El jueves pasado el país asistió a un movimiento de
protesta realizado por la CGE.
La rebelión -que busca cambiar la política económica del
gobierno- revela que entre los actores del Gran Acuerdo
hay un forcejeo cada vez más intenso. "Sin cambiar la
línea económica -dice Gelbard-no puede haber salida
política"
En los últimos días la vida del país estuvo signada por
tembladeral económico. Mientras diversos trascendidos
adelantaban que en enero el costo de la vida aumentó un 10
por ciento —cifra apabullante, teniendo en cuenta que
corresponde a un solo mes—, desde los Estados Unidos
llegaban noticias poco alentadoras: según un cable de la
agencia France Press, fechado en Washington y publicado en
los diarios del martes, "nada permite asegurar que la
Argentina conseguirá los 800 millones de dólares que al
parecer necesita".
La noticia se refería a la misión argentina que recorrerá
otras capitales del mundo occidental para solicitar ayuda
financiera. Pero a ese respecto las versiones son
contradictorias. Por un lado, en diversos mentideros de
Buenos Aires se afirma que el propósito real de la misión
no es conseguir créditos sino, apenas, refinanciar la
parte de la deuda externa que el país debería pagar este
año a sus acreedores. Según esa especie, el gobierno
argentino trataría de esquiva!1 el pago de 450 millones de
dólares (cuya emigración dejaría escuálidas las reservas
del país) y trataría de oblar solamente los intereses de
la deuda, esto es, apenas 100 millones de dólares.
En cambio, otras fuentes aseguran que los misioneros
acarician proyectos más ambiciosos. El objetivo de la
delegación sería acumular 1.000 millones de dólares, entre
diversos créditos que se gestionarán ante instituciones
públicas y privadas de EE.UU. y Europa. Esa suma sería muy
importante para aliviar las tensiones sociales y en
consecuencia viabilizar el plan político, que este año
ingresa en zonas incandescentes.
En general, buena parte de los observadores coinciden en
asegurar que difícilmente la delegación consiga semejante
cifra. Los más optimistas sostienen que el país debería
darse por satisfecho si, además de la refinanciación de la
deuda, se logra algún otro crédito. Sobre todo teniendo en
cuenta que los de más fácil acceso —los llamados
"stand-by" del Fondo Monetario Internacional— habrían sido
desechados por el gobierno argentino, ya que el FMI
supedita su otorgamiento a la adopción de medidas
económicas ultrarrigidas: el congelamiento de los
salarios, por ejemplo.
Como es obvio, la Casa Rosada no puede endurecer aún más
su política económica; si lo hiciera, liquidaría los
márgenes de negociación que imprescindiblemente necesita
para hacer avanzar su proyecto de solución política.
En ese sentido, el curioso movimiento de protesta
realizado el jueves por los empresarios de la
Confederación General Económica —CGE— constituye un
síntoma revelador. Esa central apoyó y apoya el plan
político del lanussismo, pero la grave situación económica
la obliga a intensificar su presión sobre la Casa Rosada.
Es decir, tanto la actitud de la CGE como en última
instancia la del propio Juan Perón prueban que se está
desarrollando un intenso forcejeo entre los actores del
Gran Acuerdo Nacional. Una lucha que, sin llegar a la
ruptura, dibuja oscuros nubarrones sobre el horizonte del
GAN, ya que constantemente pone sobre el tapete el talón
de Aquiles del oficialismo: la crisis económica.
La semana pasada, la Junta de Comandantes adoptó diversas
medidas para abaratar el precio de ciertos artículos. Las
decisiones fueron adoptadas hacia el final de un mes en el
que, según organismos oficiales y privados, el costo de la
vida es un 45 por ciento más caro que en enero de 1971.
Otras cifras auguraban que en marzo la carestía ya habrá
absorbido por completo el aumento salarial del 15 por
ciento otorgado a principios de año.
Sobre este panorama poco alentador SIETE DIAS dialogó con
José Gelbard, vicepresidente de la empresa FATE y titular
de la CGE. A continuación, un resumen de la charla.
—¿Cuál es la situación económica actual?
—Nos encontramos en un momento de recesión, como
consecuencia de la política económica vigente, acentuada
con las medidas adoptadas al finalizar 1971 y completadas
con las últimas disposiciones del Banco Central con
respecto al aumento de las tasas de interés. Pero debe
aclararse que esta política no es nueva, sino que es la
misma, con variación de matices y con algunos disfraces
que tratan de disimularlo, que se instauró en el país en
marzo de 1967 y que, desde entonces, tiene plena vigencia
para toda la población, con los resultados conocidos:
aumento desmedido de la inflación [39,1 por ciento creció
el costo de la vida en 1971, con relación a 1970);
incremento de los costos mayoristas (48,1 por ciento en
igual lapso); aumento del déficit fiscal (440 por ciento
más alto el año pasado que en 1970); déficit en la balanza
comercial y déficit aún mayor en el balance de pagos;
continuidad de la política de mantenimiento del déficit
para 1972; incremento desusado en las tarifas de los
servicios públicos en las tasas de servicios; creación de
gravámenes impositivos sobre los consumos, anulando así
los efectos favorables que provocará la elevación de los
mínimos no imponibles en réditos de la cuarta categoría;
desnacionalización de empresas argentinas; encarecimiento
del crédito bancario; disminución de la masa de dinero
prestable, por elevación del efectivo mínimo de los
bancos; liquidación, prácticamente, de las cooperativas de
crédito, único instrumento en el cual podía apoyarse la
pequeña y mediana empresa de capital nacional para obtener
capital para su evolución; distribución no equitativa de
la renta nacional, en perjuicio de los sectores de menores
ingresos y en beneficio del sector financiero, casi
exclusivamente.
—¿Qué va a hacer la CGE frente a esa situación económica?
—La CGE ha venido denunciando esta política económica,
señalando reiterada y firmemente que la misma nos
conduciría a la delicada situación que acabamos de
resumir. Nuestras quejas, nuestras postulaciones fueron
desoídas. Ahora, agotada la instancia de las declaraciones
y documentos, el movimiento confederal decidió, el 10 de
enero, realizar actos de protesta en todo el país, para
reclamar la terminación de la actual política económica;
que se la reemplace por otra de profundo contenido
nacional, y que la misma sea ejecutada por personas
pertenecientes a sectores identificados con esa filosofía.
—¿Cree que la crisis económica tornará imposible el Gran
Acuerdo Nacional?
—Nosotros entendemos, y lo tenemos muy claro, que la
gravedad que va adquiriendo la situación económica creará
un clima adverso para poder llegar a la salida política.
Creemos, además, y lo hemos dicho en varios documentos,
que las minorías que detentan desde hace muchos años el
poder económico no tienen interés en la salida electoral
limpia, que devuelva el poder a las mayorías nacionales.
Por ello, están tratando de crear el caos económico para
que, justificándose en esa circunstancia, se logre
cancelar o postergar sine die la normalización
institucional que el país entero está reclamando con
urgencia.
—El presidente Lanusse planteó en sus exposiciones que la
situación económica es grave, pero no catastrófica. ¿Qué
opina usted sobre el tema?
—La situación económica es, para nosotros, grave, pero no
tanto como para pensar que no tiene solución; en otras
palabras, no es catastrófica. Son funcionarios del equipo
económico del presidente Lanusse los que quieren dar esa
sensación de desastre total. Tal, por ejemplo, el
presidente del Banco Central, quien sorpresivamente
anuncia al mundo que la Argentina está al borde de la
cesación de pagos. O el presidente anterior del mismo
Banco, quien anunció oficiosamente —pero ocupándose que
todo el periodismo lo escuchara—, cuál iba a ser el
porcentaje de la próxima devaluación y cuál el porcentaje
de aumento de salarios que iba a autorizarse. Todo esto
tiene un solo objetivo, que ya hemos enunciado: crear el
clima necesario para impedir la salida institucional
definitiva para la Argentina.
—¿La crisis es de coyuntura?
—La crisis es estructural y, por consecuencia, provoca
problemas coyunturales. No habrá solución coyuntural si no
hay trasformación profunda de las estructuras económicas.
—¿Cuáles son las medidas que ustedes proponen?
—Las siguientes: 1º) Redistribuir y disminuir la presión
impositiva, desgravando sustancialmente los impuestos
directos e indirectos que oprimen a la pequeña y mediana
empresa y a los perceptores de bajos y medios ingresos.
2º) Una amplia amnistía impositiva y previsional. 3º)
Establecer una política crediticia orientada y dirigida,
que estimule la actividad económica nacional, mediante
préstamos a largo plazo y bajo interés, y con una
apreciación generosa de la garantía patrimonial de los
solicitantes. 4º) En materia arancelaria debe
reestructurarse toda la política orientándola con un
estricto criterio de protección efectiva de la industria
nacional, y de promoción de las exportaciones, prohibiendo
terminantemente la importación de bienes suntuarios,
superfluos y/o competitivos con la industria nacional. 5º)
Poner en ejecución, sin dilaciones, los proyectos ya
aprobados de instalación de industrias básicas (hierro y
acero, petroquímica pesada, celulosa y papel, soda solvay)
y, en fin, todo lo que representa insumos de materias
primas para la industria. 6º) Autorizar las trasferencias
de divisas al exterior en concepto de regalías,
honorarios, royalties, dividendos y comisiones únicamente
cuando correspondan a inversiones extranjeras auténticas,
o sea las efectuadas con aporte de ahorro externo. Y
prohibiendo todas las que no se ajusten a esa condición.
7º) Descentralizar la economía, prohibiendo la instalación
de nuevas industrias en el Gran Buenos Aires; y facilitar
de este modo el crecimiento acelerado y armónico del
interior del país. Desde luego que las medidas posibles
son muchas; pero éstas constituyen las prioritarias, a
nuestro juicio.
—¿A quién beneficia la política económica actual?
—Los beneficiarios de esta política económica son,
exclusivamente, los sectores financieros. La producción
agropecuaria, la industria, el comercio, los servicios y
los sectores asalariados han sufrido y sufren enormes
perjuicios y su resultante es el empobrecimiento. En
cambio, los grupos financieros vienen aumentando en
proporción geométrica sus beneficios, desde 1967, y su
participación porcentual en el Producto Bruto Interno.
—¿Qué opina de la misión económica a los Estados Unidos y
Europa?
—Pienso que si se adoptara la política económica que
nosotros proponemos no seria necesario que saliera ninguna
misión argentina al exterior a solicitar créditos en la
forma que, según parece, va a hacerlo la que está a punto
de emprender viaje.
—¿Cree que en el gabinete se deben producir renuncias para
acelerar el proceso de cambio en política económica?
—El movimiento empresario confederal nacional solicitó
públicamente la renuncia de todo el equipo económico
actual. Mantenemos esa posición por las razones que ya
expliqué.
—¿Qué sectores apoyan la decisión de la CGE?
—En esta oportunidad, la CGE ha decidido realizar estos
actos de protesta sin recurrir al apoyo de otras
instituciones o sectores. Creemos que interpretamos, con
nuestra disconformidad hacia la política económica y el
equipo que la está conduciendo, el pensamiento de los
sectores mayoritarios del país: trabajadores,
intelectuales, profesionales, estudiantes. Pero, en esta
ocasión, confiamos exclusivamente en nuestra organización
y en el millón de empresarios que la integran, miembros de
2.000 cámaras y federaciones económicas regionales.
—¿Cuáles son las perspectivas del país?
—De continuar esta política económica, se darán las
condiciones para que no se llegue a la salida
institucional. En ese caso, creo que las perspectivas para
la Argentina son sombrías. Pero si la política económica
cambia, en el sentido nacional que nosotros propugnamos,
el país saldrá pronto de su actual atolladero y su futuro
será promisorio.
Revista Siete Días Ilustrados
31.01.1972
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José B. Gelbard |
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