TODO UN PERSONAJE. AHORA DESCUBRIO LA POESIA Y ESCRIBE VERSOS QUE DESPUES
—QUIZA— SERAN CANCIONES. AUTENTICO, AMANTE DE LA LIBERTAD Y DE LOS VIAJES POR MAR, SIN PELOS EN LA LENGUA, DICE CUANTO PIENSA. QUE NO ES POCO. FACUNDO ES ALGUIEN QUE CANTA SU VERDAD. CONVERSAR CON EL ES TODA UNA EXPERIENCIA.

Sí, es el turno de Facundo —me dicen. Y lo veo aparecer, guitarra en mano, con la misma campera gastada de siempre, los blue-jeans desteñidos y la camisa guerrillera. Y canta. Es Facundo Cabral, todo un personaje. En Michel no vuela una mosca y el humo de los cigarrillos se entrelaza con la música y las luces, y yo escucho. Como corresponde cuando alguien como Facundo se decide a cantar, yo escucho.
Ya es mañana y Facundo está frente a mí, mesa de por medio, con cara de desconfiado. Mira mi block, mi lapicera, la cámara de Alvarado.
—Mirá: el fotógrafo puede trabajar tranquilo...
—¿Yo no?
—Lo que quiero de vos es un cuestionario. Por escrito, sabés. No quiero más problemas.
—¿Qué clase de problemas?
—Hace dos meses se publicó en algún lado que yo había dicho que cuando salgo a cantar estoy tranquilo y sé lo que voy a hacer. Y que ahí es cuando domino el público, cuando le pongo el pie encima. ¿Te parece que yo pude haber dicho semejante barbaridad?
—No, supongo que no. . .
Y me mira fijo mientras yo siento que por más sol primaveral y brisa suave y día perfecto sin nubes, la cosa no viene muy bien. Facundo está impaciente, tamborilea sus dedos contra la mesa. Yo no sé muy bien qué hacer, si empezar a escribir el cuestionario o conversar un rato de cualquier cosa o tomar un café o irme. Opto por intentar un diálogo. En una ésas, quién te dice.
—Me dijeron que estás escribiendo poemas...
—Así es, descubrí la poesía.
—¿Hace mucho?
—Para algunos amigos lo que yo hago es poesía.
—¿Y para tus enemigos?
—¡Ah!..., para ellos soy un "chanta".
—¿Por qué?
—Y... a la gente le molesta que seas un tipo conocido, con alguna fama.
—¿Y a vos te disgusta la fama?
—A mí me interesa ser yo, fundamentalmente yo. Y si así como soy tengo éxito, mejor. Yo no me comprometo con las grabadoras sino conmigo mismo y mi público, ese que tengo en los recitales en los barrios o en los café concert.
Baja la mirada hacia su cuaderno.
—Fíjate, ¿te gusta? —y me ofrece para que lea. "Colgaré una canción entre el campanario y el vuelo de la golondrina; escribiré una paloma con sólo cuatro letras: Dios".
—Sí, claro. Cómo no me va a gustar.
—Es una "primicia" literaria —dice con cierto aire a chiste—. Vos me habías preguntado cuándo descubrí la poesía... Creo que al mismo tiempo de descubrir las religiones, las preocupaciones teológicas, trascendentales. En ese momento dejé de lado las cuestiones materiales.
—Sin embargo te compraste una casa en el campo.. .
—Eso es otra cosa.
—¿Por qué?
—Porque es para mi madre y ella se la merece y mucho más.
—¿Podés darme otro motivo aparte del que invocás?
—Sí, por supuesto y está muy ligado a mi infancia.
Acaricia la barba y con cierto aire entre melancólico y profético recuerda...
—Fue en Tandil, ¿sabés? Quedé huérfano a los 7 años. Era el mayor de los tres hijos de Sara, mi madre, y salí a la calle a yugarla y a traer comida. Los chicos estudiaban. ¡Ni te imaginás dónde vivíamos!
—No.
—En la escuela donde mi madre era portera. Sí, porque ése fue uno de nuestros oasis en ese dar vueltas constante que fue mi infancia. ¡Qué días aquéllos!
—Me imagino...
—No, no podés imaginarte... Teníamos que esperar que los alumnos estén en clase para poder ir al baño. Y mi madre esperaba los recreos para poder cantar. Ese era su momento de felicidad. No le importaba la sordidez ni la incomodidad del aula donde vivíamos... Pero sufría por no poder cantar... ¿Te das cuenta qué clase de mujer es?
—Entonces aprendiste a cantar a su lado...
—Seguramente. Pero sobre todo ella me enseñó a vivir. —Y me mira con cara nostálgica. Sigue—: Los pisos del aula donde vivíamos estaban llenos de agujeros y mi madre nos enseñó a cuidar de que no se cayera nada, porque todo se perdería para siempre. Así yo perdí el miedo por un agujero.
—¿A qué edad te fuiste de tu casa?
—A los 11 y cuando le comenté a mamá de mi partida me contestó: "por fin". Después vender diarios, dibujar, manejar colectivos, medir campos o pintar carteles fueron experiencias.
—¿Positivas?
—¡Ni que hablar! Ahí en la calle, en la gente, encontré mi verdad, o
sea encontré el canto. Pero canto a y para ellos y no desligado de la realidad cotidiana.
—De alguna manera te encontraste vos...
—Exacto. Por primera vez sentí que en esa elección estaba "yo".
De pronto me acuerdo que no le pregunté la edad y que aunque esa pregunta sea un lugar común, en este caso la creo necesaria y muy ligada a la palabra "etapa".
—¿Cuántos años tenés, Facundo?
—Ando por los 34.
Me quedé semihelada. ¿Usted también, no? Claro, porque ni usted ni yo le dábamos más de 25... Pero pensando bien y poniendo la marcha atrás, Facundo Cabral ya había sido el "Indio Gasparino". ¿No es cierto?
Como adivinando mi pensamiento, contesta:
—Así es. La del "Indio Gasparino" fue mi primera etapa. Casi no me reconozco y la veo allá lejos y... cuando todo empilchadito con trajecito, pelo corto y afeitado, salía a cantar "Volveré, volveré" o "Juana Luisa Valdez".
—¿Cuántos años llevaste el "indio" adentro?
—Tres.
—¿Cuál es la otra etapa?
—La que le siguió al "Indio" y que empieza en los agonizantes días de "Gasparino".
—¿Por qué "agonizantes"?
—Porque en ese momento —como ahora— había descubierto la "poesía", pero con una diferencia: era la poesía del otro... Aunque ese "otro" fuera Walt Whitman.
El rostro de Facundo cambia. Los músculos faciales se distienden, las arrugas de la frente se relajan, los dedos se entrecruzan y todo él irradia paz.
—En Whitman descubrí la hierba, el placer de gozar del mar, de las mujeres, y me sentí "vivo". Descubrí que lo que leía en su poesía no estaba desligado de mi realidad, de lo que yo necesitaba para sentirme bien, saludable... Y mi salud reside en "mi libertad".
—¿Qué hiciste con tu libertad?
—Me la llevé de paseo, lejos, muy lejos. Crucé mares, océanos, busqué las hierbas y las mujeres de las que hablaba Whitman, me acerqué —a través de él— a Borges y conocí...
—¿Qué conociste?
—Sudamérica y las islas de Pascua y Fernández.
—¿Trajiste "algo" de vuelta?
—Sí, volví con "No soy de aquí ni soy de allá".
—¿Qué significó para vos esta composición?
—Más allá del "segundo premio" que logro en un certamen de cantantes, "No soy de aquí ni soy de allá" es la síntesis de mi vida y viajes que le entrego al público.
—Al público de café concert, un público nuevo, ¿no?
—Sí, pero que me acepta sin conocerme y que siente que lo que le doy es "mi verdad", que no "cameleo" con un compromiso que no existe.
—¿Y vos con quién te comprometés?
—Con el hombre, con la vida, y a esa gente yo le doy mi síntesis existencíal a través de la guitarra y el canto. En realidad yo no canto sino "cuento". Cuento lo que "me pasa", "lo que me gusta".
—¿Qué te gusta?
—Charlar con todos: con los taxistas, los maniseros —aunque mis detractores digan que soy un "demagogo"—, las mujeres —incluyendo las "malas señoras"—, los amaneceres en compañía o el anochecer en soledad... Y viajar.
Aplaca la voz, también la mirada; gira la cabeza hacia todos los costados y ríos dice: "Buenos Aires me cansó y por eso me voy. Sé que hay otros lugares, otras mujeres y otros mares... Y yo amo la libertad".
Z.P.
Fotos: Gabriel Alvarado
Revista Gente y la Actualidad
14.10.1971

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Facundo Cabral
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