Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Crisis en el gobierno
U.C.R.P
Revista Confirmado
19.08.1965

Fuegos cruzados en el partido radical

Desde comienzos de agosto —precisamente al cumplirse dos años desde la elección de Arturo Illia como Presidente por los colegios electorales— las crisis en el partido oficialista empezaron a multiplicarse en progresión geométrica.
El episodio de la Aduana —donde, después de un violento enfrentamiento entre su titular, Samuel Aracena, y el secretario de Hacienda, García Tudero, el primero debió renunciar— parece haber colmado la medida para el equipo cordobés de amigos del Presidente: los capitalinos, la balbinista trenza bonaerense —sostienen— está conspirando contra Illia.
En apariencia, la pelea parece reducirse a una casi deportiva rivalidad geográfica: "Hay un plan perfectamente organizado para hacer desaparecer a todos los hombres del interior del país, ya sean mendocinos, catamarqueños, salteños", rezongó el diputado cordobés Héctor Llorens (U.C.R. del Pueblo).
Sin embargo, resulta difícil disimular que la batalla trasciende largamente ese carácter. El partido radical, manejado por Ricardo Balbín, y el equipo económico, en manos balbinistas, entiende que debe marcar el paso al presidente de la República. Cada vez que Illia ha designado a amigos suyos, esos amigos han sentido el peso de una ofensiva balbinista tendiente a quemarlos: a los pocos días de asumir Emilio Parodi como secretario de prensa de la Presidencia, se desató una intensa acción psicológica —que en ese caso tuvo el apoyo del perettismo —destinada a liquidarlo. Unos meses más, y debió renunciar. Todos entendieron: Parodi se había atrevido a rivalizar con Balbín nada menos que en la provincia de Buenos Aires.
Para Héctor Llorens, la acción balbinista configura un verdadero complot: se quiere "hacer desaparecer a los amigos íntimos del Presidente, ya que los amigos del doctor Illia molestan en la Casa Rosada, y existe un plan para desalojarlos".
Pero ese frente interno, abierto públicamente en el partido oficialista, no es el único. En el X Congreso Ordinario del Movimiento de Intransigencia Nacional, que se reunirá a fines de noviembre, el sabattinista Atilio Pérsico se propone enjuiciar a diversos miembros del gobierno que no responden a la línea Córdoba. "El Presidente —suele confesar Pérsico a sus amigos— cometió un grave error cuando rechazó la renuncia de Zavala Ortiz, que llegó a dimitir verbalmente cuatro veces durante la crisis provocada por la situación dominicana."
Más allá de eso, el cordobés Atilio Pérsico —como su coprovinciano Héctor Llorens— se propone impulsar el desplazamiento de Ricardo Balbín quien "influye perniciosamente —acota— en la acción del Poder Ejecutivo, por lo que es imprescindible su alejamiento del Comité Nacional". Por supuesto, la guerra de Pérsico se dirige también contra el equipo económico que, según dice, equivoca sus métodos. "En 22 meses de gobierno —resume— Arturo Illia no pudo lograr la conquista del poder, y el propio gabinete elude el cumplimiento del ideario radical y las promesas preelectorales."
Lo curioso es que, continuando la tradición antimilitarista de parte del radicalismo, Pérsico señala también la responsabilidad de las Fuerzas Armadas, las cuales, según expresa, "deben abandonar su prescindencia o desconfianza para apoyar actos del gobierno, como la anulación de los contratos petroleros, en forma activa. Los militares son culpables por la mala situación del país: desde 1930, por comisión, y a partir de 1963, por omisión".
Lo cierto es que los fuegos se cruzan en todas direcciones, dentro del gobierno y del partido oficialista, marcando una crisis compleja que el presidente Illia no atina a encarar orgánicamente.

EL 30
Eran muchos y de signo distinto

Vicente Solano Lima, líder del conservadorismo popular y candidato del frustrado Frente Nacional de 1963, elaboraba en los últimos días la curiosa tesis de que todo gobierno radical tiene en su perspectiva un fatal 6 de setiembre; por lo tanto, lo correcto es tratar de que el inexorable episodio ocurra cuanto antes para evitar inútiles y mayores males.
Lima ha considerado, asimismo, que no hay mejor fecha que la del aniversario de la revolución del año 30, que puso término al segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen, para proclamar y reclamar, frente a esta nueva emergencia radical, otro pronunciamiento castrense.
Para dar a su revolucionario gesto un marco adecuado, Solano Lima ha recogido una singular iniciativa del ganadero Bayá Otegui, dirigente conservador de Bolívar: invitar a la comida que se efectuará el 6 de setiembre próximo en el Hotel Castelar (tradicional hospedaje de los radicales del interior) a todos los militares, desde cadetes a oficiales superiores, que acompañaron a Uriburu, y a los políticos que combatieron a Yrigoyen desde distintos ángulos, inclusive el del radicalismo antipersonalista.
Una comisión especial, designada por el comité bonaerense del Partido Conservador Popular, tiene a su carago la organización de la comida para 500 comensales —que deberán abonar una tarjeta de 650 pesos— y la mucho más importante tarea de confeccionar la lista de los revolucionarios sobrevivientes de 1930.
La semana anterior, los organizadores se encontraron con algunos problemas no previstos en el primer momento. Uno de ellos fue el planteado por el caso del abanderado del Colegio Militar y, por lo tanto, de la columna revolucionaria que tomó la Casa Rosada, el entonces cadete Álvaro Alsogaray. Otras situaciones difíciles de resolver para los organizadores: el actual diputado nacional de la U.C.R.P., Reynaldo Elena, fue hombre de confianza del general Agustín P. Justo; el diputado frondizista Raúl Uranga, firmante del célebre manifiesto de la Juventud Universitaria Argentina del 2 de setiembre, influyó decisivamente en aquellos acontecimientos; el senador nacional de la U.C.R.P., Santiago Fassi, justista notorio en aquellos años.
No hubo dificultades, en cambio, para confeccionar la lista de los entonces diputados opositores Miguel Ángel Cárcano, Manuel A. Fresco, Roberto J. Noble, José María Bustillo, Antonio Santamarina (conservadores), y Federico Pinedo y Bernardo Sierra, socialistas independientes.
Siempre en este plano civil, la nómina de invitados a la cena del 6 de setiembre incluye otros nombres conocidos: José Arce, José Heriberto Martínez, José Aguirre Cámara, César Urien y Adolfo Mujica.
En el orden militar aparecen los nombres del teniente general Francisco Reynolds, de los generales Orlando Peluffo (canciller del gobierno militar de 1943), Oscar Silva (ayudante del general Uriburu y luego jefe de la Casa Militar y embajador en el gobierno de Perón), Rosendo Fraga (secretario de Guerra de Frondizi), y el almirante Carlos Kolungia (secretario de Marina de Frondizi). "Si el general Perón estuviera en el país —se aclaró—, también sería invitado, pues en los acontecimientos del 30 integró el sector de oficiales jóvenes que orientaba el general Justo."
Lo verdaderamente insólito del acto estará dado, sin embargo, por el discurso que habrá de pronunciar Vicente Solano Lima: esbozará la tesis de que la revolución del 6 de setiembre de 1930 fracasó porque la corriente liberal, dirigida por Agustín P. Justo, logró imponerse a la corriente auténticamente revolucionaria de Uriburu. Como consecuencia, sostendrá Lima, el golpe militar no produjo más que un relevo de hombres y soslayó el proceso de transformaciones que el país reclamaba. El análisis llevará al orador a plantear la necesidad de que ese hecho no se repita en el caso de un nuevo pronunciamiento militar, que los conservadores populares consideran inevitable. "Una vez más —apunta Lima—, los militares tendrán la oportunidad de elegir entre consolidar las viejas estructuras de la oligarquía o impulsar el cambio que los sectores populares exigen. Es necesario que la experiencia del 6 de setiembre —destaca— sea tenida en cuenta para que el error no se repita."

OPINIONES
Senador Barbich: un radical que habla

Los cronistas políticos de Buenos Aires están acostumbrados a afrontar diversas dificultades en su trabajo, pero quizá ninguna tan permanente e insuperable como la de obtener declaraciones de un dirigente radical del Pueblo.
Un redactor de Confirmado logró romper en parte este mutismo tan peculiar, en una entrevista con el senador nacional Adolfo Barbich, representante de la provincia de Santa Cruz, 42 años, abogado, ex presidente de la Federación Universitaria Argentina, ex miembro del comité nacional de la U.C.R.P. Si bien dentro de la línea oficial, sus declaraciones se apartan de la clásica declamación:
Confirmado. — ¿Es factible un golpe de Estado?
Adolfo Barbich. — El país ha tenido ya una larga y dolorosa experiencia en tal sentido, y no advierto que se pueda pensar seriamente en esa posibilidad.
C. — ¿Tiene confianza en los actuales mandos de las Fuerzas Armadas?
A.B. — Entiendo que las Fuerzas Armadas se dedican totalmente a su función específica, y esta apreciación comprende todas las escalas de la jerarquía militar. Va de suyo mi confianza en todas las Fuerzas Armadas.
C. — ¿Debe continuar en sus funciones el comandante en jefe del Ejército?
A.B. — La estructura jerárquica militar actual ha sabido encauzar a las Fuerzas Armadas en una senda distinta de la que se vivió anteriormente, creando una estructura mental de legalidad que es necesario apoyar y consolidar; en tal sentido, no debe irse más lejos en materia de cambios y sustituciones que los que indiquen las reglamentaciones y estatutos pertinentes.
C. — Le advierto que no hay ninguna disposición de tipo legal que impida al general Onganía permanecer en el cargo.
A.B. — Entonces, no hay ningún motivo para la sustitución.
C. — ¿Sería beneficiosa la reincorporación a la actividad de los militares colorados retirados?
A.B. — A esta altura de los acontecimientos, tendría el carácter de un injerto enclavado dentro del escalafón militar, con sus secuelas de distorsiones, mucho más visible en una carrera donde se cumple estrictamente con el ascenso paulatino. Por ello, sería mucho mayor la distorsión que el beneficio, entendiendo en cuanto a esto último la reparación del perjuicio por una actitud que, en última instancia, era fruto de una situación institucional más que de una actitud mental.
C. — ¿Cómo aprecia la situación económica del país?
A.B. — Hay hechos positivos que indican que se está en el buen camino; prueba de ello es la disminución de la deuda externa, la merma porcentual de desocupación, el aumento del producto bruto interno, etcétera.
C. — ¿Le parece que es ir por buen camino cuando disminuye la producción y aumenta la importación de petróleo, según datos oficiales?
A.B. — Los planes de Y.P.F., actualmente en marcha, permiten asegurar que este año no habrá disminución de la producción. En cuanto al aumento de las importaciones, está dado por un incremento sustancial del consumo, que es un reflejo de la recuperación de la actividad industrial.
C. — Pero hasta este momento las estadísticas oficiales demuestran que la producción de petróleo disminuye en el país.
A.B. — Efectivamente, hasta este momento, sí; pero a fin de año, teniendo en cuenta la puesta en marcha de nuevos yacimientos, como Catriel, que ya empezó a producir, y Cerro Redondo, que lo hará próximamente, puedo asegurar que no habrá disminución de la producción de petróleo.
C. — Los expertos afirman que la política fijada por Antulio Pozzio le costará al país cerca de 300 millones de dólares.
A.B. — Si alguna responsabilidad hay por algún peso que se haya perdido, es de quien suscribió los contratos petroleros que este gobierno anuló.
C. — ¿Es posible un gabinete de coalición?
A.B. — La responsabilidad por el acierto o el fracaso de una política exige la ortodoxia en su aplicación, y ello no condice con coaliciones que llevan a conducciones híbridas.
C. — ¿Cuál es la fuerza política que tiene más afinidad con la U.C.R.P. del Pueblo?
A.B. — La Unión Cívica Radical del Pueblo.
C. — ¿Qué opina de la afirmación de su colega, el senador Bassi, de que la U.C.R.P. tiene el gobierno, pero no el poder efectivo?
A.B. — Diversas normas reglamentarias o estatutarias han condicionado la aplicación de la ortodoxia partidaria, exigiendo dictámenes o informes provenientes de quienes ostentan posiciones muy respetables pero que no coinciden con la del partido gobernante, lo que perturba una conducción auténticamente radical. En ese aspecto, coincido con el doctor Bassi.
C. — ¿Es posible convivir con los peronistas en la Cámara de Senadores?
A.B. — La experiencia actual enseña que sí.
C. — Si gana el peronismo en 1967, ¿hay que entregarle el poder?
A.B. — Sí.
C. — ¿Prefiere perder el gobierno por una derrota electoral o por un golpe de Estado?
A.B. — No acepto la disyuntiva.
C. — No propuse una disyuntiva, formulo una pregunta.
A.B. — Para contestarle, afirmo nuevamente que no creo en el golpe de Estado y que mi partido ha de afrontar las luchas electorales con sus más y con sus menos. Somos hombres de lucha y no nos asusta una derrota.
C. — Hay rumores sobre negociados en el país, y...
A.B. — Categóricamente lo niego.
C. — Lo que ocurre en la Aduana, ¿no pone en tela de juicio la honestidad del gobierno?
A.B. — Por el contrario, señala que el gobierno no especula con el secreto de los actos y no teme que se diluciden a la luz del día los aspectos de su gestión.
C. — ¿Cómo aprecia la designación de embajador en Paraguay del general Carlos Rosas, que le permite seguir en actividad?
A.B. — Como un simple acto diplomático.
C. — Su respuesta es una evasión, pues la permanencia en actividad tiene repercusión militar...
A.B. — Para mí, ninguna, y si la tuviera, lo lamentaría mucho.

 

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