Leonardo Favio en vísperas del estreno de "Juan Moreira"
Simplemente un fanático
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El talentoso director asegura que ha filmado "la más importante película del mundo de habla hispana". Explica por qué y reflexiona, además, sobre el peronismo, el nuevo gobierno, el cine optimista, el contacto popular, la madurez

El martes de la semana pasada, tras un año de labor ininterrumpida, Leonardo Favio (35) concluyó el procesamiento técnico de su versión cinematográfica de Juan Moreira: de esta manera, el próximo 24 de mayo —día del estreno en Buenos Aires— todo el misterio y las expectativas creados en torno a su nuevo film (una superproducción en colores que reconstruye los momentos fundamentales de la vida del casi legendario personaje) quedarán definitivamente develados. Y lo cierto es que las esperanzas que en tal sentido alientan sus consecuentes admiradores resultan más que justificadas. Basta para ello recordar sus valiosos antecedentes en la materia —Crónica de un niño solo (1963), El romance del Aniceto y la Francisca (1965) y El dependiente (1968)—, a los que ahora viene a sumarse una especialísima circunstancia: a diferencia de lo sucedido en las tres ocasiones anteriores, en este caso el propio realizador se ha esforzado en pregonar —por cuanto medio de difusión se puso a su alcance— las inusuales bondades que, a su juicio, reúne Juan Moreira.
Vanidades aparte, nada permite suponer que tales declaraciones sean infundadas. Y si a la probada capacidad de Favio como director se suman la importancia del elenco —Rodolfo Bebán en el rol protagónico, Elena Tritek, Elcira Olivera Garcés, Edgardo Suárez y Eduardo Rudy tienen a su cargo los principales personajes—, la fotografía de Juan de Sanzo y la habitual y eficaz participación de Jorge Jury (hermano de LF) en la elaboración del libro, bien puede preverse que la película se habrá de convertir en uno de los mayores éxitos de la temporada cinematográfica.
La semana pasada —precisamente la misma noche en que llevó a término el procesamiento del film—, Favio se distrajo, por espacio de una hora, del esmerado cuidado de sus tortugas para recibir en su coqueto departamento a un fotógrafo y un redactor de Siete Días. Ataviado con un sucinto pantalón de baño y luciendo un llamativo pañuelo en la cabeza —a la manera de los piratas mejor reputados—, LF se explayó acerca de su último film, sin evadir por ello el tratamiento de candentes cuestiones políticas. A continuación se trascriben los pasajes más salientes de ese diálogo.
—Eso fue exactamente lo que dije.
—¿Por qué es la más importante?
—No precisamente por la línea temática, ya que los temas van y vienen según los aconteceres de la época. Es la más importante por la fuerza de su producción y el manejo de las formas técnicas. Obviamente, yo no puedo decir que Juan Moreira sea superior a Crónica de un niño solo o a Nazarin, de Buñuel, así como tampoco puedo afirmar que esas películas sean mejores que Juan Moreira: eso depende del momento en que fueron filmadas. Que se entienda que no hago una valoración del talento con que fue realizada; lo único que aseguro es que, en cuanto al esfuerzo de producción y a los alardes técnicos, jamás ningún productor de habla hispana rodó una película de estas características.
—Aparentemente, este último film es muy diferente de los que rodaste anteriormente. ¿Dónde residen esas diferencias?
—Fundamentalmente en un poderío económico que jamás había tenido antes. Basta pensar que la película llevó un año de elaboración y siete años de análisis de las posibilidades técnicas de realización.
—¿Cuánto dinero se invirtió en la producción?
—240 millones de pesos viejos.
—¿Cuáles son las cosas que pudiste hacer con ese dinero y que antes no podías?
—Analizar mejor, tener tiempo para controlar hasta los más mínimos detalles técnicos. Te voy a dar un ejemplo: normalmente la compaginación de una película se hace cuando finaliza el rodaje, por un problema financiero. En este caso, pude hacer un primer armado, verlo, retomar la película y recién al final terminar el proceso de regrabación, que es, precisamente, la tarea que acabé hoy.
—A más dinero, ¿mejores películas?
—A más dinero, mayores posibilidades; lo que no quiere decir que necesariamente las películas salgan bien.
—Es vastamente conocida tu filiación peronista. ¿Cómo se encuadra Moreira dentro de esa perspectiva?
—Mi cine es de carácter testimonial; de ningún modo está ligado o tiene implicancias políticas. No soy un director peronista: soy un peronista que hace cine, canta, ama a su mujer y cuida la casa. Lo que sí tiene Moreira es una lamentable vigencia a través de todas las épocas de nuestro país: es el típico personaje utilizado por los distintos bandos políticos y que, al dejar de ser útil, es eliminado.
—¿ Cuál es la diferencia entre los directores peronistas y los peronistas que hacen cine?
—La diferencia reside en que yo no me propuse hacer una película con un mensaje peronista. Las implicaciones políticas que pueda tener mi cine se desprenden de mis películas. Llegado el caso, si se me pidiera hacer cine político, lo haría porque pienso que la misión primordial del artista es ser útil.
—¿Qué perspectivas se abren para el cine con el nuevo gobierno?
—Las mejores, las mismas que se abren para todo el país. El cine no es un ente aislado; camina de acuerdo con la orientación y las posibilidades que tiene el país.
—¿En qué medida el nuevo sistema de gobierno influirá en tu producción cinematográfica?
—Seguramente mi estado de ánimo no será tan depresivo y melancólico como para hacer Crónica o El romance del Aniceto. Soy un registrador de la vida diaria: de acuerdo a lo que me brinde el paisaje (y el paisaje puede ser una multitud en marcha triunfal) yo enfoco mi cámara.
—¿Vale decir que vas a hacer un cine más optimista?
—Por supuesto: un cine que se dedique a brindar por el futuro.
—¿Cuáles son los problemas más graves que afectan a los cineastas argentinos?
—Los mismos que al resto de los trabajadores del país: el problema radica en quienes los rigen. Yo, por ejemplo, no tocaría una coma de la actual Ley del Cine; la cuestión está en ver quién la aplica.

CINEASTA POR INTUICION
—¿Hablaste de perspectivas para el país, ¿qué esperás del gobierno peronista?
—Nada. Solamente que se cumplan los postulados de la doctrina peronista.
—Eso es un poco vago.
—Yo creo que es muy concreto. Es como si me preguntaran qué espero del catolicismo: que se cumplan los 10 mandamientos. Pienso que no es nada vago...
—¿La heterogeneidad del FREJULI va a permitir esos logros?
—Sí, porque toda la gente que se ha acercado al FREJULI lo ha hecho con buena intención, coincidiendo en la necesidad de liberación que tiene el país.
—¿Creés en la lucha de clases?
—Yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay.
—¿Compartís la idea de quienes sostienen que se avecina una gran división interna en el peronismo?
—¡Ah! Yo de pitonisa no tengo inclinaciones.
—Te pedí un pronóstico político, no una adivinanza.
—Yo soy optimista. Y, además, no hay que preocuparse: tenemos un pueblo vigilante y alerta.
—¿Cuál de los sectores que componen el FREJULI te expresa mejor?
—Para mí el peronismo es uno solo y todos los que siguen la doctrina peronista, en sus diversos matices, comparten los mismos anhelos. Quizás, por mi forma de decir las cosas, te parezca un fanático... Y sí: yo soy un tipo fanático.
—Es posible que el peronismo inaugure un gran debate cultural en el país. ¿Qué opínás al respecto?
—Siempre pensé que el pueblo argentino es el único capacitado para legalizar la cultura; él es quien debe rescatar lo valedero y quien, en definitiva, determinará las cosas que, a corto o largo plazo, van a desaparecer.
—¿Vos hacés un cine popular?
—Yo no sé si hago un cine popular; yo hago el cine que realmente siento. Si Dios quiere, es popular. Lo que pasa es que yo no analizo lo que hago: siempre he trabajado a fuerza de ganas, de talento y de temperamento. A mí me hubiera gustado egresar de una universidad de cine; sin embargo, soy consciente de que soy un lumpen que se introdujo en las artes por la ventana. No lo niego; simplemente, lo lamento por mi país.
—¿Eso se tradujo en algún tipo de carencias?
—Por supuesto: a mayor conocimiento, mejor desenvolvimiento. Por ejemplo, desde los 22 años (cuando filmé Crónica de un niño solo) hasta hoy he debido transitar un duro camino hasta llegar a comprender todos los secretos de la óptica.
—Hice la pregunta porque a veces, pareciera que te enorgullecés de esas carencias...
—Todo lo contrario. Nunca dije eso. Lo lamento por mí, porque esto me ha costado años de preguntarme cosas cuyas respuestas estaban delante mío y que yo no la sabía ver. A mí nadie me enseñó nada; todo lo tuve que aprender a fuerza de ... vamos a sacar el violín: a fuerza de golpearme.
—Recién me decías que nunca te preguntaste si tu cine es o no popular...
—Por lo menos, mi intención es que lo sea. No es solamente mi intención: yo soy un tipo que emerge de la cosa popular.
—Pero, ¿estás conforme con la difusión que, a nivel de las clases populares, han tenido tus películas?
—No, en absoluto. Yo soy un tipo que, pese a ser muy vanidoso, no se deja halagar con los premios, ni con las críticas favorables. Con el cine que hice hasta ahora he cumplido con un aprendizaje, pero de ninguna manera me sentí realizado porque no he tenido oportunidad de conectarme directamente con la masa, con el público. Quizás porque tal vez mi cine no haya sido comercial ...
—Sin embargo, ¿puede decirse que tus películas tuvieron éxito?
—Tuvieron una gran repercusión en lo que hace a crítica y premios, pero no tuvieron éxito popular. Mis películas nunca duraron más de una semana en cartel. Por ejemplo, El romance del Aniceto obtuvo 12 de los 13 premios que daba Cronistas Cinematográficos; el único que no obtuvo fue el de color, y eso porque era en blanco y negro. Y, sin embargo, con el público no pasó nada.
—¿Cómo se soluciona eso?
—Tal vez haciendo un cine más accesible. Además, ese tipo de cine que yo hacía es el que uno debe hacer cuando egresa de una universidad de cine. Mi error, quizás, fue intentar comunicarme con el público de una manera arrolladora, sin haber alcanzado todavía la madurez como realizador. Todos esos films fueron exámenes dados para poder llegar a Juan Moreira.
—¿Esta sí es accesible?
—Pienso que sí.
—¿Querés agregar algo?
—Andá a ver la película: es realmente sensacional.
Revista Siete Días Ilustrados
14.05.1973

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Leonardo Favio
Rodolfo Bebán y Leonardo Favio
Rodolfo Bebán

Juan Moreira
Rodolfo Bebán