Cuando el próximo viernes 25, Héctor J. Cámpora asuma
la presidencia de la Nación, incontables pronósticos
referidos a su gestión y al proceso que se inicia serán
puestos a prueba. Es que desde el 11 de marzo (día de las
elecciones), muy pocos argentinos evitaron conjeturar
sobre el futuro inmediato del país. Siete Días recogió las
opiniones más salientes de todos los sectores: obreros y
empresarios, sacerdotes y laicos, intelectuales, artistas
y líderes políticos, quienes volcaron sus puntos de vista
en las páginas de la revista. Para incluir en ese espectro
a un sector decisivo de la intelectualidad nacional, la
sección Testimonios recoge el enfoque de los escritores.
Martha Lynch (Nº 307) inició la serie; luego aparecieron
los aportes de Eduardo Gudiño Kieffer (Nº 308), Ernesto
Sábato (Nº 309) y David Viñas (Nº 312); de algún modo
también apuntan hacia el mismo blanco los reportajes a
Jorge Luis Borges (Nº 310) y Julio Cortázar (Nº 311). En
este número se trascribe el diálogo que un redactor de
Siete Días sostuvo con Dalmiro Sáenz (46, nueve hijos), el
autor de "70 veces 7", "No, Yo también fui un
espermatozoide", "¡Alto!, ¿quién vive?", entre otros.
Actualmente DS se apresta a editar dos novelas: "Carta
abierta a mi futura ex mujer" y "El argentinazo". Durante
la entrevista, Sáenz analizó la situación actual, reveló
su admiración por Perón, advirtió sobre la ligazón del
sexo con la revolución y esbozó un modelo de país. El
reportaje se realizó en el departamento de un ambiente que
el escritor posee en pleno Barrio Norte de Buenos Aires.
La escenografía no era común: una exigua biblioteca, una
sartén que oficia de cenicero, un espejo de plata,
botellas y vasos de whisky, una bayoneta, una carabina 22,
un revólver 32, balas, cartuchos (DS es un eximio cazador:
en los bosques sureños se empeña en eliminar jabalíes,
pumas y ciervos) y hasta un casco de motociclista ("El
auto me aburre quizás porque me estoy volviendo viejo",
bromea). Enfundado en un saco de gamuza y luciendo botas
de cuero, esto fue lo que dijo:
—¿Cómo evalúa la victoria electoral del FREJLI?
—Es, sin duda, un primer paso exitoso. El peronismo ha
conseguido llegar al gobierno y dentro de poco va a tomar
el poder.
—¿Por qué esa diferencia? ¿Cuándo tomará el poder?
—Cuando se consiga neutralizar la influencia de las
Fuerzas Armadas y a la economía enemiga.
—¿A qué llama usted "economía enemiga"?
—A la que pone el hombre al servicio del capital y no el
capital al servicio del hombre.
—¿Qué tipo de sociedad propone para la Argentina?
—Un socialismo argentinizado, ya lo dijo Galimberti el
otro día. Creo que nuestro país tiene más posibilidades
que ninguno de hacer trasformaciones, porque este gobierno
empieza, desde el arranque, con una gran base popular. Eso
no es común en las revoluciones.
—Durante el gobierno peronista militaba en la oposición.
¿Cuándo se acercó al justicialismo y por qué?
—Hace unos 6 años, poco antes de la muerte del Che
Guevara, viajé a Cuba. Y me pasó algo parecido a lo del
Che, que recién empezó a entender al peronismo cuando se
fue del ,país. Yo, durante la época de Perón, había
actuado poco y mal, incluso estuve preso. Y en ese viaje a
Cuba descubrí (impresionado) el prestigio popular de Perón
en Latinoamérica. Y me dio vergüenza darme cuenta de que
yo estaba hablando contra el peronismo sin conocerlo. En
Cuba muchos habían leído gran parte de las obras de Perón,
que yo ignoraba.
—Entonces, se puso a leer...
—Sí. Y me vino una duda: además de un gran político,
¿había en Perón un gran hombre? Al principio esa idea no
me convencía. Pero después me di cuenta de que sí, que
tiene que haber una enorme grandeza en Perón para haber
trasmitido tanto a su pueblo. Volviendo a lo anterior, en
Cuba descubrí otras cosas: me encontré con el pueblo más
feliz que yo había conocido en mi vida. Todo eso me hacía
volver sobre el peronismo. En Argentina, el peronismo es
el partido dueño de la alegría, es el partido más joven
que hay. Como también Perón es el político más joven que
hay.
—¿Por qué?
—Es el menos atado a esquemas. A Fidel Castro lo vi
bastante parecido en su comunicación con la gente. Lo que
dice Perón es creído por dos cosas: une la convicción de
piel a la del intelecto. Fidel quizás sea más sentimental.
—En consecuencia, peronistas y castristas son parecidos.
—La gente de todo el mundo está unida. Así como en la
prehistoria todos usaban el arco y la flecha sin
conocerse, así como en todas partes se dice "no" moviendo
la cabeza horizontalmente y se dice "sí" moviéndola
verticalmente, existe una intercomunicación en todos los
pueblos del Tercer Mundo.
—Pero en el peronismo coexisten sectores muy antagónicos.
—El peronismo es todo un país. Yo no voy a negar que hay
un peronismo burgués y un peronismo revolucionarlo.
—¿A quién apoya Perón?
—Perón es un revolucionario. Si bien hay dirigentes en el
justicialismo que son moderados, estoy convencido de que
Perón está guardando para la batalla definitiva a los
revolucionarios, a hombres de la talla de Raimundo Ongaro.
—¿Quiénes son los peronistas burgueses?
—El sector de Rucci, toda la herencia del vandorismo.
—¿Dónde ubicaría a Héctor Cámpora y a Solano Lima?
—A Solano Lima no lo conozco. A Cámpora lo fui
descubriendo de a poco. No sólo es leal y honesto, sino
que se ha nutrido de Perón. Porque Perón también se fue
nutriendo de su propia gente, de allí su evolución
ideológica. Pocas veces en la historia un creador ha sido
cincelado tanto por su propia obra.
—Los 6 millones de votantes que respaldaron al FREJULI,
¿están con la revolución que usted señala?
—No me hago ilusiones: sé que no todos esos votos son
revolucionarios.
—¿Qué papel deben jugar los intelectuales en este proceso?
—Primero hay que darse un gran baño de humildad.
Comprender que aquello de "alpargatas sí, libros no"
(coreado precisamente cuando más se acercaban las
alpargatas a los libros) fue porque en esa época, los
intelectuales, eran enemigos del pueblo. Por un Scalabrini
Ortiz o un Hernández Arregui había veinte Borges, y todo
el sistema estaba al servicio de esos veinte Borges.
—¿Por qué ocurrió eso?
—Los intelectuales se apoderaron de la inteligencia, pero
nunca pudieron apoderarse de la sabiduría. En un pueblo
superdotado como el argentino la sabiduría popular
engendrará un nuevo tipo de intelectual.
—¿Era usted uno de esos veinte Borges.
—No, yo no.
—Pero era antiperonista.
—Yo tengo la enfermedad venérea de provenir de una familia
oligárquica; así que, probablemente, haya estado en la
anti-Argentina, al igual que mis abuelos.
—Usted dijo que el pueblo argentino es superdotado.
—Claro. Nunca he visto un pueblo más brillante. Está lleno
de gente de talento, como lo expresa la revista cordobesa
Hortensia. Hay sorpresas permanentes, es el país del
asombro. En Europa, las zonas agrarias están llenas de
gente lenta, torpe. Aquí, con excepción de la Capital
Federal, el resto del país es muy sabroso.
—¿Por qué excluye a la Capital Federal?
—Porque perdió la sobremesa. Está contaminada por un
sistema económico, las personas están pendientes del
futuro material. Todos están muy asustados. El porteño se
acompleja cuando va a la provincia, porque conoce su
inferioridad. En las canchas de fútbol de allí las rimas
son ingeniosas y rapidísimas. Aquí no. Ni antes ni ahora.
—Volvamos al papel del intelectual?
—Debe usar, como todo ser humano, el instrumento que esté
a su alcance. Pero para hacer la revolución nacional
debemos hacer nuestra revolución particular.
—¿Cómo es eso?
—Sublevarse contra todas las estructuras mentales, voltear
los tabúes y miedos. En mi próxima obra (Carta abierta a
mi futura ex mujer) ataco el miedo al amor. Porque las
mujeres se les entrena para el matrimonio, no para el
amor.
—¿Cómo incorpora esa "revolución privada" a la revolución
nacional?
—Si uno mantiene encendida la revolución interior y no
deja que la haraganería y el miedo a lastimar lo opaquen,
así se aporta mucho a la otra gran revolución.
—¿Cómo será el escritor del futuro?
—No sé. Pero el actual está entrenado para nutrirse de la
injusticia y la queja. Los creadores revolucionarios (lo
noté en Cuba) vienen de esa escuela.
—¿Se es un revolucionario sólo por la producción
intelectual?
—Sí; además, el autor que no es revolucionario no es un
creador.
sino un taquígrafo de la vida. Así está saboteando su
realidad, copia la vida, es un escritor conformista. Y un
taquígrafo puede ser un buen artesano, nunca un creador.
—Según esa definición, ¿Borges sería un taquígrafo?
—No, no. Como dicen algunos, Borges es como un pato: vuela
lindo y camina feo. No es un escritor conformista, tiene
gran amor por sus temas, ama la parte popular. Pero
representa a una Argentina en extinción y su desesperación
se debe al miedo de que le mancillen su propio mundo.
—¿Considera que un creador revolucionario escribiría Yo
también fui un espermatozoide?
—Vea, yo tengo un humor paleolítico, pero me divierte y lo
necesito para deshacerme de la imagen de intelectual. Es
un hobby.
—Pero, ¿cuál es su compromiso hoy?
—Ninguna clase cae sin pelear. El mayor error del gobierno
peronista fue subestimar al enemigo. Pero se creó una
conciencia revolucionaria. Ya hoy vamos hacia algún tipo
de, enfrentamiento que espero sea lo menos cruento
posible. Yo lucharé en esa batalla. Y no sólo escribiendo.
—Pero los temas de sus libros no son, precisamente,
revolucionarios. ¿Cambiará usted?
—No sé. Estoy tratando de unir la política a la temática
interior. Creo haberlo logrado en "¡Alto!, ¿quién vive?" y
en "El argentinazo" una obra que comienza con el episodio
de Trelew. Es una lucha en muchos frentes.
—Hay quienes le reprochan su continua participación en
fiestas de
la farándula. ¿No es incompatible con su autodefinición de
revolucionario?
—No, en absoluto. Me gusta muchísimo el sexo. Me desespera
que en el mundo actual haya que esconderse para amar y
haya que odiar a la luz del día. Por eso, al rebelarme
contra eso, puede ser que la gente interprete que vivo en
la joda viva... Claro que creo en el amor libre y todas
esas cosas. Y además me gusta. Una de las cosas que más
combato es el puritanismo revolucionario. Por eso me gusta
la alegría de la juventud peronista.
—Pero la juventud peronista, que se sepa, no celebra
fiestas diariamente.
—Pero cuando puede se divierte. Tiene una alegría
combativa lindísima. Una de las cosas que le hemos
arrebatado al enemigo es una frase de López Aufranc,
quien, durante los sucesos del 62, habló de "la alegría
del combate". Ya que no le puedo sacar un regimiento, le
expropio esa frase.
—El Che Guevara, a quien usted admira, solía decir: "El
revolucionario debe ser un asceta".
—Sí, en eso tengo una gran discrepancia con el Che. Con
Fidel no pasa eso; él es muy humano, goza del paisaje, de
todo lo que vive. Es un humanista de la sensualidad vital.
—También las clases altas gustan de esas prácticas...
—Los burgueses lo viven como una cosa pecaminosa, lo hacen
con vergüenza.
—¿Le parece?
—Bueno, las clases muy altas y muy bajas tienen (como dice
Juan José Sebrelli) una gran tendencia a la inmoralidad. A
la inmoralidad en un sentido sano, como la de los chicos.
Tienen esa cualidad. Están más lejos de la hipocresía. Por
eso los conservadores tenían caudillos como Barceló y
Cantoni, con gran arrastre popular.
—¿Usted también padece esa inmoralidad sana?
—Sí, creo que yo también.
—¿Por pertenecer a una clase muy alta?
—No, porque me la he ganado. Me gusta vivir el sexo, me
gusta hacer el amor. A todo el mundo le gusta. ¡Sí, es
lindísimo! Además, yo no creo en lo malo. Creo en lo feo,
no más.
—Haga un paralelo entre sexo y revolución.
—Ambos necesitan un permanente estado subversivo. A ambos
hay que mantenerlos vivos todo el tiempo. Ninguno de los
dos puede ejercerse de memoria.
—¿Y una revolución sin sexo?
—No, no es una revolución. El sexo es parte del diálogo
amoroso y ya el Che y Lamarca decían que el revolucionario
debe estar guiado por sentimientos de amor.
—¿Cómo repercutirá el triunfo peronista en el futuro
inmediato latinoamericano?
—Creo que la revolución latinoamericana se consuma en este
momento. Se van a formar los Estados Unidos de
Latinoamérica y el hombre supercapaz para lograr eso es
Perón.
—¿Perón es un superhombre?
—Sí, lo es.
—¿Y si muere pronto?
—Y... vamos a tener una super-pérdida.
—¿Se tronchará el proceso por eso?
—No. El proceso ya es irreversible. Es como si muere
Castro en Cuba o Mao en China. Por eso la importancia de
la juventud peronista. Además, Perón es tan vivo que se va
a saber morir en el momento oportuno.
Revista Siete Días Ilustrados
14.05.1973
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