Anselmo Marini, Crisólogo Larralde y Emir Mercader esperaban
—hace de esto unos años— a Ricardo Balbín en una estación
ferroviaria: los cuatro tenían que ir a Baradero, donde
debían hablar en un acto público. El actual presidente del
Comité Nacional del radicalismo del Pueblo llegó un poco
tarde, con su característico paso lento y su también
característica inclinación hacia adelante. Mercader acotó
entonces: —Aquí llega Balbín con su bolsa al hombro.
Candidato a gobernador de Buenos Aires en 1950 y postulante
por dos veces consecutivas a la presidencia de la República
(en 1951 y en 1957), el actual titular del Comité Nacional
del Radicalismo del Pueblo no es precisamente un optimista.
Con nostalgia trabaja a diario —metódicamente— en la
conducción de su partido desde el local de Alsina y Entre
Ríos. No parece hacerse ilusiones. Parece presentir que el
ritmo de la lógica, política contemporánea ha ido
desplazando una mística alemnista, una ortodoxia
yrigoyenista, unos románticos recuerdos de lucha contra los
conservadores y los peronistas. Todavía joven —58 años—
controla absolutamente el aparato de la Unión Cívica Radical
del Pueblo. El desgaste de los últimos inexorables y
despiadados años parece colocarlo a veces —sin embargo—
junto a una generación que, por momentos, presenta la imagen
de que estuviera entrando en el ocaso político. Y, sin
embargo, se insiste a menudo en que Ricardo Balbín será
nuevamente postulado a la presidencia de la República.
Estado Mayor ¿Recuerda el lector las oficinas
frondizistas de Luis María Campos durante la campaña
electoral de 1958? ¿Recuerda los slogans de la UCRI: "Una
solución concreta para cada problema concreto"? Una de las
razones por las que la nueva generación se acercó antes a
Frondizi que a Balbín es, precisamente, la forma en que la
publicidad frondizista acentuó la actuación de equipos
técnicos que estudiaban con seriedad los problemas del país.
La época del romanticismo político había terminado; los
jóvenes preferían la poesía de la investigación rigurosa a
la oratoria con reminiscencias de Belisario Roldán. Una
de las críticas fundamentales a Ricardo Balbín fue siempre
la presentación de su estilo oratorio como una apelación
pasatista al sentimentalismo político. Frondizi era exhibido
como el intelectual seductor; Balbín, como el emocional. En
1958, montada esa imagen ante la opinión pública, resultaba
evidente que debía ganar Arturo Frondizi. ¿Es realmente
así? "Ellos eran los intelectuales, los estudiosos;.
nosotros éramos el comité, las barbas de Alem... Pura
publicidad, puro bluff. Ellos lo vendieron todo y se
corrompieron... Mire usted dónde terminaron los
intelectuales de Frondizi...", comentaba amargamente Anselmo
Marini, ex presidente del bloque parlamentario radical del
Pueblo. "Nosotros —agregaba Arturo Mor Roig, secretario del
Comité Nacional— estudiamos, aquí se estudia y se trabaja.
Solamente nos ganó en ese terreno la batalla de la
propaganda." En realidad, Ricardo Balbín está actualmente
asesorado por un verdadero estado mayor de expertos en
distintos problemas. Junto a sus laderos directos, los
nombrados Marini y Mor Roig, trabajan grupos especialistas
en distintos problemas. Uno de los equipos técnicos que más
directamente colabora con el Comité Nacional de la UCRP es
el integrado por Germán López, Antonio Tróccoli, Alfredo
Concepción, Raúl Alfonsín, Félix de Elizalde, Bernardo
Grínspun, Roberto Pena. Están también sus "teams" de
relaciones públicas con periodistas, empresarios, dirigentes
gremiales y militares (escribano Mujica, Juan José López
Aguirre, Eduardo Estévez, Ricardo Pueyrredón, Enrique Vanoli
y Enrique Saguieri; de asuntos institucionales (Amílcar
Mercader, Carlos Alconada Aramburú, Santiago Fassi, Ricardo
Bassi y Enrique Tognoni); de problemas educativos (Mariano
Duruk, Rubén Blanco, Celia González, José Sívori) y de
contactos entre el Comité Nacional, los distintos sectores
internos y los comités provinciales (Carlos Perette, de
Entre Ríos; Leopoldo Suárez, de Mendoza; Juan Carlos
Pugliese y Ricardo Lavalle, de Buenos Aires; Arturo Illía,
Justo Páez Molina y Raúl Fernández, de Córdoba; Luis León,
de Chaco: Enrique Gadano, de Río Negro y Ricardo Colombo, de
San Juan). El lector podrá apreciar que ese "estado
mayor" informal de colaboradores de Ricardo Balbín reúne
tanto a balbinistas como a no balbinistas. El Comité
Nacional consiguió aglutinar tras su conducción a distintos
matices con una línea de acción concreta. El Norte, el Sur,
Córdoba, el Litoral, Cuyo y la provincia de Buenos Aires
aparecen como los grandes focos de atracción
político-geográfica de la UCRP.
Variantes básicas
El balbinismo, la "linea Córdoba" y el neo-unionismo
aparecen actualmente como las tres variantes básicas de la
UCR del Pueblo. Alguna vez se ensayó la teoría de que la
UCRP constituía una federación de partidos, incompatible
pero complementable con el conservadorismo tradicional. En
los distritos donde el conservadorismo es débil (Ejemplo:
Capital Federal), la UCRP tiene conducción de derecha; en
los distritos donde el conservadorismo es fuerte (Mendoza,
Corrientes), la UCRP es izquierdizante. Ese cuadro sobre la
UCRP era complementado con otra acotación: la línea blanda
con respecto a Frondizi tenía fuerza en las zonas donde
influían afiliados vinculados a la industrialización del
conurbano (larraldismso en Buenos Aires); la línea dura
tenía mayor vigencia en las zonas del interior agrario
(influencia de ganaderos medios, golpeados por el peronismo
y el frondizismo en la provincia de Buenos Aires) y en la
UCRP metropolitana, el ortodoxo unionismo era correlativo a
una eventual gravitación de afiliados vinculados a la
importación.
Congreso de la Civilidad La Unión
Cívica Radical del Pueblo —es la opinión de su actual Comité
Nacional— irá sola a los comicios. Reafirmará su ortodoxia
antifrentista, luchará por su propia fórmula. Pero esa
posición, de alguna manera es teórica. Balbín —como todo el
mundo— sabe perfectamente que la UCRP no podrá tener el 57 %
de los votos que, según el sistema D'Hont de representación
proporcional, resultan indispensables para consagrar una
fórmula propia en el Colegio Electoral. El acercamiento a
los otros partidos, la búsqueda de elementos comunes, el
diálogo para las coincidencias mínimas, aparecieron entonces
como la única variante posible para mantener la
intransigencia antifrentista y, a la vez, romper el bloqueo
(¿autobloqueo?) político que se había impuesto el
radicalismo del Pueblo. Así apareció, con el
proporcionalismo inevitable, la balbinista idea del Congreso
de la Civilidad. El jefe del operativo fue Ricardo Balbín;
el conductor de las gestiones, Arturo Mor Roig. "La
intención del Congreso de la Civilidad no tiene nada que ver
con lo que cuenta La Razón", comienza explicando Mor Roig.
"No se trata de ningún acuerdo ni hay ningún pacto", agrega.
"En realidad —dice el secretario del Comité Nacional— ni
siquiera me gusta la expresión popularizada
periodísticamente de Congreso de la Civilidad. porque esa
expresión tiene tono antimilitarista. Nosotros queremos
buscar un programa mínimo de objetivos fundamentales que se
convierta en la plataforma del "mínimo común denominador" de
todas las agrupaciones políticas, que la suscribirían para
ofrecer una garantía de estabilidad a la ciudadanía.
Propongo, por ejemplo, que todos los partidos se comprometan
a dar apoyo legislativo necesario al próximo Poder
Ejecutivo, porque eso es indispensable frente a la realidad
del sistema proporcional. Queremos que el país entre en la
etapa de la civilización política. Hace 32 años que el país
está encerrado, que todos están encerrados. Hace 32 años que
la fuerza despótica de los gobiernos se contrapone
paralelamente a las oposiciones sistemáticas. No queremos
ser oposición sistemática ni gobierno despótico. Hay que
romper el esquema del encierro." La gran mayoría del
partido —precisa Mor Roig— es solidaria con la iniciativa de
Congreso de la Civilidad. Pero... ¿qué piensa Ricardo Balbín?
¿Cómo coordina sus actitudes pasadas y actuales? Cuando
PRIMERA PLANA resuelve hablar con Ricardo Balbín, planea una
estratagema. Presentarse ante él, en la persona del
cronista, como un "abogado del diablo", como alguien que
recoge todas las objeciones a la conducción radical del
Pueblo. Balbín, sentado en un viejo escritorio del Comité
Nacional, ladeado por Mor Roig, acepta el juego. No fuma,
toma abundante café (llamó tres o cuatro veces al ordenanza)
y contesta rápida y extensamente. Solamente una
interrupción: llega un telegrama urgente a su nombre. Balbín
lo lee, exclama: "¡Qué barbaridad!" y, en seguida, pasando
el papel a Mor Roig: "Vea, qué disparate... es una lástima'.
La síntesis del diálogo con Ricardo Balbín es la siguiente:
P. — Los negociados son una inmoralidad pública. Pero, ¿no
es una inmoralidad política ir a elecciones y empezar a
conspirar después que se perdió? ¿Y proponer que no haya
elecciones y decirse democráticos? R. — La salida
electoral es la necesaria y lógica para reestructurar y
rehacer el país. Eso lo dijimos. Dijimos también que, a los
efectos de la mejor claridad de la consulta comicial, era
indispensable aliviar el orden social y económico que está
creando angustia en la zona popular. No hemos sido
escuchados. P. — En caso de tener que decidir... ¿sus
electores se inclinarían por Pedro Eugenio Aramburu, Oscar
Alende o Juan José Güiraldes? R. — La instancia principal
del proceso electoral, los comicios, debe ser la más clara.
Luego se abre la instancia del Colegio Electoral y también,
si fuera necesario, la del Congreso. Lo que el radicalismo
del Pueblo haga entonces, lo decidirán sus organismos
partidarios. P. — ¿Se anima a afirmar categóricamente:
"Nunca apoyaremos a Aramburu en el Colegio Electoral"? o...
"Nunca apoyaremos a Alende", o... "Nunca sumaremos nuestros
votos a los de Güiraldes"? ¿Se anima, concretamente, a hacer
algún descarte de entre esos tres nombres? R. — No tienen
eficacia los nombres. Importan las soluciones políticas.
P. — ¿Será usted el candidato de la UCRP? R. —En el
radicalismo del Pueblo, el candidato lo elige el afiliado.
Yo desearía no ser postulado, pero eso no depende de mí.
P. — ¿Se reconciliaría con los frondizistas? R. — El
término más corriente es unidad... se habla de unidad del
radicalismo. Vea: yo entiendo que lo radical se une, se está
uniendo. Lo radical, la esencia de lo radical. Quien se
aparta de sus concepciones pierde la cualidad elemental.
P. — La cualidad elemental de lo radical... ¿admite el
golpismo o la oposición sistemática pro golpista? R. —
Esas expresiones fueron utilizadas sirviendo los propósitos
deleznables de una campaña sin grandeza. Frente a los
errores y las malas conducciones, el radicalismo se oponía y
daba soluciones. La literatura del partido lo confirma y la
gestión de nuestros representantes también exhibe ideas de
conducción. Por otro lado, están a la vista los resultados
de las gestiones realizadas en el país desde 1930 hasta
ahora. Si nosotros no teníamos razón, debieron aparecer los
éxitos de las políticas que combatimos. ¿Golpismo?: Hemos
escrito la mejor historia democrática en el país. P. —
Pidieron la renuncia de Frondizi, destituyeron a Frondizi y
Pinedo fue ministro... R. — Decir eso es no conocer a los
hombres ni a sus ideas ni a sus definiciones. Pinedo ya
había estado con Frondizi; para aquel oficialismo sería un
personaje de regreso. Nosotros combatimos la política
económica de Frondizi y denunciamos la que continuó.
Nosotros queremos derrotar al sistema. P. — ¿Puede ganar?
R. — El radicalismo debe ganar. Lo necesita el país.
PRIMERA PLANA 29 de Enero de 1963
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