Revista Primera
Plana
08.01.1963 |
A diez días de la crisis producida en YPF en torno de las
contratos petroleros, han participado en la polémica,
prácticamente, todas los sectores políticos del país. Los
bandos se han establecido de acuerdo con líneas
tradicionales, al menos dentro de las formas que la misma
polémica revistió en 1958, en ocasión de la negociación y
firma de dichos convenios. Por supuesto, la diferente
situación de algunas agrupaciones ha introducido cambios. Es
así como el movimiento justicialista, que apoyó ideas
similares en 1955 cuando intentó formalizar el convenio con
la California Argentina, se pronuncia ahora contra los
contratos. Por su parte la UCRI, que en 1955 atacó el
convenio con la California, pasó a su vez por la experiencia
de la dura realidad de gobernar, y en un extenso documento
acaba de exponer los motiva que llevaron a la firma de los
convenios: la necesidad de autoabastecimiento.
En esta polémica, que seguramente continuará por algún
tiempo —si bien es posible que la convocatoria a elecciones
y el clima electoral consiguiente lleven a la opinión
pública a incursionar por temas más candentes—, se sintió la
ausencia de una voz, la del doctor Adolfo Silenzi di Stagni,
quien se encuentra en el exterior en una misión encomendada
por la FAO, entidad de las Naciones Unidas dedicada a los
problemas de la agricultura y de los alimentos.
Por su parte, uno de los hombres que con mayor significación
participó en la negociación de los contratos, el doctor
Arturo Sábato —desde su cargo de delegado presidencial en
YPF—, está por dar a conocer un folleto historiando todos
las antecedentes de dichas negociaciones. Resulta curioso
señalar, de todos modos, que el aval jurídico para la
actuación del doctor Sábato en YPF está dado por un decreto
del gobierno de la Revolución Libertadora, que contempla
precisamente el cargo de delegado presidencial que ocupó
dicho funcionario.
El doctor Sábato señala un punto esencial en su
argumentación: el país importó entre el 55 y el 65 por
ciento del petróleo que consumía, insumiendo la importación,
en el periodo 1950/57, la suma de 1.438 millones de dólares.
"Con tal cantidad —expresa el autor del folleto— se hubiera
financiado la planta siderúrgica de San Nicolás y se
hubieran construido, sin recurrir al aporte extranjero, las
plantas hidroeléctricas de Salto Grande y El Chocón."
Es evidente que, como resultado de los cinco contratos
juzgados en la actual polémica, la producción de YPF pasó de
5.300.000 metros cúbicos en 1957 a 15.100.000 en 1961, y se
supone que en 1962 ha llegado a 17 millones, descendiendo la
importación de 64,8 por ciento del consumo en 1958 al 23,3 %
en 1961, estimándose que siguió descendiendo en 1962 al 16,5
% del consumo nacional.
Pero uno de los argumentos fundamentales de los opositores a
las contratos radica en el precio que se paga a las
compañías por el petróleo que producen en el ámbito
nacional. En este aspecto, las dificultades son
insuperables: es difícil comparar los costos de los
contratos de perforación y de explotación con los trabajos
de YPF, ya que la entidad estatal aún no ha logrado
determinar con claridad sus propios costos.
El problema de los costos fue comentado del siguiente modo
por un oficial de Estado Mayor del Ejército: "La cuestión me
recuerda las discusiones que tengo con mi mujer. Cuando le
digo que gasta mucho por mes, me responde que la verdad es
que no la amo más. Cuando insisto en que mi amor es eterno,
pero que necesito que se reduzca un poco en los gastos,
dadas las dificultades en cobrar los sueldos, vuelve a
insistir llorosa en que no la amo. Así, la discusión es
imposible. Lo mismo pasa con YPF: cuando opino que la
administración debe ser ordenada y saneada, me gritan que
odio a YPF".
Con habilidad de polemista, Arturo Sábato recoge una
afirmación de un economista que políticamente milita en otro
bando: el ingeniero Raúl Ondarts, uno de los propulsores de
la candidatura del general Aramburu y alto funcionario en el
gobierno de la Revolución Libertadora. En una conferencia
pronunciada el 11 de noviembre de 1962, Ondarts calculó que
los contratos petroleros han permitido "el ahorro real y
efectivo de 250 millones de dólares que no hemos pagado al
exterior, sino que ha sido dinero invertido en el país para
producir trabajo y bienestar en el mismo".
Perspectiva
El gobierno, a través del secretario de Energía y
Combustibles, ha sido categórico: no se anularán los
contratos petroleros Por su parte, el subsecretario, señor
Torrontegui, que asumió la presidencia interina de YPF,
expresó que no tomará medidas de fondo hasta que se
constituyan las autoridades definitivas del organismo. De
todos modos, en los medios informados circuló con
insistencia la versión de que los contratos serán
renegociados.
Las derivaciones de esta medida son imprevisibles. Algunas
de las empresas internacionales que han firmado esas
contratos no han ubicado pozos en sus trabajos, de modo que
han realizado solamente inversiones sin recibir nada a
cambio. Por otra parte, en términos generales los negocios
de esas compañías no han ido muy bien, por lo que es posible
que a cambio de una renegociación —que evidentemente se
haría por motivos políticos dada la exacerbación creada por
la polémica—, las compañías podrían solicitar ser
favorecidas en otros aspectos de su permanencia en el país,
que podrían llegar a una participación en el mercado de
distribución de combustibles. La habilidad de los
negociadores argentinos, en este caso, deberá extremarse
sustancialmente: la renegociación puede hacer que se gane
uno y se pierdan dos.
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La renegociación de los contratos petroleros |
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