Una larga charla con Balbín Volver al índice
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Las razones de su permanencia, lo que quiere olvidar, lo que quiere recordar, pero solo como experiencia útil. Las elecciones. su vida en el ámbito familiar

Los ojos marrones, ligeramente claros, chiquitos, parapetados detrás de unos lentes sin armazón que ahora usa más por costumbre que por necesidad, denunciaban mucha cautela, recelo tal vez. Sin embargo la actitud era franca, sencilla. Charlamos largo y eso ayudó mucho. Así surgieron los motivos de asta aparente contradicción. También descubrimos el lado flaco de la personalidad del doctor Ricardo Balbín, ése que es imposible imaginar desde la tribuna, donde las cosas se miran y dicen desde otra dimensión.
Calle 49 al 800, La Plata. Allí vive desde hace 24 años. Tres chapas en la puerta: "Ricardo Balbín-abogado", "Osvaldo Balbín-médico" y "Enrique Balbín-abogado". El portal de entrada estaba abierto, dejando ver un Peugeot 404 bordó ("de la familia"). Indalia Elena de Balbín, la dueña de casa, nos hizo pasar. Pocos y muy bien conservados muebles nos dejaron una sensación de serenidad y orden. Pegado al living, el despacho del conocido hombre público.
—Osvaldo, el mayor de los varones, tiene 31 años. Enrique, el menor de mis tres hijos, 29. Lía Elena, que también está casada, 34. Tengo cinco nietos que van de los 7 meses hasta los 18 años.
—Lía Elena de...
—...Ferrer. Ya tiene dos hijos que van a la facultad.
—Ajá, Ferrer. Pariente, tal vez.
—No. Es un abogado de aquí. Además en mi familia todos somos radicales.
—Nos referíamos a Horacio, el de la balada.
Balbín lanzó una carcajada y cuando los ojitos volvieron a descubrirse nos pareció que habían cambiado un poco. Sobre la mesa permanecía abierto "El Día"; había, además, un par de anteojos, varias cartas y algunas carpetas. En la pared que está frente a su escritorio, el retrato de Alem y el de Yrigoyen; enmarcando ese lugar de trabajo más de quinientos libros, entre los que predominan los de historia y derecho.
—¿Está más delgado, doctor?
—Y, si. A mi edad (tiene 66) hay que empezar a cuidarse si uno quiere mantener buen ritmo.
La esposa nos sirvió café y aclaró: "Él siempre toma té".
—Como los chinos. . .
Otra carcajada y ahora sí creamos que no hay ninguna contradicción entre su mirada y su actitud. Viste sin presunción: camisa blanca, corbata oscura — costó trabajo diferenciar que era
azul y no negra—, pantalón generoso color gris y un pulóver verde.
—Doctor, ¿usted cambió? Nos referimos a su actitud ante determinada corriente política.
—Para los hombres, como para los países, los años no pasan en vano. Sin embargo, lo esencial es que todo lo amargo que me tocó vivir en mis distintas etapas lo tengo olvidado. Entiéndaseme bien, olvidado como capítulo de cuentas o de encono, no hay que olvidarlo como experiencia útil.
—Le preguntamos esto porque en 1963 los radicales participaron y ganaron un acto eleccionario con proscripciones y ahora en los documentos manifiestan estar en contra de toda proscripción.
—El radicalismo ya en 1960 se pronunció públicamente en contra de las proscripciones, como no podía ser de otra manera, puesto que es un partido democrático y por lo tanto respeta la soberanía del pueblo. De cualquier manera fue una proscripción relativa, no se olvide de lo que pasó en Neuquén, San Juan, Salta y Chaco, por ejemplo. Lo importante es que luego de la consagración de Illia (acentúa la segunda "i") como presidente, es decir cuando se tuvo poder de decisión, se acabó con la proscripción. En Jujuy, por ejemplo, habiendo motivos legales para proceder en contrario, se hizo la elección y se le entregó la gobernación a los justicialistas. En el 65, aquí mismo, por ejemplo, ganaron en esta misma provincia.
—Se dice que Illia fue derrocado precisamente por esa política. El peronismo iba ganando elecciones y se presumía que a ese paso iba a obtener hasta la presidencia de la República.
—Si, ése fue el pretexto, pero no se olvide que a veces las encuestas fallan y se obtienen resultados imprevistos.
—Los reportajes que últimamente le hacen terminan siempre en este punto, en su actitud pasada y presente hacia el peronismo, ¿cómo lo toma usted?
—Como una deformación. Vea, creo fundamentalmente en el individuo, en la igualdad, y tengo especial respeto por lo que trasunta la prensa, pero he notado desde hace tiempo una tendencia, un deseo de querer derrotar al entrevistado. Se busca el resquicio para tratar de hacerlo quedar mal, no sé bien si como técnica, sistema o trabajando para sus ideas, por eso es que digo que lo tomo como una deformación. De cualquier manera entiendo que todo esto es circunstancial y creo que ya va cambiando.
—Usted insiste siempre en la salida electoral.
—Por supuesto. Las elecciones son el elemento natural de consulta, la forma de corporizar esa soberanía; no obstante que actualmente haya gente que hable despectivamente del acto eleccionario.
—Los partidos políticos están proscriptos, pero cada vez son más los movimientos de origen político que surgen.
—Eso evidencia la necesidad de manifestarse, de querer arrancar. Pero hace falta un pronunciamiento claro, pues si no se cuenta con la participación del pueblo no hay economía que resista.
—Y ya que tocó el tema, ¿espera cambios importantes con la nueva conducción económica?
—Viene un ministro, se va, viene otro, nunca dice que el anterior hizo mal las cosas; cuanto más, hacen referencia al penúltimo. Hace cuatro años que se soporta este desastre y se nos dice que hasta ayer no se hizo nada, y poco a poco, sin decirlo, pero con los hechos, van reconociendo que lo nuestro era lo más positivo.
—¿Un acercamiento?
—No, un aprovechamiento de la idea que se niega. De cualquier manera el país va para abajo si no se resuelve la organización política de la Nación.
—De acuerdo con las declaraciones oficiales eso está un poco lejos.
—Si las expresiones políticas argentinas se deciden van a apurar ese proceso.
A esta altura de la entrevista la voz de Balbín era más grave que de costumbre, culpa de un resfrío que había comenzado a incubar esa misma madrugada del domingo en Chascomús, donde se celebró una reunión de correligionarios que confesó haberlo dejado muy contento a pesar de la gran tormenta.
—En reiteradas ocasiones voceros oficiales han hecho saber que los "viejos políticos" deben perder toda ilusión de volver.
—También se refieren a las expresiones políticas. A mi me da una tremenda gracia. Ignoran totalmente que en el fuero intimo existe un desinterés tremendo por querer ocupar posiciones. Y en cuanto a las siglas, es decir los partidos políticos, va a ser totalmente imposible que los hagan desaparecer.
—¿Debemos interpretar sus palabras como un renunciamiento liso y llano a ocupar cargos?
—No, no lo plantee así. La actitud pierde grandeza cuando se la limita a un cargo. Si se quiere entender que se entienda. Porque, en definitiva, ¿quién veta a quién? Además, he dado ejemplos, he tenido muchas veces renunciamientos.
—Nosotros vamos a tratar de ser transmisores de una pregunta que se recoge a veces en la calle, en las conversaciones, respecto a los viejos políticos y en particular a usted. La pregunta es si en el radicalismo no hay figuras nuevas que surjan, que ocupen los cargos relevantes y dirijan.
—Vea, m'híjo, La democracia en nuestro país todavía es joven y además no nació perfecta. Cuando se vivieron los períodos de normalidad que arrancan con la Constitución de 1853 hasta 1930 se iba obteniendo la conformación de una democracia. Se iban produciendo los cambios de hombres, es decir las sustituciones. Pero cuando esos ciclos se han cortado es cuando vemos la permanencia de los hombres conocidos, se traban los recambios naturales, provocando para el país una pérdida mayor que los enormes problemas económicos, que es la frustración de muchas generaciones o de muchos hombres que pudieron llegar a ser brillantes. Es decir, a los partidos políticos se les crea el hecho negativo de no dejarlos renovar, y esa consecuencia se la utiliza como argumento para tratar de cuestionarlos.
—La pregunta se basa en que usted, por ejemplo, según los comunicados, sigue presidiendo la mesa directiva del comité nacional de la disuelta UCRP.
—En estos momentos lo primordial, el punto de partida, y de esto no le quepa la menor duda, es la urgente reorganización de los partidos políticos. De inmediato se va a producir la renovación de hombres y de ideas con el aporte de la juventud que quiere y necesita ocupar su lugar. En cuanto a ese cargo que menciona, es una exigencia propia del partido, una actitud de subsistencia. La carta orgánica, ve, en el articulo 28 establece que en el caso de que no se puedan elegir a sus reemplazantes los titulares deben permanecer en sus cargos. Esto recién comenzó a figurar en 1948, y tiende en situaciones de emergencia a preservar la vida del partido. ¿Quién más que yo desea que se ejerza la soberanía?; pero no se puede hacer esto en la clandestinidad.
—Usted valora la opinión popular, y no creemos que haya mayores dudas respecto a que la caída de Illia contó con gran consenso y que la llagada de Onganía al poder creó expectativas. Sin haber elecciones, hipotéticamente hablando, hasta podría llegar a suponerse que se estaba concretando un deseo popular.
—Comprendo perfectamente eso y lo tengo presente. Pero aquí entra a jugar la tecnología, que tiene muchas cosas positivas, pero también aspectos negativos. El respeto por los derechos del individuo fue mostrado como incapacidad de gobierno, creándole una imagen tremenda.
—Pero esa misma tecnología estaba al alcance del Dr. Illia, y tal
vez él mejor que nadie estaba en condiciones de contrarrestar lo que entendiera falso y enfatizar lo que entendía positivo. ¿Debe inferirse entonces que no supo utilizarla?
—Ninguna duda, no hay ninguna duda; lamentablemente, no supo. Fue uno de los errores. Illía era un hombre que pensaba que los hechos hablaban por si mismos y dejaba hacer; eso ayudó a quienes trabajaban en el deterioro de su imagen. Ahora a través del tiempo la gente se va dando cuenta de que había cometido un error. Tanto es así que esos dos años y medio de gobierno, del 30 para acá, el nuestro admite con éxito la comparación con cualquier otra época.
—¿Incluido el 46-47?
—Incluido, porque era completo. Había independencia de poderes, el derecho tenia plena vigencia, regia el federalismo, la universidad tenía jerarquía, respetándose su autonomía. Además, en lo económico tuvo una expansión muy notable. Comparado con cualquier otra época el salario tenía gran poder de compra. Ustedes seguramente se acordarán; además se publicó en los diarios, así que se puede consultar, que cuando Alonso salió de la entrevista que había tenido con el presidente se le preguntó qué era lo que habían pedido. Bueno, Alonso les respondió a los periodistas que habían ido a pedir mejoras de salarios a un nivel que tuviera igual valor de compra que en julio de 1966. Dijo julio por no decir junio de 1966...
—Ahora, como en aquella época, existe el plan de lucha.
—Si, estuve leyendo las exigencias. Es un reclamo justo; más que un reclamo, una exigencia de las bases, aunque me parece que algunos le quieren dar un sentido político. Por otra parte, si bien es importante no es en el fondo el mayor problema. El trabajador ha dado muestras extraordinarias de sacrificio, de querer ver salir el país hacia adelante. Soportó sin decir nada, esperanzado, tres años de salarios congelados; por eso creo que más que un aumento, que sin duda necesitan, a lo que aspiran es a una mayor seguridad. Es muy peligroso inculcar que las elecciones no sirven para nada; la gente joven, que pierde la noción del valor que tiene, desemboca en la violencia pues no ve otra salida. Y ya vemos que la policía debe colocar las vallas en sus propias comisarías porque no se siente segura. De noche no lo paran en ninguna caminera, todas están a oscuras, muy cerraditas, lo que es tremendamente revelador. Debo aclarar, al referirme a la violencia, que es un análisis objetivo, pues los radicales estamos en contra de la violencia, ya que por supuesto ese tipo de salida no está en la filosofía del partido.
—Doctor, ¿Ve televisión?
—De vez en cuando, con mi mujer. Sobre todo me gusta compartir las cosas de la casa.
—¿Qué libro está leyendo?
—"El desafío radical"; recién lo comienzo. Mi hermano sí que tiene una biblioteca estupenda, de vez en cuando voy y "zac", me traigo uno y lo leo. Cada vez están más caros, mi hermano debe tener un capitalazo en libros.
—¿Le gusta el cine?
—Soy un apasionado del cine. Sin embargo voy poco, podría decir que hace años que no voy al cine. Pero últimamente hubo una excepción: "Z". Un montón de amigos me hablaron tanto de esa película, insistieron, hasta que fui a verla. Sí, me gustó; a pesar del sabor amargo dejó cosas positivas. Lo más importante para mí fue la actitud del público, ese deseo de participación me pareció muy revelador.
—Ahora no, pero al comienzo nos pareció un poco receloso, ¿por qué?
—Podría decir que es a raíz de algunas experiencias y no mentiría. También podría decir que es debido a ese estado de hostilidad de que ya les hablé; sin embargo pienso que esta actitud de ser un poco reacio se debe a mi timidez. Si, sí, no se rían, que es así. Fíjense cómo a veces las circunstancias de la vida lo colocan a uno en situaciones tan diferentes de aquellas por las que siente mayor inclinación. Yo, por ejemplo, soy una persona a la que le gusta estar en casa, hacer vida familiar, sin embargo viajo y me muevo permanentemente. Soy tímido y adopto actitudes que no condicen, precisamente, con esa timidez.
Llegó el momento de la despedida. Ricardo Balbín se acomodó un poco esos lentes que no necesita ("después de los 50 la miopía, más en mi caso que era poca, se torna regresiva y puedo manejarme perfectamente sin anteojos, excepto para leer el diario") y junto con su esposa nos acompañó hasta la puerta. El recobró la intimidad del hogar que tanto le gusta, nosotros tuvimos la oportunidad de conocer cómo es y cómo piensa una figura de gran notoriedad, íntimamente ligada a importantes momentos que .integran los eslabones que van conformando la historia argentina.
HECTOR LUIS ZABALA
Fotos: CARLOS ABRAS
Revista Gente y la actualidad
5 de noviembre de 1970

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Balbín y señora
Ricardo Balbín

Balbín
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