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La acción izquierdista podría dar un dolor de cabeza a la CGT
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El intento del gobierno de crear un clima de tranquilidad social para el momento de los comicios de junio próximo, descansa en dos factores fundamentales: la nueva mentalidad del equipo de funcionarios colocado al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, encabezado por el doctor Rodolfo Guido Martelli, y la táctica presente de "gravitación moral" puesta en práctica por las nuevas autoridades de la Confederación General del Trabajo.
Contra estos dos factores conspira un tercero, que ha venido siendo objeto de cuidadosa consideración, tanto por parte del grupo dirigente de la CGT como de las nuevas autoridades del trabajo: el deteriorado nivel de vida popular y la acción del ala izquierdista de la central obrera; constituida por los militantes del Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical (MUCS), que espera lograr el apoyo de la "línea dura" del sector gremial peronista.
Los dirigentes gremiales de la extrema izquierda han perdido en los últimos tiempos el control de importantes organizaciones, como la Unión Obrera de la Construcción y la Unión de Sindicatos de la Industria Maderera de la República Argentina. Estos dirigentes explicaron ese hecho "en el apoyo obtenido del gobierno" por sus opositores y al mismo tiempo "en las trabas opuestas a los dirigentes de izquierda por las autoridades del trabajo". La consecuencia de esta situación fue que se optó en este sector por un cambio de táctica, que consiste en trabajar intensamente en las bases del movimiento gremial, conquistando comisiones internas, comités de fábricas, filiales, etc., con el fin de influir desde esos puestos sobre las direcciones de los sindicatos.
El resultado de esta táctica ha sido notable en algunos casos, como en la Unión Ferroviaria, entidad que agrupa a los empleados y obreros del riel de todo el país, excepción hecha de los maquinistas y foguistas, nucleados en La Fraternidad. Por lo tanto, la fuerza del sector izquierdista no debe medirse exclusivamente por los gremios bajo su control, que son muy pocos, sino también por los puestos alcanzados en las organizaciones de base de los diversos sindicatos.
La sola presión del sector izquierdista preocuparía poco si éste no contara con el ambiente propicio para su prédica, constituido por el descenso del nivel de vida popular. La CGT reclamó al doctor Martelli la convocatoria de las comisiones paritarias de discusión de convenio, reclamo que fue reiterado el martes al subsecretario de Trabajo, doctor Tirso Rodríguez Alcobendas. Pero los hábiles gremialistas de izquierda advirtieron "que será muy difícil obtener aumentos de salarios substanciales" en las presentes condiciones económicas del país, y decidieron dar el grito de alerta: "con las discusiones de los convenios el gobierno pretende distraer la atención gremial hasta las elecciones, y una vez que ellas se hayan realizado se reclamará a los trabajadores nuevos sacrificios".
Consecuente con este pensamiento, el MUCS criticó duramente la semana pasada a los dirigentes de la CGT, por no haber reclamado un aumento inmediato de salarios del 50 por ciento, y propuso la adopción de medidas de movilización para lograrlo. Recomendó además el MUCS a los trabajadores intensificar la presión sobre los dirigentes de la CGT con el fin de obligarlos a adoptar una actitud "combativa", antes que los inocuos "cabildeos" con las autoridades del trabajo.
En el reciente XII congreso del partido Comunista que durante 10 días deliberó clandestinamente en Mar del Plata, el dirigente Victorio Codovilla, en su informe, acusó a los dirigentes de la CGT de "hacer declaraciones, por lo general acertadas, sobre la justicia de las luchas obreras y populares, estimular aparentemente la organización de esas luchas, pero, bajo la solicitud o la presión de las llamadas fuerzas de poder, no impulsarlas hasta el fin, o sea hasta conseguir las reivindicaciones planteadas".
No obstante ello, dijo Codovilla que durante el año pasado alrededor de 12 millones de trabajadores participaron en medidas de fuerza, y añadió más adelante: "Lo característico es que este proceso se realizó fundamentalmente desde abajo y, la mayor de las veces, contra la voluntad de los de arriba... Para tener éxito en sus luchas (los trabajadores) deben multiplicar y fortalecer los comités unitarios, sin esperar directivas de arriba, que nunca llegan o llegan tarde".
Los dirigentes cegetistas censuran a los izquierdistas por propugnar medidas de acción "que ellos no ejecutan llegado el caso", y consideran que su prédica "será insuficiente para producir cambios fundamentales en la CGT". No obstante ello, no dejan de reconocer que en determinadas circunstancias los izquierdistas podrían dar "un dolor de cabeza". Confían algunos, sin embargo, en que ni las autoridades ni los empresarios "serán tan torpes" como para crear condiciones que configuren una coyuntura favorable para la acción de la extrema izquierda.
El gobierno, por su parte —tal vez como medida precautoria— parece no sentirse inclinado a derogar el tan criticado decreto reglamentario del derecho de huelga, que le permite un gran margen de maniobra. Al doctor Martelli, por lo menos, no le resultó agradable la insistencia de un periodista en saber si sería derogado ese decreto, limitándose a decir que "el ministro será intérprete ante el gobierno del punto de vista obrero".
En síntesis, la incógnita consiste en saber si la habilidad de los dirigentes de la CGT y las buenas intenciones de los funcionarios del Ministerio de Trabajo podrán combinarse de tal forma como para contrarrestar el impacto de la presión izquierdista, favorecida por las dificultades económicas de los trabajadores y por el muy relativo aumento salarial que se estima puede soportar la economía argentina.
Revista Primera Plana
26 de marzo de 1963

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Pie de foto: El ministro de Trabajo, Guido Martelli, con los líderes de la CGT.: Contra las mejores intenciones, el riesgo de la creciente tensión social