Tiene 37 años y dos difundidas novelas en su haber: La
traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas; además,
pasión confesa por el cine, un remoto pasaje por la
Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires; y profesa
una insistente negativa a teorizar sobre literatura. La
semana pasada, poco antes de su partida hacia Alemania
(fruto de una inesperada invitación), ANALISIS pudo
quebrar la terquedad de Manuel Puig e introducirlo en el
mundo de su tercera novela, todavía en proceso de
escritura:
PUIG: Es una novela policial; un libro cuyo eje es la
investigación de un crimen y al que espero darle la
intriga y el suspenso propios del género. Son dos los
protagonistas, pero hay un tercer personaje que es el que
en realidad desencadena el asesinato. Pero ese personaje
no es un ser humano: podríamos llamarlo el "estilo de vida
argentino".
ANALISIS: ¿Tiene este libro un clima evocativo, ejercita
una mirada al pasado y a ámbitos pueblerinos como sus
novelas anteriores?
P.: No. La acción se desarrolla en Buenos Aires y sus
protagonistas son seres de mi generación, que ahora tienen
alrededor de 40 años. Se trata de un enfoque del momento
actual, aunque vivido en función del lastre que los
personajes arrastran: una educación equivocada. represión
sexual, indiferencia por la política. Son seres que tienen
una actitud pasiva ante el mundo y viven en un circulo
vicioso. El medio los neurotiza, la neurosis les impide
salir de si mismos, superar problemas personales y aduar
para modificar ese medio.
A.: ¿Este pasaje al presente implica haber superado una
etapa anterior?
P.: Creo que es una novela de transición porque se refiere
a problemas actuales pero no vistos por ojos nuevos. No
hay personajes jóvenes en esta novela y los que hay
reaccionan con el peso de situaciones vividas entre los 30
y 40 años, que son los que antes traté.
A.: Boquitas pintadas, su novela anterior, fue un best
seller notorio: 90 mil ejemplares vendidos en Argentina,
20 mil en España y traducciones en Francia, Italia,
Estados Unidos y Brasil. ¿A qué atribuye este fenómeno?
P.: Con Boquitas pintadas hice un intento de literatura
popular. Elegí le forma de folletín por su estructura
atenta al interés narrativo y porque creo que los géneros
populares desprestigiados como el mismo folletín, la
novela policial o la comedia musical en teatro, pueden ser
utilizados con rigor estético; y ser la síntesis de obras
que tengan calidad y sean accesibles a un gran público.
A.: Es posible que este éxito de público no sea ajeno al
clima nostálgico que se percibe en sus obras; en ellas se
advierte, coexistiendo con una crítica punzante a un
sistema social, cierto amor por una especie de intimismo
perdido, por un pasado irrecuperable. Un elemento como las
figuras que ilustran la tapa de Boquitas pintadas por
ejemplo (curiosamente coinciden con la línea de los años
40 que la moda vuelve a proponer ahora) pueden inducir a
la siguiente hipótesis: ese libro vino a satisfacer de
alguna manera un deseo colectivo de regresión, acaso
provocado por los grandes cambios que experimenta la
actualidad. ¿Opina lo mismo?
P.: Opino que no. Creo que el clima evocativo pudo haber
sido un elemento atractivo pero que la novela interesó
porque trata problemas de la clase media argentina que son
todavía vigentes. Además, lo que prevalece es el
enjuiciamiento.
A.: El rescate de las claves del pasado parece pasar al
tiempo presente en esta nueva novela suya. ¿Cómo cree que
son algunos personajes (los femeninos, por ejemplo) de
hoy; cómo son para usted las Nenés y Mabeles de sus obras
anteriores; han variado sus actitudes frente al amor o al
matrimonio?
P.: Están cambiando. La hipocresía propia de la clase
media y alta en cierto modo (el proletariado siempre actuó
de una manera más espontánea y natural) está en crisis.
Hay una liberación en marcha que se irradia especialmente
en los centros universitarios, pero por desgracia (y pese
a una admirable vitalidad que noto en los jóvenes) muchas
cosas siguen como antes.
A.: Una de las características (y virtudes) de Boquitas es
la diversidad de técnicas narrativas (enumeraciones,
descripciones, monólogos) que utilizó para estructurarla y
que permitían el escamoteo de la presencia del narrador y
el contacto más directo del lector con acciones y
personajes. ¿Cómo se da todo esto en su nueva novela?
P.: Bueno: el libro está todavía en elaboración y por lo
tanto su estructura sufre constantes modificaciones. He
vuelto a escribir tres veces algunos capítulos: voy
acercándome a lo que quiero por tanteos. En relación a los
monólogos interiores, por ejemplo, esta vez quiero
descender a un plano más misterioso del que se daba en
Boquitas: el del umbral de la conciencia, ese punto en el
que las fuerzas inconscientes comienzan su tarea de
encubrimiento y disfraz.
A.: Usted parte ahora para Europa; antes estuvo allí
varios años y no escribió novelas. ¿Tiene que ver Buenos
Aires con su fecundidad presente?
P.: No podría haber escrito las novelas que escribí sin
haber vuelto a Buenos Aires. Hay muchas cosas aquí que me
irritan y me molestan, pero aquí también están todas las
que excitan mi creatividad y todas las que me interesan.
Creo, sin embargo, que es muy importante salir todos los
años para no perder perspectiva.
S.V.
ANALISIS - No.499 - 6 al 12 de octubre de 1970
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