Revista Gente y la
Actualidad
09-07-1970 |
Ricardo Talesnik (32) es el hombre que revitalizó al teatro
argentino. Autor de "La Fiaca", una pieza que batió records
en teatro, fue llevada al cine y recorrió buena parte del
mundo, estrenará dentro de poco "Cien veces no debo", su
nueva obra. Comenzó escribiendo para televisión por
casualidad y tiene ideas muy sólidas sobre su trabajo y la
realidad.
"Para mí, el éxito es conseguir comunicación con los que
miran."
El hombre muy joven de ojos claros y pelo corto se llama
Ricardo Talesnik, está casado con una muchacha llamada
Pepita que conduce "Buenas tardes, mucho gusto", y tiene
como profesión escribir teatro. Si bien el trabajo puede
tener una cara bastante sombría —recorridas de teatros o
canales de televisión con papeles bajo el brazo que algún
señor ocupadísimo se niega a leer y las consiguientes dosis
de decepción conducentes a teorías que consisten básicamente
en pensar que el mundo es estúpido—, puede tener otra
directamente relacionada con el triunfo. Este último, claro,
es el caso de Ricardo Talesnik, autor de "La Fiaca", quizás
la obra revitalizadora del teatro argentino, la llamada a
llevar otra vez mucha gente a las butacas.
—Se hizo en cine y allí sufrió algunos cambios. Cambios a
los que no fui ajeno, pero que modificaban su esencia.
—¿Cuál era o es esa esencia?
—Plantear la actitud de un personaje como aislada e
individual y en consecuencia inútil, estéril. Un personaje
que informa una manera de enajenamiento.
—Si la actitud del personaje es estéril, ¿lo es también la
de quien escribe una obra con ese personaje?
—No. El teatro es un arte. Eso es todo.
"La Fiaca", la historia del tipo que un buen día decide que
no va a seguir trabajando porque está cansado, porque tiene
ganas de quedarse en su casa leyendo o jugando a vigilantes
y ladrones, recorrió, además, buena parte del mundo.
—En este momento se cumplen diez meses de representación en
México, por ejemplo.
—¿Qué hubo antes en la vida de Talesnik?
—Lo que me interesaba era dirigir cine. Fue algo que me
agarró a los veinticinco años; hice cursos de dirección, me
asocié a cine clubs, todo eso. Mientras tanto trabajaba en
un diario como representante de relaciones públicas. Todos
los días tenia que informar acerca de las gestiones que
hacia, para lo cual tenía que escribir a máquina. Como no
sabía, me puse a practicar tenazmente. Una vez, practicando,
escribí un sketch. Me gustó, escribí otro y luego otro. Así
fue como comencé. Debuté escribiendo para televisión en
"Show 90", después fue el "Show Standard Electric" y más
tarde "Historias de jóvenes". En el 66 escribí "La Fiaca".
Antes de eso había escrito obras cortas y una larga —"Cómo
se hace. una fiesta"— que no quise estrenar.
—¿Lee teatro?
—No: me aburre mucho. No quisiera que esto pareciese una
declaración cultural o algo semejante, pero leo todo el
tiempo. Literatura, historia, política, psicología. Leo
para estar informado, por una razón de disciplina.
—¿El éxito de "La Fiaca", cambió de algún modo su vida?
—Si, la cambió. Después de "La Fiaca" me quedó poco tiempo
para una cantidad de cosas que antes hacia con frecuencia.
—¿Cuáles?
—Nadar, jugar al fútbol, hacer gimnasia. Me encanta ver
fútbol. Sobre todo fútbol como el que se jugó en el mundial,
no el que se juega aquí, que es muy triste.
—¿"La Fiaca" significó mucho dinero para usted?
—No tanto como la gente cree, pero ojalá toda obra me diera
las satisfacciones que en todo sentido me. dio "La Fiaca".
En la obra que estoy por estrenar —"Cien veces no debo"— en
ningún momento se me cruzó por la cabeza repetir el éxito de
la otra.
—¿De qué trata "Cien veces no debo"?
—De una chica, hija única, que espera un hijo y de su
posterior conflicto con tres personajes, tres amigos. Ese es
el punto de partida de la pieza: la relación de la chica con
amigos, padres, con el exterior. Quiero llegar a una
realidad teatral exasperada donde queden expuestas ciertas
distorsiones.
—¿Qué es "una realidad teatral exasperada"?
—Es difícil precisarlo. Se trata de un nuevo término que
estoy acuñando. Es una cosa grotesca, un tipo de teatro.
Odio clasificar los géneros teatrales.
—Suponiendo que sea totalmente cierto que esta vez no piensa
en el éxito...
—Ojo: todo el que está en esto piensa naturalmente en lograr
éxito. Pero yo llamo éxito a obtener un grado de
comunicación con el espectador, a que guste lo que se está
haciendo, no a una cantidad determinada de espectadores o a
una repercusión comercial. No escribo para mí solamente.
Pienso que se va a crear comunicación a través de lo que se
anuncia en el cartel.
—¿Qué piensa de la violencia? La de nuestro tiempo, la del
teatro.
—Es un síntoma de la época. Hay formas establecidas de la
violencia y violencia que quiere poner otras formas.
—¿Qué hace Talesnik aparte de escribir? Hobbies o cosas
parecidas.
—Ninguno en especial. Me gustaría cantar como Gardel o como
Tom Jones. O jugar profesionalmente al fútbol. Pero lo que
me gusta francamente es escribir teatro y cine.
—¿Le importa estar bien vestido, por ejemplo?
—Nunca me he preocupado por eso. Sólo cuando compro un traje
de baño me vuelvo algo exigente. En general, soy más bien
descuidado.
—¿Usted observa las reacciones del público con sus trabajos?
—Sí. Se aprende mucho con las reacciones del público. Desde
un punto de vista técnico, el público hace ver al autor en
qué se equivocó. Uno puede esperar una reacción —o ninguna—
y producirse lo contrario.
—Aparte del público, ¿le interesa lo otro del mundo teatral,
el clima?
—Muchísimo. Los ensayos, el trabajo de los actores, el del
director. Ver cómo los demás van enriqueciendo el material
que se les ha entregado. El día del estreno también es
apasionante. Después viene lo otro: mirar al público,
estudiar sus caras. Se siente miedo y alegría, todo junto.
—¿Hay algo que se negaría a hacer como autor?
—Me negaría a mentir, a no ser yo. El autor tiene que ser
uno mismo, tiene que estar informado acerca de lo que se
hace afuera, tiene que estudiar muy atentamente. Pero no
puede proponerse ser vanguardista. No puede tratar de imitar
lo que se hace en el exterior para ser vanguardista en la
Argentina. Tiene que situarse dentro de las tradiciones que
le corresponden, y dentro de la circunstancia histórica que
le corresponde. Un autor argentino no puede ser un creador
de vanguardia polaco, porque ese polaco tiene otras
tradiciones y otras circunstancias. Sería una actitud falsa.
—O sea que de algún modo usted piensa en el país cuando
construye una obra.
—De muchos modos. Nací y vivo en este país, ¿en cuál voy a
pensar?
Cuando "Cien veces no debo" sea vista por primera vez, en
algún lugar del teatro estará Ricardo Talesnik viviendo uno
de los momentos claves de su existencia. Pensará en el éxito
—en su ¡idea del éxito—, pensará sin duda en el fracaso.
Cuando todo termine, volverá a pensar en tomar una máquina
de escribir que aprendió a dominar cuando ni siquiera soñaba
con "La Fiaca".
Fotos: JUAN MESTICHELLI
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