Zárate vs. Campana
el conflicto pide un límite
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Los campaneros califican de despojo el intento de un diputado zarateño por desplazar la línea divisoria entre los dos partidos.

Todo comenzó un par de semanas atrás. La tradicional fisonomía provinciana de la bonaerense localidad de Campana amaneció alterada. Extrañas leyendas murales —primorosamente dibujadas con pintura celeste sobre inmaculados paredones blancos— daban cuenta de la nueva situación: "Despierta león; han tocado Campana", rezaba una; "No al despojo de 20 mil hectáreas", advertía otra; "Las tierras son nuestras, la razón también", afirmaban prolijos carteles distribuidos en el centro de la ciudad. Aludían, claro está, al proyecto elevado a la Legislatura de Buenos Aires por el diputado peronista Mario Lucchesi —cuenta ya con la media aprobación de la Cámara Baja—, que, de convertirse en ley, significaría un desplazamiento —en, detrimento de Campana— de la línea divisoria que, en la zona de las islas, separa a este partido de su vecino, Zárate (ver Siete Días N? 341).
Y lo cierto es que el encrespamiento campanero transitó un espectro muy variado: a los referidos graffiti se sumaren, de inmediato, la mesurada protesta de las fuerzas vivas locales, nucleadas en torno a la Comisión Pro Defensa de Límites, y la belicosidad de un autodenominado y clandestino Comando de Resistencia que, por medio de volantes, instó a la población —entre otras cosas— a no adquirir mercaderías en los comercios de Zárate, a no dar trabajos a obreros de la ciudad vecina y a evitar todo tipo de confrontación deportiva con sus ocasionales adversarios. Precisamente, para recoger las insólitas repercusiones del conflicto, dos hombres de Siete Días viajaron a la zona en litigio. La semana pasada los zarateños tuvieron oportunidad de dejar sentada su posición; en esta segunda y última nota, el problema es analizado desde la perspectiva campanera.

¿RESTITUCION O DESPOJO?
Tal como se explicara en la nota anterior, hasta 1960 —año de promulgación de la Ley 6244—, no había límite legal alguno en la zona de las islas. Y de ahí surge el primer punto de controversia entre zarateños y campaneros: ¿quién ejerció durante todo ese tiempo jurisdicción sobre la zona? Ambos bandos —y a este respecto el testimonio de los pobladores de las islas parece avalar la tesis zarateña— afirman haber regido de hecho los destinos de las 20 mil hectáreas en litigio. Pero, al margen de este hecho, el eje de la cuestión se centra en los procedimientos seguidos para fijar los límites de 1960, ahora cuestionados por el proyecto de Lucchesi. De la dilucidación de ese punto surgirá si lo que está en juego es —tal como afirman en Zárate— una restitución de terrenos a sus legítimos dueños, o si —como sostienen en Campana— se trata del despojo inconsulto de una valiosa porción de territorio.
En primer lugar —puntualizó ante Siete Días el ingeniero Alejandro Cacciabue, presidente de la Comisión Pro Defensa de los Límites— hay que considerar que la Ley 6244 estableció límites para toda la región del Conindelta y no, como se trata de hacer ahora, para dos partidos exclusivamente. Pero, además, conviene tener en cuenta que ese año era intendente de Zárate un hombre de la UCRI; es decir, un oficialista; mientras que Campana reconocía la autoridad de Calixto Dellepiane, un político radical que ahora ocupa nuevamente la intendencia. Mal podría haberse legislado entonces en perjuicio del funcionario oficialista y a favor del opositor".
¿Cuál fue el criterio aplicado para efectuar esa subdivisión? Para algunos zarateños, sólo se tuvieron en cuenta los intereses de los principales areneros de Campana; una opinión que, por supuesto, no comparten estos últimos: "El criterio empleado —explicó Cacciabue— fue el de establecer no una línea imaginaria, lo que complicaría mucho las cosas en la zona de las islas, sino un accidente natural que sirviera como límite. Se trató de equiparar las superficies de ambos partidos; y aun así, Zárate tiene hoy un 9 por ciento más de superficie en islas que Campana, y un 35 por ciento más en tierra firme. Si nos quitaran estas 20 mil hectáreas la desproporción sería mucho mayor".
No obstante el entusiasmo del líder campanero, no todos sus coterráneos parecen adherir a esas argumentaciones: "Yo estoy de acuerdo en pelear por esas tierras —se encocoritó un vecino que prefirió reservar su nombre—, pero más nos vale pensar en otro tipo de argumentos. En primer lugar, eso del accidente natural para establecer el límite es muy relativo; después de todo, el Martín Irigoyen —línea divisoria actual— es un canal artificial. Además, si uno mira el mapa de Argentina observa que la mayoría de las provincias están separadas por líneas imaginarias. Y en cuanto a lo de equiparar superficies, con la misma razón, los misioneros podrían reclamar un pedazo de la provincia de Buenos Aires..."
Consultado por Siete Días, Calixto Dellepiane, un viejo caudillo radical de la zona, actual titular de la Intendencia de Campana, hizo una reflexión: "Lo que más nos ha llamado la atención es que, tratándose de un problema sectorial que sólo atañe a dos partidos, no se haya intentado solucionarlo a nivel comunal, debatiéndolo entre los representantes legítimos de cada uno de ellos, para tratar de llegar a un acuerdo". La posición oficial adquiere mayor agresividad en boca de la Comisión Pro Defensa: "Recién en septiembre nos enteramos de este proyecto —se indignó Alberto Lis, secretario del ente—, tres meses después de que fuera presentado. Habría que preguntarse por qué, si guardaron silencio durante doce años, recién ahora se acuerdan de protestar".
La afirmación de Lis exhibe ciertos flancos débiles: Siete Días fotografió varios documentos —emanados de Zárate, entre 1960 y 1972— en los que, aunque de manera algo tibia, se efectuaron reclamaciones a las autoridades correspondientes. De todos modos, la pregunta que se autoformula el secretario Lis, ya ha encontrado un par de respuestas entre los compañeros. "La única explicación posible —afirmó Cacciabue— es que los diputados que presentaron el proyecto están buscando notoriedad". Bastante más enardecido y sin presentar pruebas que confirmaran su postura, un comerciante del radio céntrico vociferó, poseído de súbito fervor comunal: "Lo que pasa es que está en juego la jurisdicción sobre el complejo Zárate-Brazo Largo. Nos lo quieren quitar, eso es todo".

LA PROTESTA
En términos generales, mientras para algunos zarateños el problema limítrofe se reduce a una cuestión de intereses areneros, para un sector de campesinos el conflicto se circunscribe a una puja por ejercer jurisdicción sobre la zona por donde pasará el ambicioso complejo. "La realización de esa obra —explicó Cacciabue— provocará una eclosión económica en el aspecto turístico. Es una zona de aguas muy limpias, rica en pesca y favorable para la radicación de industrias".
Por su parte, los zarateños entienden que el montaje de una infraestructura turística podría realizarse desde cualquiera de las dos márgenes del complejo, independientemente de quién ejerza jurisdicción sobre el mismo. En todo caso, lo que resulta más discutible de la tesis de Zarate es la promocionada necesidad de que la obra quede encerrada en los límites de un único partido: "No es ético y producirá resentimiento popular —reza una declaración de la Comisión presidida por Cacciabue— atribuirse el derecho de su designación y perspectiva futura. Si una fracción de tierra origina un potencial de recursos, como consecuencia de las mejoras que reciba, lo más lógico y natural es no innovar, puesto que las comunidades deben aceptar los hechos establecidos, desde que los mismos lo fueron con anterioridad a la modificación estructural de la zona".
Y en lo que se refiere al argumento geográfico —los zarateños sostienen la imposibilidad de que las tierras ubicadas frente mismo a su puerto pertenezcan a Campana—, las huestes de Calixto Dellepiane no lo encuentran suficientemente contundente: "¿Desde cuándo —se preguntó Lis— la cercanía física engendra derechos". Otro miembro de la Comisión agregó: "Es como si los entrerrianos tuvieran derecho a reclamar Paysandú". Completando el panorama, Cacciabue apuntó: "Nosotros no tenemos la culpa si la ciudad de Zárate está ubicada, justamente, en un extremo del partido. Yo no entiendo cómo, en un momento en que el presidente de la República está hablando de integración nacional y continentalismo, alguien puede detenerse en un problema eminentemente sectorial que no hace más que deteriorar las excelentes relaciones entre las dos comunidades. ¿No se les ocurrió, por ejemplo, decir que ellos entran con una cuña de diez kilómetros en el partido de Baradero?" (ver mapa, Siete Días Nº 341).
Lo que Cacciabue omite en esta ocasión es decir que, de acuerdo a cómo se mire el mapa, la intromisión en terreno ajeno puede interpretarse tanto de Baradero hacia Zárate, como en sentido inverso. Por lo demás, resulta innegable que, aplicando las mismas razones, Campana invade por el otro sector territorio de Escobar.
Pero sucede que, en aras de prevalecer en la dura puja, las respectivas comisiones de ambas ciudades no dan respiro a su imaginación, ansiosas por dar con el argumento definitivo que vuelque la discusión hacia uno u otro bando. La diferencia principal quizá resida en la actitud que, a nivel popular, se verificó entre los vecinos. Al casi total desinterés de los zarateños se contrapuso desde el comienzo la inflamada protesta de los compañeros, vertida en su versión más radicalizada, a través del clandestino Comando de Resistencia —nadie pudo dar cuenta del domicilio de su sede o de la identidad de sus líderes—, que no trepidó en proponer el desmesurado boicot a todos los zarateños. Excesos al margen, el problema limítrofe no alcanzó para perturbar la tradicional calma de los campaneros, muchos de los cuales ni siquiera se enteraron del conflicto.
Tanto es así que los murales que claman justicia desde las paredes no parecen ser fruto de una espontánea reacción popular. La prolijidad de sus trazos hace sospechar que algún integrante de la Comisión Pro Defensa de los Límites podrá haber resuelto de motu proprio emprenderla con la brocha gorda. "De todos modos, hay que reconocer —admitió una matrona del pueblo— que, aunque no muy espontáneos, quedaron una preciosura estos carteles".
Revista Siete Días Ilustrados
03.02.1973

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Campana vs. Zárate

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