Periodismo
Siete diarios y más de 3 millones de ojos
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"Vendo cualquier cantidad de Razón por la tarde— manifestó la semana última un canillita de la calle Florida—. Pero a la mañana el cálculo es más difícil: el público está cambiando mucho."
En Buenos Aires se editan actualmente siete matutinos con una tirada global de casi un millón setecientos mil ejemplares, y la lucha parece haberse entablado en distintos niveles: los tradicionales (La Nación y La Prensa) optaron por métodos que van desde la reforma sustancial del lenguaje, para simplificarlo y modernizarlo, hasta la inclusión de historietas en las páginas de los clasificados; los nuevos (Crónica de la Mañana) intentan imponer, en el generalmente plácido tono matutino, una violencia informativa que los vespertinos habían cultivado exitosamente durante los últimos treinta años; los tabloides (Clarín y El Mundo), en tanto, tienden redes para ganar cada vez un público más influyente y mejor conectado con los factores del poder.
Un panorama de las nuevas faces de la batalla de los matutinos fue sondeado por PRIMERA PLANA durante la última semana.
La guerra, según los ejecutivos periodísticos consultados, se planteaba así:
. La Nación viene intentando, desde hace dos años, una renovación de lenguaje: "Entendemos que no podemos seguir hablando el idioma de 1930 — dijo Octavio Hornos Paz (42 años) su secretario de redacción—. Comenzamos por reformar la estructura de nuestras notas, y luego cambiamos el tono de los titulares." Las noticias de policía reciben en La Nación titulares distintos de los que tradicionalmente se les ponían. "No usaríamos hoy títulos como 'Joven ultrajada en la vía pública'; creemos que 'Muchacha violada en Palermo' es más eficaz e igualmente castizo."
También el veterano Alfredo Calisto (72 años, casado), secretario general, adhiere a una tesitura más popular. "Cuando murió Kennedy, creímos importante informar al lector sobre datos en apariencia frívolos, como su romance argentino con Stella Cárcano. Queríamos poner al hombre-Kennedy en su situación total, no dar sólo la imagen de un presidente solemne." Calisto admite que cuarenta años antes, La Nación no habría tocado esos temas. "En 1912, existían en Buenos Aires tres matutinos: el nuestro, La Prensa y La Argentina. Este último había organizado, en la calle Florida, un gran concurso llamado ¿Cuándo se apaga la vela?; había que adivinar el instante preciso en que un enorme cirio pascual iba a extinguirse." Calisto recuerda que La Nación fue exhortada a participar del concurso, en calidad de organizador. "Nuestra tónica de entonces no lo habría permitido; hoy... quién sabe."
En otros rubros, La Nación se ha mantenido fiel a su estilo. "No hemos querido innovar en historietas, por más que Sisebuta y Trifón nos deparan bastantes disgustos", aclara Calisto. Las protestas suelen residir en la vetustez de la tira, cuyo origen está en un convenio entre King Features y La Nación de 1914, pero hay también objeciones sorprendentes: "Algunas cartas de lectores insisten en que hacer quedar a un marido en situación desairada no es propio de un diario serio."
. Las historietas son, precisamente, un nuevo indicio de renovación que La Prensa ha arriesgado hace pocas semanas. Cuando en 1945 se produjeron los primeros embates del peronismo contra el diario (restricciones de papel), La Prensa debió suspender una página completa de tiras que incluía Crispín y sus amigos, Los cuatro ases, y Rarezas del mundo. El pasado domingo reapareció en la página de clasificados una serie gauchesca (Fabián Leyes) creada por Enrique J. Rapela, quien había hecho su primera incursión similar en 1933, en La Razón, con Cirilo, el audaz. Para equilibrar quizá el exceso de fantasía que esa serie supone, La Prensa incluyó otra, rigurosamente histórica, aparecida el día 17, que bajo el título de 'Eso pasó' intenta reconstruir "sucesos del pasado americano, colonial, o argentino".
. La preocupación por la colaboración dibujada se materializó, la semana última, en un dramático intento de transferencia, del que fue protagonista el incisivo Landrú (Juan Carlos Colombres, 40 años, casado), sin duda el más importante caricaturista político. Crónica ofreció al dibujante de las señoras gordas un sueldo mensual que superaba los 300.000 pesos, con cuatro meses (1.200.000 pesos) adelantados y libertad total para trabajar en radio, televisión y cualquier revista cuya índole no fuera política. Luego de arduas negociaciones, El Mundo parecía sin embargo haber ganado la batalla, manteniendo la exclusividad de Landrú para su página titular y las tres escenas del acertijo y su colaboración en Tía Vicenta, vinculado también a la Editorial Haynes.
. Otra batalla, de tenor intelectual, se desencadenó a partir de abril último entre Clarín y El Mundo. Mientras aquél inauguraba el 1º de abril una sección de colaboraciones fijas destinada a ex gobernantes (Frondizí y Aramburu fueron hasta el momento los articulistas), El Mundo incluyó en sus páginas una sección llamada "Aquí, el país" que reproduce diariamente las opiniones de políticos sin demostrar una preferencia por ninguna línea determinada. Cueto Rúa, Iturbe, Alonso, Hardoy, Grondona, Schamis, Musich y Sueldo, entre muchos otros, han opinado en esas columnas. "Esas colaboraciones no son pagas —afirmó días pasado un redactor del diario—; la mejor prueba es que Sueldo no quiere colaborar más, porque el diario publicó algo sobre él que no le gustó." Esa tentativa de dar cabida a opuestas voces ha sido interpretada, por un observador, como un medio de trascender del público habitual con que ambos matutinos cuentan. "Haciendo hablar a Aramburu, Frondizi o Sueldo, el diario especula con factores de poder; esos mismos factores son los que en definitiva amplían nuestras posibilidades publicitarias."
. El intento mas insólito fue abordado por Héctor R. García (31 años, casado, una hija), director de Crónica. Por primera vez en la historia del periodismo argentino, un vespertino ensaya la edición de un diario matutino con características similares. "Buenos Aires va a tener Crónica a todas horas, mañana tarde y noche", habría afirmado el enérgico director, en su despacho de la calle Río Bamba, enfrentando tímidas alusiones a la posible resistencia del público a comprar dos veces al día el mismo diario. Los pronósticos agoreros se confirmaron, sin embargo: el tamaño sábana que García había intentado imponer a su edición matutina debió ser reemplazado a la semana por el más manuable tabloid; una encuesta de mercado confirmó que "el lector de Crónica no es el cómodo lector de La Nación o La Prensa, que dispone de confortables despachos para desplegar sus imponentes matutinos, sino el sudoroso y ajetreado obrero o empleado que cumple su lectura matutina en ómnibus y colectivos." García ha ampliado a la radio la labor informativa, contratando a Ariel Delgado (ver PRIMERA PLANA, número 75) para lo que él llama "mi cuarta y mi séptima edición", propaladas ambas por radio Libertad a las 12.30 y a las 22.30. El éxito, sin embargo, no ha acompañado a García en su empresa matutina; Crónica de la mañana no ha logrado desplazar, con sus 50.000 ejemplares, las astronómicas cifras de El Mundo y Clarín.
. Una incógnita en este nutrido desfile periodístico lo representa la anunciada reaparición de Democracia, luego del fallido intento de reapertura, de quince días de duración, perpetrado en 1963.
El indicio de una posible línea política lo dio, para algunos periodistas perspicaces, una blanca y encumbrada torta que presidió el banquete de reapertura y que llevaba inscriptos los nombres de Illia, Perette, Balbín y Luis Abel Viscay, su nuevo director.
Viscay (43 años, casado, 2 hijas) fue difícilmente ubicable en el descomunal edificio de la calle Bouchard. "No los conozco todavía —declaró el azorado portero—, esta gente de Democracia no es la de antes y cuesta un poco acostumbrarse. Pero creo que el director está en el tercer piso, a la derecha." Detalle más o menos, el dato resultó correcto y Viscay pudo ser identificado, entre representantes gremiales y empleados administrativos. "Quiero ser el director de un diario independiente, un diario que la gente espera —acotó evasivamente y desechó toda alusión a la incómoda torta—. Ojalá pueda decirse de Democracia que hoy la financia Balbín, mañana Frondizi y pasado Sueldo." Viscay reconoce su inexperiencia periodística ("como lector de diarios creo entender también cómo hay que hacerlos"), pero declara confiar ciegamente en el equipo de colaboradores. "Raúl Fernández es subdirector, y simultáneamente secretario general de redacción; nuestra coincidencia de objetivos es completa." Fernández, sin línea política reconocible, ha pertenecido a las redacciones de El Mundo, Clarín y Crítica y ejerce desde hace siete años la presidencia del Círculo de la Prensa. Aunque a la altura del martes último no se definía en la precaria redacción una línea clara sobre la cantidad de colaboraciones que Democracia pensaba incluir, el nombre de Arturo Jauretche parecía contarse entre los más seguros. "Es posible también que firmen Luis Elías Sojit y Carlos Carlino —admitió dubitativamente Viscay—, pero eso lo dirá la experiencia."
La reaparición de Democracia plantea uno de los interrogantes más serios del ambiente periodístico. La misteriosa compra del paquete accionario de Editorial Mayo en enero último suscitó toda clase de conjeturas. Las varias deudas que Democracia arrastraba ("con el Estado, con los bancos y con los gremios", aclara Viscay) influyeron poderosamente en la investigación gubernamental a que fue sometido Viscay y su gerente general Guillermo Oscar Nasjleti. Entre febrero y abril, inspectores del ministerio de Hacienda y de la Contaduría General de la Nación incursionaron tres veces por semana en el plantel de la nueva empresa, para cerciorarse si la planificación del nuevo diario le permitiría cumplir con las deudas de la antigua Editorial Mayo. La Federación Gráfica Bonaerense, a todo esto, había dado ya su conformidad para la colaboración con Viscay, pero el ministro de Trabajo se negó a homologar los contratos, mientras Hacienda no se expidiera sobre la solvencia de la empresa. Viscay, entre tanto, había obtenido desde la semana última que los obreros
gráficos intensificaran la preparación del matutino, mediante puntualísimos sueldos pagados día a día a los linotipistas presentes. La operación Democracia culminó el 12 de mayo último con la consolidación de la deuda (estimada en 90 millones de pesos) en documentos semestrales que Viscay confía poder levantar con rigurosa regularidad. Al día siguiente se celebró, en el recién pintado edificio de Alas, el banquete de la torta misteriosa. "Estuvo, desde luego, Alejandro Gómez, mi íntimo amigo —recalcó Viscay—, pero también estuvieron Coral, Belnicoff, Muñiz y Sueldo." Una misteriosa ausencia (hay constancias de que fue invitado) fue la de Matera. "Se excusó, alegando razones personales", explicó precipitadamente Viscay.
Como corolario, dos preocupaciones surgieron claramente entre todos los periódicos consultados.
. Excepto La Prensa y La Nación, ninguno renuncia a su página astrológica, "porque tenemos que darle a la gente su cuota diaria de optimismo, e inclusive matizarla con algún presagio negativo no demasiado catastrófico".
. La otra preocupación esencial son los corresponsales extranjeros. En ese rubro, el centro de interés se ha desplazado, significativamente, desde Nueva York a París. La Nación publica con creciente frecuencia las colaboraciones de Luis Mario Bello, y Viscay refirma categóricamente su decisión de reforzar la primacía francesa entre sus futuras corresponsalías. "Es el tercer mundo que se nos está acercando", dice con énfasis.
Mientras tanto, la ebullición, la búsqueda de nuevos estilos y nuevas fórmulas no cesan. Como dijo el canillita de la calle Florida: "El público se está poniendo muy raro."
26 de mayo de 1964
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