Para qué una ley de acefalía Volver al índice
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Satisfecha la expectativa del comicio en Misiones e iniciado el nuevo período parlamentario, la congelación de la presidencia del Senado Nacional abre una nueva perspectiva: la reforma de la ley de acefalía. Mientras tanto, la oposición endurece su actitud frente al Gobierno y los dirigentes sindicales posponen sus afanes de coparticipación para defenderse en las próximas paritarias.

ABRIL comenzó con un doble y auspicioso signo: comicios en Misiones y diálogo del Gobierno con las fuerzas políticas; dos eventos importantes sin duda para la convivencia democrática, y dos maneras prácticas de ejercerla a través del voto y el cambio de ideas. Pero hubo también, lamentablemente, aspectos negativos: la violencia cobró nuevas víctimas, el conflicto de Villa Constitución afectó a las industrias básicas y la situación eco nómica ingresó en un cauce que las propias autoridades (Gómez Morales) consideran peligroso.
Otras circunstancias no menos relevantes dieron especial fisonomía a esos 30 días: los radicales endurecieron su posición frente al oficialismo; el poder gremial (62 y CGT) sufrió un serio revés en sus aspiraciones de mayor espacio político, y en el Senado de la Nación la mayoría peronista decidió dejar vacante la presidencia del cuerpo.

El nuevo diálogo
El primer tramo para la reanudación del diálogo con las diversas
fuerzas políticas (congelado desde octubre de 1974) se produjo el día 3 a las 10 de la mañana. Dado que también en política la caridad bien entendida empieza por casa, en esa oportunidad acudieron al despacho presidencial los dirigentes del Frejuli. Claro que no todos. Sólo se invitó a aquellos que representan a partidos de jurisdicción nacional (Frondizi, De Vedia, Sánchez Elía, y Lastiri por supuesto) aunque con la excepción de Fonrouge por su carácter de secretario general del alineamiento extrapartidario.
Al margen de la crónica, limitada en casi todos los casos a la información oficial, y eventualmente a algunas versiones fragmentarias, se supo lo siguiente:
• El jefe del MID, Arturo Frondizi, formuló una dura crítica de la gestión económica cumplida tanto por el equipo del anterior ministro (Gelbard) como del actual (Gómez Morales) y señaló como falla principal la falta de inversiones extranjeras. Asimismo, subrayó los riesgos de la escalada terrorista y su efecto negativo para la imagen del país en el plano internacional.
• El popular cristiano Enrique de Vedia hizo hincapié en el problema de la autoridad presidencial. A su juicio ésta debe ser afirmada en hechos que desmientan toda idea de poder delegado o paralelo. Frente a sus manifestaciones, la señora de Perón habría sido categórica al afirmar que "la que gobierna en el país es la Presidente y los próximos acontecimientos lo dejarán bien en claro".
• El conservador popular Santiago Sánchez Elía (la exposición más extensa) expresó diversas reservas con relación a la marcha del proceso institucional, insistiendo en la preservación de la imagen presidencial frente a suspicacias de quienes aducen interferencias o superposiciones. A este respecto también habría sido rotunda la respuesta de la señora de Perón. Se le atribuye esta explicación: "Mi carácter jamás fue proclive a ninguna influencia dominante; aun en vida del teniente general Perón supe siempre mantener mi individualidad en el grado que lo exige mi idiosincrasia".

La reunión con Balbín
Tras los comicios de Misiones (ver páginas 18-20), se cumplió el segundo tramo de la nueva política de diálogo. El 16 de abril Ricardo Balbín habló durante una hora y media con la Presidente y el ministro del Interior. Las posteriores declaraciones del líder radical y algunas indiscreciones — presumiblemente deliberadas— de sus allegados permiten reconstruir lo principal del coloquio. Durante su transcurso Balbín, con sacrificio de su habitual estilo y lejos de toda metáfora, habría sido concreto, casi tajante. Los temas planteados se inscribirían en una línea crítica que incluye el recrudecimiento de la violencia, la crisis económica, la situación universitaria, la vigencia de las libertades públicas y la necesidad de la reforma constitucional.
Sobre la violencia, Balbín habría expresado su inquietud por "la actividad de los sectores de ultra derecha", señalando que en contraste con "los de ultra izquierda" hasta el presente no se registraba ninguna comprobación por parte de los organismos de seguridad, lo que —a su juicio— permitía suponer una suerte de "impunidad sumamente peligrosa para la salud del país". Con respecto a la gestión económica estimó indispensable una urgente "rectificación de medidas y variación de rumbos" y ofreció, como colaboración, las iniciativas del sector parlamentario de la UCR.
Pero donde el jefe radical se habría mostrado más duro sería en el plano de la difusión. "Existe un verdadero enrarecimiento en el país; sería prudente corregir el actual monopolio de las ideas", fue —palabra más o menos— su advertencia a la titular del Poder Ejecutivo.
Al término de la reunión, Balbín aclaró a los periodistas: "No fuimos a buscar respuestas. El diálogo será útil en la medida que se observen nuestras inquietudes. La utilidad no está dada por el encuentro, que fue muy cordial, sino por rus consecuencias".
Pero en la UCR la espera de esas consecuencias fué muy breve. Un par de semanas más tarde, la Convención Nacional del partido produjo un documento de desusada severidad con relación a la política del Gobierno. Adjetivos no frecuentes abundaron en la declaración: ineficacia, pasividad, frustración y violencia fueron los más conspicuos.
¿Qué había ocurrido en el seno del radicalismo para que se produjera semejante giro?
La explicación viene de lejos. Y se inserta en la lucha interna de la agrupación. La estrategia de Balbín (llegar al 77 con el partido unido, en función del presunto deterioro del peronismo) ha chocado, definitivamente, con la de Alfonsín (llegar al 77, pero sin concesiones) y con la del unionismo (hacer oposición frontal, al margen de metas electorales). De ello ha surgido la necesidad de conciliar criterios para evitar: 1) posibles escisiones; 2) cuestionamiento de la jefatura que haría imposible la tercera reelección de Balbín.
A través del documento aprobado por la Convención Nacional se ha logrado, en principio, una alternativa ecléctica: ratificación del diálogo, pero con exigencias cuya severidad no reconoce precedentes en lo actuado desde el 25 de mayo de 1973 hasta hoy.

Repliegue gremial
La demorada audiencia de la cúpula gremial con la Presidente (2 meses) se realizó finalmente el 22 de abril. Su resultado, a la luz de las declaraciones ulteriores está más cerca de la melancolía que de la euforia. La señora de Perón descartó de plano toda crítica a los responsables de la conducción económica, y aunque se interesó por los planes de vivienda para los trabajadores, no dio curso, según parece, a los pedidos de "coparticipación" en las decisiones que, más oblicua que directamente, habrían planteado los dirigentes.
En escasas semanas la situación se ha revertido en el ámbito de las 62 y la CGT. En lugar del slogan de Florencio Carranza, secretario de los mercantiles ("Ha pasado la etapa de las reivindicaciones salariales; empieza la de la lucha por el poder político"), la iniciación de las paritarias remite a los líderes gremiales a una vieja y modesta actividad, no exenta de esfuerzos: conseguir aumentos para sus representados.

El problema de la acefalía
El artículo 10 del reglamento del Senado establece que "si al 30 de abril no se eligen nuevas autoridades, continuarán en sus funciones las anteriores hasta que se elijan otras". La renuncia de José Antonio Allende a la presidencia provisional del cuerpo obligaba, en teoría, a la designación de un nuevo titular. El bloque mayoritario, al cabo de ardua deliberación (que incluyó una reunión final con Raúl Lastiri), resolvió dejar vacante el cargo por "motivaciones políticas". Estas no fueron explicadas en el debate. La oposición, disconforme, abandonó el recinto.
Esta situación, absolutamente novedosa en toda la historia parlamentaria del país, refleja problemas internos del oficialismo vinculados a la sucesión presidencial para el caso de acefalía. En este momento —y en tanto no se elija al presidente del Senado— Raúl Lastiri es el número uno para la alternativa de ausencia o enfermedad de la Presidente de la Nación.
Mientras tanto, se abre camino la idea de reformar la ley de acefalía vigente. Todas las compulsas efectuadas en el ámbito oficial indican dos posibilidades, a saber:
a) Derogación lisa y llana de la ley para permitir el regreso al artículo 75 de la Constitución: "En caso de destitución, muerte, dimisión o inhabilidad del Presidente o Vicepresidente de la Nación, el Congreso determinará qué funcionario ha de desempeñar la Presidencia hasta que haya cesado la causa de inhabilidad o un nuevo Presidente sea electo";
b) Sanción de una nueva ley de acefalía que permita la elección por el Congreso con mandato hasta la terminación del período.
Los motivos del propósito reformista del oficialismo no son, como a cualquiera le resultará asequible, de fría legislación. Antes, al contrario, responderían a necesidades políticas. El cúmulo de tareas y responsabilidades de la señora de Perón podrían exigirle, en un momento dado, una temporada de descanso. Para la eventualidad de ese temporario alejamiento o también —¿por qué no?— de un viaje al exterior por razones de alta política internacional, nada sería más prudente que la titularidad del Poder Ejecutivo quede a cargo de un funcionario de su confianza. La reforma de la ley de acefalía permitiría, por ejemplo, que algún ministro desempeñara transitoriamente esas funciones.
Frente a esa perspectiva, la oposición —la UCR— se aferra a la literalidad del texto constitucional y exige, en ese sentido, el cumplimiento del artículo 50 que impone la designación de un presidente provisional del Senado.
El criterio seguido en el Senado —congelación del cargo— y la actitud presidencial frente a los requerimientos sindicales revelan un hecho decisivo en la vida del oficialismo: el poder de decisión está radicado, en todo sentido, en él más alto nivel del Gobierno. O para decirlo de otro modo: la verticalidad es hoy una realidad tan vigente y operativa como en los tiempos de Perón.

Primero de mayo sin Perón
La expectativa era obvia. El Gobierno peronista —sin Perón— tenía que cumplir dos instancias más que rituales: una, demostrar su poder de convocatoria; otra, explicar su política futura a través del mensaje ante el Congreso. Diversos factores no hacían fácil el trance. En el ámbito laboral, la persistencia del conflicto de Villa Constitución generaba incertidumbre sobre las posibilidades de movilización. En el plano de la seguridad los últimos episodios de violencia tenían efecto intimidatorio. Los cálculos sobre concurrencia eran, por lo tanto, dubitativos. No obstante, media plaza fue colmada por un público que escuchó con interés la alocución presidencial y luego se retiró en orden. Por la mañana, la señora de Perón leyó su mensaje y cada uno de sus ministros expuso lo relativo a su área de Gobierno.
Dos de los discursos ministeriales despertaron la atención de todos los sectores. El de Oscar Ivanissevich, al afirmar que "hemos recibido una herencia anarquizante" (se refería a la gestión de su correligionario Jorge Taiana), y el de Alfredo Gómez Morales, al sostener que el crecimiento de la economía "no depende de manifestaciones de voluntarismo, ni de aspiraciones ideológicas". Con lo que —quiérase o no— enfrió el entusiasmo, generalmente sano, de todos los que desean que las cosas cambien y adoptan, para ello, posiciones doctrinarias. El descarnado realismo del ministro de Economía amenaza la validez de los slogans y consignas de todos los movimientos populares, incluso los de su propio partido.
La voluntad, única verdad para Schopenhauer, es sin embargo una realidad insuficiente para Gómez Morales, cuya formación tomista descarta solipsismos.
Pero no todo sería acerbo en la jornada. Desde Córdoba una noticia renovó viejos fervores: el interventor Lacabanne afirmó, en su mensaje a la Legislatura, que "la subversión armada ha desaparecido del escenario provincial"

Revista Redacción
mayo de 1975

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