Parece haberse constituido en costumbre argentina el
meterse en callejones sin salida. En estos momentos, la
Nación vive pendiente de dos que mantienen latentes todas
las tensiones sociales y políticas. La Confederación
General del Trabajo parecía haber llegado la semana
pasada, a uno de esos callejones sin salida, luego de
haber estructurado un plan de lucha que se transformará en
derrota de la dirección sindical si no puede ser cumplido
y cuyo desarrollo, en el caso contrario, puede desbordar
los propósitos iniciales de los dirigentes de la central
obrera.
Mediante su plan de lucha, la C.G.T. se había propuesto,
básicamente, cambiar el ritmo vital del gobierno,
excesivamente cauto en la adopción de medidas de fondo.
Pero el gobierno, a la vez, también había llegado a un
callejón sin salida, luego de haber prometido resolver el
problema de la carestía de la vida mediante la ley de
abastecimiento: toda la experiencia internacional
demuestra que el costo de los artículos de consumo
obedece, en sus alternativas, a causas demasiado complejas
como para que pueda esperarse una solución razonable con
la instalación de inspectores en los comercios que
controlen los precios de venta.
El caso más interesante en ese sentido es el de la carne.
Aparentemente, serviría para demostrar la compleja
mecánica del problema. Hace unos meses, el gobierno redujo
la exportación, con el propósito de crear una mayor
existencia del producto en plaza y así, de acuerdo a las
clásicas normas de la ley de la oferta y la demanda,
provocar una baja en los precios. La lógica de la medida
era que esa baja, de acuerdo a los principios de
compensación de
precios, aparejaría también relativas bajas en otros
productos alimenticios. Sin embargo, las consecuencias
concretas fueron distintas a las previstas. En primer
lugar, la reducción de las exportaciones creó un serio
problema financiero a los frigoríficos, que pueden llegar
a cerrar o a paralizar sustancialmente sus líneas de
producción. Las consecuencias previsibles han sido
estimadas en la cesantía de 30.000 obreros de la carne.
Obviamente, para las 30.000 familias correspondientes, una
eventual baja del precio de la carne no solucionaría
precisamente el problema de la carestía de la vida. Pero
lo más dramático es que, además, como las empresas se
mueven con costos mínimos, que no pueden disminuir, la
merma de producción fue correspondida por un nuevo aumento
del precio de la carne (el tema aparece desarrollado en la
sección economía, página 48).
En la misma semana en que tanto el gobierno como su
contrincante aparentemente más fuerte en estos momentos, la
Confederación General del Trabajo, parecían haber entrado
en críticos callejones sin salida, aparecieron dos voces
autorizadas llamando la atención sobre el mismo tema.
• La pastoral de cuaresma del cardenal primado, monseñor
Antonio Caggiano. En el texto, de fuerte contenido social
—conforme al espíritu de las últimas encíclicas papales—
se destacan, precisamente, los dos callejones sin salida.
Luego de referirse a la necesidad de disciplina "en los
ciudadanos, en las empresas, en las instituciones y en el
gobierno", el alto prelado expresa: "Al Estado corresponde
ajustar, con una disciplina rígida, todos los engranajes
de la administración pública para solucionar rápidamente
los problemas urgentes que azotan los hogares de los
asalariados, defendiéndolos de la desocupación y de la
especulación organizada en las distribución de los bienes
más indispensables de la vida. Frente a las amenazas de
lucha social, el pueblo sólo necesita, para mantener su
confianza y su paz en el trabajo, la evidencia de que se
ha comenzado a trabajar por su bienestar con decisión
orgánica y clarividentemente por los poderes del Estado".
• Un empresario, que representa a la empresa industrial
privada más grande de América latina —el doctor Torcuato
A. Sozio, director - gerente de Siam Di Tella— entrevistó
al presidente de la República planteando la necesidad de
una reactivación general de la economía del país, y
señalando los graves efectos que provoca la restricción
del consumo y la negativa influencia que esa restricción
produce sobre la marcha de las empresas. Finalizada la
entrevista, en los círculos empresarios —y especialmente
en los vinculados a la industria automotriz— se desató una
intensa búsqueda para conocer todos los detalles de la
conversación entre el doctor Torcuato Sozio y el
presidente Illia.
La situación planteada desde distintos planos por el
cardenal Caggiano y el doctor Sozio había creado efectiva
alarma en todos los medios responsables de la Argentina.
Muchos observadores, en tanto, han comenzado a plantearse
qué consecuencias se presentarán, desde el punto de vista
de la estabilidad del gobierno, si el plan de lucha se
lleva a cabo y determina una profunda convulsión social.
Como en otros factores de poder, en las Fuerzas Armadas se
estima en general que el plan de lucha de la CGT no
constituye una base real y deseable para las soluciones de
fondo. Pero, también como en otros factores de poder,
existe allí conciencia de las causas de la inquietud
gremial. Lo cierto es que las Fuerzas Armadas no quieren
bajo ningún concepto aparecer involucradas en una
situación que termine presentándolas como la imagen de los
soldados que reprimen a los obreros y ya han decidido,
aparentemente, mantenerse al margen de cualquier función
represiva. Se crea, así, el problema de cuáles son los
medios con que cuenta el gobierno para preservar el orden
sin el concurso de las Fuerzas Armadas.
El viernes de la semana pasada, un civil visitó la
secretaría de Guerra. Allí hizo un aparte con un coronel,
cerca de una de las ventanas del edificio. En determinado
momento, apareció el tema del plan de lucha de la CGT. El
coronel, señalando a la Casa de Gobierno y mientras daba
una pitada a su cigarrillo, comentó:
—Allí enfrente también suelen conversar cerca de las
ventanas. Se acercan y, desde las mirillas de las
persianas, nos observan. Cuando sale el tema de la CGT y
su plan de lucha, dicen: "Los de enfrente nos van a
defender si llega el caso". Mire, la obligación
institucional es armarse en defensa de la Constitución.
Por eso, en setiembre de 1962 unos tanques tiraron contra
otros tanques y ganaron. Pero esto es distinto: esto puede
ser provocar una lucha entre hermanos. Y entonces tiene
validez la máxima sanmartiniana.
Contactos
Perette tiene su propia estrategia
El asesor de uno de los bloques parlamentarios de la
democracia cristiana comentaba, el jueves de la semana
pasada, en un politizado café situado en la zona céntrica
de Buenos Aires, que los legisladores de su partido
mantenían una compleja relación con los representantes del
peronismo en el Congreso Nacional, derivada de la
ambivalencia de ese sector: "Imagínese — comentó— que
Roberto De Rege (presidente del bloque democristiano en el
Senado) tiene que tratar con peronistas amigos de Perette,
mientras que Enrique De Vedia (titular del sector en la
Cámara de Diputados) hace relaciones públicas con los
peronistas de Iturbe." La división entre los llamados
"peronistas de Perette" y los "peronistas de Iturbe"
obligaba así, por lo menos a un partido, a mantener su
estrategia en términos de ambigüedad.
Lo cierto es que el entendimiento entre el vicepresidente
Carlos Perette y el senador Elías Sapag, titular del
bloque neoperonista, es todo lo amplia que resulta
posible. Los periodistas políticos están acostumbrados a
ver a los dos casi todos los días juntos, generalmente por
iniciativa de Perette, en algunos de los salones del
Senado Nacional. A Elías Sapag, por su parte, le conviene
el entendimiento con el oficialismo, pues su partido (el
Movimiento Popular Neuquino) gobierna en Neuquén a través
de su propio hermano, Felipe Sapag, y necesita apoyo
oficial. Para Perette, esa amistad también es útil, y no
sólo por lo que puede significar como apoyo parlamentario:
Sapag, "peronista sin Perón", obra por reflejo sobre
dirigentes del interior. Y cuando los peronistas del
interior necesitan "pedir algo", el intermediario es,
inevitablemente, Elías
Sapag.
Sapag, además, presta servicios a los propósitos de
Perette de conseguir un Senado sin fricciones estridentes.
El bloque que maneja Sapag agrupa a diez senadores (la
segunda fuerza del Senado), no enfrentados hasta ahora con
el gobierno. Por otra parte, el senador neuquino consiguió
de sus colegas apoyo para el gobierno, mediante técnicas
parlamentarias no utilizadas habitualmente: cuando se
aprobó el proyecto sobre medicamentos, el
ucrista-alendista Celestino Gelsi se oponía a su
tratamiento porque los senadores no disponían todavía de
copias impresas del despacho de comisión. Sapag conversó
con Gelsi y lo convenció para aprobar el inusual trámite.
Pero la especulación más importante en torno a la entente
Perette-Sapag se refiere a !a posible reestructuración leí
gabinete. En los medios políticos se considera que dentro
de sesenta días existirá una firme posibilidad de
reorganización ministerial, dirigida hacia des frentes: el
militar y el político. Con respecto al primero, se
trataría de satisfacer a los mandos legalistas, mediante
el desplazamiento de ministros sindicados como
"colorados"; en lo que se refiere al frente político, la
vicepresidencia trataría de tener intervención en la
estructuración de un gobierno que incluyera a
neoperonistas, alendistas y, eventualmente, a
conservadores. La intervención de los alendistas sería
facilitada por los contactos existentes entre éstos y los
neo-peronistas; Celestino Gelsi, por ejemplo, dice a sus
correligionarios que deben prepararse psicológicamente
para participar en un eventual acuerdo con el oficialismo.
El vicepresidente Perette trata así de afirmar sus
relaciones con los demás sectores políticos para estar en
la más firme posición posible en el eventual momento de la
reorganización ministerial. La tesis es que Illia
necesitará que se aporten soluciones a su jaqueado
gobierno, y quien presente la solución sobre la base de un
acuerdo más amplio, tendrá más posibilidades de que sus
iniciativas sean aprobadas. Obviamente, si Perette
consigue que sus soluciones sean aceptadas, no sólo
contará con el apoyo de sus amigos en el Senado
(indispensable para Illia), sino, también, con aliados de
otros partidos ubicados en puestos de gobierno.
Por de pronto, Perette acompaña asiduamente a Elías Sapag,
durante las reservadas visitas que éste realiza al
presidente de la República en la residencia de Olivos.
Primera Plana
18.02.1964
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