Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


REPRODUCCIONES
COMO POR ARTE DE MAGIA
Revista Siete Días Ilustrados
05-10-1970

En un taller porteño, dos jóvenes artesanos impulsan una labor fascinante, renovadora: sus réplicas de obras pictóricas y posters -sin precedentes en el país- proponen nuevos rumbos al arte de la reproducción masiva

El violinista de cara verde dio una voltereta sobre el tejado de la casa; sobre su cabeza, una figura se diluía en el aire claro. Al lado Los Beatles atisbaban, por la escotilla de su célebre submarino, la exultante fe del perrito que pregonaba un lema enmarcado por una guarda floral: "El amor es una cosa espléndida". Tan prestigiosas marionetas no estaban solas, claro; un poco más allá, la adusta expresión del actor Federico Luppi se enriquecía con más de treinta colores reproduciendo —con asombrosa fidelidad, y bajo la forma de una réplica sobre tela— un cuadro de la pintora Marta Peluffo. De pronto, el ceño de Luppi se alegró: a toda carrera un automóvil rugió dentro del amplio galpón donde se codeaba con esos otros motivos igualmente dispares: era el Torino que tuteló la hazaña argentina de 1969 en la competencia automovilística de Nürburgring, Alemania.
Son parte de los afiches (o, para bautizarlos con una locución más a la moda: los posters) y las reproducciones de arte, llamadas múltiples, que regocijan desde hace algún
tiempo a un enjambre de adolescentes y a cuantos gustan jerarquizar sus casas con la reedición de un tema plástico nada inferior al original. Con el valioso dato de ser, sin excepción, fruto de un esfuerzo argentino.
Los auspiciadores de esta contribución —que reemplaza parcialmente a la de sello extranjero— son dos porteños volcados, un par de años atrás, a la aventura de masificar el arte en su taller de 200 metros cuadrados al 2100 del pasaje Bollini, en Buenos Aires. Allí trajinan ocho personas piloteadas por Luis Solves (37, dos hijos) y Horacio Ricardo Bruni (29, soltero), socios de Planograf-Producciones Luis Solbes. Los escoltan tarros de pintura lumínica, balancines de madera que secan a sus iridiscentes criaturas y, junto a otros artilugios mecánicos, una máquina automática única en el país. Hecha aquí sobre planos franceses, ayuda para dotar de una perfección quizá pocas veces emulada en el ámbito internacional a esta serie de delirios y filigranas en alto nivel.

ARCO IRIS PARA TODOS
"En realidad, estuvimos a punto de comenzar esta suerte de odisea hace cuatro años, cuando hablar de posters hubiera sonado a dialecto marciano", recuerdan los pioneros. Mientras un entusiasta colaborador, el jujeño Humberto Gacitúa (17), va cubriendo con una gelatina especial la tela de nylon que soportará hasta 180 kilos por centímetro cuadrado (para sensibilizarla como una película), Solbes euforiza: "Nuestro sueño es trasformar este rincón en un gran supermercado del arte, en el buen sentido de la palabra; los cuadros no pueden quedar confinados a una minoría. Por eso en muchos casos esto se parece a una patriada, un trabajo, inclusive, con pérdida económica".
No suena a exageración. Aunque Bruni confiese que se iniciaron en el métier "gracias a una buena dosis de pituitaria" y basándose en los afiches que importaba el distribuidor Mario Giesso, nadie imaginaría el alud de detalles técnicos, la manía perfeccionista que dentro de un propósito cada vez más original los avala en la actualidad. Muestran, por ejemplo, las láminas estadounidenses que ellos trasladarán fielmente, pero muy mejoradas gracias a la cuota artesanal de su labor: algunas viborean figuras zodiacales con reminiscencias del mejor art nouveau; o glosan el entrelazamiento de la pareja junto a un retozar de flores y animalitos pacíficos, ingenuos; estos últimos motivos son, todavía, los preferidos por el público quinceañero.
En el momento de recibir a SIETE DIAS estaban redibujando las letras que anunciaban el estreno del film sobre el festival juvenil celebrado en 1969 en Woodstock, Nueva York. Los contornos de esa lámina en offset revivirían al calor de una fervorosa alquimia: los colores primarios amarillo, rojo y azul dan pie, como por arte de magia, a una gama infinita de tonos secundarios y terciarios. Solbes describe una de las dificultades de la faena, que radica en la cantidad limitada de tinturas disponibles en el mercado: "A partir de ellas tenemos que preparar las mezclas, rebajando y aumentando intensidades y jugando con las trasparencias de cada color con el que se le superpone, hasta conseguir el matiz exacto. Sí, es cierto, al hacer estas cosas nos trasformamos en un clan de fanáticos; ninguno de nuestros muchachos admitiría una tonalidad falsa o fuera de registro", valora.
Bruni practicó el magisterio, estudió dibujo, hizo publicidad. Sus diseños propios —como el de Nürburgring— pueden abrir una ancha franja en la creación vernácula de estos lujos visuales. Que, en el caso del taller que regentean, aúna otra posibilidad: la de obtener "prácticamente cualquier sutileza cromática, en número infinito". Las 10 mil copias de la tela del pintor Ideal Sánchez implicaron un esfuerzo enloquecedor: reproducir trazo por trazo mediante pincel seco, plumín y otros instrumentos la idea del artista, llevó cuatro meses de ajetreo, sin dormir muchas noches; ¿se imagina el sinfín de matices y películas que debimos utilizar? Nunca se había hecho un intento de tal magnitud, capaz de multiplicar una tela en tal forma que ni su autor distinguiría diferencias", se ufana Solbes.
En el campo de los múltiples y de las creaciones propias —junto a la de "los artistas que llegan a nosotros, como lo hicieron Gioia Florentino o Jorge Caillava"— late la ambición hasta ahora mayor del equipo: fundar un centro integral de arte, a base de una temática argentina. Un hito inminente en ese camino: el concurso para afiches de raíz nacional, a convocarse en fecha próxima, para el cual —enfatizan— "están las puertas abiertas. Este es un trabajo de conjunto, como en las colmenas. Un panal creador, que ponga el arco iris al alcance de todos".

 

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