Alto!, fue la orden que resonó a las 0.5 del 27 de
julio en La Cañada cordobesa (Avenida Figueroa Alcorta
y Rioja). Un Ford Falcon T 011063 de la provincia de
Tucumán vio interceptado su paso por un Fiat 600 en el
que viajaban tres personas de civil. De los cuatro
ocupantes del Ford Falcon, dos morían a las pocas
horas. Fueron ametrallados en esa misma esquina por
elementos militares del III Cuerpo. Raúl Eduardo
Herrada (18) y Ariel Cayetano Terranova (17) son las
víctimas del luctuoso suceso.
Hubo un primer comunicado del III Cuerpo. Trataba de
disimular el criminal error militar. Dio pie a que El
Tribuno de Salta titulara al cable de UPI sobre el
suceso: "Córdoba: Una patrulla militar abatió a un
extremista". La realidad era distinta. Los dos
inocentes jóvenes sumaron su sangre a la numerosa
derramada por la violencia institucionalizada de las
fuerzas de represión. Se trataba de dos adolescentes
sanjuaninos, alumnos de la Escuela Industrial Domingo
Faustino Sarmiento (debían egresar este fin de año con
el título de técnicos nacionales), que habían viajado
a Córdoba al promediar la semana, para asistir al
campeonato nacional juvenil de básquetbol. La noche
del 27 habían salido en el coche de sus anfitriones,
los hermanos Adolfo Néstor (18) y Silvia Marta Denardi
(23). Pensaban regresar a San Juan con sus
comprovincianos, unos estudiantes que se hallaban
alojados en el Centro de Complementación Educativa
"Isla Crisol", sita en el Parque Sarmiento. A
medianoche —después de ultimar los detalles del
regreso— retornaban hacia el barrio Talleres para
dejar a Terranova en la casa de sus parientes, la
familia Bueno. Decidieron realizar el trayecto vía La
Cañada con el objetivo de atravesar el río por el
Puente Antártida. Mientras avanzaban por Figueroa
Alcorta, frente al número 484 los interceptó un Fiat
600 blanco que les impartió la orden de detenerse.
Adolfo Denardi, sorprendido, trató de eludir al
pequeño automotor. Fue el minuto fatal. Del Fiat se
apeó un individuo portando un arma de fuego. Denardi y
su hermana se arrojaron al piso del coche. Pero ni
ellos ni Terranova y Herrada, que viajaban en el
asiento trasero, podían sospechar que la tragedia
acechaba a sus espaldas.
Al pequeño automóvil blanco lo seguía de lejos un
vehículo militar —presumiblemente del tipo Unimog—,
que al concretar el operativo se ubicó detrás del
Falcon. El personal militar que lo tripulaba, con
presteza, se apostó en tierra y comenzó a ametrallar
la luneta trasera del Falcon de Denardi (un testigo
encontró en los jardines de la Iglesia "Cristo
Obrero", a pocos metros de la Cañada y Humberto Primo,
una vaina servida de fusil automático FAL. Herrada y
Terranova recibieron los impactos en su cuerpo. El
primero moría mientras era trasladado al Hospital
Nacional de Clínicas. Terranova, herido en el
hipocondrio izquierdo, fue internado en el Hospital
Córdoba. Allí falleció 24 horas después. Mientras
tanto, los hermanos Denardi eran detenidos y puestos
bajo el fuero antisubversivo.
Pero las cosas se complicaban para los autores del
hecho. Los médicos que intervinieron quirúrgicamente a
Terranova se negaron a entregar las balas extraídas
del cuerpo de la víctima a las autoridades militares
del III Cuerpo. El gremio de telegrafistas AATRA
(Asociación Argentina de Telegrafistas,
Radiotelegrafistas y Afines) realizó un paro nacional
de quince minutos: el padre de Herrada es secretario
general de AATRA en San Juan.
Por más que el comunicado del III Cuerpo —bajo las
órdenes de López Aufranc— afirmara que "una patrulla
militar fue interferida en el cumplimiento de su
misión por cuatro personas ocupantes de un automóvil
marca Ford", nadie creía en Córdoba en la ingenuidad
del bando oficial. Los desmanes de las Fuerzas Armadas
en la provincia mediterránea no respetaron ni a la
Curia Arzobispal. El sumario por este hecho comenzó a
instruirse en jurisdicción militar, pero la justicia
cordobesa lo reclamó para su fuero. El fiscal de
feria, doctor Miguel Ángel Ferrero, solicitó una
investigación al juez de instrucción, doctor Alejandro
Wamba Carmona.
A solicitud judicial, el comisario de la Seccional
Segunda remitió al Fiscal la declaración de dos cabos
del Ejército, el cabo 1º Hanold de Veloix D'Angelo y
el cabo José Ignacio Semán, pertenecientes al personal
del regimiento 3º de Infantería, manifestando que
"momentos antes, cuando circulaban en compañía de un
teniente de su misma Brigada —que es antiguerrillera—
y lo hacían en un automóvil Fiat 600, antecediendo a
un camión del Ejército, el que poseía sus
correspondientes inscripciones y en el que se conducía
el resto de la Brigada, se les interpuso... los dos
soldados que viajaban en en el camión, detrás del
Fiat, y bajo la dirección del cabo Semán, abrieron
fuego con sus fusiles FAL... que el cabo 1º D'Angelo y
el teniente que conducía el Fiat lo hacían con ropas
civiles ...".
A confesión de parte, relevo de pruebas.
El domingo 30 recibieron sepultura en San Juan las
víctimas del terror oficial. El Ejército corrió con
todos los gastos de internación y sepelio.
"En Córdoba, el padre de Terranova trató de hablar con
alguna autoridad del ni Cuerpo, pero fue imposible".
Según sentencia bíblica: "La sangre de los justos
clama al cielo...".
Revista Primera Plana Nº 497
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DOS CONDUCTAS ANTE DIOS Y LA HISTORIA
Los asesinos de La Cañada" (ver PRIMERA PLANA N9 497)
tienen un fiscal inexorable: el padre de la inocente
victima Eduardo Raúl Herrada, quien junto con Silvio
Terranova perdió la vida ametrallado por una patrulla
militar el 27 de julio en Córdoba.
Francisco Herrada Giménez es el nombre del atribulado
progenitor. Últimamente se conocieron dos cartas
públicas de Herrada, y un telegrama al presidente
Lanusse. La primera carta abierta estuvo dirigida al
Arzobispo de San Juan, Idelfonso Sansierra. La segunda
al director de PRIMERA PLANA. Al prelado lo fustiga
duramente, armado con el bagaje de su fe. Al director
de PRIMERA PLANA lo felicita por la valentía y
veracidad de su testimonio. Dos cartas que reflejan
dos conductas. Dios y la Historia serán los últimos
jueces.
San Juan, 20 de agosto de 1972. Señor Director De mi
mayor consideración:
Al recibir el Nº 497 de primera plana, cuando sufro
todavía los efectos del injustificable y brutal
atropello perpetrado contra mi hijo Eduardo Raúl
herrada, de 19 años, en el que también murió Silvio
Cayetano terranova, de 17, y resultaran heridos sus
acompañantes, he leído sus páginas y sentí de
inmediato el impulso de hacerle llegar mi
agradecimiento más profundo, por el importante espacio
dedicado a la información veraz de lo acontecido.
A su vez, ha constituido para mí un aliciente de
inapreciable valor el comprobar que aún tienen la
valentía de aparecer publicaciones así, no
contaminadas con los vicios de otra prensa que inunda
el país con sus artificios cada vez más distantes de
esta dolorosa realidad que atormenta a toda nuestra
patria.
De tal forma, he sentido, como si fueran mías, cada
palabra de la crónica —concreta y lapidaria— inserta
en la página 19 de la citada edición y ello me ha
convencido de que Primera Plana se encuentra abocada a
una sana y permanente búsqueda de la verdad.
Por ende, dice bien esa prestigiosa revista cuando
manifiesta que lo informado por el III Cuerpo de
Ejército trataba de disimular el criminal error
militar". En efecto, se sucedieron versiones de que
"fue abatido un terrorista", agregando que "en un
enfrentamiento con el ejército" y que "el Falcon se
había dado a la fuga", infamias que se propalaron en
distintos puntos del país, y la última se reiteraba
con insistencia el lunes 31 de julio, por emisoras
sanjuaninas.
Consta además en diversos periódicos la burda patraña
lucubrada por la endeble imaginería militar, en que
"se juzga de valor ampliar el comunicado de fecha 27
de julio de 1972", señalando:
"a) Que los dos vehículos de la patrulla militar (un
Fiat 600 y una camioneta Dodge) marchaban juntos."
Aquí se impone la pregunta: ¿Desde cuándo un Fiat 600,
particular, sin ninguna identificación, en cuyo
interior viajan tres personas vestidas de civil, puede
ser reconocido como integrante de una patrulla
militar? Además, todos los testimonios coinciden en
concretar que el Fiat 600 se adelantó al Falcon de los
jóvenes paseantes en Córdoba, y por detrás actuó el
vehículo con personal militar uniformado,
"b) Que la presencia de un vehículo civil dentro de la
patrulla, obedece a la necesidad de que en
determinados momentos éstos deben separarse (!?!) para
facilitar la detención de terroristas y saboteadores."
Esto no puede haber sido escrito seriamente. Desde
todo punto de vista es una burla inoportuna y cruel,
"c) Que los ocupantes del automóvil Ford, patente de
Tucumán, a lo largo de casi dos cuadras interfirieron
repetidas veces a ambos vehículos integrantes de la
patrulla, manteniendo una actitud sospechosa y no
acatando las señales de detención." Se persiste en la
torpe pretensión de que se considere a un Fiat 600
particular, como integrante de la patrulla; y además,
querer hacer creer que ante un vehículo repleto de
soldados, el Ford haya "interferido" repetidas veces,
es el colmo de la más infantil y ridícula estupidez.
"d) Que los ocupantes del mencionado vehículo en
ningún momento detuvieron la marcha, realizando sólo
una maniobra forzada al pretender la patrulla militar
cerrarles el paso."
Lo insólito de este punto es que nada ni nadie —sólo
el comunicado oficial— lo afirma, ya que lo realmente
comprobado es que el Fiat 600 ocupado por tres civiles
operó por delante del vehículo de los jóvenes, y por
lo tanto, resulta natural entender que estos últimos
no pueden ni deben detener su marcha ante actitudes o
señales de personas no uniformadas —mucho menos si
acompañan a una dama a la que todo hombre se siente
obligado a proteger—, y por lo demás, ¿qué otra cosa
se podía hacer sino una maniobra forzada en cuanto el
Fiat 600 se atraviesa en su camino?
"e) Que al descender el jefe de patrulla, aceleraron
la marcha pese al disparo inicial intimidatorio
efectuado al aire."
Esta declaración, francamente, sólo puede ser
concebida y aceptada en un estado de alienación mental
de máximo grado. ¿Cómo esperar que se reconozca con
carácter de jefe de patrulla a un civil que desciende
de un Fiat 600 particular, esgrimiendo un arma; y aún
más, querer exigir sumisión y tranquilidad a las
personas cuya marcha se está obstruyendo?
"f) Que en última instancia, el personal de la
camioneta militar, al no poder dar alcance a los
sospechosos, debió abrir el fuego."
¿De modo que el personal de la camioneta militar —que
según lo informado por el cabo Semán portaba fusiles
pal— debió abrir el fuego... ? Y del cadáver de mi
hijo Eduardo Raúl se han extraído numerosos
proyectiles de pistola. ¿Cómo explican esto?
Es así que numerosas consideraciones —humanamente
sensatas y aceptables— echan por tierra el ingenuo
palabrerío esgrimido con miras a ocultar el alevoso
asesinato cometido. Entre estas reflexiones, podemos
señalar las siguientes:
1º) Si un Fiat 600 pasa en reiteradas oportunidades a
un Ford Falcon —que mecánicamente rinde un 100 x 100—
es porque el Ford Falcon no estaba huyendo de nadie y
viajaba a marcha lenta; caso contrario, cualquier
persona con dos dedos de frente advierte la
considerable distancia qué podía haberse adelantado el
Falcon, en caso de acelerar.
2º) Téngase en cuenta que era media noche, pleno
invierno, y el vehículo de los jóvenes se desplazaba
lógicamente con las ventanillas cerradas, los vidrios
empañados por el frío en medio de la oscuridad
reinante, y sus ocupantes escuchaban música y
conversaban animadamente, como resulta fácil de
entender cuando cuatro adolescentes están de
vacaciones.
39) El teniente Andino, el cabo D'Angelo y el cabo
Semán, camouflados de civiles dentro de un Fiat 600 y
sin nada que los identifique, digámoslo concretamente,
no tienen ninguna autoridad para detener la marcha a
nadie: a ningún caminante ni a ningún conductor de
vehículos.
4º) Si estando por delante el Fiat y, siempre de
civil, Andino se baja empuñando una pistola, lo que
menos pueden pensar 4 inocentes es que se trata de un
asaltante. (Sin duda, la imagen que más le cuadra a un
desalmado como él.)
5º) Porque, en efecto, tomando como base las últimas
verificaciones, se demuestra de manera irrefutable que
mi hijo fue baleado a quemarropa por el teniente
Andino, como lo avalan los proyectiles de pistola, y
no de fusiles ni ametralladoras, extraídos a Eduardo
Raúl, sin orificios de salida, tres de cuyos disparos
quedaron ubicados en la nuca en forma de triángulo con
escasos centímetros de separación, y su vestimenta
quemada en cada lugar de las perforaciones que
acribillaron su cuerpo. Hay además otros balazos,
cinco de los cuales recibidos por la espalda, sumados
a los tres de la nuca, se identificaron con cápsulas
de pistola calibre 45.
De todo esto, sólo queda la evidencia de una cruel
realidad: un arma militar en manos de un demente, un
criminal que se ensaña con un niño, y lo que es más
denigrante para su condición de integrante de las
fuerzas armadas, acribillando a un inocente, a
mansalva y por la espalda.
Conste, en otro orden de cosas, que el ejercito no
corrió con ningún tipo de gastos. Hubo, sí, un
ofrecimiento para ello, lo que rechacé de plano por
entender que no puedo ni podré aceptar jamás un dinero
manchado con la sangre de mi hijo.
No obstante, aún espero que la Justicia Federal de
Córdoba ceda en sus pretensiones de involucrar el
hecho en jurisdicción militar, como si se tratara de
una acción comúnmente castrense, por cuanto interpreto
que lo último y lo único que en salvaguarda de su
honor pueden hacer la Fuerzas Armadas, es desalojar al
inhumano oficial de sus filas, y enviarlo al señor
Juez de Instrucción Provincial en Córdoba, Dr.
Alejandro Wamba Carmona, quien con numerosos e
irrebatibles fundamentos jurídicos y constitucionales
se ha declarado competente para juzgarlo como a todo
homicida, sin prerrogativas ni fueros especiales,
tanto en condiciones de plena igualdad, como en forma
independiente e imparcial.
En razón pues de las numerosas aclaraciones que
formulo, no sólo autorizo la publicación de la
presente, sino que me permito rogarle encarecidamente
así lo disponga el señor Director, en honor de la
verdad, y en favor de la tranquilidad de toda mi
familia; pero en especial, en homenaje a la limpia
memoria de mi hijo.
Reiterando por ello mi gratitud más íntima, hago
propicia la oportunidad para saludar al señor Director
y a todo el personal de Primera Plana, con mi mejor
consideración y estima.
Francisco Herrada Giménez
L.E. Nº 6.735.096
San Juan, 7 agosto 1972. Presidente Nación Teniente
General Alejandro Agustín Lanusse Buenos Aires
Como argentino y como padre solicito inmediata
aclaración mediante prensa oral y escrita orden
nacional ajustándose realidad forma fue ejecutado mi
hijo Eduardo Raúl Herrada y compañero Silvio Terranova
centro de Córdoba día 27 julio pasado 00,30 horas
punto Aun cuando ya hermanos Denardi fueron absueltos
culpa y cargo leo diario La Nación fecha 6 corriente
página 8 que según otras versiones habrían sido
portadores de un arma de guerra injuria que enloda
memoria quien en vida se desempeñó con rectitud
honestidad y ejemplo existiendo testimonio que dentro
del vehículo no existía nada anormal punto Diario La
Prensa misma fecha página 4 manifiesta se instruyó
sumario por desobediencia militar, inadmisible
carátula atento hecho fue cometido pleno centro ciudad
por teniente Andino vistiendo ropas civiles y actuando
desde automóvil particular Fiat 600 punto Dichos
artículos lugar justificar acción criminal aumentan
indignación pueblo San Juan y Córdoba conocedores
verdad y están engendrando rencor en mi alma al
observar luego irremediable error no se escatima
profanar memoria un inocente por salvar honra un
asesino. Espero Justicia. Respetuosamente.
Francisco Herrada Giménez
Colombia 1013 (Este) - San Juan
CARTA ABIERTA AL ARZOBISPO DE SAN JUAN
Supe que mis colegas de trabajo lo entre visitaron el
viernes 28 de Julio ppdo., para solicitarle que
intercediera ante los detentadores de la fuerza —poder
que usado sin razón, es sin duda el derecho de las
bestias— a fin de que, con la urgencia de las horas
que corrían, se concretara la entrega del cadáver de
mi hijo para darle cristiana sepultura, antes de que
entrase en estado de descomposición.
Se le encareció enviara un telegrama, económicamente a
cargo de mi gremio, al Presidente de la República
quien —se dice— es la máxima autoridad del país.
Y Su Eminencia Reverendísima, Monseñor Doctor
Idelfonso María Sansierra, lo pensó un poco mesándose
las barbas venerables —aromadas en champú, loción y
spray— y luego, con gravedad y suave impostación de la
voz, se excusó manifestando que "lamentablemente" YA
NO ESTABA EL SECRETARIO (!!!???!!!). Eran las 20
horas. Agregó que podían volver al día siguiente
después de las diez. Es decir, cuando transcurriesen
más de catorce horas. (Y cada minuto que pasaba .,.
¡Dios mío!).
Al día siguiente volvieron mis compañeros de tareas; y
la burocracia, que también —(¡¿cómo es posible?!)—
infecta a la púrpura episcopal, hacía el telegrama;
pero ya era inútil. El cuerpo acribillado a balazos de
Eduardo Raúl, en esos momentos era transportado a San
Juan. Monseñor suspiró con alivio, sé puso muy
contento y así lo manifestó.
El sábado, ingenuamente convencidos de que todo Pastor
Espiritual desea compartir los sentimientos de su
grey, se invitó a Su Eminencia Reverendísima a la
llegada de los restos y se pidió su bendición en un
responso a oficiarse de cuerpo presente, ante la sede
de AATRA, a pocas cuadras del centro, en Santa Lucía.
Y Su Eminencia Reverendísima, nuevamente formuló su
negativa, alegando... ¡¡¡RAZONES DE JURISDICCION!!!
Cuando tomaba conocimiento de lo expuesto, recordé un
caso. Se trataba de un conflicto gremial, y un grupo
de obreros entrevistó a un Señor Obispo de San Juan.
Los atendió, y a la salida se quedaron unos veinte
minutos comentando la audiencia en la esquina de la
Curia. De pronto, uno de ellos advirtió haber olvidado
los anteojos en el despacho episcopal y a fue a
buscarlos.
No pudo ser más grata su sorpresa: en esos momentos el
Señor Obispo, sentado ante la máquina de escribir,
redactaba un telegrama relacionado con el petitorio
sindical; y para colmo de su satisfacción, en tanto se
quedaba unos minutos a comentar su olvido, sonó el
teléfono y un empleado le anunció: "Es la llamada que
Usted acaba de pedir para Buenos Aires". El pastor se
levantó y a la vista del sorprendido trabajador,
interesó con vehemencia a las autoridades nacionales
en la solución del conflicto. Era Monseñor LEONARDO
GALLARDO.
Lógicamente, me pregunto: ¿Perdió autoridad la
investidura de Monseñor Gallardo al haber ocupado con
urgencia sus manos consagradas y su voz, que predicaba
el Evangelio, en favor de los trabajadores?
A su vez, no puedo, me resulta imposible imaginar a
Jesús diciéndole a Marta y a María: "Lamentablemente
no tengo un secretario. Esperad que venga Lucas, el
más Instruido de los doce, a fin de que redacte una
solicitud que me permita llegar hasta la tumba de
Lázaro, vuestro hermano, y así poder resucitarlo".
Y mucho menos, diciéndole a la desesperada mujer de la
región vecina de Caná: "Vete, a pesar de tu fe... POR
RAZONES DE JURISDICCION, no puedo sanar a tu hija."
Debo confesar que he venido postergando la publicación
de esta carta por la constante persuasión de
sacerdotes amigos, a quienes respeto profundamente
porque no tiemblan ante las iras de la fuerza ni ante
los poderes del dinero; porque gritan sin miedo la
injusticia pavorosa, del hambre y la miseria,
denunciando a los culpables (y a sus cómplices); y
porque, los veo diariamente. POR AMOR A DIOS desgastan
su inteligencia, sus energías, su vida toda en favor
de los necesitados, y en franca actitud de servicio
hacia los seres humanos.
Pero Su Eminencia Reverendísima no está entre ellos.
Por eso he decidido ahora no atender el pedido de
aquellos nobles predicadores,' y hacerle llegar mi
pensamiento: es decir, mi tremenda decepción por la
conducta de Monseñor, quien se ha manifestado con una
imagen increíble de soberbia, de insensibilidad y de
temor a perder la mitra refulgente, la capa roja, el
báculo de oro, las medias de seda purpura y el trono
de brocato, ante los poderes del César, como jamás
hubiera imaginado.
Por todo ello, con fraterna caridad de cristiano, me
permito recordar a Su Eminencia Reverendísima que
Pilatos, a pesar de su complicidad y cobardía, lo
mismo perdió el trono. Y terminó horriblemente.
Y eso que su culpa mayor no fue el robo, ni el
homicidio por su mano, ni la promiscuidad entre
politiqueros, estafadores y farsantes. Nada de eso.
Recuerde que, como orgulloso oficial romano, Pilatos
era un hombre culto, inteligente y astuto.
Sin embargo, sabiendo que TENIA PODER para salvar a un
Hombre a quién él, el propio Pilatos, halló Inocente,
tuvo miedo de perder el cargo, FUE COBARDE... y se
lavó las manos. Así, creyó que se salvaba.
Se autoengañaba pensando: "Yo no ordené que lo
mataran". (Pero tenía poder para intervenir en su
favor, y no lo hizo.)
Monseñor: en Córdoba, en San Juan, en iodo el país, se
han levantado autorizadas voces, gritando por la
ignominia del bestial atropello perpetrado en contra
de mi hijo y el joven Terranova. Usted... ¿está
afónico? ¿Tiene ineptas las manos? O no me diga —¡por
piedad!— que se halla de licencia el secretario. ¡LA
SANGRE DE LOS JUSTOS CLAMA AL CIELO!
Si Su Eminencia Reverendísima se encontrase impedido,
hágalo conocer; que haremos cualquier sacrificio para
que pueda ser alguna vez lo que hasta hoy no ha sido.
UN PADRE Y UN PASTOR, de verdad.
Monseñor, el cúmulo de mis defectos humanos, quizá ya
está formando una montaña. No obstante, entre el vigor
de mi fe que me da fuerzas para seguir luchando y sus
atributos de apóstol, de padre y de pastor —que Su
Eminencia Reverendísima disimula con tanta maestría—
me atormentan un ruego y una duda. El ruego. Dios abre
cada día las compuertas del dique de la fe, ¡no la
obstruya!, ¡no la desvíe hacia las rocas!, ¡hágase a
un lado y ayude a que creamos!
Y la duda, tan sólo se puede expresar con absoluta
sencillez: YO SOY CATOLICO... ¿Y USTED?
Revista Primera Plana
12/09/1972