La construcción de una cadena de centrales
hidroeléctricas, prevista dentro de un plazo que
alcanza a la próxima década, es la clave para alcanzar
el autoabastecimiento energético.
EL titular de la Secretaría de Estado de Energía,
Miguel Ángel Revestido, anunció hace poco que de
acuerdo a las previsiones elaboradas por su área, en
1977 se suprimirá totalmente la importación de
petróleo, salvo con las naciones con quienes se guarda
reciprocidad. Todo el esfuerzo calculado para ese
lapso se dirigirá a la construcción de centrales
hidroeléctricas en distintas zonas del país. Más de
veinte obras de ese tipo se llevarán a cabo en los
próximos años, algunas de las cuales revisten una gran
magnitud.
Una de ellas, El Chocón-Cerros Colorados, ya funciona
y cuenta con una potencia instalada de 800 megavatios
y quedará terminada, de acuerdo a lo pautado, durante
1976. Figuran también en los planes dos grandes
centrales internacionales, que son las de
Yaciretá-Apipé, a realizarse en colaboración con
Paraguay, y la de Salto Grande, con Uruguay.
En la zona del Comahue habrán de ubicarse varias
obras; la de mayor envergadura será, sin duda, el
complejo hidroeléctrico de Alicopá que con sus tres
centrales, Alicurá, Piedra del Águila y Collón Curá,
proveerá cuatro millones de kilowatios; es decir, un
40 por ciento más que las dos obras binacionales
juntas como son Salto Grande y Yaciretá-Apipé.
Esto tiene su explicación, que es la siguiente: la
presa de Salto Grande producirá 1.620.000 kilowatios,
en tanto que la de Yaciretá Apipé alcanzará a los
4.100.000. Sumadas, ambas totalizan 5.620.000.
Los plazos
Los datos antes mencionados proporcionan una idea
cabal de la verdadera importancia que representa el
complejo de Alicopá dentro del plan hidroeléctrico.
Uno de sus aprovechamientos hidráulicos, el de
Alicurá, incluido en el Plan Trienal, deberá comenzar
su funcionamiento en 1979 con los dos primeros grupos
generadores y una potencia instalada de 500
megawatios. En su etapa final —que de acuerdo a la
marcha de lo planeado deberá quedar completada en
1981— contará con una potencia de mil megawatios.
Geográficamente, el emplazamiento de la central de
Alicurá está ubicado sobre el río Limay, límite
natural entre las provincias del Neuquén y Río Negro,
a unos 30 kilómetros aguas arriba de la confluencia de
dicho río con el Collón Curá, y a unos 280 kilómetros
aproximadamente de la presa de El Chocón, y distará,
por otra parte, unos 113 kilómetros de San Carlos de
Bariloche.
Desde setiembre del año pasado se están realizando las
obras complementarias de Alicurá, que comprenden
caminos de acceso, un puente de servicio, oficinas,
laboratorios y una villa temporaria. La apertura de la
licitación para las obras civiles se verificó a fines
del año pasado y en la actualidad están a estudios las
ofertas presentadas.
El cumplimiento de los plazos acordados a esta obra
—como a las restantes— encierra un desafío a la
eficiencia y capacidad de realización de los
argentinos, ya que el crecimiento económico del país y
las expectativas de desarrollo regionales no admiten
demoras.
La urgencia
El proyecto de obras hidroeléctricas es realmente la
premisa mayor del programa global de expansión que
presenta la economía argentina. Este proyecto de
energía se divide a su vez en los sectores de
generación, transformación y transmisión. Es una
necesidad ineludible que el cronograma de las obras
sea cumplido cabalmente y en forma armónica, porque la
demora en una de estas etapas puede significar la
paralización de las otras, descontando que los atrasos
derivan en un aumento de los costos operativos y en
sobrecargas financieras.
Si no se cumpliera con los términos, habrá que buscar
soluciones improvisadas, como sería la instalación de
plantas térmicas, que por otra parte incrementarán el
consumo de hidrocarburos. A su vez, no pocas empresas
privadas se verán obligadas a recurrir a la
autogeneración de energía —como tuvo que hacerlo Aluar
por el retraso que sufrió la represa de Futaleufú—,
con lo cual se producirá una mayor e inevitable
demanda de diesel-oil.
El propio secretario de Energía ha reconocido que "nos
encontramos en la imposibilidad objetiva de permitir
la más pequeña demora en la realización del programa
de obras hidroeléctricas".
Revista Redacción
05/1975