José B. Gelbard
"Sin fe en el país no se puede construir nada"
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La Confederación General Económica (hoy nuclea a ochocientos empresarios argentinos) cumplió veinte años. Hubo una comida en el Plaza Hotel. Asistió el presidente Levingston. Se dijeron cosas importantes. SEMANA quiso penetrar en la intimidad del hombre que rige la entidad. Un hombre que fue hasta cuarto grado, que aprendió en el norte a sentir la fuerza de su tierra, que trabaja todo el día, que habla de Piazzolla y de Sandro

Estudié hasta cuarto grado. Las matemáticas no eran mi fuerte y decidí trabajar con mi padre. Allí comenzó mi carrera de empresario.
Ahora, sentado en el living de un lujoso cuarto piso, José Gelbard (53 años, casado, dos hijos) memora nostálgicamente sus años de infancia, su vida de vendedor ambulante en las polvorientas calles de Tucumán.
"Tengo una historia común, como la de cualquier otro", se escuda. Pero Gelbard sabe que no es cierto: hijo de inmigrantes polacos, dueños de un desvencijado hotelito, su carrera es un ejemplo de tenacidad y optimismo.
"Sin fe en el país no se puede construir absolutamente nada", enfatiza.
Que él tuvo fe lo testimonia su meteórico ascenso, su acceso a una entidad que hoy nuclea a ochocientos afiliados: la Confederación General Económica.
—¿Cuál fue su primer negocio?
—Una casa de artículos para hombres, un negocito que instalé en Catamarca. No se lo puedo negar; desde el principio tuve mucha suerte.
Y una gran voluntad para hacer las cosas bien, para lograr todo lo que su temperamento ambicionaba. Es posible —también— que su temprano casamiento (a los 21 años se casó con Dina Haskel) haya contribuido a serenar su existencia, a planificar mejor sus dotes de empresario.
—Fue en Catamarca donde aprendí a amar a la gente, a sentir la fuerza de la tierra. Ahí encontré los mejores amigos, los hombres y mujeres más contentos de este mundo. En largas conversaciones con colegas inquietos diseñamos el futuro de la Confederación Económica del Interior. Teníamos entusiasmo y ganas de concretar hechos importantes.
Un día comprendió que Catamarca no tenía un cine y junto a un puñado de pioneros se dio a la tarea de planificarlo.
"Después lo construyó el gobierno, pero nosotros habíamos echado la semilla", recuerda.
Ocho empresas, atención permanente sobre todo lo nuevo, vocación gremial, definían —en ese momento— la conducta de Gelbard.
"Eran tiempos duros para la empresa nacional. Faltaba conciencia y desde Buenos Aires pretendían manejar el interior. En 1938, cuando me instalé en Catamarca, recién se comenzaba a dar los primeros pasos."

DE CINE, LIBROS Y OTRAS COSAS
Pero este empresario por vocación no sólo es un experto en conducción de empresas; más allá de las fatigosas horas de los balances y la planificación, esconde un acendrado amor por el cine, por la literatura, por el ocio creador.
"Es mentira que los hombres de negocios no tengamos tiempo para dedicarnos a otras actividades; siempre hay un hueco para llenar", confía.
Admirador de Sofía Loren (ponderó su labor en Los girasoles de Rusia, un film que no mereció sus fervores), lamenta que el cine argentino haya perdido el inmenso mercado latinoamericano.
"Lo coparon los mexicanos, productores de pésimos films", comenta.
Informa, además, que en varios países de América todavía se exhiben películas argentinas interpretadas por los legendarios Libertad Lamarque, Tita Merello, Hugo del Carril y el perenne Carlos Gardel.
"En la República Dominicana existe un café que sólo trasmite tangos de Gardel", evoca Gelbard. Después, mientras pita su tercer cigarrillo, pregunta a SEMANA: "¿Qué tal Aeropuerto? El libro me pareció sensacional". Le desencanta la respuesta ("una película abominable") y deslizó su opinión acerca de una película muy flojona: el descenso del hombre en la luna filmado por la Metro: "Me resultó repetido, sin imaginación", califica.
A las diez de la mañana del viernes 24, José Gelbard dialogaba con SEMANA sin importarle que una hora más tarde debía tomar un avión para Rosario. Su cordialidad, su cortesía, no persiguen ningún fin promocional, una zona que Gelbard prefiere desdeñar. "Me gusta caminar por calles silenciosas, apartadas, y recorrerlas por puro placer", se exalta.
No es su único entusiasmo: Fernando (30, casado, dos hijos) y Silvia (22, soltera), sus hijos, le deparan las horas más alegres. "Están mis nietos, claro, dos chiquillos adorables."
Y su esposa, Dina, con quien comparte treinta y dos años de luchas y esperanzas.

EL DIALOGO Y LOS HOMBRES
Traje azul, corbata bordeaux, camisa blanca con rayas angostas; impecable elegancia que Dina de Gelbard se empeña en subrayar. "¿Qué ropa te pongo en la valija?", pregunta. Tucumana como su marido, excelente organista, su vida cotidiana trascurre apaciblemente en ese cuarto piso de la calle Arribeños.
"Hace cinco años que vivo en este edificio y ni siquiera conozco la azotea", se sorprende.
—¿Le gusta Piazzolla?
La pregunta no sorprende a Gelbard.
—Hace un tiempo fui al Regina. Le confieso que me emocionó.
Sandro también convoca su emoción: "Seis años atrás, mi hijo Fernando llegó a mi casa con un muchacho que cantaba a las mil maravillas. Después supe que era Sandro".
Frente al televisor —ahora— suele aferrarse a la imagen del baladista, una pasión que también comparte su mujer.
—¿El mejor literato argentino?
—Ernesto Sábato, sin duda. Aunque Julio Cortázar me parece extraordinario.
Presidente de la Confederación General Económica en 1953 ("una época de enfrentamientos y triunfos"), no puede evitar el recuerdo de la intervención que en 1955 "nos acusó de peronistas". Sin embargo, la CGE conservó su estructura y funcionó en la clandestinidad hasta el 58; años que Gelbard califica como fundamentales.
Que sirvieron, además, para que la entidad acrecentara su prestigio. El miércoles de la semana pasada, una cena en el Plaza Hotel reunió a seiscientos empresarios que querían dialogar con el general Levingston, invitado especial de |a CGE.
—Fue un diálogo fructífero; croo que todos salimos ganando.

LA NOTICIA
"En los salones del Plaza Hotel se sirvió anoche la comida ofrecida por la Confederación General Económica (CGE) en celebración del vigésimo aniversario de la fundación de esa institución empresaria. Asistieron a la reunión el presidente de la Nación, general de brigada (RE) Roberto Marcelo Levingston, que concurrió acompañado por su esposa, señora Betty Nelly Andrés... A los postres habló ... el titular de la CGE, señor José Gelbard, reseñando la trayectoria de la entidad que preside, y su progreso, lento y gradual, erizado, dijo, de dificultades, hasta culminar con lo que es hoy la Confederación General Económica, que constituyó, afirmó, desde su principio, un movimiento democrático, mayoritario y federalista. Continuó diciendo ... que, igual que a lo largo de sus veinte años, la CGE sigue expresando como metas precisas del empresariado nacional: lograr la expansión de la producción de bienes mediante la planificación concertada de todos los sectores sociales y todas las regiones del país, para lograr un mayor equilibrio y bienestar social, equitativa distribución de las riquezas y creación de un gran mercado interno... También manifestó la conveniencia de prevenir los procesos desnacionalizantes y orientar la inversión extranjera hacia las prioridades fijadas por los argentinos 'como medio de asegurar la soberanía del país manteniendo dentro de nuestras fronteras la autonomía para decidir y vertebrar el proceso de desarrollo nacional'. Se preguntó luego por qué, no obstante la concordancia general, las estructuras del país siguen si modificarse ... Finalmente, el señor Gelbard afirmó que no habrá en la República altos niveles de vida, expansión educativa, cultural y técnica, si no se resuelven con sentido nacional los problemas socioeconómicos... y remarcó, como premisas fundamentales: realizar todos los esfuerzos para aumentar el salario real y concurrir en auxilio de la empresa nacional, especialmente la mediana y la pequeña; procurar un crecimiento rápido y sostenido de la economía de conjunto y una más justa distribución de la riqueza ..."
(La Prensa, jueves 23 de julio de 1970).

Revista Semana Gráfica
31.07.1970

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Josè B. Gelbard
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