la capital
correntina con fama plasmada en coplas: "Yo soy del barrio
de Aldana / donde reluce el acero. / Lo que digo con la
boca. / lo sostengo con el cuero".
Fue en este barrio de Aldana, donde la población trabajadora
convive con personajes de avería —lo que hace que la
policía, muy a menudo, incurra en lamentables errores de
apreciación de las personas—, donde Raúl Marturet se forjó,
a su vez, su fama de "cura del pueblo".
Una Historia Repetida
El "despacho" de Marturet es una estancia pequeña, repleta
de libros, entre los que florece un cuadro con un poema
ilustrado de Rubén Derlis y algunos posters de combativa
presencia. Encendiendo un cigarrillo tras otro, palmeando a
veces la cabeza de su perrazo Side (!), el ex ministro de
Dios va desgranando su autobiografía. Una historia que, en
sus principios, tiene poco de original, por muy frecuente.
"Nací en Mocoretá, departamento de Monte Caseros, el 21 de
agosto de 1925". (Casualmente, estamos escribiendo esta nota
cuanto el padre Marturet cumple 45 años de edad...)
"Hice el primario en Chajarí, Entre Ríos, en el Colegio de
los Hermanos Maristas. Mi padre era mayordomo de las siete
estancias que los Sáenz Valiente de Urquiza tenían en la
zona de Mocoretá, y cuando esa familia se fue a la
bancarrota, lo echaron sin ningún tipo de consideración:
"Usted ya no nos sirve, está viejo —le dijeron—, así que
váyase". Esto, después de cuarenta años de servirles. Y tuvo
que irse, nomás, con nosotros, dejando todo lo que había
conseguido allá: la casa, levantada con enorme sacrificio,
los cultivos. A la calle, a empezar de nuevo...
"Nos fuimos a trabajar a un campo que el viejo estaba
pagando todavía, en Colonia San Francisco, departamento de
Juan Pujol. De allí fui a Concordia, en una de mis tantas
escapadas de pibe, y luego a Mocoretá otra vez, a trabajar
con un tío. Pero como todos se iban, porque no había más
remedio, yo también me fui, a "hacer la experiencia" de
Buenos Aires. Comencé a trabajar en una fábrica metalúrgica.
Allí me agarró la revolución del 43. Fui oficinista naval.
Después volví a Corrientes, en la intervención de Urquiza.
Conseguí un puesto en el Consejo de Educación y luego en el
Banco Popular. Aquí fue donde se me dio por hacerme cura..."
El Sacerdocio
Los recuerdos se van agolpando y salen desordenados, aunque
no incoherentes. El padre Marturet es un fabuloso
conversador, que jamás pierde el hilo de su discurso. Solo
que sus ideas van y vienen, entremezclándose los hechos
recientes con episodios de la niñez.
"Comencé en el Seminario Metropolitano de Villa Devoto, en
1949. Me ordené en Monte Caseros, el 15 de diciembre de
1957, en una iglesia destechada. Fui destinado a Santo Tomé,
donde estuve dos años. Y el 9 de febrero de 1960, el obispo
me trajo a la curia de Corrientes.
"Era la época del peronismo —dice, volviendo a sus años de
seminarista—. Yo fui peronista a muerte, desde el primer
momento: traía muchas esperanzas para los trabajadores y
explotados. Mi padre trabajó también desinteresadamente por
Perón, porque pensaba que esa corriente podía dar justicia a
los hombres. Los jesuitas eran muy peronistas: en el
seminario, recuerdo que cuando murió Evita nos mandaron a
rezar por ella. Pero en el segundo período presidencial
comencé a perder la fe en el peronismo; me pareció pura
palabrería: las cosas no cristalizaban.
"El hacerme cura fue una idea que me vino de muy lejos y que
a veces no tiene explicación. En el campo donde vivíamos,
nunca nos hablaron de Dios. El padre Perelló, de Monte
Caseros, un excelente tipo, no podía llegar porque no había
caminos, por una parte; y por otra, porque aquellos lugares
estaban medio prohibidos, pues eso era el feudo de los Sáenz
Valiente, y allí entraban solamente los que ellos querían.
"En mi casa había imágenes, pero nosotros no sabíamos
quiénes eran esos señores y esas señoras. Pero cuando tenía
ocho o nueve años, llegó a casa una tía de Buenos Aires, que
se horrorizó al ver que los tres sobrinos estaban creciendo
salvajes, que no querían ni hacer la señal de la cruz.
Entonces después que armó la gran escena, supimos quiénes
eran esas imágenes. Nos mandó a estudiar el catecismo a
Chajarí.
"Aparte de ese ideal oscuro, yo sentía la necesidad de ser
artista de cine. Las revistas Atlántida y Mundo Argentino
hablaban mucho de estas cosas, que yo leía con gusto. Pero
había otra cosa que me atraía y lo supe cuando estuve en el
catecismo: cuando vi la iglesia y los sacerdotes en el
altar, allí, inmediatamente me dije: «Esto es lo que yo
quería». Luego estuve con los hermanos maristas y quise ir
al seminario. Tenia trece años. Pero mi padre se opuso.
Recuerdo que dijo: «No, porque yo no quiero hipócritas en mi
familia. Nunca habrá curas en mi casa». Y allí quedó el
asunto.
"Pero seguía latente en mí esa idea de ser sacerdote, hasta
que, a los 24 años, me encajé en el seminario y chau".
El Despertar Sociopolítico
"Yo veía en el cristianismo una forma de mejorar al hombre.
Estando en la Acción Católica, acá en Corrientes (tenía
entonces 22 años), veía cuánto se podía hacer. Pero me
parecía que todo era cosa de instrucción y de llevar gente a
la iglesia. Buscaba servir a Dios, a la Iglesia, para salvar
a los hombres. Al acercarse mi ordenación, comencé a vivir
los primeros conflictos de cambio dentro de la Iglesia, en
época de Pío XII. Se rompieron unas cuantas barreras. Eran
los tiempos nuevos. . .
"Mi lema sacerdotal, inscripto en la clásica estampita,
estaba inspirado en una frase de San Juan Bautista:
'Preparar los caminos del Señor'. En la invitación puse esta
inscripción: 'Sacerdote de Jesucristo para los hombres, mis
hermanos', que entonces escandalizó. Con ese signo comencé
mi sacerdocio.
"Mis compañeros del seminario —Niella, Camozzi, Casco,
etc.—, también se abrían a estos nuevos vientos, inspirados
por dos de nuestros maestros: monseñores (Jerónimo) Podestá
y (Raúl) Primatesta. 'Ustedes no tienen que ser sacerdotes
de tesis, sino hombres abiertos a los hombres', decía
Podestá. Yo lo admiré siempre. Esta formación ('deformación'
dirán hoy algunos) se la debo a ellos. Ellos pusieron los
pilares de una iglesia nueva."
Después de breves consideraciones sobre la Iglesia "de
antes", nuestro interlocutor prosigue:
"Comprendí que el asistencialismo, la caridad, eso de
'entregar lo que sobra', como dicen descaradamente los
llamados de las damas de beneficencia locales, debía
rechazarlo, porque era indigno. Sentí la necesidad de dar
conciencia a la gente, pero yo mismo no la tenia clara. En
la capilla de San Pablo fundé una fábrica de escobas, para
juntar fondos para fundar una escuela, al mismo tiempo que
enseñaba a la gente un oficio concreto y útil.
"Habíamos leído mucho sobre los curas obreros en el
Seminario y yo buscaba la forma de llevar eso a la práctica,
de hacer algo. Fracase rotundamente...
"Todas las semanas nos reuníamos Babin, Casco, Niella y
Tiscornia, y buscábamos las salidas. No queríamos el
paternalismo asistencial. que solo crea ese tipo de lumpen
social que vive de la caridad y que se deja estar. Eso nos
pareció inmoral. Descubrimos la salida a través de la
denuncia do todo el sistema que permite esas cosas.
"Quise transformar esa villa miseria que llaman 'El Barrio
Chino'; sacamos una revista de denuncia llamada Tribuna;
luchamos desde todos los frentes. Vino el asunto de La
Palmira, un campo cerca de Itatí, donde el gobernador
'Nicky' Díaz Colodrero, mandó a los francoargelinos, para
quedar bien con De Gaulle, que no sabia cómo sacárselos de
encima. Les dio esas tierras, habitadas por numerosa
familias, que tenían sus casitas, sus frutales, etc. Ellos
quisieron comprar muchas veces esas tierras, pero nunca se
les aceptó. Técnicamente eran unos 'intrusos' y como tales
los trató el gobierno, para darles a otros que sí eran
verdaderamente intrusos...
"Un 23 de diciembre me vienen a avisar al obispado que los
estaban desalojando violentamente de La Palmira. Entonces yo
le hablé al arzobispo Vicentin, quien me respondió: 'Mirá,
no te metás. ¿Qué vas a hacer vos? Déjalos que se arreglen.
Lo único que vamos a conseguir es quedar mal con las
autoridades...'
"Yo salí furioso y me fui a mi cuarto, que tenía allí en el
obispado. Me puse a hacer una nota. Escribí bastante, un
artículo moderado, racional, pero en un momento dado me
dije: «¡Este tono no sirve para nada!!...» Era el mismo que
usaba en mis audiciones radiales y en mi publicación
periodística. «Aquí hay que golpear fuerte...» Rompí el
articulo que estaba escribiendo, puse otro panel en la
máquina y me largué a escribir con alma y vida, diciendo de
todo, verdades, indignado. «Quizá no consiga nada, pensé,
pero al menos les sacaré urticaria, no los dejaré pasar la
Nochebuena a estos cretinos; aunque me metan preso por
desacato, se pasarán la Nochebuena rascándose. Por lo menos
eso...»
Las Enemistades Peligrosas
"La tensión entre monseñor Vicentin y yo existió desde el
primer día que entré al arzobispado. Primero eran las
cuestiones de tipo clerical, los avances teológicos y
litúrgicos; luego los avances de tipo social, en esa
angustiosa búsqueda en que estábamos, al palpar de cerca el
terrible atraso y subdesarrollo de nuestros conciudadanos,
las reuniones del equipo que integrábamos con Tiscornia,
Babín, Niella y Casco. Recuerdo que una vez me escribió
desde Roma paternalmente, para que yo influyera para que ese
grupo se disolviera.
"Antes de crearse el Movimiento para el Tercer Mundo, en
1967, nosotros comenzamos a trabajar acá con un grupo de
personas progresistas, como el doctor Ariel Silveyra, el
contador Jorge Gutiérrez, el psicoanalista Luis Acevedo y su
esposa, y Marilín Morales, y otros, en el análisis de la
situación socio económica de Corrientes. Todo eso a la luz
de la encíclica Populorum Progressio. Eso atrajo la
vigilancia de los servicios de informaciones y hasta
alertaron al gobernador, pues, lógicamente, entraban en la
temática marxista. Es que la realidad no podía encararse con
otro método de trabajo. No nos íbamos a preguntar, frente al
problema de los miles de niños que se mueren de hambre y los
analfabetos, cuántos ángeles caben en la cabeza de un
alfiler...
"Eso fue suficiente para que nos tildaran ya de
«comunistas»: el simple empleo de un método. Cuando apareció
lo del Movimiento para el Tercer Mundo nosotros ya estábamos
maduros para eso".
"Tu es Sacerdos..."
"Después de la excomunión —salta a otro tema— me siguen
visitando los mismos de antes. Me pidieron que, pese a que
ya no estoy en la Iglesia, continuemos tratando los temas de
antes, para un esclarecimiento de lo que debe ser la Iglesia
actual. En el tiempo libre que me deja mi trabajo de
corrector de "El Litoral" y de vendedor de vinos, con mi
hermano, leo revistas, algunos libros, me pongo al tanto de
los acontecimientos. ASI y "Periscopio" están siempre al
alcance de mi mano. Vivo con Julito, un chico que educo y
mantengo, porque la madre lo abandonó al nacer. Desde que el
obispo clausuró la capilla de San Juan Bautista una vecina
que vivía al lado cocina para nosotros. «Es una manera de
mostrar su solidaridad», dice. Me gusta el cine, pero no
tengo tiempo para ir. Me hubiese gustado ver la película
«Z», que pasaron el otro día...".
Iglesia "Paralela", No
Sabemos que vive de dos trabajos (¿quién no, si puede?) y
que comparte sus horas con Julito. Pero sabemos también que
ha sido expulsado de la Iglesia y despojado de todas las
prerrogativas del Orden Sagrado. Le preguntamos, pues,
acerca de sus planes para el futuro.
"No quiero hacer una iglesia paralela. Después de la
excomunión la gente de la parroquia me dijo: «Mire, padre:
vamos a continuar reviniéndonos para formar un centro de
reflexión cristiana y estudiar los documentos como el de
Medellín y los del Concilio Vaticano II.
"Yo acepté. Usted sabe que la Iglesia me excomulgó porque
dice que yo no estoy en la doctrina correcta, que soy
comunista, que hago instrucción de guerrillas, una serie de
acusaciones idiotas. La Iglesia me echa porque dice que mi
actividad no es la que corresponde a un sacerdote, pero en
el fondo me echa porque mi actividad pastoral y sacerdotal
compromete la alianza política que ella tiene con el sistema
capitalista imperante. A mí no me echan por cuestiones
eclesiásticas: esa es la excusa; sino por razones políticas,
digan lo que digan y mientan como mientan. Pero conste que
al fin me echan por haber hecho yo, pastoralmente, lo que
ellos mismos me indicaron que debía hacer. Podría darle la
cita de Medellín y de San Miguel que prueban que mi
actividad se encuadraba dentro de la línea eclesiástica."
¿Qué relación existe, le preguntamos, entre el Movimiento
para el Tercer Mundo y la ola de violencia de los últimos
tiempos?
"Eso es muy simple. Ya lo dijeron Juan XXIII y el Concilio y
la Populorum Progressio, y lo dijeron los obispos de
Medellín y lo repitieron en San Miguel: 'Si no se quitan las
condiciones de injusticia, las estructuras del pecado,
necesariamente Latinoamérica tendrá que enfrentar una etapa
de violencia, porque, a costa de cualquier sacrificio,
América latina logrará su liberación'.
"Esta situación de opresión que vive nuestro pueblo es
consecuencia de un sistema de explotación, el sistema
capitalista liberal cuyo personero en la máxima explotación
es el imperialismo yanqui, que crea miseria en nuestro
pueblo. Esa explotación impide al hombre desarrollarse, le
niega las posibilidades de ser más.
"Pero !a gente va tomando conciencia de esa explotación. Ya
no es el pobre que dice: '¡Y bueno, somos pobres...'!, como
si fatalmente tuvieran que ser pobres siempre, una gente de
otra especie humana. Se dan cuenta de que ellos tienen los
mismos derechos de gozar de los bienes de la vida y del
mundo, y que ellos son los que producen las riquezas que
disfrutan los demás. Y, lógicamente, tienen que rebelarse.
"No solamente saben que son pobres: ahora saben por qué son
pobres y quiénes son los que los mantienen pobres, y esto
hace que la gente se levante. Nosotros no venimos a
descubrir nada: es la Historia la que lo hace. El fatalismo
religioso —al que contribuyó tanto en nuestro país la
Iglesia, hablándoles de la bienaventuranza de los pobres,
una pobreza que ninguno de ellos vivía, y entonces tenían
que dar gracias a Dios de ser pobres, estar satisfechos de
su pobreza—, eso se acabó.
Aramburu: Fue la Derecha
"Sobre los procedimientos de este cambio, yo no me expido;
pero considero que, a quienes tienden a contribuir al
cambio, yo no los voy a condenar. Los asesinatos y
secuestros, lógicamente, no son métodos revolucionarios;
pero, por otra parte, no creo que haya sido ningún grupo de
revolucionarios el que lo saco a Aramburu del camino ...
"Por el contrario, pienso que han sido los más reaccionarios
los que lo eliminaron, y sospecho que lo han hecho con los
servicios de la represión, de la reacción. Le hablo de la
CIA y de esos servicios de inteligencia de acá: esos son los
que liquidaron a Aramburu. No resiste el menor análisis todo
lo que han dicho hasta ahora, tanto del secuestro como del
hallazgo de Aramburu, y la forzada conexión con lo de La
Calera. Eso no lo creo. ¡Ni las criaturas...!
"El Tercer Mundo no tiene nada que ver, porque eso fue un
proceso reaccionario, no revolucionario; pero, si nos han
metido, es porque quienes hicieron eso, precisamente lo
llevaron a cabo para frenar los procesos revolucionarios en
serio, y es la gran excusa para tratar de llevar al pueblo
en contra de aquellas gentes que luchan por la verdadera
revolución y hacerlos aparecer como asesinos.
"Porque, ¿a quién ha beneficiado la muerte de Aramburu?
Únicamente a ellos, a la reacción, porque les ha dado las
armas para meter leyes más fuertes. Así como primero mataron
a Vandor para justificar las barbaridades de mayo y las
posteriores, y poder meter el estado de sitio y todas las
leyes de represión ideológica, así, con el asesinato de
Aramburu, justifican la implantación de la pena de muerte y
cualquier clase de represión. Y, de paso, implican a todos
los verdaderos revolucionarios, a todos los procesos
revolucionarios. Los justifican ante el pueblo, que es lo
que ellos pretenden. Pero se engañaron: el pueblo no les
cree, porque el pueblo sabe distinguir un revolucionario de
un reaccionario. Porque el pueblo no son las viejas con
tapado de piel, no son los monseñores en autos último
modelo: eso no es el pueblo. Tenga la seguridad de que el
pueblo no les cree..."
Nos despedimos del cura recién excomulgado por la Sacra Rota
romana. Caminando hacia el centro, por entre los lapachos
que han empezado a florecer, nos encontramos en una esquina
con esta leyenda, pintada con gruesos trazos de alquitrán:
"¡VIVA CRISTO Y MARTURET!".
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