Cada vez que se recuerdan episodios sobre la trata de
blancas en la Argentina, asoma el nombre tenebroso de la Zwi
Migdal, una sociedad de rufianes polacos que fueron
combatidos por los propios judíos y que actuaban marginados
de esa inmensa colectividad.
EN los comienzos de
este siglo (siglo XX) la Argentina se convirtió, entre otras
cosas, en un reducto mundial de la prostitución. Fue la gran
corriente inmigratoria iniciada en la década de 1870 la que
trajo al país a millones de hombres y mujeres, en su mayoría
trabajadores europeos, con sus costumbres, sus ideas
políticas, sus modos de vida. Con ellos vinieron también
muchos capitales extranjeros que modificaron nuestra
economía y dieron origen a diversas clases de negocios. Uno
de ellos fue desde luego la prostitución, con su inevitable
cadena de tratantes de blancas. Hay abundante literatura
sobre el tema. Entre los libros más conocidos figuran: "La
trata de las blanquísimas", una crónica del escritor
Francisco Ciccotti publicada en 1932; "El camino a Buenos
Aires", donde se recopilan los testimonios recogidos en
Europa por el periodista francés Albert Londres, durante la
década del 20; "La mala vida", historia breve, aunque muy
actualizada, del ensayista Ernesto Goldar; y "Trilogía de la
trata de blancas", del comisario Julio L. Alsogaray. Ahora
se ha reeditado "La Zwi Migdal, mi padre y yo", de Alberto
Gurbanov. Entrevistado exclusivamente para Redacción,
Gurbanov explicó que entre 1853 y 1930 entraron a la
Argentina seis millones de extranjeros, con una diferencia
importante: era medio millón más de hombres que mujeres. "Mi
padre —dice— fue un dirigente sindical que colaboró en la
lucha contra esa tenebrosa organización que fue la Zwi
Migdal, y un familiar mío muy cercano soportó graves
presiones para que se incorporara al infamante comercio, de
modo que conozco muy bien cómo operaban". En su libro
"Psicología de la viveza criolla", Julio Mafud dice que "la
inmigración masculina impuso sus costumbres y hábitos, y por
ende se importaron rameras". Gurbanov propone, en cambio,
una explicación más profunda: "La burguesía liberal
necesitaba desarrollar diversas formas de carroña social,
frente a una inmigración sana y trabajadora que llevaba en
su seno connotaciones revolucionarias, pues directa o
indirectamente eran trabajadores perseguidos o arrojados por
el capitalismo europeo y el zarismo ruso. Prueba de ello fue
que apenas llegaron los primeros inmigrantes surgieron en el
país las organizaciones obreras, se produjeron las primeras
huelgas y por consiguiente los primeros actos de represión
política. Una de las tantas formas de represión consiste en
hacer que se pudra la manzana fragante; por eso la
prostitución masiva no se relacionó solo con el negocio
sexual sino también con el tráfico de drogas y, como en el
caso de la Migdal, con el contrabando de sedas y artículos
suntuarios. No es una casualidad que esas siniestras
organizaciones criollas, francesas y polacas tuviesen buenos
contactos con los factores de poder de la época,
particularmente con los encargados de reprimir a los
movimientos obreros". Gurbanov aclara que la Zwi Migdal
"es sólo un episodio en la historia de la colectividad judía
en la Argentina, pues se trataba de apenas 400 personas
complicadas en un siniestro negocio y que fueron repudiadas
por cientos de miles de judíos que llegaron a este país a
trabajar honestamente". Para corroborarlo, Gurbanov pone
como ejemplo algunos nombres de judíos que se destacaron por
sus honrosas actuaciones: "Sin necesidad de mencionar a los
judíos que colaboraron en la emancipación de nuestro país, y
que han sido estudiados por el historiador Boleslao Lewin,
vale la pena citar por ejemplo a los hermanos Enrique y
Adolfo Dickman, brillantes legisladores socialistas; a
Miguel Sajarof, uno de los pioneros de la colonización y el
cooperativismo agrario; a Alberto Gerchunoff, César Tiempo,
Samuel Eichelbaum, que son grandes nombres de nuestra
literatura; a la recitadora Berta Singerman, por ejemplo; a
los dirigentes sindicales Marcos Kaner, Meyer Kot, Isaac
Faerman y los hermanos List, entre muchos otros militantes
de la clase obrera. Omito la mención, por ser extensa, de
millares de técnicos y científicos". "Pero toda la historia
—dice— debe conocerse, porque si se esconde algo aumentan
las suspicacias. El 7 de mayo de 1906 nació la Sociedad de
Socorros Varsovia, compuesta en su gran mayoría por polacos
(aunque también había rusos y rumanos), para competir con
los franceses en el mercado de tratantes de blancas. Su
técnica era sencilla: enviaban jóvenes argentinos a las
aldeas judías de Europa oriental a tomar contacto con padres
de familias prolíficas y con la ayuda de casamenteras
venales contraían matrimonio religioso con las mujeres más
jóvenes. Luego las traían en barco hasta Montevideo y allí
las contrabandeaban por Entre Ríos hacia Buenos Aires.
Generalmente se remataba a las desdichadas en un café de
Billinghurst y Avenida Alvear. Si se resistían eran
castigadas brutalmente, y si se escapaban con algún rufián
criollo o francés eran perseguidas hasta confinarlas en
pequeños prostíbulos de campaña. El 30 de agosto de 1927,
ante la protesta pública del embajador polaco Ladislao
Mazurkiewicz, la Sociedad cambió de nombre y se llamó Zwi
Migdal (que en hebreo significa Gran Fuerza). De allí surgió
una nueva sociedad, La Asquenasum, cuando los rusos y los
rumanos decidieron trabajar por su propia cuenta. La Migdal,
con sus tres mil mujeres, recaudaba por año 108 millones de
pesos de aquella época; La Asquenasum 54 y otro tanto las
organizaciones francesas, alemanas y criollas". La
presencia de un misterioso cementerio judío en Avellaneda
(Agüero 4400). clausurado desde hace 30 años, también tiene
su vinculación con esta historia. "En 1909 —explica
Gurbanov— la colectividad judía impulsó a su Gran Rabino a
que no dejara que los rufianes y las prostitutas fueran
sepultadas en el cementerio común. Entonces la organización
compró ese terreno del otro lado del Riachuelo y enterró
allí sus muertos. Después se creó la Comisión Popular Judía
de Lucha Contra la Migdal, que consiguió prohibir la entrada
de los rufianes a los teatros judíos. Y el 24 le mayo de
1930 el juez Rodríguez Ocampo mandó detener a los 442
rufianes de la Migdal, al ordenar el allanamiento del local
central, en Córdoba 3280. Pero sólo cayeron presos 110, los
que recuperaron su libertad después de la llegada del
general Uriburu al Gobierno. Desde el periódico Di Presse,
Pinie Katz combatió a la Migdal continuamente, lo mismo que
el doctor Sansón Drucaroff, también judío". [Sergio
Vaisman] Revista Redacción julio 1973
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