El teléfono sonó a las 5 de la tarde. "Lo espero en mi
oficina. Venga en seguida." Allí estuvo apenas diez minutos.
"Hay un patrocinador interesado en un show musical. Usted lo
animará y hará los episodios cómicos. Prepare su parte.
Grabamos mañana a la noche." Días después, los
representantes de la empresa vieron el videotape y, al
concluir, prorrumpieron en aplausos. Se acercaron al
animador y lo felicitaron. Como ocurre muchas veces, no se
llegó luego a un acuerdo sobre precios y el programa quedó
olvidado. Es posible que todavía sobreviva el "piloto".
Si no fuera así, alguien recordará —sin nostalgia— este
acontecimiento: su protagonista, el actor Pepe Soriano, una
de las figuras más valiosas de la TV local en el rubro
interpretación. 1963 está en condiciones de depararle una
promoción, de confiarle algo más que los papeles secundarios
que le dispensó hasta el momento. José Carlos Soriano, de
33 años, casado, dos hijos, comenta que "nunca se habló
tanto de mí como ahora". Pero esta certidumbre le
desencadena un sentimiento: "Tengo miedo y, al mismo tiempo,
tengo ganas de probar solo, de caminar solo. De lo
contrario, el año que viene debería retirarme de la
televisión." A la silueta más o menos habitual del actor
que reparte sus horas entre un set y otro, Soriano opone la
de un hombre aplomado, que tiene ideas precisas sobre lo que
hace y lo que quiere hacer. Una actitud que debe provenir de
su larga experiencia teatral y de su vida tranquila. Dice
Soriano: "Me aburren los cócteles, no juego, me paso el día
en casa." Aunque "no me gusta leer", Soriano está al
tanto de autores y obras. No es común oír ciertos nombres en
boca de ciertos actores, pero Soriano hace más: puede
pasarse un buen rato hablando de Bertolt Brecht o de George
Bernard Shaw. Puede, también, explicar por qué no le atrae
Ionesco o por qué disiente con los films de Michelangelo
Antonioni. Soriano confiesa que la necesidad de
expresarse le viene de lejos, de la época escolar y las
imitaciones de profesores y alumnos que hacía en el colegio
nacional. Sin embargo, sólo a los 20 años empieza a darse
cuenta de que esa necesidad expresiva se verá canalizada en
la escena. Un domingo de 1949, el estudiante de derecho José
Soriano se entera en la biblioteca de la Facultad de que se
estaba formando un Teatro Universitario. "Me presenté a
rendir una prueba casi como una broma, porque insistieron
mis compañeros. Y me tomaron." De 1949 a 1952 y bajo la
dirección de Cunill, Soriano comparte el derecho con el
teatro: Maeterlinck, Juan de la Encina, Gide, en funciones
que se daban los lunes. El hecho definitivo es de 1953,
cuando se presenta en el Colón con la troupe del Municipal
San Martín, en una versión de Sueño de una noche de verano;
el papel de Tisbe, un contrato profesional y mil pesos
mensuales de arancel. Entonces, deja su carrera
universitaria. Soriano interviene en televisión, por
primera vez, en 1955; en 1961, luego de actuar en numerosos
ciclos (inclusive Historias de jóvenes, Vertical Buenos
Aires, Yo s:y usted), se suma al ciclo de Juan Verdaguer; en
1962 se convierte en exclusivo del Canal 13. Actualmente,
participa de dos series: la exitosa Yo soy porteño
(Gius-Stivel) y La cráneo teca de los genios (Wimpi
resucitado). Su salario de TV le permite "una vida cómoda" y
un par de hobbies menores: manejar coches y decorar su casa.
Soriano sólo tiene ocupadas, ahora, las tardes del miércoles
al domingo. Pero afirma que no le queda tiempo porque lo
pierde pensando. "Pienso en problemas filosóficos un poco
caseros, en el teatro, el cine, la televisión, en cómo sería
lo que aspiro a dar. en cantarles canciones a mis chicos, en
cultivar amigos." Cree que se ha perdido la comunicación
con el espectador, que "la última vez que existió fue
durante el auge de los autos religiosos". Su mayor ambición,
por lo tanto, es "restablecer esa comunicación, con todo lo
que tiene de regocijo y tarea cultural". La TV lo alejó
un tanto del teatro; en mayo vuelve a las tablas para
integrar el elenco de Rashomon, que dirigirá Carlos
Gorostiza. Actuó apenas en cine y lo corroe el anhelo de
hacerlo en profundidad. "Los tres medios me fascinan, a
condición de que impliquen una forma de arte. No desecharía
a ninguno, no los alternaría tampoco." El objetivo
principal de Soriano, en su actividad interpretativa, es
"dejar algo", elaborar obras que entrañen un sentido, un
mensaje. No se siente molesto por los papeles secundarios;
se ve como la pieza de un engranaje y no tolera el divismo.
Es un hombre concienzudo y paciente, un enemigo de la prisa.
Lo es desde hace 14 años. No sería raro que esta austeridad
pronto muestre sus frutos. Revista Primera Plana
12.03.1963
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