El país
Caos dentro de la legalidad
Volver al índice
del sitio
Lentamente, hacia fines de la semana última, se iba deshaciendo la madeja de las versiones sobre golpismo y conspiraciones militares, creada en el ánimo de la opinión pública más que nada por el pánico demostrado por los sectores del gobierno ante el nivel que la crisis social y económica alcanzó en los últimos diez días.
También lentamente se fue deshaciendo la posibilidad de un inminente cambio de gabinete, aconsejado oficiosamente por altos mandos de las Fuerzas Armadas. El presidente Illia parecía convencido de que su equipo era homogéneo, coherente, y tenía un aval más importante que el de la idoneidad para el cargo: estaba dispuesto a cumplir en todos sus puntos el programa partidario de la UCR del Pueblo.
Pero si bien la nube golpista se desinflaba, parecía existir la convicción en las Fuerzas Armadas de que el gobierno, tarde o temprano, se desintegraría. De este modo, el golpismo parecía resultar incluso innecesario.
Después de despedir a su comandante en jefe en Ezeiza, algunos oficiales del Ejército se reunieron en un almuerzo íntimo. Comentaron, entre otros temas, el ímpetu golpista que encontraban en todos los medios civiles que frecuentaban, resultando así la paradoja de que los únicos que defendían el orden institucional eran los lógicos ejecutores de cualquier golpe: los militares. Relataron así una anécdota: el coronel López Aufranc. legalista en cualquier circunstancia, no sólo evitaba cualquier reunión con civiles sino que hasta le resistía a vestir de civil.
En estos mismos círculos militares se intentó crear una imagen del gobierno. En la competencia triunfó la siguiente: el gobierno avanza feliz mar afuera en un barco veloz; pero el barco es de manteca y ninguno de sus tripulantes nota la velocidad con que se disuelve en las cálidas aguas de la crisis argentina.
Al margen de estas observaciones, anécdotas y versiones, surgía una situación peculiarmente extraña en la Argentina. El país, como pocas veces en los últimos años, gozaba de todas sus libertades públicas. Funcionan dentro de las normas constitucionales sus tres poderes, con solamente una situación anormal en la Justicia (ver página 10 de esta edición). El Ejecutivo se muestra respetuoso del Poder Legislativo y, en gran parte, del Poder Judicial. Todas las iniciativas del gobierno se ajustan perfectamente a las prescripciones de la ley. Sin embargo, el país se ve envuelto en una inestabilidad que se agudiza semana a semana. Los sectores empresarios protestan día a día contra las medidas económicas del gobierno y, prácticamente, están en estado de alerta. En la misma situación se muestra la clase trabajadora. La Iglesia mira con preocupación al futuro y está inquieta por los roces que ya ha tenido que afrontar con el radicalismo del Pueblo. Las Fuerzas Armadas miran con desconfianza al gobierno. ¿Qué queda?
El cardenal Caggiano, en su exhortación del viernes último, advierte el peligro: "Temo que rápida y peligrosamente —señaló— nos estamos acercando al punto crítico en que la tensión social puede estallar, poniendo en peligro la paz pública, que es el bien supremo de la Nación."
Es decir que, a pesar de la clara situación institucional, el caos alienta en la vida argentina. Y ningún sector cree que el país está en orden. Por curioso que parezca, para encontrar una situación similar hay que remontarse a la segunda presidencia de Yrigoyen, en especial a los años 1929 y 1930, hasta su derrocamiento.
Daría así la impresión de que el gobierno supone que las previsiones legales resuelven los problemas políticos, económicos y sociales. Y la experiencia demostraría que los problemas políticos se resuelven con medidas políticas, los económicos con medidas económicas y los sociales con medidas sociales. Un funcionario del gobierno que elaboró esta teoría, estimó que tal perogrullada encierra quizás con mayor claridad la clave del momento argentino. En síntesis, estimaba que el gobierno no tenía respuestas para las cuestiones políticas, económicas y sociales, y se refugiaba en la Constitución y las leyes no para gobernar sino para no gobernar.
Un intento de acción psicológica del gobierno tampoco tuvo mayor éxito en su designio de aliviar las tensiones. Se trató de presentar las conversaciones de varios partidos políticos (UCRI alendista, democristianos, demoprogresistas, socialistas argentinos y justicialistas) -como una posibilidad de crear un bloque político de apoyo al gobierno. Los mismos participantes de estas reuniones se ocuparon de desmentir esa posibilidad. En verdad, la perspectiva de crear ese bloque tiende a otra cosa: seguramente a copar el gobierno ante el vacío de poder que existe en el país. Coparlo a través de la coparticipación. En caso de no lograr este objetivo, estudiar una conjunta acción parlamentaria.
Lo primero, difícilmente tenga éxito: la cuña introducida por Ricardo Balbín mediante el manejo del aparato partidario y del equipo económico es difícil de superar. Lo segundo tiene poca vida: dentro de muy poco tiempo deben comenzar en los partidos las actividades electorales con vistas a la renovación de diputados de marzo próximo. La lucha por el triunfo electoral será más imperiosa que las coincidencias legislativas.
El gobierno comenzaba así una semana más llena de graves presagios, impresionada la opinión pública por el dramático llamado de la Iglesia argentina a la convivencia, pero ratificada en el gobierno la decisión de continuar con la aplicación del programa de la UCR del Pueblo, por más que el programa choque estruendosamente con la realidad nacional. En todas sus conversaciones y entrevistas, correspondió al presidente Illia reiterar este principio rígido, que despierta gran entusiasmo en las filas del partido oficial.

* * *

Augusto Vandor
El Plan aparente y el Plan real
Durante los días en que la CGT realizaba la ocupación de fábricas, en un establecimiento químico los obreros se negaron a efectuarla. Después de esta decisión, recibieron un llamado de los obreros metalúrgicos informándoles que de no acatar la orden de ocupación dada por los delegados gremiales, irían los mismos metalúrgicos a tomar la planta y colocar en situación de rehenes a los directivos de la empresa. Fue entonces la misma gerencia de la empresa que solicitó angustiosamente a sus obreros que le ocuparan la fábrica antes que llegaran los metalúrgicos. La Unión Obrera Metalúrgica cuenta con unos 250.000 afiliados, y su secretario general, constantemente reelecto desde 1956, es Augusto Vandor, el Lobo Vandor. Según un dirigente metalúrgico, el comandante castrista Ernesto Che Guevara expresó en una oportunidad: "Es el sindicalista argentino más serio y el único importante."
Vandor es muchas cosas más, ya que fue el primer dirigente gremial importante que se opuso a Juan Perón en muchas de las directivas del ex presidente, y mantiene esta línea independiente desde 1955. En más de una oportunidad, y últimamente con gran frecuencia, sus puntos de vista incluso se han impuesto a Perón, quien no se siente con fuerzas para luchar contra este dirigente.
Unos días antes de partir para Estados Unidos, el ministro de Defensa pidió garantías a oficiales superiores de las Fuerzas Armadas sobre la estabilidad del gobierno. Recibió esas garantías el doctor Leopoldo Suárez, cuyo viaje es fundamental para poder reequipar en algo, con ayuda del gobierno norteamericano, a las deficitarias Fuerzas Armadas argentinas. Pero la pregunta del preocupado ministro de Defensa estaba bien dirigida: se habían sucedido entrevistas de Augusto Vandor con altos mandos en los últimos días, y el gobierno estaba convencido de que el cerebro político de las 62 organizaciones gremiales peronistas buscaba algo mas que algunas medidas de carácter social. El gobierno no se equivocaba. Vandor buscaba algo más. Pero el gobierno no conocía aún la respuesta de los militares al Lobo: el Plan de Lucha podía avanzar todo lo que quisiera hasta lograr la renuncia de los ministros de Economía y de Trabajo, pero ni un paso más allá de eso. La estabilidad institucional del gobierno sería garantizada con toda la fuerza de las armas.
En verdad, Vandor, promotor e inspirador del "Plan de Lucha", buscaba precisamente eso: un cambio en la política económica y social del gobierno. Y en este sentido, había obtenido, negociando con habilidad, la aprobación de militares y empresarios, que están detrás de los mismos objetivos.
En las esferas gremiales se compara muchas veces a Vandor con el dirigente boliviano Lechín: un sindicalista de ideas populares que sabe trabajar con la derecha y frecuentar la Embajada de Estados Unidos. Sabe lo que quiere, con nitidez, y está perfectamente enterado de las tendencias de la política mundial. Pero quizás, por encima de este calificativo y de quienes lo consideran un "perro de| caza", Vandor es el más hábil negociador sindical y simultáneamente el único con pasta de caudillo. No en vano sus íntimos llaman a éste ex cabo de la Marina y ex obrero de varios grandes talleres metalúrgicos, "el tejedor". Curiosamente, el mismo calificativo era aplicado a Arturo Illia en sus tiempos de diputado nacional, cuando manejaba todas las intrigas palaciegas de su bloque radical.
Difícilmente el Plan de Lucha de la CGT hubiera tenido principio de aplicación sin el impulso que desde las 62 organizaciones le dio Vandor. Y, difícilmente, Vandor le hubiera dado ese impulso si no hubiera contado con información fehaciente sobre los intentos de división de la CGT, patrocinados por el vicepresidente Perette con
la colaboración de los dirigentes Riego Ribas y Armando March, gráfico y mercantil respectivamente. Pero no es menos cierto que Vandor logró impedir la división y realizar el Plan de Lucha, logró complementar la agresividad de las 62 organizaciones con la estrategia necesariamente más cautelosa que su amigo José Alonso elaboraba desde el secretariado general de la CGT. Y, no menos importante, logró desplazar totalmente a Andrés Framini, a quien lleva prácticamente de remolque, así como neutralizar los intentos de intervención en la vida sindical efectuados por el Consejo Coordinador del Justicialismo y el mismo Juan Domingo Perón. Para muchos de los observadores, el ex presidente ha encontrado en Vandor el caudillo que ayudará a la historia a superar la influencia del refugiado de Madrid.
Después de varias encuestas realizadas entre dirigentes gremiales y oficiales de las Fuerzas Armadas sobre la tendencia impresa a la lucha sindical por Augusto Vandor, los redactores de PRIMERA PLANA lograron trazar un esquema que parece ser el que más se ajusta a sus verdaderas intenciones:
•Augusto Vandor entiende que el actual gobierno caerá por sí mismo o será derrocado, debido a una evidente ineptitud para afrontar los problemas nacionales.
•La CGT debe participar activamente de este proceso, ya que los naturales herederos de este gobierno serán las Fuerzas Armadas, y en esta actividad se puede crear una alianza importante entre los dos sectores.
•Mientras tanto, esta acción agresiva por parte de la CGT significará la obtención de importantes beneficios sociales para la clase trabajadora. Y estos beneficios serán la única garantía para que los dirigentes gremiales independientes no se atrevan a separarse de la CGT por temor a la reacción de las bases.
Es así como, entre los dos ejes de la lucha sindical y la búsqueda del poder, la semana pasada la figura de Augusto Vandor creía una situación totalmente novedosa en el convulsionado panorama de la actualidad argentina.

* * *

Senadores
Una ofensiva contra el vicepresidente
Con una velocidad algo exótica en el campo radical, la semana última comenzó un evidente deterioro de la influencia del vicepresidente Perette en el ámbito oficial. La ofensiva contra el dinámico titular del Senado fue iniciada por el bloque de senadores de la UCRP y expuesta extensamente a Arturo Illia en la entrevista que mantuvieron a comienzos de la semana pasada. Al concluir esa entrevista, el senador Fassi expresó públicamente que el presidente Illia "es un regalo que nos ha hecho la Providencia". Si bien a los regalos no se los mide por el valor que tienen, en el caso de quien dirige los destinos del país la evaluación debe hacerse con más cuidado. Pero el hecho es que en forma más reservada, el senador Fassi dio a entender al presidente de la Nación que el vicepresidente Perette bien podría ser el castigo de la Providencia.
Los senadores insistieron en que Illia asuma el liderazgo en la conducción de los problemas nacionales, y coloque a Perette en el lugar que le ha asignado la Constitución. En los medios informados se entendía que esa ofensiva, encabezada por Fassi, es más bien inspirada por el senador Blanco y, por lo tanto, responde a una nítida estrategia de Ricardo Balbín, quien desea más amplitud para su casi copamiento del gobierno.
El argumento principal ejercido contra Perette por los atribulados senadores, fue su manifiesta intervención en el desencadenamiento del Plan de Lucha de la CGT. Insistieron los senadores en afirmar que la amenaza formulada por el vicepresidente en un mensaje a Augusto Vandor, líder de las 62 organizaciones gremiales, en el sentido de que estaba en condiciones de maniobrar con los gremios independientes para la división de la CGT, apresuró en definitiva el lanzamiento del Plan de Lucha.
Coincidiendo con las versiones sobre inquietud en los mandos militares, los senadores adjudicaron a las actividades del doctor Perette las malas relaciones del Ejercito con el radicalismo del Pueblo. Si bien el vicepresidente no actúa en este campo en lo que a los oficiales en actividad se refiere, son seguidas atentamente por los mandos sus reuniones con militares en situación de retiro. Se. lo considera inspirador de las informaciones que aparecen en un matutino de la Capital tendientes a crear fricciones entre oficiales del comando en jefe del Ejército y de su Estado Mayor. Al término de la semana existía la evidencia de que Perette ha perdido la aparente conducción que ejercía del bloque de senadores, y que la frase pronunciada por el senador Blanco de que "para Gómez no estamos", caló hondo en el espíritu del presidente Illia. Este respondió que los movimientos del vicepresidente estaban previstos, y nunca escaparon de su control, pero la afirmación fue recibida con escepticismo.

* * *

Gobierno
Presiones oficiales sobre la justicia
La semana pasada, distintos observadores comenzaron a preguntarse si en la Argentina la división de poderes se mantendría en los hechos. Mientras por un lado trascendía que el ministerio de Educación y Justicia comenzaba a considerar proyectos que podrían significar el avasallamiento de la Corte Suprema de Justicia, por el otro se seguía demorando la confirmación de las designaciones de jueces realizadas durante el gobierno de José María Guido.
Los jueces que no tienen acuerdo del Senado están automáticamente en comisión. Según la Constitución Nacional, de no ser confirmados antes de la finalización del período ordinario de sesiones posterior a su nombramiento, sus atribuciones caducan de hecho. Técnicamente, la autoridad de los jueces en comisión es ahora por lo menos discutible, con el menoscabo que eso significa para la autoridad de los magistrados. El hecho, de por sí, afecta la independencia de los jueces, que no cuentan con la garantía de la inamovilidad: 25 magistrados nacionales en la Capital Federal y 7 en el interior están en esa situación.
El influyente matutino La Prensa había comentado ya esa circunstancia en su editorial del 9 de mayo último, donde señaló que "no hay razón para mantener durante tantos meses una situación que los constituyentes quisieron expresamente evitar, máxime si, como lo dijo el Poder Ejecutivo en el mensaje leído en el Congreso, el estudio de los antecedentes relativos a los jueces que carecen de acuerdo ya está finalizado".

Maniobra oficial
Lo más grave, sin embargo, es que el ministro de Educación y Justicia, doctor Carlos Aleonada Aramburú, elaboró posteriormente un proyecto de ampliación del número de miembros de la Corte Suprema de Justicia —de siete a trece— con el eventual objeto de lograr el control político del alto tribunal. Muchos funcionarios del gobierno habían anunciado su preocupación por la posibilidad de que la Corte pudiera tener criterios distintos de los del gobierno en la consideración de algunos temas-clave. Inclusive, se había llegado a afirmar 'que cuatro de los siete miembros del tribunal no simpatizan con el Poder Ejecutivo. Aunque precisamente el sentido de la división de poderes es que los mismos sean independientes entre sí, el ministro Aleonada Aramburú habría resuelto optar por conseguir una Corte adicta mediante la ampliación del número de sus integrantes.

Falsa memoria
Lo curioso es que la tesis del titular de Educación y Justicia habría sido abonada, en conversaciones más o menos extraoficiales, con dos antecedentes que son falsos;
•Se ha generalizado una versión según la cual, en su lucha por imponer los principios sociales del New Deal, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt libró una batalla contra una "Corte reaccionaria" que obstaculizaba sus proyectos, y que, como parte de ese enfrentamiento, debió ampliar el número de miembros de ese organismo. El ejemplo fue recientemente traído a colación por funcionarios del ministerio de Educación y Justicia.
El episodio no existió nunca, como lo comprueba el simple hecho de que antes y después del New Deal, la Suprema Corte de los Estados Unidos siguió estando compuesta por nueve miembros. Hubo un proyecto para incrementar el plantel de ese alto tribunal que no prosperó. Pero la fricción que existió en determinado momento entre los dos poderes se resolvió por cauces naturales.
•El otro antecedente erróneo es argentino. Se invoca el hecho de que el gobierno de Frondizi, en 1960, hubiera ampliado el número de miembros de la Corte de cinco a siete para imponer su política.
No ocurrió así. Es exacto que el número de miembros fue incrementado, pero no por razones políticas, sino técnicas.
El sentido de la modificación de 1960 queda claramente establecido porque: a) Frondizi contaba con mayoría de miembros que habían sido designados durante su gobierno y por el Senado oficialista (tres sobre cinco); de los cinco miembros anteriores —que no tenían acuerdo por haber sido designados durante el gobierno provisional de Aramburu—, Frondizi solamente mantuvo a Alejandro Orgaz y a Benjamín Villegas Basavilbaso. b). El doctor Orgaz, que era y es decididamente anti-frondizista, coincidió con sus colegas en reclamar el aumento de los miembros de la Corte por razones técnicas, aunque luego manifestara con su renuncia una posición adversa a los jueces promovidos.
Aparentemente, el único derecho del gobierno es el de remover al doctor José Bidau, que, nombrado durante el mandato del doctor Guido, no tiene acuerdo del Senado. E, inclusive, está dentro de los usos admitidos que en su reemplazo proponga el Poder Ejecutivo a un amigo político del gobierno, como sería el caso de Amílcar Mercader, a quien se menciona en ese sentido.

Con riesgos
En cambio, una elevación política del número de miembros de la Corte, sin motivos que la justifiquen y contra la opinión de los actuales miembros del tribunal, significaría, directamente, la caducidad de la división de poderes en la Argentina.
A fines de la semana pasada, nadie parecía aventurarse a predecir qué sucedería en ese caso. Un diputado nacional, sin embargo, había formulado la siguiente inquietante pregunta:

—¿Qué pasa si algunos miembros de la Corte, considerando lesionada la independencia del cuerpo, renuncian?

Lo cierto es que si el gobierno sigue dispuesto a sostener su iniciativa, un escándalo político no resultará impensable.

PRIMERA PLANA
8 de Junio de 1964

Ir Arriba

 

 
Illia tortuga
Fassi - Perette