Una joven detenida
cuando se allanaba el bowling American, en la calle
Corrientes, entre
Paraná y Montevideo, sufrió un ataque de nervios, siendo
arrastrada a viva fuerza a un patrullero.
Una jovencita tuvo que sacarse sus
botas para que fueran inspeccionadas y un japonés que apenas
habla castellano fue detenido. Dos fotógrafos fueron a parar
a la comisaría por registrar el ataque de nervios de una
muchacha. Esto y bastante más ocurrió cuando comisiones
policiales allanaron locales y confiterías de la calle
Corrientes en la noche del jueves. Los procedimientos, que
causaron conmoción, fueron ordenados por el juez Moras Mon,
en busca de drogas heroicas y alucinógenos.
— ¡Esto es un procedimiento policial! ¡Las manos arriba de
la mesa! ¡Nadie se mueva de su lugar!
Los clientes que ocupaban las mesas de la confitería El
Foro, en la esquina de Corrientes y Uruguay, volvieron sus
rostros, asombrados. Solo unos pocos habían prestado
atención al grupo de hombres, todos de aproximadamente la
misma edad, vestidos correctamente, con algún prurito de
elegancia algunos, que ostentaban un aire indefinido pero
patente de tener la misma profesión, y entraron al local
acompañados por dos agentes de la comisaria 5ª.
Los encargados del bar pusieron cara de tragedia; los mozos
no se inquietaron demasiado, y los parroquianos reaccionaron
de diversas maneras; hubo entre ellos protestas murmuradas,
fastidio, temor y hasta resignación irónica.
La sorpresa se había repetido por lo menos media docena de
veces, en forma casi simultánea, en bares y confiterías del
tramo más concurrido de la avenida Corrientes.
En forma paulatina, la mezcla de jóvenes de todo pelaje,
parejas, personas que recién abandonaban sus trabajos y
noctámbulos tempraneros que deambulaban el jueves a las 21
por la más mentada de las calles norteñas fue reaccionando
con curiosidad v haciendo comentarios jocosos al operativo
policial. Al cabo de una hora, Corrientes, desde la plaza de
la República hasta Callao, hervía en un solo comentario
exagerado: "La policía está allanando todos los bares en
busca de drogas".
La Razia Semanal
Los procedimientos policiales, que configuraron un amplio
operativo, se habían circunscrito a algunos locales, pero la
imaginación de quienes paseaban su ocio los transformó en un
allanamiento general de la avenida.
De inmediato, los curiosos apresuraron su paso, cruzando de
una esquina a otra, en busca de negocios ocupados por la
policía. Los habitantes habituales de ciertos bares
recordaron de inmediato la noche del miércoles 12. En
aquella oportunidad, un espectacular procedimiento realizado
en el Instituto Torcuato Di Tella había finalizado con un
pintoresco desfile de jóvenes de ambos sexos —pelilargos y
vestidos con imaginación—, custodiados por severos policías,
que marcharon por Florida rumbo a la comisaría más cercana.
Ocho días más tarde, las comisiones policiales se habían
lanzado a la caza de drogadictos y abastecedores por la
avenida Corrientes, nuevamente con los auspicios legales del
juez doctor Moras Mon. Pero esta vez los resultados fueron
mucho más pobres que la semana anterior: apenas ocho
detenidos, seis varones y des mujeres. Las únicas drogas
requisadas, según pudo saberse, fueron dos tubitos de
Actemin, un conocido medicamento que se puede adquirir sin
problemas en cualquier farmacia.
Pormenores
En un primer momento, una persona que dije ser policía
informó a les periodistas que se habían realizado
allanamientos simultáneos en numerosos locales. Mencionó
concretamente la pizzería Banchero, ubicada en la esquina de
Talcahuano y Corrientes; la Cabaña del Tío Tom, en esta
última arteria al 1200; Bomarzo, en Cerrito, entre Charcas y
Santa Fe; Hamlet, Paraná 340 y Politeama, en la esquina de
Paraná y Corrientes. A ellas habría que sumar la ya
mencionada El Foro y la confitería y bowling American, en
Corrientes al 1570.
Sin embargo, al día siguiente los propietarios de La Cabaña
del Tío Tom y de Banchero, llamaron a los diarios
desmintiendo que sus locales hubieran sido allanados. En
realidad, los procedimientos que pudieron certificar les
periodistas fueron los realizados en El Foro, Hamlet, el
bowling American y la confitería Politeama.
Sin duda, el procedimiento más espectacular tuvo por
escenario a este último negocio. Agentes de la comisaría
prohibieron la entrada y salida de gente, mientras casi una
decena de policías de civil —de la Dirección da
Investigaciones y de Seguridad Personal— Comenzaron a
identificar y revisar a los parroquianos que atestaban el
lugar.
Mientras tanto, en la calle se agrupó más de un centenar de
curiosos, en su gran mayoría jóvenes de los que frecuentan
el lugar, que observaban el procedimiento "con la ñata
contra el vidrio", pero desde el lado de afuera. Casi
parecían lamentar no estar adentro.
El momento más emotivo se vivió cuando los policías
obligaron a una joven de minifalda a despojarse de sus
coquetas botas, se supone que para verificar si no había
escondido algo dentro de ellas. La muchacha, sumamente
incómoda, se las ingenió para descalzarse sin ofrecer un
espectáculo, verificándose que no ocultaba nada en sus
botas.
Paulatinamente, los clientes de la confitería —previa
identificación— eran dejados en libertad. Debido a la
minuciosidad del interrogatorio a cada parroquiano, el
procedimiento se prolongó desde las 21 hasta las 24.
Alrededor de los 23, llegaron a la confitería la madre y la
abuela de una de las jóvenes retenidas por los
investigadores. Las dos mujeres increparon a los policías
cuando se les informó que la chica, estudiante de teatro, de
16 años, sería llevada a la seccional. Un malhumorado
oficial puso término a la discusión amenazando con "meterlas
presas" a madre y abuela, que, prudentemente, optaron por
una retirada estratégica.
La nota insólita la dio un joven japonés que estaba solo en
una mesa y terminó durmiéndose sobre ella mientras se
desarrollaba el procedimiento. Después, los policías se lo
llevaron, en tanto que un comedido informaba a los curiosos
de que el nipón hacía quince días que estaba en el país y no
hablaba castellano.
A escasos 70 metros del Politeama en la confitería y bowling
American, lugar frecuentado por gente del ambiente
artístico, se produjo el único incidente más o menos
violento de la noche. Los integrantes de la comisión
policial interrogaron a una joven que aparentaba ser menor
de edad, y decidieron detenerla. La muchacha fue presa de
una crisis nerviosa y se resistió —arañando y pataleando— a
que la sacaran del local. Sin demasiadas contemplaciones,
los policías la arrastraron afuera y la metieron en un
patrullero.
Cuando los fotógrafos Luis Gemelli y Aldo Martínez
registraron la escena, atrajeron la atención de un cabo de
la seccional 5ª quien vociferó: "¡Rómpanles las cámaras!"
Por fortuna el deseo del suboficial no se cumplió y los dos
reporteros gráficos tuvieron que lamentar únicamente el ser
metidos a empujones en un patrullero y conducidos a la
comisaria, donde fueron dejados en libertad sin que sus
máquinas fueran tocadas, quince minutos más tarde.
A las 0.30, Corrientes había recobrado su aspecto habitual y
de los allanamientos solo quedaba el comentario. En general,
la reacción del público había sido más bien jocosa. De la
media docena de personas que protestó contra el proceder
policial, el más indignado fue un vendedor de vasos de
whisky.
Perdí la noche —se quejó—. En todos los negocios en que
quise entrar estaba la policía.
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Expectación frente a los negocios visitados por la policía
El procedimiento en la confitería Politeama fue el que más
expectación suscitó. Más de un centenar de curiosos se
amontonó frente a sus puertas y ventanas
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Todos los parroquianos del Politeama fueron identificados.
En la confitería El Foro policías de civil identifican a los
clientes. Aquí no se produjeron detenciones |
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